Cuando el Partido Nacional convocó a la Concertación, lema accidental para sacar al Frente de sus sucesivos triunfos electorales en Montevideo, Gandini dijo: “Hay que invitar a otros partidos, a todos los partidos, a todos los partidos que quieran estar, pero no sabemos para qué. Sabemos que estamos contra el Frente Amplio pero no sabemos a favor de qué estamos”. Las palabras del senador nacionalista, pronunciadas para otra ocasión, no la presidencial de noviembre, y con las cuales estuvimos de acuerdo, tienen una gran vigencia en este, otro momento político.
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Por eso, a mí me gustaría hoy dejar de lado por un momento lo que nos separó antes de octubre, que ya ha sido suficientemente discutido, para ver si hay cosas que podamos rescatar y nos unan antes de fines de noviembre. Para ello debemos hacer un gran esfuerzo de evitar que nos lleve, a unos y otros, la pasión y la intolerancia y asumir, con respeto, que quienes votamos en octubre elegimos distintos caminos de acuerdo al leal saber y entender de cada uno. Ahora, es otro tiempo. Otra decisión. ¿Es válido para todo el que no votó a Martínez en la primera vuelta que no pueda hacerlo en la segunda vuelta? No. Si no, todo el que no votó a Lacalle, tampoco lo podría votar. Esta es otra decisión.
Veamos: quien votó a Talvi, votó a Talvi, pero ahora le dicen que ello lleva consigo votar a Lacalle Pou, con un perfil y una solvencia distintos que los de aquel. Con un perfil distinto, ¿o no? Talvi dio una imagen de social demócrata moderno. Lacalle es descrito, primero en el Parlamento del Mercosur por el oficialismo brasileño, ahora por el propio presidente Bolsonaro como “líder de la derecha en Uruguay”. ¿Eso votarán los electores de Talvi? ¿Al líder de la derecha bolsonarista en Uruguay? No creo.
Yo discrepo con quienes creyeron que se podía consolidar un espacio wilsonista dentro del Partido Nacional. Ellos tienen derecho a discrepar conmigo. Lo importante es no perder nunca el respeto, porque se piense distinto. Si no lo hacemos, la democracia se nos va de las manos. Pero los resultados demuestran que tan errado yo no estaba, aunque alguien puede creer que vale la pena seguirlo intentando. Pero como dijo el padre del actual candidato del Partido Nacional: “En la segunda vuelta no se votan Partidos, se votan personas”.
Siguiendo ese razonamiento, los wilsonistas que votaron ya a su Partido, ¿ahora van a votar a un gobierno que integra Cabildo Abierto, acuerdo cuyo contenido no sabremos hasta después de la elección? ¿Es compatible eso con su esencia wilsonista? Entre los nombres que Manini ocultó informar en su confesión, están integrantes de brigadas que quisieron atentar contra Wilson, entre otros. ¿Los van a votar? Recientemente se anunció la incorporación a filas de Manini del embajador Azar Gómez, el que pidió que Wilson, Diego Achard, Julián Murguía y yo fuéramos expulsados como observadores de la ONU. El mismo que insultó a Wilson en una conferencia de Prensa y fue desalojado gritando: “Zelmar y Toba eran terroristas”. ¿Lo van a votar?
Se nos prometió que íbamos a “vivir sin miedo” si no salía la reforma constitucional. No salió. Pero el Dr. Larrañaga dijo que estaba “contento” con el resultado del referéndum. ¿No era que si no salía íbamos a vivir con miedo? ¿Qué cambió? ¿Era miedo por la seguridad o por la interna nacionalista? A mí, debo confesar, me daría miedo un Uruguay con Manini ministro del Interior o de Defensa. Me daría miedo que Uruguay tenga que vivir lo que pasó en Chile, en Ecuador, en Argentina y lo que está pasando en Brasil.
Yo añoro que los jóvenes de hoy no tengan que vivir lo que vivió la juventud de mi generación. Cuando yo tenía la edad de mis hijos, ya había enterrado a 10 amigos, y en circunstancias cercanas. Toba, Zelmar, Barredo y Whitelaw, Letelier y Ronnie Moffet (compañera de escritorio), el padre Rutilio Grande, el obispo Angelelli, que tanto cuidó a mamá; monseñor Romero, Enoc Ortiz (esposo de una compañera de trabajo)… No quiero que esas lágrimas que me tragué lamentablemente en su momento las tengan que derramar mis hijos y los amigos y amigas de mis hijos.
“Siempre es más lo que nos une que lo que nos divide”. Wilson, Bogotá. Busquemos, los que discrepamos en octubre, en qué podemos coincidir en noviembre.