Tras el reciente fallecimiento del papa Francisco, el Vaticano puso en marcha un periodo de transición, a cargo del camarlengo -cardenal irlandés- Kevin Farrell, el cual terminará con la elección de un nuevo pontífice que debera ser definido por el Sacro Colegio Cardenalicio.
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Período de transición en el Vaticano
Cuando muere un papa comienza un período conocido como “Sede vacante” y los asuntos vaticanos quedan en manos del camarlengo.
“A partir de mañana los cardenales, en este tiempo de espera de la elección del papa, tienen la misión de tomar decisiones en lo que se llama sede vacante, pero hay un cardenal camarlengo y uno decano que tienen un particular empeño. El camarlengo es como un gobernador provisorio y el cardenal decano preside las reuniones de cardenales”, explicó en rueda de prensa el arzobispo de Montevideo, Daniel Sturla, que viajará esta semana al Vaticano para los preparativos de un nuevo cónclave en el que será uno de los tantos cardenales "papables".
La agencia de noticias católica ACI Prensa, detalló que este periodo de transición está enmarcado por lo que se denomina como “nihil innovetur”, que significa que no podrá haber innovaciones en este lapso, por lo que el camarlengo, que actuará como papa "interino", administrará la Iglesia hasta la elección del nuevo pontífice, con poderes reducidos.
Según las normas, luego de celebrarse los nueve días de exequias, el decano del Sacro Colegio Cardenalicio tiene entre 15 y 20 días para organizar un cónclave para elegir al nuevo papa.
Actualmente hay 252 cardenales católicos, de los cuales 135 pueden votar por el nuevo Papa.
Los cardenales mayores de 80 años no pueden participar en la elección, aunque sí pueden participar en el debate para la elección.
¿Cómo se define la votación del nuevo papa?
El termino "cónclave" proviene del latín 'cum clavis', que significa "bajo llave", haciendo referencia a que los cardenales electores son encerrados en la Capilla Sixtina hasta que elijan a un nuevo Papa.
Se trata de un procedimiento secreto y exclusivo que garantiza que la decisión se tome sin influencias externas.
El cónclave suele comenzar con una misa matutina especial en la Basílica de San Pedro.
Por la tarde se dirigen en procesión a la Capilla Sixtina para iniciar el proceso de votación. Se reparten boletas a cada uno de los cardenales, quienes escriben el nombre de su candidato seleccionado debajo de las palabras “Eligo in Summen Pontificem”, que significa “elijo como sumo pontífice”. Luego, uno a uno, por orden de antigüedad, se acercan a un altar y depositan ceremoniosamente sus papeletas en un cáliz.
Los cardenales no pueden votar por sí mismos. La votación es secreta, pero los votos se cuentan abiertamente.
¿Cuántos votos se necesitan y qué pasa si no se alcanzan?
Si un cardenal recibe el voto de dos terceras partes del cónclave, se convierte en el nuevo papa.
Si eso no sucede, se repite la votación una vez más ese mismo día.
Si aún no hay papa, en el segundo y tercer día del cónclave pueden llevarse adelante cuatro votaciones, dos en la mañana y dos en la tarde.
El cuarto día se destina para un descanso dedicado a la oración y el debate, y la votación puede seguir durante siete rondas más.
¿Cuándo y cómo se comunica el nombre del nuevo papa?
Nadie que está fuera del cónclave puede enterarse sobre cómo marcha el proceso.
En 1996, Juan Pablo II prohibió cualquier dispositivo de grabación en el encuentro y ordenó que los técnicos revisaran la Capilla Sixtina para asegurarse de que estaba libre de micrófonos o cámaras cuando comenzaban las votaciones.
Los que violen esta norma “serán sometidos a graves penas según el juicio del futuro papa”, escribió el entonces pontífice.
Después de algunas rondas de votaciones, las papeletas van a un horno. Si nadie ganó, se añade al fuego una sustancia química para que el humo salga negro y de esa manera el público sabe que todavía no hay papa. Si hay ganador no se agrega nada y el humo es blanco.
Luego, el electo debe aceptar la decisión para que sea válida y a continuación elegir el nombre que usará como papa. El cardenal más longevo anuncia la noticia a la multitud que suele reunirse en la Plaza de San Pedro y allí aparece el nuevo pontífice en el balcón de la Basílica de San Pedro, con su sotana blanca y es presentado al mundo desde el balcón con la tradicional frase: "Habemus Papam!" (Tenemos Papa!).