Por Víctor Carrato Marcelo Balcedo, secretario general del Sindicato de Obreros y Empleados de Minoridad y Educación (Soeme) y director del diario Hoy, de La Plata, fue detenido el jueves cuatro de enero, en su chacra de Playa Verde, El Gran Chaparral, sobre el Cerro de los Burros, en una propiedad de 90 hectáreas. Catorce autos secuestrados a Balcedo fueron adquiridos en una concesionaria de La Plata llamada El Chaqueñito a nombre de indigentes, y esos trámites los hizo un empleado del Soeme, mano derecha de Balcedo, quien se llama Mauricio Yebra. Y esos autos estaban bajo el control de la familia Cantero, la banda de los Monos. Balcedo tenía unos 400.000 dólares en efectivo, una carabina semiautomática Sig Sauer SIG522 Swat, una pistola Glock 9 milímetros, un revólver CTC 38, una Colt AR 15 calibre 22 y gran cantidad de municiones. Marcelo Balcedo alquilaba un avión por unos 100.000 dólares al mes, en el allanamiento a su casa encontraron autos de lujo, armas, más 500.000 dólares en efectivo y pagaba unos 500 mil pesos por la factura de UTE. La Justicia le atribuye a Balcedo, además de los autos de alta gama, dos casas en Cariló, una en el exclusivo country ‘Abril’ de Berazategui, otra en La Plata, otra en Gonnet, un lote en Dolores y un lote en la capital bonaerense, entre otras propiedades. Sin embargo, ante la AFIP declaró ganar 35.000 pesos mensuales en promedio. Varias de esas propiedades las declaró a la AFIP a “un valor de 0,01 pesos”. El juez Ernesto Kreplak ordenó allanar también tres sedes del Soeme en busca de documentación que aporte pruebas a la causa en la que se investigan operaciones de lavado de dinero por un monto superior a los 80 millones de pesos argentinos (unos 4 millones y medio de dólares) y que tiene como imputados al secretario general del gremio, Marcelo Balcedo, su mujer, Paola Fiege, y su socio Mauricio Yebra, empleado del gremio. Yebra, quien se entregó el jueves 4 de enero pasado a la Justicia de La Plata, es indagado por ser el “principal testaferro” que habría manejado “fondos que provendrían de actividades de narcotráfico”. Los Monos La banda de los Monos lleva 13 años como el principal grupo narco de la ciudad de Rosario, Argentina. Ganan casi seis mil dólares al día. Se hicieron famosos tras una serie de feroces asesinatos. Desde fines de los años noventa, dos bandas de narcotraficantes se disputaban el liderazgo en Rosario: los Monos y los Garompa. Una tercera, los Colorados, ya había quedado fuera de juego. La guerra dejó, por aquellos años, entre 20 y 30 víctimas. Los Monos se llaman así por el apodo de su antiguo cabecilla, Juan Carlos Fernández, el Mono grande. Se iniciaron en el negocio de la droga a partir de una organización familiar que importaba y comercializaba marihuana. Sus vínculos con la policía favorecieron su actividad. Según el testimonio de Monchi, se escapaba de la Justicia porque no tiene garantías. “La droga en Rosario la manejan los políticos, el Poder Judicial y la Policía”, afirmó. Y contó que es imposible vender “ni cien gramos” si no tenés un arreglo con un juez, un policía o un político. En 2014, una cantidad de sus integrantes, alrededor de 35, entre ellos13 integrantes de fuerzas de seguridad, fueron procesados por asociación ilícita, cohecho, tenencia de armas de guerra, encubrimiento agravado e incumplimiento de los deberes de funcionario público. Sin embargo, la Justicia Federal aún no había iniciado la investigación por el delito de narcotráfico. Los seis mil dólares al día de ganancia incluirían no solo el comercio ilegal de drogas (marihuana, pasta base y cocaína), sino también la “protección” pagada por otras bandas dedicadas al negocio en otras zonas de Rosario. El crimen de uno de los líderes de los Monos, Claudio Pájaro Cantero, en mayo de 2013, aceleró una investigación judicial que puso de relieve los enormes dividendos económicos que genera el grupo. Como parte de los allanamientos se secuestraron autos de alta gama y lanchas, que podrían ser utilizadas para trasladar mercadería en el río. También se allanaron mansiones pertenecientes al grupo en Rosario y en Funes y hasta una de tres hectáreas en Pérez que incluía una caballeriza, siete habitaciones –tres de ellas con jacuzzi privado– y una pileta diseñada con la silueta del ratón Mickey. Los investigadores que siguieron el recorrido histórico de la banda de los Monos señalan que Claudio Ariel Cantero era el cerebro del grupo. Con él pasaron de ser unos simples matones a narcos y de moverse a caballo a montar autos importados. Como buenos inversores, la banda diversificó su dinero en una pequeña flota de taxis y hasta en futbolistas. La relación entre la Policía y la banda de los Monos tiene cientos de episodios. Se probó su relación con oficiales corruptos gracias a escuchas telefónicas reveladoras. En 2016, el Pájaro Claudio Ariel Cantero, líder de los Monos, fue asesinado de seis balazos. Como en los barrios humildes de Medellín, Colombia, en el barrio La Granada de Rosario pintaron un mural homenaje al Pájaro Cantero. El Pájaro nació y creció en La Granada, que de una villa gigante -justo a la entrada de Rosario desde Buenos Aires- se convirtió en un barrio asfaltado de ocho manzanas. Como los Buendía de Cien años de Soledad, en la familia de los Monos se repiten los nombres: Máximo Ariel, Ariel Máximo, Claudio Ariel. Se repiten en expedientes y notas periodísticas, todos con sus apodos y parentescos, como si fuera una estrategia para confundir y despistar. Uno de los personajes fuertes de la historia es Celestina Contreras, la Cele, mamá del Pájaro (Claudio Ariel) y también de Máximo Ariel, a quien se conoce como Guille. Además, es madre de crianza de Ramón Machuca, alias Monchi Cantero (el Mabu, por el más buscado). Su ex pareja es el fundador del clan, Ariel Máximo, conocido como Viejo o Ariel. Monchi Cantero fue detenido, el 6 de junio de 2016, durante un operativo policial en el barrio porteño de Flores, cuando circulaba a bordo de un automóvil marca Peugeot 308 plateado. Para muchos, los Monos eran lo más parecido al Cártel de Medellín. Pero la Justicia recién a fines de 2015 encontró pruebas para armar una causa por narcotráfico y procesó 23 integrantes y que, como un juego del destino, no se llaman los Monos, sino los Patrones. El Viejo Ariel Cantero padre es un personaje legendario. Aunque con Cele tuvo cinco hijos, le atribuyen en total 24, con una docena de mujeres. Tiene 53 años. Tiene prontuario de asaltante, lo que incluye mejicaneadas a otros narcos. En el sur de la ciudad de Rosario es conocido por su afición a los caballos. Desde su casa de Las Flores, se mudó a La Granada cuando solo era un descampado y todo estaba por hacerse. Allí edificó su clan. Su última caída fue a mediados de 2015, luego de haberse mantenido prófugo dos años. Ariel Cantero padre fue baleado en una píerna en su propio barrio, en 2009. Luego de ese ataque dejó el liderazgo de la banda en manos del Pájaro. Tenía antecedentes: una condena del año 2000 en Corrientes por tráfico de marihuana y una en Rosario por tenencia de arma de fuego que le incautaron en 2004, cuando estaba prófugo de la Justicia correntina y le adjudicaban cuatro homicidios. El ascenso Ariel Máximo Cantero había incursionado en el negocio narco con su concuñado, Juan Carlos Fernández, alias Mono Miguel. El Mono vivió toda su vida en Las Flores Sur, a 50 metros de la comisaría del barrio, y junto con Cantero y otros pesados, desde mediados de los años 90, había aprendido el clásico sistema inaugurado por los contrabandistas paraguayos: una cooperativa que traía marihuana y hacía la diferencia al venderla en Rosario. Pero el 18 de abril de 2003, el Mono Miguel, de 44 años y hasta entonces líder de la organización, murió: al parecer, se ahogó en la desembocadura del arroyo Frías, en el río Paraná, mientras pescaba con un tal Laucha. Su cuerpo no apareció nunca y pocos creyeron esta historia. Ariel Máximo Cantero se convirtió así en el nuevo líder de los Monos. El suegro La historia de los Monos comenzó a avanzar desde las páginas de policiales a la tapa de los diarios en 2012, con el asesinato de Martín Fantasma Paz. Lo mataron el 8 de setiembre de ese año. Acababa de comprarse una cupé BMW valuada en 70.000 dólares. Su padre, Luis, fue representante de Sebastián Iron Luján, el boxeador de mayor proyección que tuvo Rosario en las últimas décadas. Dueño de una flota de camiones, a Luis también se lo vinculó con el club Central Córdoba. Su hija Mercedes era la novia del Pájaro Cantero. Ambos clanes, los Paz y los Cantero, funcionaban en conjunto. Pero hubo un problema. Algunos dicen que fueron diez millones de pesos argentinos que el Fantasma debía invertir en droga que nunca llegó desde Bolivia. Otros, que en realidad el Fantasma desde hacía rato venía intentando montar su propio negocio, eliminando intermediarios. Una guerra por el excedente, que desde hace casi dos décadas comenzó a ser cada vez más voluminoso en Rosario a partir de las cocinas. Quien puede transformar la pasta base en clorhidrato de cocaína es el que se queda con una tajada más grande, sobre todo si quien es dueño de un laboratorio a la vez tiene en su poder otros segmentos de la cadena: el transporte y la materia prima o la boca de expendio. El contexto narco fue modificándose tras la muerte del Pájaro y si bien muchos investigadores dieron por terminada a la banda de los Monos, a fines de 2015 quedó demostrado que seguían trabajando desde la cárcel. Con muchos adversarios presos o muertos, y con la mayoría del clan Cantero con dificultades para operar, las mujeres del clan siguieron manejando el negocio que, si bien cambió su modalidad, parece lejos de haberse extinguido. La investigación relevó solo cuatro bocas de expendio y un centro de acopio, además de incautarse una carga de 700 kilos de marihuana y 5 kilos de cocaína. La organización tiene un sistema celular: cada uno de sus líderes mantiene sus propios puntos de venta y su sector, donde cobra protección al resto de los jugadores del mercado. Los sicarios en televisión aparecían a cara tapada asegurando tener más de veinte muertos y cobrar 450 pesos argentinos por cada asesinato. Los ingresos que algunos le adjudicaban a los Monos (antes de ese operativo federal) eran de 21.000 dólares diarios, cifra superior a los seis mil dólares por jornada que les atribuían dos años atrás, sin tener en cuenta la inflación y las devaluaciones. El búnker Los cambios en el mercado de la droga, a partir del desembarco federal de 2014, impactaron en el modo en que se comercializaba. Rosario tiene una particularidad, similar a la ocurrido en Colombia en alguna época: la droga se vende en casas precarias de material, sin ventanas, con una abertura, cuyo único objetivo era pasar la droga y tomar el dinero. El famoso búnker. Un búnker necesitaba un vendedor que manejaba la boca de expendio encerrado en su interior y un grupo de “soldaditos” que lo custodiara. Estas estructuras no tenían como objetivo defenderse de la Policía, sino de competidores o mejicaneadores, que se multiplicaban. Y solo podían funcionar con complicidad policial, ya que su actividad estaba a la vista.
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