Desde entonces, Mamdani ha centrado su agenda en políticas de vivienda pública, justicia fiscal y derechos de los inmigrantes, con un discurso que evita la retórica de compromiso habitual en el Partido Demócrata y que conecta directamente con el malestar de amplios sectores urbanos precarizados. A diferencia de figuras como Alexandria Ocasio-Cortez o Ilhan Omar, cuya notoriedad mediática ha acabado obligándolas a maniobrar dentro de los equilibrios internos del Congreso, Mamdani ha mantenido hasta ahora un perfil de militancia política de proximidad, combinando institucionalidad y activismo.
Israel y la fractura demócrata
El nombre de Mamdani saltó al debate nacional en junio de 2025, durante un foro político de aspirantes demócratas a la alcaldía de Nueva York. Preguntado sobre si reconocía a Israel como un “Estado judío” y si participaría en una delegación oficial a ese país, Mamdani respondió de forma clara: “Me quedaré en Nueva York. Planeo concentrarme en dirigirme a los neoyorquinos de los cinco distritos”.
La frase tuvo un efecto inmediato. Mientras los sectores progresistas la celebraron como un gesto de coherencia y valentía política, buena parte de la dirección del Partido Demócrata reaccionó con incomodidad. Las organizaciones sionistas estadounidenses y algunos grandes donantes tradicionales del partido presionaron para intentar marginarlo políticamente. Sin embargo, esa reacción confirmó también una evidencia: la cuestión de Palestina se ha convertido en una línea divisoria dentro del Partido Demócrata, que arrastra desde hace años una fractura interna entre su ala institucional, alineada con las tesis tradicionales de apoyo incondicional a Israel, y una nueva generación de cargos electos y militantes que plantean una ruptura explícita con esa doctrina.
El precedente Sanders y la maquinaria demócrata
La situación recuerda inevitablemente a la que vivió Bernie Sanders en 2016, cuando el aparato demócrata, bajo el liderazgo de Debbie Wasserman Schultz en el Comité Nacional Demócrata (DNC), intervino de manera directa para impedir que Sanders disputara con garantías la nominación presidencial a Hillary Clinton. Los correos electrónicos filtrados entonces por WikiLeaks confirmaron la existencia de maniobras internas para desacreditar su campaña y proteger a Clinton, lo que evidenció la falta de apertura del partido hacia corrientes de izquierdas.
Aquella operación no solo frenó a Sanders, sino que dejó como enseñanza que el establishment demócrata está dispuesto a sacrificar capital político y credibilidad pública antes que permitir que la izquierda conquiste posiciones de liderazgo nacional. Desde entonces, aunque algunos referentes progresistas han logrado ganar escaños y ocupar espacios institucionales, las estructuras de poder del partido han continuado blindadas.
¿Puede Mamdani romper ese techo?
Su creciente visibilidad, especialmente tras su intervención sobre Israel, lo sitúa como una referencia inevitable para la izquierda demócrata en un momento de descrédito de la dirección del partido y de hartazgo social. Su perfil es distinto al de Ocasio-Cortez, Omar o Rashida Tlaib. Es menos mediático pero más doctrinal, con una sólida formación política y una agenda programática articulada en torno al socialismo democrático clásico.
El reto para Mamdani será evitar las trampas de la institucionalización que han terminado neutralizando a buena parte de la izquierda demócrata surgida en la última década. La capacidad de sostener una agenda transformadora sin quedar atrapado en las dinámicas de lealtades partidarias y en el chantaje de los grandes donantes será decisiva para determinar si puede consolidarse como referente de una izquierda estadounidense con vocación mayoritaria y no meramente testimonial.
Por Guillem Pujol.
Fuente: La marea