En esta nueva edición de “hurgando en el contenedor” que venimos dedicando a la empresa de opinión política llamada diario El País, traemos una autopsia compleja, que podría rotularse “el uso de datos para engañar a la gente”. Le sugerimos al lector que deje para después la lectura si no está bien despierto, pues el juego de hoy es no apto para distraídos.
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Debemos confesar que pensábamos seguir con la idea de cómo hace el diario El País para sumar números positivos y que le dé negativo, pero tuvimos que parar las rotativas pues sucedió un hecho de último momento. El País encontró un informe del Departamento de Estado de Estados Unidos que habla sobre los derechos humanos de los niños en Uruguay. ¡No vale reírse, es en serio! ¿Por qué y con qué derecho el gobierno de Estados Unidos se arroga el derecho de elaborar un informe sobre temas internos de Uruguay? ¿Cómo El País puede ser tan comemierda de citar al gobierno de Estados Unidos para manipular información con el propósito de dañar el prestigio de Uruguay y particularmente del gobierno cuya oposición encabezan?
Dice El País: “Unos 67.000 niños y adolescentes trabajan en Uruguay, según denuncia el informe anual del Departamento de Estado de Estados Unidos”, y además asegura: “El documento del gobierno norteamericano también advierte que ‘un bajo porcentaje de niños entre las edades de 5 a 17 años mendiga para vivir’”. Continúa diciendo que dicho informe señala que el cumplimiento de la normativa es débil “debido a la falta de recursos específicos, el control del cumplimiento es variado y especialmente escaso en la economía informal donde tuvo lugar la mayoría del trabajo infantil”.
Queremos señalar que el informe del Departamento de Estado elegido por la empresa El País para titular en marzo de 2017 omite obviamente cualquier tipo de análisis causal sobre la realidad nacional, e incluso parece un tanto torpe en la descripción de la coyuntura. Y no pedimos que diga en qué medida el Departamento de Estado participó en la dictadura cívico-militar de no hace tantos años, o que dé cuenta de las torturas enseñadas en este país en épocas incluso anteriores, pero podría al menos hacer algún tipo de referencia a las orientaciones de política económica y social que, junto con el diario El País, impulsaron durante las últimas décadas anteriores al cambio político que se produjo en este país hace 12 años.
Porque en materia de niñez, trabajo infantil, inversión pública, derechos humanos, lucha contra la pobreza y unos cuantos temas más, ni la empresa primera siempre en defender los intereses de la oligarquía, que han coincidido mucho tiempo con los del Departamento de Estado, ni el propio Departamento de Estado pueden decir una palabra sin comenzar por pedir perdón y hacer una gigantesca y profunda autocrítica.
Pero menos deberían hablar si lo que están haciendo es citar datos de 2014, que en realidad son de 2009, como si fueran de 2017. O sea, el Departamento de Estado hace un informe con datos de 2009 que el diario El País dice que son de 2014, sobre una realidad que construyeron en coparticipación durante décadas y que terminó en un rotundo “andate” en 2004, y se lo quiere enchufar al gobierno actual como un problema nuevo de ineficacia política desde un titular en marzo de 2017. En materia de manipulación de la información con fines político-económicos, ¡El País fue y sigue siendo primero siempre!
Vayamos al asunto. El problema del trabajo infantil es más viejo que el propio capitalismo, pero considerado un problema en el mundo tiene apenas unas décadas y es objeto de políticas en Uruguay desde hace muy poco tiempo. No le echaría la culpa a nadie en concreto, pues en algunos lugares del país –en especial en el interior rural– es parte de una pauta cultural e incluso una opción para pasar el tiempo, dado que los servicios públicos incluso al día de hoy no llegan como es debido, a pesar de los grandes esfuerzos de los últimos años. No olvidemos cuando Germán Rama quería cerrar las escuelas rurales porque iban muy pocos niños, y que no hace mucho el presidente Tabaré Vázquez mandó abrir igual un centro CAIF para una docena de niños, contra la opinión contraria de algunos tecnócratas que observaban “la eficiencia” de la política pública.
Yendo al asunto de los 67.000 niños del informe sobre trabajo infantil de 2009 que el Departamento de Estado informa y El País sitúa en 2014, corresponde hacerse algunas preguntas: ¿son muchos o pocos?; ¿las cifras tienden a bajar o a subir?
Pasemos, como en todas las ediciones, a informar al lector. Este dato de los 67.000 niños y adolescentes que trabajan proviene de un estudio específico sobre trabajo infantil realizado, que no es comparable con estudios posteriores ni anteriores para Uruguay. En su enorme mayoría, los 67.000 son adolescentes y no niños, por lo que, a pesar de que se trata de una categoría establecida por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se debería ser prudente al hablar de ello. Esencialmente porque no es lo mismo un niño de seis u ocho años que trabaja y no va a la escuela, que un adolescente de 17 que puede incluso tener un empleo formal.
El estudio de 2009 realizado por Rodrigo Arim, actual decano de la Facultad de Ciencias Económicas dice: “A nivel nacional, el 85,3% de los niños y adolescentes no realiza ninguna actividad económica, ni la realizó en los últimos 12 meses, mientras que el 11,6% de ellos desarrolla alguna actividad económica actualmente y el 3,1% declara haber realizado actividades de esta naturaleza en los últimos 12 meses aunque no las realice en la actualidad”.
Realizadas las consultas del caso, se constata que en estas cifras así agregadas se mezclan niños en edad escolar, donde el trabajo oscila en el orden de 1% o 2%, con niños y adolescentes en edades de educación media básica, con porcentajes más significativos, y adolescentes en edades de educación media superior, con valores cercanos a 30%. Por tal motivo, ese valor cercano a 11% o 12% que detecta esta encuesta no refiere estrictamente a niños menores de 12 años, edad habitualmente asociada a la niñez, sino al tramo amplio –que es una categoría de análisis de la OIT para referir a lo que se llama trabajo infantil– que se extiende de los cinco a los 17 años. Llegamos entonces a que el titular del El País, “Trabajo infantil alcanza 67.000 niños uruguayos”, es el producto de la exageración sensacionalista clásica para transformar una información técnicamente presentada, con la misma expresión que desde el sentido común se designa a otra cosa de modo de producir política antigobierno.
Si en un esfuerzo periodístico básico se buscara algo más de información para que los lectores dimensionen este problema que, más allá del cinismo de los jueces de turno, es a todas luces un problema social a seguir atendiendo, se puede ver que, según la encuesta de juventud de 2013 para adolescentes de 12 a 14 años, 2,4% declara haber trabajado alguna vez más de tres meses, y 7,5% declara haber trabajado por un período menor al trimestre.
También se puede saber, consultando no muchas fuentes, que es a partir de los 14 años que se puede hacer un seguimiento por tramos de edad de los adolescentes, que puede mostrar algo de información más objetiva que los trucados ensayos seudoperiodísticos y de poco esfuerzo de la empresa El País.
Los adolescentes a partir de los 14 años, según las estadísticas sociales, registran dos tipos de actividad o combinación de ellas: estudian, trabajan, ambas cosas o ninguna de ellas. El País en general se ocupa de los que no estudian y no trabajan (a los que persigue con pasión y los llama ni ni) y no precisamente de los que trabajan; en este caso lo hace porque antes lo hizo el Departamento Estado.
Seguramente muchos de los amigos de ese diario deben estar molestos con este desliz de derechos y estarán de acuerdo con que no es tan grave que los niños trabajen, no los propios, pero sí los de las clases subalternas, que son propensas al vicio y la holgazanería. Pero dado que el Departamento de Estado lo dijo y en materia de obsecuencia fueron primeros siempre es bueno hacerse los incendiados.
Veamos qué ha pasado con los niños y adolescentes en materia de estudio y trabajo en los últimos años, al menos desde 2006 a la fecha, que es desde donde los entendidos dicen que hay información más generosa y confiable, pues antes a quienes gobernaban no sólo no les interesaba cuántos niños no trabajaban, sino que no les interesaba cómo vivían los niños en la gran mayoría del país, en ese inmenso campo donde los amigos de esta empresa seguidora del Departamento de Estado amasaban fortunas sin que nadie los controlara.
Los indicadores muestran a las claras que, si bien los adolescentes que no estudian ni trabajan (de los cuales ya sabemos hoy que más de 30% son mujeres que cuidan a sus familiares y otro 30% son desempleados) permanecen en una cifra relativamente estable desde hace unos años y varios puntos por debajo que en la época de la crisis que produjeron las políticas del Departamento de Estado y el diario El País; que la cifra de los niños que estudian viene en aumento lenta pero sostenidamente en todos los tramos de edad, en particular entre 15 y 17 años, tramo en el que se pasó de 75,2% en 2006 a 82,2% en 2015 y la tasa de actividad por edades, que es lo que muestra la disposición a trabajar de las personas muestra una evolución compatible con este cambio, pues viene bajando ininterrumpidamente al menos desde 2006 para las mismas edades. En 2006 había 17,8% de adolescentes entre 14 y 17 años trabajando o buscando trabajo, y en 2015 hubo 10,7%.
Recordando una vez más que no hay comparabilidad posible, y tomando los indicadores más próximos a la temática que tergiversa el diario El País, podemos decir que para las edades en que se construye información en el transcurso del tiempo, los adolescentes de 14 a 17 años que trabajaban o buscaban trabajo en 2009, fecha real del informe, eran 36.052, y en 2015 fueron 24.207. A su vez, los efectivamente empleados eran 27.257 en 2009, y en 2015 fueron 16.245.
Estas cifras se obtienen a partir de preguntas muy distintas a las del estudio de 2009 y no son comparables, pero sí son elocuentes de la dirección del proceso de transformación de esta sociedad, donde los niños y adolescentes van recuperando su derechos a no trabajar hasta edades mayores, y distanciándose del modelo social que construyeron el diario El País y el Departamento de Estado.
Queda por agregar, a modo de avance de futuras notas, que en nuestro país ya no vemos todos los días niños mendigando en la calle y en los ómnibus, aunque lejos estamos de haberles dado el presente y el futuro que se merecen, y de preservarlos de la sociedad basura que promueve el diario El País y mucho menos del Departamento de Estado; y que la principal política para eliminar el trabajo infantil que debería llamarse en buena medida adolescente, o al menos hacerse ciertas distinciones, es la formalización del empleo y de la actividad en general, incluyendo los grandes establecimientos agropecuarios de los grandes amigos del diario El País.
Sobre este asunto da para hacer quizá un artículo más, pues es la principal política de integración social que ha promovido el Frente Amplio en estos 12 años, y con excelentes resultados. Eso le duele mucho al diario El País, pues más allá de sus prédicas clasistas contra los pobres, a los que les tiene asco, su profundo odio es contra los trabajadores organizados y reconocidos en sus derechos, contra los que pueden llegar a disputar una parte del valor social generado en la producción.