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Política

Entre el achique y la impericia

Las tetas del Estado

Dentro del predio de la Estancia Presidencial y Parque Nacional Anchorena, ubicado en el departamento de Colonia sobre las márgenes del río San Juan, se halla un emprendimiento productivo que las administraciones frenteamplistas lograron rescatar de la desidia y convertirlo en autosustentable financieramente. Lo que hasta diciembre del año pasado fue un proyecto modelo hoy parece volver a la gestión de improvisados.

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Si no existe una voluntad explícita de desmantelar el proyecto productivo, tampoco existe ni se conoce la planificación sobre el mismo; para la confección de esta nota, intentamos infructuosamente desde hace más de un mes recibir información de Hebert Paguas, director general de Presidencia, de quien depende el parque.

Las 1.369 hectáreas de la estancia presidencial de Anchorena están divididas en áreas productivas agrícolas; actividades de ganadería, con producción de leche, carne y cría de ganado Holando para leche y Aberdeen Angus para carne; posee un bosque nativo con mas de 200 especies arbóreas con fauna autóctona. Desde 2005, el plan de producción, aprobado por el expresidente Tabaré Vázquez, optimizó y ordenó las actividades del establecimiento, convirtiéndolo en uno de los mejores tambos del país.

La estancia también cuenta con un parque de esparcimiento para turistas y visitantes en general. Al mismo tiempo, la producción permite el mantenimiento de las casas presidenciales, sin recurrir a dineros públicos, de forma que los mismos se puedan destinar para otros objetivos.

Casi todas las instalaciones poseen más de 100 años y son mantenidas por el propio personal y por funcionarios del Ministerio de Transporte y Obras Públicas (MTOP). El proyecto fue aprobado por Vázquez en 2005.

El plan se realizaba en las 700 hectáreas productivas. En las 400 hectáreas restantes está ubicado el parque; y 300 hectáreas son campo natural de bajo índice de producción y con muchos años de mal manejo de las especies forestales nativas presentes.

El sistema de producción de las 700 hectáreas es de buenos suelos, en los cuales se desarrollan actividades de lechería, actividad que ocupa un 42% de la superficie; la ganadería un 35%; y la agricultura un 22%.

Estos rubros están combinados entre sí, siendo la actividad principal la lechería, con invernada de novillos y la agricultura forrajera, tareas que son parte de la combinación de rubros.

El sistema de producción era sostenible y se aspiraba a ser competitivo, porque Uruguay es un país tomador de precios y exportador de materias primas.

El sistema de producción establecido en Anchorena era sencillo y práctico y las actividades del tambo eran manejadas solamente por dos personas. El sistema está basado en prácticas realizadas en Nueva Zelanda, con ganado de raza similar.

Asimismo, el personal de Anchorena y de otras estancias privadas realiza pasantías y cursos en los distintos campos de la zona como forma de capacitarse y adquirir nuevos conocimientos. La producción lechera es de bajo costo, con el uso de pasturas naturales y poca compra de insumos forrajeros.

En el año 2005, el tambo contaba con 75 animales para ordeñe. Para la zafra 2010, se estimaba que habría aproximadamente 220 vacas, situación que marca una evolución del orden del 300%.

En el marco del proyecto productivo, se diseñó en 2006 un sistema de invernada en 62 hectáreas, divididas en 31 parcelas fijas de dos hectáreas cada una, con aguada.

En el período de un año, se comprobó que el aumento de producción por kilo de carne, por año y por hectárea, había pasado de 67 a 455 kilogramos. Al año siguiente, la producción experimentó un nuevo incremento, pasando a 725 kilogramos por año y hectárea.

Toda la operativa del área productiva y las inversiones son sustentadas con los ingresos que genera la producción del establecimiento.

Con el gobierno de José Mujica, los proyectos cobraron un nuevo impulso y un nuevo ordenamiento. Fue nombrado Mario Vera como administrador, que estuvo en su función desde el año 2013 a 2019. Durante ese tiempo, los proyectos productivos realizaban intercambios con escuelas agrarias de UTU y escuelas de la zona; la leche se remitía a Conaprole, oscilando la producción, según la estación anual, en un mínimo de 3.000 litros de leche y un máximo de 6.000.

 

El desmonte

Las nuevas autoridades, que asumieron en marzo de este año, entraron como un vendaval arrasando el proyecto productivo.

Públicamente circuló una denuncia del director de Presidencia, Hebert Paguas, acusando al exadministrador Mario Vera de haberse llevado los muebles de la vivienda del administrador.

Esta situación cobró estado público cuando se conoció un llamado efectuado por parte de Presidencia para la compra de muebles para alhajar la vivienda.

Vera explicó en su momento que había ocupado la vivienda en el año 2015, ya que antes se alojaba en los apartamentos de servicio de la residencia presidencial.

Desde el año 1967 todos los administradores amueblaron la casa con sus propios muebles y, en su caso, siendo el primer civil que la ocupaba, no fue la excepción.

Los muebles con que se encontró en la vivienda eran una mesita de cocina de madera, un freezer, una cocina a gas, una heladera con freezer, un calefón de 40 litros y un aire acondicionado sin funcionar.

Vera agregó tres sillones de paño rojo provenientes de un depósito de la Torre Ejecutiva. Los muebles mencionados quedaron en el lugar cuando Vera fue relevado de su función.

Con este antecedente de inauguración de la nueva administración, lo que venía después no podía ser menos alentador.

La ingeniera agrónoma Ivanna Castellanos, militar y de sólida formación profesional, era el motor del proyecto productivo y en parte responsable de los buenos resultados que lograba que se autosustentara financieramente y no representara gasto para los erarios públicos.

Fue removida de su lugar por la actual administradora, la ingeniera agrónoma Mariana Abreu, quien pasó a residir con su marido en la estancia presidencial.

También fue removida la persona que en la administración Vera se encargaba del manejo del monte natural de 450 hectáreas sobre el río San Juan, protegido y controlado por la Dinama.

El mantenimiento del mismo implica una tala criteriosa de “leña negra”, conocida popularmente como leña de monte, y el cuidado de las especies nativas, así como la limpieza de senderos transitables que forman parte de las visitas guiadas al parque nacional.

El proyecto productivo, que abarca 700 hectáreas, es un emprendimiento imposible de gestionar sin un plan de trabajo y un método adecuado al mismo, plan que al día de hoy es desconocido, y algunas impericias que se detectan quizás tengan origen en el método improvisado de las nuevas autoridades.

En la lista de un saldo negativo a seis meses de haber asumido se cuentan:

-una producción lechera 1.000 litros por debajo de lo que se venía obteniendo;

-el desabastecimiento de las reservas forrajeras de invierno para alimentación del ganado y cuya solución parece ser esperar a las pasturas a partir de la primavera;

-la fundición de un camión que había sido arreglado a nuevo;

-el desuso, por falta de conocimiento de su manejo, de la maquinaria agrícola del establecimiento, aunque está en curso un convenio con el Plan Agropecuario para, “un día de estos”, volver a utilizarlas;

-la venta de herramientas de trabajo sin que se conozcan claramente los motivos.

Las famosas “tetas” del Estado, que hasta no hace mucho lo retroalimentaban, parecen haber dejado de pertenecer a una “vaca sagrada”.

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