El actor no asistió a la audiencia, pese a que su abogado había anunciado su presencia. Se encontraba en Portugal, en el rodaje de una película dirigida por Fanny Ardant en la isla de São Miguel, Azores. Su defensa anunció inmediatamente que apelará el fallo y cuestionó duramente el proceso, asegurando que "quien es acusado hoy de agresión sexual, ya está condenado de antemano".
Negó las acusaciones de agresión sexual
Durante el juicio, Depardieu reconoció ser "vulgar y malhablado", pero negó las acusaciones de agresión sexual. "Adoro a las mujeres y la feminidad", declaró, y se refirió al movimiento #MeToo como un “reinado del terror”.
El caso dejó al desnudo las fracturas culturales y sociales que aún dividen a la opinión pública francesa. Mientras figuras como Brigitte Bardot salieron en defensa del actor, acusando a la sociedad de “descartar a los talentosos por tocar traseros”, casi 200 abogados firmaron una carta abierta denunciando el uso sistemático de sexismo y misoginia por parte de la defensa de Depardieu.
Además, el actor enfrenta otra imputación por violación, tras la denuncia de la actriz Charlotte Arnould. La fiscalía ha solicitado que se lleve ese caso también a juicio.
En paralelo, una investigación parlamentaria reveló la existencia de abusos "endémicos" en el mundo del espectáculo francés. El juicio contra Depardieu aparece así como un símbolo no solo del ocaso de un ídolo, sino de un cambio de paradigma que busca sacudir los cimientos de la impunidad en la cultura europea.
¿Hasta dónde llega el arte cuando se pone en tela de juicio la ética de sus íconos? Francia —y el mundo— empieza a dar respuestas.