Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Editorial

CRÓNICAS DE UN VERANO CALIENTE

Les confieso

Por Alberto Grille.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Les confieso que si yo estuviera en el lugar de Luis Lacalle Pou, no estaría en la playa.

En estos días, es evidente que al presidente de la República se le cagó la piola.

Las cosas, al pelado, no le están saliendo tan redondas como él esperaba y se acabó la luna de miel que pareció envolver sus primeros meses de gestión, esos en que los presidentes creen que la fiesta durará una eternidad.

Es tan deplorable la opinión que tengo de Lacalle Pou y del grupo de amigos de Aire Fresco que lo rodean -en el que incluyo al rosadito Isaac Alfie- , que creo que al presidente le preocupa y motiva más su ideología y los intereses de su clase social, que el bienestar de sus compatriotas, quienes, por error o tal vez por espíritu aventurero, lo han elegido bajo la irresponsable y tonta consigna de “está bueno cambiar”.

Aunque parezca otra cosa, a Pompita las cosas le resultaron, hasta hace unas semanas, mejor que lo que uno se podía imaginar.

Está claro que una pandemia no ocurre todos los días y que precisamente esta, provocada por el coronavirus ha sido arrasadora en más de medio planeta. También es cierto que la pandemia resultó inesperada como “peludo de regalo”.

 

Recuerden a Hood Robin

Debemos recordar que lo que Lacalle venía a hacer era una gestión francamente regresiva y restauradora que beneficiara a los ricos y perjudicara a los pobres, que debilitara al Estado y fortaleciera al sector agroexportador, que se alineara a Estados Unidos en su política exterior y en el área de seguridad estratégica, que diera la espalda a los procesos progresivos e independentistas de Latinoamérica y coqueteara con la gusanera de Miami que había contribuido fuertemente en su campaña electoral.

Estos deberes los cumplió muy bien, sobre todo el de alcahuetear a la administración republicana de Donald Trump.

Sin duda, la pandemia le ayudó a lograr la aprobación de la LUC y la Ley de Presupuesto, culpando al gobierno anterior de todos los males, dificultando y trabando la movilización popular, acallando la protesta de la gente, escudándose en la epidemia para hacer cualquier clase de tropelía económica, ocultando mediante los medios hegemónicos la brutal transferencia de recursos de los asalariados, jubilados, cuentapropistas, empresarios pequeños y medianos hacia los sectores económicos más poderosos en un ajuste parecido al que hicieron su padre, el herrerismo y la coalición blanquicolorada a principios de los años 90.

Para ser honestos, yo pienso que a Lacalle Pou le interesa más el déficit fiscal que reducir los daños de la epidemia sobre la salud de la población.

Esto lo lleva a negar la realidad o mejor dicho a creer que la realidad es como él quiere que sea.

Los primeros meses de la epidemia resultaron relativamente benévolos y fáciles de manejar.

Un sistema de salud eficaz y universal, un sistema de seguridad social solidario, accesible y muy amplio, empresas públicas prestigiosas y poderosas, conectividad digital en todos los rincones del país, un Plan Ceibal capaz de llevar internet al aula escolar, una comunidad científica sensible y solidaria con un fuerte anclaje en la universidad pública, un bajo nivel de pobreza y altos índices de ocupación permitieron desplegar una amplísima red de contención que aisló los primeros brotes y consiguió reducir fuertemente la movilidad alcanzando un amplio distanciamiento social.

El gobierno se vistió con ropa ajena y se pavoneó ostentando títulos mundiales cuando aún no se había jugado la primera ronda.

El presidente alardeó con el poder como niño con juguete nuevo. Se puso la banda, llamó por teléfono a Donald Trump, charló con el mandatario de China, fue a Buenos Aires a invitar a los vecinos ricos a evadir sus impuestos viniéndose a vivir a Punta del Este donde no solo había democracia sino paraíso fiscal, sin peronismo, sin “negritos” y sin coronavirus, dejó por un rato a Lorena para dejarse seducir en la tele por el cholulismo de Viviana Canosa, baboseó a Alberto Fernández recibiéndolo sin tapaboca, menospreció los consejos de Tabaré Vázquez y amenazó con juicios penales a todo jerarca que pudo de la administración anterior.

En estos meses de relativa paz en los cuales creyó que era un genio más vivo que la Merkel y que tenía dominado al virus más feroz y mortal de los últimos 100 años, no perdió el tiempo.

Dejó subir un 13% el dólar para que los principales exportadores mejoraran su competitividad, subió las tarifas públicas, bajó los salarios y las jubilaciones, subió el desempleo, aumentó la pobreza.

En pocos meses cayó la actividad económica, miró para otros lado cuando los medianos y pequeños empresarios le reclamaban una mano para pasar el peor momento de la epidemia, debilitó la educación pública, el sistema de cuidados y los programas de asistencia social, redujo las inversiones en vivienda y obra pública, aprobó la LUC con 139 artículos que serán sometidos a referéndum y estableció normas restrictivas con el propósito de reducir el gasto público.

Nueve meses después, resulta difícil no detenerse a hacer un balance para ver si le fue tan bien.

Por lo pronto, la inflación fue del 9,4%, la más alta en cinco años, disminuyeron las exportaciones en volumen y en dólares, también bajó el 2,9% el PIB agropecuario, subió la deuda externa, el déficit fiscal y las tarifas públicas, bajó la inversión extrajera directa, el salario real, el poder adquisitivo de las pasividades, el consumo, la actividad industrial y comercial, se exportó menos soja y menos carne, se mataron menos reses, se exportaron menos vacunos en pie, se pagó menos precio y se exportaron menos volúmenes de carne.

Las exportaciones de bienes, incluyendo la celulosa cayeron 13% y los bienes agroindustriales cayeron 17%. También cayeron las compras de nuestros principales mercados.

Dicen los expertos que desde que asumió Lacalle Pou hay en Uruguay más de 100.000 nuevos pobres.

 

¿Usted cree que todo es por la pandemia?

¿No le dijimos que esto iba a pasar cuando ni se hablaba del coronavirus?

¿Usted cree que sin pandemia no habría disminución del salario real, ni aumento del dólar, ni baja del poder adquisitivo de las pasividades, ni debilitamiento de las empresas públicas, ni caída de la inversión en obras, vivienda y turismo social, ni menoscabo de la educación, los cuidados y la salud pública?

¿No escuchamos que hasta el mes de noviembre el presidente decía que al virus de la pelotita lo tenía dominado en el empeine?

¿No será que Lacalle Pou es mufa?

¿Qué pasará ahora que el caballo de la pandemia parece correr desbocado y el mandatario, luciendo su escultural tórax depilado, se pasea con la Loly en bikini por las playas de Rocha, departamento que en los días que fue visitado por la familia presidencial pasó como balazo a la zona roja con más casos en una semana que en los últimos 9 meses?

¿A ustedes no les llama la atención que en estos meses en que se podría haber mitigado la pobreza y mejorado el sistema de salud se haya hecho poco y en algunos rubros nada?

¿No les calienta que se hayan descansado en los laureles y no se preocuparon por negociar una vacuna?

¿No les sorprende que nadie se haya puesto a analizar la calidad de los mensajes que se estaban entregando a la población dando a entender que éramos unos fenómenos que habíamos conseguido sin hacer nada derrotar una pandemia que mataba millones de personas en los países más avanzados del mundo?

¿No les llama la atención que nadie se haya dado por advertido que lo principal era el mensaje que se debía dar en el territorio, en el primer nivel de atención, en el que se libran las principales batallas contra todas las enfermedades?

Lo primero en lo que hay que detenerse es que, aunque las eminencias científicas del GACH ahora guarden silencio, hoy aparecen en la prensa y en las redes, virólogos, matemáticos, epidemiólogos, biólogos, doctores, profesores, psiquiatras, intensivistas, médicos, sociólogos trabajadores de la salud, investigadores, magísters, PhD y voceros de todo tipo, advirtiendo que la epidemia crece en forma exponencial, que el virus circula en la comunidad, que el crecimiento de los casos no se detendrá si no es con medidas más enérgicas y restrictivas y que esto no se conseguirá si no se protege el entramado social con apoyo económico y no se sostiene a las pequeñas y medianas empresas, sobre todo de las áreas más dañadas como el turismo, la gastronomía, los salones de fiesta, los bares, los pequeños comercios de barrio, los artesanos, los cuentapropistas, los comercios del interior y los pequeños y medianos productores rurales a quienes engañaron prometiéndoles el oro y el moro y ahora se encuentran de la noche a la mañana que están aun más desprotegidos que antes.

Además hay que analizar lo que está pasando en la sociedad y en la política.

Está claro que el movimiento sindical y las organizaciones más importantes y representativas de la Intersocial, como Fucvam y la FEUU, ya están movilizadas junto al Frente Amplio en una largo emprendimiento para obtener las firmas que permitan someter a consulta popular la Ley de Urgente Consideración. También reclaman que se ponga atención en la pobreza, en los cuidados, en la infancia, en la enseñanza pública, en los más humildes, en las mujeres solas con hijos menores, en los merenderos y comedores comunitarios.

Pero eso estaba visto que al gobierno -y también a la oposición- se le terminó el recreo.

 

No hay peor ciego, que el que no quiere ver

Pero si era evidente que la oposición iba a comenzar a moverse para defender sus derechos y sus conquistas, no era tan previsible para algunos que, terminando el año, el gobierno estuviera ahogándose entre sus fracasos y los reclamos de muchas de las organizaciones empresariales, algunos de sus senadores, más de uno de sus intendentes más notorios y algunos de los líderes más connotados de su promocionada coalición multicolor.

En los primeros días del año destituyeron al director del Hospital Español, confesaron que se comieron más de 400 casos por un error informático, cerraron las puertas de dos hospitales por unas horas porque no podían habilitar por falta de personal 20 camas de cuidados intermedios, el presidente de ASSE dice que faltan a trabajar el 30% de sus funcionarios y los trabajadores dicen que el ausente es él y el directorio, las vacunas que nos iban a regalar en Reyes aún no saben ni dónde están y el plan de vacunación anunciado murió al nacer, en el 50% de los contactos se pierde el hilo epidemiológico y en dos o tres semanas, y tal vez antes, habrá 150 pacientes con covid-19 internados en los CTI. Los casos siguen aumentando mientras al GACH se le da cada vez menos pelota. Los datos de la epidemia son suministrados por cuentagotas y a los propios investigadores les piden, para acceder a ellos, un acuerdo de confidencialidad y el director nacional de Inteligencia declara que algunos datos de la pandemia podría ser secretos porque, tratándose de la seguridad humana, se equipararían con los del crimen organizado.

Es que, aunque usted no lo crea, la torre se resquebraja y cuando unos se asombran del negacionismo de los que no quieren ver la realidad, otros sienten cerquita la angustia de sus votantes y, aun más, la desesperación de emprendedores que ven cómo se convierten en humo los ahorros de toda una vida, poniendo punto final a sus empresas, cerrando la puerta de su comercio, despidiendo a sus trabajadores y gastando sus últimos pesos en pagar impuestos.

Y, mientras tanto, el presidente vuela sobre las olas, mostrando los músculos bien trabajados sobre una tabla de surf.

Por eso habla Manini, por eso habla Sartori, por eso habla Eduardo Ache, por eso habla Botana, por eso hablan Antía desde Maldonado y el intendente Sanders desde Rocha, por eso claman algunos referentes de Un Solo Uruguay, el presidente de Cambadu, la Federación Médica del Interior, los dueños de los salones de fiestas, los cirujanos, los intensivistas, la Cámara Inmobiliaria de Punta del Este o las gremiales de hoteleros, los empresarios gastronómicos y baristas.

Todos pasan el platito y todos piden cosas diferentes: unos piden vacunas, otros piden créditos, otros amnistías, otros subsidios, gracias, disminución de aportes patronales, otros que abran las fronteras, otros que corran las fronteras unos kilómetros, otros que extiendan los horarios en la noche, que abran más horas los shoppings o que otorguen subsidios a los dueños de las empresas de transporte.

Algunos hacen lobby, otros tiene votos, otros quieren cobrar favores.

Pensándolo un poco, nada que no se arregle con plata. Por eso llama la atención la tozudez de Alfie, Arbeleche y la cofradía de economistas neoliberales que los rodea, obcecados en no aflojar la rienda para cumplir metas que ya se sabe que no podrán cumplir sin partirle la boca al bagual.

Al que no le van a ganar con plata es al virus. Para ganarle al virus hay que animarse, hay que tomar medidas, hay que restringir la movilidad, hay que fortalecer el sistema sanitario, hay que conseguir una vacuna, hay que priorizar a la gente y olvidarse por un minuto de las calificadoras de crédito, la ortodoxia económica y el fundamentalismo neoliberal.

Faltan dos meses para comenzar las clases y en dos meses probablemente no se habrá ni empezado a vacunar.

¿Qué pasará si los chiquilines vuelven a las aulas con un porcentaje de infectados por coronavirus por encima del 10% de los tests?

Por suerte la temporada es corta y el presidente puede que se ponga la camiseta.

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO