No asumir sería un gesto de Educación y Cultura

Sacando el foco de atención del complejo puzzle de la investigación de corrupción de la constructora Odebretch, la lupa sobre Maya Cikurel abre  nuevas y preocupantes interrogantes.

No tenemos por qué desconfiar de la versión de su pareja, Pablo Da Silveira, sobre la antigüedad de esa relación sentimental. Además, no nos incumbe la vida privada del futuro ministro, si no fuera por ese vínculo que hace difusa la línea entre lo público y lo privado, aunque recordamos a quienes ahora exigen respetar el ámbito privado de Pablo Da Silveira, que sobre el expresidente de Ancap, Raúl Sendic, durante su candidatura hablaron hasta de su orientación sexual.

Lo cierto es que hace seis meses, el Partido Nacional estaba en plena campaña electoral. ¿Es muy descabellado preguntar si Maya Cikurel, que compartía colegio y deportes con Lorena Ponce de León y ahora es novia de un alto dirigente del riñón del presidenciable, aportó financieramente a la campaña?

Si el nombre de Maya Cikurel fue corregido por interpol en diciembre, ¿por qué Crimen Organizado demoró dos meses en su detención? Cierto es que el ex director de Crimen Organizado, de filiación  nacionalista, no fue confirmado en su cargo, anuncio que se le realizó en febrero, en el medio de las tensiones de designaciones entre los muchachos de Larrañaga y los del cerno herrerista.

¿La bochornosa detención pública, que se resolvía con una asistencia al domicilio, fue consecuencia de éstas tensiones entre los futuros funcionarios del Ministerio del Interior?.

Lo más complejo, aunque todos salgamos en defensa de la privacidad de Da Silveira, y le demos unos golpecitos en la espalda de compasión por «el garrón», es que el trámite de extradición de Maya Cikurel, deberá ser ingresado por el Ministerio de Educación y Cultura porque así lo establece un tratado entre Uruguay y Panamá.

Con una prisión domiciliaria de sesenta días, el novel ministro del organismo Pablo Da Silveira, ya tendrá algo más de un mes ejerciendo el cargo.

Así como los legisladores se retiran de sala, o solicitan autorización para votar en asuntos en que pueden estar comprendidos, así como los jueces declinan causas que pueda dar lugar a suspicacias sobre un fallo por estar vinculados familiar o patrimonialmente, así Pablo Da Silveira debería postergar su asunción o tomarse licencia hasta que se aclare la situación de su pareja.

Además de ser, hay que parecer, pero los Lacalle tienen dificultades para comprender estos asuntos de la gestión publica. En declaraciones recientes, el  futuro presidente Lacalle Pou manifestó: «Pablo Da Silveira es mi amigo, una buena persona, una persona recta. Es un gran colaborador y creo que va a ser un gran ministro. Esto no cambia ni medio metro la decisión.»

Las historias de amigos y buenas personas, ya las conocimos durante el gobierno de Lacalle Herrera; el problema es que este escándalo sumado a lo de los intendentes de Colonia, Artigas y Lavalleja,y el contrabando de cocaína, se dan en el marco de integrantes de partidos coaligados, de un  gobierno que ni siquiera asumió.

Da Silveira es un buen amigo, una buena persona, una persona recta, un gran colaborador, y si diera un paso al costado, seria un excelente ministro.