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Política

Casi una analogía

Los gobiernos de Lacalle y sus tensiones con el ultranacionalismo

Las últimas tensiones políticas de Cabildo Abierto con el resto de los socios de la coalición multicolor hasta provocar el veto presidencial a su proyecto forestal, rememoran viejas tensiones del expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera cuando su gobierno fue testigo de la emergente “Guardia de Artigas” y sus atentados reivindicados en un discurso que expone el pensamiento y acción del ultranacionalismo criollo.

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Como si fuera un mal del ámbito del Partido Nacional o estuviera incrustado en su ADN, este ha cobijado y dejado crecer en sus filas sectores ultranacionalistas. El que marcó una impronta filofascista fue el coronel Aguerrondo que incluso fue candidato por el herrerismo en las elecciones previa al golpe de Estado de 1973, y uno de sus promotores, dicho sea de paso.

A fines de los 80, en la campaña por la derogación de la Ley de Caducidad y hasta las elecciones en que resultó triunfante Luis Alberto Lacalle Herrera, la Alianza Libertadora Nacionalista participó activamente como una agrupación del Partido Nacional con un local sobre la calle Guayabos de Montevideo, cuyos volantes generaron un escozor en la interna nacionalista, pues los mismos lucían el rostro de los candidatos de izquierda, con la cruz de una mira telescópica sobre su rostro.

Ya sobre 2014 varias expresiones ultranacionalistas se organizaban en agrupaciones nacionalistas del herrerismo, como por ejemplo la virulenta Dignidad Policial.

Alguien podría justificar que para esas organizaciones extremistas y otras que pululaban por el Partido Colorado no había nacido un nicho político como Cabildo Abierto, pero supo haber otras, que no solo se movieron al margen del Partido Nacional en los 90, sino en clara confrontación con el orden institucional.

 

Jugando con sables

Al igual que los actuales intentos del presidente Luis Lacalle Pou a través del ministro de Defensa, Javier García, el gobierno de Luis Alberto Lacalle movió las piezas en el tablero de ajedrez de la interna militar, imponiendo la conducción de las fuerzas a los militares de filiación blanca.

Intento casi aventurero por parte de quienes parecían no dimensionar la autonomía militar del poder político e institucional, robustecido a partir del triunfo del voto amarillo, el respaldo electoral a la impunidad para la actuación de las fuerzas policiales y militares durante el terrorismo de Estado y, donde vale mencionar, los civiles implicados en aquel proceso fueron olímpicamente ninguneados.

La apuesta a las fidelidades partidarias que no permitían valorar los intereses y tensiones que se vivían en el universo militar donde operaban e impactaban otras luchas políticas y estratégicas de mayor calibre.

Por ejemplo, el nacionalismo de izquierda y de derecha abrevando en la fuente de la soberanía y autonomía de las naciones; para los primeros en una postura antiimperialista combatiendo la hegemonía política, económica y militar de Estados Unidos, y los segundos embanderados en un antiimperialismo para dejar de ser unos títeres de las intenciones expansionistas de la Casa Blanca, pero también de los organismos internacionales de derechos humanos y de los estrados judiciales extraterritoriales, como el Juez Garzón en el juicio a Pinochet o el juicio en Chile a los tres militares uruguayos involucrados en la operación de asesinato al químico y agente de inteligencia Eugenio Berrios.

 

Nacionalistas y artiguistas

“Ante la grave situación que atraviesa la nación oriental, desde el punto de vista político, económico, social y moral como consecuencia del accionar antinacional de grupos y centros de poder financieros e ideológicos disolventes, han comenzado las operaciones tendientes a combatir y desarticular dichos elementos. Quienes reciben directivas del nuevo orden internacional, implantando para hambrear a nuestros pueblos y desmantelar nuestras instituciones naturales son considerados traidores a la patria y como tal se los considerará. Los componentes sanos del cuerpo social conformado por el pueblo y sus soldados no permitirán la disolución de la nación o que esta se convierta en una colonia al amparo de dirigentes políticos cipayos”. (Las negritas son nuestras)

Este texto es el contenido de los volantes lanzados cuando una bomba estalló en el estudio del doctor Julio María Sanguinetti por parte de un grupo autodenominado Guardia de Artigas, que haría volar el auto del dirigente de izquierda Hugo Cores y un puente ferroviario en Minas, entre los primeros atentados.

En la entrevista realizada por el periodista Alfonso Lessa para El Observador, los integrantes de la Guardia de Artigas, que desestimaron cualquier vínculo con el  otro comando denominado Lavalleja, decidieron paralizar sus acciones para desmarcarse de las acciones del mismo, del cual decían, hacen daño a las Fuerzas Armadas.

La Guardia de Artigas no se definía como un grupo, “sino una identidad de un conjunto de personas en actividad integrantes del Ejército a los que une el ideario artiguista”, respondían al periodista para evitar cualquier lugar a dudas.

El atentado al estudio de Sanguinetti lo realizó el comando 2 llamado “1811” y el del puente de Minas, el comando 5, “19 de junio”.

También expresaron no tener vínculos con José Nino Gavazzo ni con Armando Méndez y pretendían contagiar a la gente en la rebeldía, en cada fábrica, en todos los lugares para tomar conciencia de la corrupción y no alentaban a quebrar el orden institucional mediante un golpe de Estado.

En su análisis de la realidad política del país expresaban: “Las cúpulas políticas, los que tienen el poder de decisión tienen que tomarse las cosas en serio […] deben actuar a lo grande pensando en el país. Se está viviendo una suerte de apartheid democrático en el que el 90 por ciento de la población esta marginada de las decisiones. El objetivo de las acciones fue el de sacudir a esa clase política que está como congelada. Tomaron carrera en el 85 y a partir de allí se despegaron de la realidad y de las necesidades de la gente”.

En su discurso nacionalista, se toparon contra la política de Estados Unidos y el FMI y de paso cañazo contra el capitalismo salvaje y el comunismo y atentaron contra Sanguinetti porque en su estudio funcionaba la sede de Pax, por entender era una organización de expresidentes que impulsaban las políticas demandadas por el Departamento de Estado y que Sanguinetti integraba el Instituto Peitho, que venía llevando adelante un revisionismo del rol de las Fuerzas Armadas.

No se expresaron en tono a un posible gobierno del Frente Amplio con el cual no sentían tener nada en común y que no les interesaba el juego dialéctico entre izquierda y derecha. “El tema de las ideologías ha pasado, no se trata de si es de izquierda o de derecha, sino de sacar la nación adelante y ayudar a su gente”.

Preguntados cuál era su líder, respondieron: “El jefe espiritual de la Guardia de Artigas descansa en paz en el mausoleo”, pero la pregunta iba dirigida al rol de Luis Alberto Lacalle como jefe de las Fuerzas Armadas; dijeron que no iban a emitir un juicio público y eso se dirimía dentro del Ejército.

Las acciones para ellos habían surtido efecto: “Esos dirigentes con caras de mortales deben bajar del Olimpo para verse con la gente”.

Tampoco les eran ajenas las nuevas misiones internacionales como las de Camboya, que se asignaban al Ejército uruguayo y su preocupación por ser parte de cruzados intereses internacionales.

 

Heber juega con fuego

Si temerarias fueron algunas acciones del ministro Javier García en el Ministerio de Defensa, Heber no quedó a la zaga.

El manejar como una hipótesis de trabajo la intencionalidad de los incendios en las forestales como una medida política de los derrotados en el Parlamento por el veto presidencial a la ley forestal parece una innecesaria provocación, salvo que la información manejada sea muy precisa, y esa deberá presentarla en el Parlamento al que será citado por la bancada de Cabildo Abierto.

Este sector político que se identifica como artiguista y que no se encasilla ni en la izquierda ni en la derecha, que despotrica contra los centros internacionales de poder financiero y que el editorial de su órgano oficioso, La Mañana, tilda a los políticos de “rebaño de pequeños cicerones” al servicio del lobby celulósico forestal, no escatima en catalogar al presidente de la República de Plutus (dios de la riqueza) que vive en el Olimpo.

Como ha dicho en un discurso que parece un eco de los nacionalismos de los 90, el senador Manini Ríos, “Cabildo Abierto va a estar del lado de lo que le sirve al país y a su gente y no del lado de los poderosos”.

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