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CON WALTER MENÉNDEZ, DIRECTOR DE NARCÓTICOS

Los caminos del narco en Uruguay

El cambio en la política de combate al narcotráfico tuvo sus primeros resultados: 865 bocas de venta cerradas y más de 1200 personas procesadas por delitos de tráfico de estupefacientes.

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Caras y Caretas Diario

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Por Mauricio Pérez

Sobre fines de noviembre, un operativo de la Dirección General de Represión del Tráfico Ilícito de Drogas (Dgrtid), con apoyo de otras reparticiones policiales, permitió la detención de los integrantes de una importante organización dedicada al tráfico de estupefacientes, y la incautación de unos 66 kilos de cocaína.

La investigación determinó que la droga provenía de la ciudad de Paso de los Libres (Argentina), e ingresaba a través de la frontera seca con Brasil, entre Rivera y Livramento, aprovechando la falta de controles de ingreso y salida de personas en el paso fronterizo. La droga ingresaba acondicionada en compartimentos ocultos ubicados en las zonas laterales de los vehículos, unas camionetas de alta gama, último modelo. Los transportistas salían del país en un vehículo e ingresaban la droga en otro. Todos tenían matrícula argentina.

El “cabecilla” del grupo era un uruguayo con antecedentes por narcotráfico radicado desde hace algunos años en Paso de los Libres; su pareja era la encargada de controlar el negocio en Uruguay. También se estableció que el grupo utilizaba dos comercios legales como “pantalla” del negocio: una pizzería de la calle Hocquart (en las proximidades del Palacio Legislativo) y un supermercado en las cercanías del hipermercado Geant.

El operativo que permitió incautar el cargamento de droga logró también la detención de los jefes de la organización en Uruguay, de los distribuidores, los transportistas y de varios asistentes. Todos eran uruguayos. Todos fueron procesados por la jueza Especializada en Crimen Organizado de 2º Turno, Adriana de los Santos. Además, la magistrada solicitó la extradición del cabecilla y ordenó el inicio de una investigación por lavado de activos.

La diferencia con otras incautaciones de cocaína registradas en los últimos años es que la droga estaba destinada al mercado interno, ya que abastecía diversas bocas de venta en la zona del Cerro, y también en Maldonado y Costa de Oro. Se presume que este grupo tenía vinculos con otra organización -liderada por uno de los narcos más importantes de Uruguay- que era la encargada de la distribución de la droga en el territorio.

El director de la Dgrtid, inspector Walter Menéndez, considera que la operación “Cauquen” fue uno de los trece operativos más importantes efecutados en 2015. “Fue un caso importante porque según las declaraciones de los procesados, este grupo había hecho unos diez o quince viajes (con droga). Era una organización muy importante, y se logró la detención y el procesamiento de todos, así como el decomiso de una cantidad importante de propiedades”, dijo Menéndez a Caras y Caretas. “Nos asombró que ese cargamento fuera para consumo en Uruguay, y nos preocupó. Se habían incautado grandes cantidades de cocaína, pero mayormente para el exterior. En este caso se probó que era para consumo en todo el Uruguay”, insistió.

Las incautaciones

Los operativos contra el narcotráfico realizados en 2015 permitieron la incautación de 2.521 kilos de marihuana, 134,8 kilos de cocaína y 67,6 kilos de pasta base, según datos del Ministerio del Interior. Las cifras muestran un aumento en la incautación de marihuana con relación a 2014, pero un descenso en el volumen de cocaína y pasta base. También revelan un aumento en la cantidad de procesados por delitos de narcotráfico: en 2015 fueron imputados 1.233 adultos y 23 adolescentes.

Estos números se explican, en parte, por el cambio en la estrategia del Ministerio del Interior de combate al narcotráfico, que comenzó a focalizarse en las bocas de venta de droga, punto de salida de la droga a los consumidores. Pero también porque las organizaciones cambiaron su estrategia, como medida precautoria. Se realizan más envíos, con menor volumen, explicó Menéndez.

“Lo que se está viendo a nivel internacional es que las cargas se han achicado. En Uruguay, en años anteriores, las incautaciones eran de 600 o 700 kilos. Ahora, por las medidas de seguridad que se han adoptado en materia de lucha contra el narcotráfico tanto por la Dgrtid, como cabeza de la lucha contra el narcotráfico, como por la Prefectura, la Dirección Nacional de Aduanas y todas las jefaturas de Policía del interior -así como por el sistema de radares de la Fuerza Aérea y los fuertes controles que Brasil ha implementado a nivel de sus fronteras-, se han achicado las cargas”, señaló. Esto obedece a una estrategia de minimizar las pérdidas. “Si son detenidos, [los delincuentes] pierden una carga chica, que no es lo mismo que perder 600 kilos, porque además, a veces se perdía la aeronave y el piloto; y no es menor perder un piloto, porque sabía todas las rutas. […] No pueden arriesgarse a traer un cargamento importante y mantenerlo en un lugar mucho tiempo es un riesgo”, explicó Menéndez.

Sin embargo, aunque se muevan menos volúmenes la incautación siempre es un golpe para la organización. En el caso de la operación “Cauquen” se incautaron 66 kilos de cocaína. Si se tiene en cuenta que el precio en Uruguay ronda los 7.000 dólares el kilo, la organización tuvo una pérdida de unos 500.000 dólares, a lo que se suma el dinero y los bienes decomisados, dijo Menéndez.

Otro dato significativo es que la marihuana volvió a ser la droga más incautada. Esto se explica porque hay más consumidores, pero también porque la marihuana no escapa a las leyes de oferta y demanda de los productos comercializados en forma legal. En Paraguay se realizan dos cosechas de marihuana al año; en 2015 se hicieron tres, lo que repercutió en un exceso de producción y, por ende, en una baja del precio. “Las últimas cargas se estaban trayendo a un precio de 180 a 200 dólares por kilo. Cualquiera que tenga unos dólares y algunos contactos puede traer 10 kilos”, explicó Menéndez. La mayor parte de la pasta base ingresa por Argentina, mientras la marihuana ingresa por la frontera seca con Brasil, proveniente de Paraguay.

Con acento guaraní

Hace algunos años, los operativos antinarcotráfico tenían una impronta distinta: la detención de decenas de personas y la incautación de volúmenes importantes de droga. En 2006, la operación “Campanita” permitió incautar 350 kilos de cocaína, desbaratar un laboratorio de producción y decomisar varias propiedades; el procedimiento culminó con treinta procesados. Las sucesivas operaciones “Cancerbero I” y “Cancerbero II”, en 2008, tuvieron el mismo resultado: en total, se incautaron 440 kilos de cocaína.

En 2011 se registró la mayor incautación de cocaína en la historia del Uruguay: la operación “Guerrero de los Balcanes” permitió incautar 2.174 kilos de cocaína proveniente de Colombia que estaban acopiados en un yate (el Maui) que tuvo que atracar en la marina del puerto de Santiago Vázquez a causa del mal clima. La carga estaba valuada en casi 110 millones de dólares. Por ese hecho la Justicia procesó a un ciudadano croata.

En todos estos casos, el destino de la droga era Europa. Estos procedimientos encendieron una luz de alerta en las autoridades uruguayas, porque permitieron visualizar un aumento en la participación de narcotraficantes colombianos y mexicanos en el país. Un informe del Departamento de Estado de Estados Unidos de 2013, divulgado por El País, hacía referencia a esta situación: “Funcionarios de la Policía y el Poder Judicial uruguayo evalúan que las organizaciones delictivas colombianas están operando en Uruguay y las organizaciones delictivas mexicanas probablemente también estén presentes. Hay preocupación adicional respecto de cómo el crimen organizado se mueve hacia el sur desde Brasil”.

Los procedimientos efectuados en 2015 permitieron visualizar un aumento de la participación de grupos paraguayos o de ciudadanos bolivianos radicados en Argentina. La diferencia entre ambos fenómenos es que la droga trasladada por organizaciones colombianas o mexicanas “no es para Uruguay, sino un tránsito hacia Europa”, mientras que estos grupos detectados recientemente se dedican a abastecer el mercado interno, explicó Menéndez.

“Un paraguayo o boliviano se radica en Uruguay seis o siete meses y hace los contactos con un (narco) uruguayo”. Los extranjeros se encargan del ingreso de la droga, mientras que los grupos nacionales están a cargo de la distribución de la sustancia en las bocas. Otras veces, el contacto se produce en prisión. “El delincuente uruguayo le brinda el conocimiento del lugar y el territorio, y los paraguayos con sólo una orden mandan una carga”, señaló Menéndez. La actividad de los paraguayos es más informal: “A veces dicen ‘te mandé’ y es mentira, y en Uruguay los están esperando”. Unos 20 ciudadanos paraguayos, integrantes de grupos “pesados” en su país, fueron detenidos y procesados en Uruguay en 2015.

Combate a las “bocas”

La estrategia de combate al narcotráfico cambió a partir del 1º de marzo de 2015. Desde esa fecha, las autoridades decidieron potenciar el combate a las bocas de venta, como forma de mejorar los niveles de seguridad. El ministro del Interior, Eduardo Bonomi, explicó que “muchos de los delitos que preocupan a la población tienen que ver con el comercio de pasta base que causa cambios en la conducta y produce una escalada”, por lo que el foco estaría centrado en combatir el microtráfico y el narcomenudeo. Se trata de la misma política que se está implementando en Chile.

En 2015, las autoridades procedieron al cierre de 865 bocas de venta de drogas en todo el país. En forma desagregada se estableció que en la zona metropolitana fueron cerradas 508 bocas -317 en Montevideo (por parte de la Brigada Nacional Antidrogas con sede en la capital), 129 en Canelones y 62 en San José-, al tiempo que también existieron operativos importantes en Cerro Largo, Maldonado y Paysandú. Estos procedimiento implican la incautación “casi siempre” de marihuana y pasta base, pero “muy poca cocaína”. En barrios de todos los niveles sociales, ya sea Pocitos, Carrasco, Villa Española o el Cerro, ocurre lo mismo.

Empero, esto no implica que la actuación se focalice sólo en las bocas. Estos operativos conllevan tareas de Inteligencia para identificar a los abastecedores.

“En las bocas no se ve quién es el vendedor”, dijo Menéndez. Una muestra es la operación “Galopera”, que permitió el cierre de varias bocas en Tres Cruces, en las proximidades de la Plaza Líber Seregni, pero también encontrar el “canuto” (lugar donde se esconde la droga) e incautar 60 kilos de marihuana enterrada en una finca de Paso de la Arena. “Se trabajó uno o dos meses en documentar quién trae, quién lleva, dónde lleva, dónde trae”. El objetivo es golpear la boca para tener un impacto en el barrio, pero también identificar a los capos que están detrás.

Este cambio en la política de combate a la droga derivó, a su vez, en un cambio en la “seguridad” que se dispone en las bocas. “Las bocas se cuidan más, tienen muy poquita droga, menos de lo que tenían antes en el lugar. Ya sabíamos que al empezar a combatir las bocas no íbamos a encontrar grandes cantidades, encontramos gramos”. También se constató que trancan las puertas para retardar el ingreso de la Policía, y que utilizan el sistema de campanas para alertar sobre posibles movimientos en la zona.

A esto se suma que las bocas trabajan en la noche, cuando la Policía no puede ingresar, y en la mañana “no tienen nada”. Pero las tareas de Inteligencia, con filmaciones sobre la actividad de algunas bocas, permitieron disponer el procesamiento de personas, aun cuando no se haya incautado droga. “Las filmaciones confirmaban el tráfico”, señaló Menéndez. Asimismo, para fundamentar estos procesamientos, en muchos casos, se procura obtener el testimonio de los compradores. “A veces no se está de acuerdo con que se detenga a los consumidores, pero el consumidor es el que aporta lo que compró y a quién, es un testigo, que la única forma de tenerlo es que la Justicia disponga su detención, aunque se intenta que no esté mucho tiempo detenido”, explicó.

En este sentido, Menéndez afirmó que la estrategia “dio resultado”. No tanto por el volumen de la droga incautada, pero sí “por el impacto que tienen en el barrio, en el vecino”. El jerarca explicó que generalmente la denuncia de la boca del barrio la hace un vecino preocupado por toda la inseguridad que se genera alrededor de esa boca. Así que cada vez que se realiza un allanamiento, se deja constancia, para que “tenga un impacto visual y el vecino sienta que tiene una respuesta”.

El negocio

El tráfico de drogas es un negocio. Esto implica que los operativos apuntan a la incautación de las sustancias y la detención de los responsables, pero también a la búsqueda de los bienes obtenidos por las actividades ilícitas y a la recuperación del dinero en poder de los grupos. En este sentido, sólo en las bocas de Montevideo “se incautó 1,7 millones de pesos”. Si bien la cifra no parece importante, permite visualizar una parte del todo, ya que existen familias enteras que viven de la comercialización.

Los montos se incrementan a medida que aumenta el nivel de la organización que se desbarata. La operación “Aguará” permitió desbaratar a un grupo paraguayo e incautar 6 kilos de pasta base “a punto de entregar”, así como unos 270 mil dólares producto de las ventas anteriores. Toda la sustancia era para distribuir en bocas de Montevideo. “Se mueve dinero”, dijo Menéndez, lo que queda de manifiesto en el decomiso de los bienes: autos y camionetas de alta gama, ómnibus, camiones, casas en todo el país, chacras, supermercados. En 2014, en un procedimiento se incautaron cerca 800 mil euros en una casa, escondidos en una estufa, recordó.

Un análisis somero de los grupos uruguayos determina que están integrados por familiares o amigos del barrio. El reclutamiento de personas externas se hace para tareas de “campana” o de venta al menudeo; el traslado de la droga, por su parte, se hace “con personas confianza”. Pero no siempre se trata de compartimentos estancos, sino que se adaptan sus estructuras a la necesidad. “A veces, abren el juego y les va bien. Quien vende pasta base quiere que [la droga] llegue [a los consumidores], no puede estar con tres kilos en la casa, por eso abre el juego y la vende [a otros]”, dijo Menéndez.

Otro dato relevante es que muchos de los capos que fueron detenidos conservan su poder aun estando en prisión. Los mecanismos que limitan la señal de celular en las cárceles les dificultaron las cosas, pero en los hechos siguen pudiendo comunicarse. “Buscan la manera de hablar, volvieron al correo o brindan las directivas durante la visita”, señaló.

Todo esto hace que los “capos” uruguayos no quieran perder su negocio, y que busquen el control de ciertos territorios para encargarse de la distribución. “Hay barrios que están liderados por gente que trae el cargamento, hace sus negocios, ‘manda’ en el barrio [en lo referido al tráfico] y no quiere que nadie se le meta”, señaló el jerarca. Estas situaciones provocaron el incremento de los niveles de violencia en ciertas zonas, por “ajustes de cuentas” entre bandas rivales, tras algún robo de cargamentos o de las remesas producidas por la actividad ilícita. También por enfrentamientos con grupos de rapiñeros que asaltan las bocas o con los propios consumidores, que se juntan y asaltan la boca en busca de sustancias, explicó Menéndez.

En este sentido, diversos allanamientos permitieron incautar armas en las bocas. Algunas, como escopetas y chalecos, habían sido robadas en el transcurso de rapiñas. En la zona del Cerro se encontró un equipo de radio por el cual “se hablaban de casa a casa”. Hace unos meses fue encontrada “un arma de grueso calibre que supuestamente era de un narco”. De momento, se estima que esas armas “son para cuidarse ante enfrentamientos entre ellos”, pero atendiendo a esta situación los operativos se realizan “con la mayor fuerza posible para detener la reacción de los delincuentes, con apoyo de la Guardia Republicana”, dijo Menéndez. Es que la droga es un negocio al que las autoridades están decididas a enfrentar.

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