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Papina de Palma: «Serán años de resistencia»

Sus canciones tienden puentes sensibles en territorios insospechados. En muy pocos días volverá a cantar en un escenario y eso la tiene fascinada. En este espacio de coversatorio e ideas, habló de feminismo, de lenguaje inclusivo, del machismo en la música, de los discursos violentos funcionales a la violencia patriarcal y de quienes argumentan que los femicidios se producen por «exceso de amor». Papina sostiene que la amplificación mediática de esos discursos y la reciente aprobación de la LUC son «llamados de emergencia» a estar «cerca y despiertes». Está convencida que los próximos «serán años de resistencia».

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Por Alfredo Percovich

La sonrisa más feliz de las sonrisas felices compone y canta canciones para vivir y construir un mundo mejor que el actual. Desde casi siempre supo que quería cantar y escribir canciones. Nació en Montevideo, un 8 de octubre y le han dicho que por ser de Libra está condicionada a ser una eterna indecisa. «De chica quería ser veterinaria, actriz y cantante. También hubo una época en la que quería estudiar psicología criminalística para desarrollar perfiles criminales y atrapar asesinos seriales, pero el deseo que perduró es el de cantar y con eso sí que tengo certezas. No hay otra cosa que me guste hacer así. Lo tengo pegado en el cuerpo.

 

¿Qué sucedió durante este tiempo de pandemia con tu vida, tu trabajo, la creación, la convivencia?

Desde el principio me tomé la cuarentena muy en serio porque mi mamá, que vive en España, se ocupó de irme contando la demencia que estaba pasando allá y que parecía ir repitiéndose acá con unos días de delay. Todas las fechas que tenía previstas, incluido un viaje a México, se suspendieron, por lo que tampoco tenía grandes obligaciones en el «mundo exterior» y pude quedarme adentro y de esa forma, aparentemente cuidarme y cuidar a las otras personas. La pasé en la casa de la mamá de Leandro, mi compañero, que tiene un montón de espacio para que cada conviviente pudiera hacer lo suyo y pasar ratos largos de soledad si así lo deseaba. Una situación de absoluto privilegio.

Al principio fue como estar en unas vacaciones aburridas. Cocinaba mucho y miraba series y las deprimentes ruedas de prensa de cada noche. Después me vino como una demencia de hacer gimnasia por Youtube y cursos gratis que encontraba en Internet. El biorritmo se me fue para algún país nórdico en el que amanece alrededor de las 4 de la tarde uruguayas y a las 6 o 7 de la mañana se están yendo a dormir. Veía muy pocas horas de sol y se me estaba fritando un poco el cerebro (risas) pero por suerte y también porque mi psicóloga me sugirió que dejara de tomar mate un par de días, pude acomodar mis horarios a la fuerza y dejé de ser una vampiresa. Volví a la luz del sol y recién ahí, más o menos un mes después de estar encerrada, me acordé de la guitarra. Compuse como 10 canciones en pocos días. Se sintió muy bien porque me reconocí música incluso cuando nadie me escucha. Dejé de usar sutien y de bañarme periódicamente, dejé de usar ropa que no fuera absolutamente cómoda, dejé de depilarme, bueno, dejé muchas de las cosas que ahora sé que hago solo por las miradas afuera de mi casa, pero sin embargo las canciones seguían adentro. Una noche prendí la compu y con mis muy modestos conocimientos de ingeniería de sonido me puse a maquetear las canciones nuevas. Alguien me prestó un controlador midi y me puse a producirlas, a arreglarlas y después algunas personas me mandaron arreglitos desde su casa y wow… ¡Me hice un EP yo sola! Bueno, sola jamás, recibí mucho asesoramiento técnico por video llamada y me acompañaron muchas orejas muy críticas y amadas, pero hice muchas cosas que creí que no sabía hacer. Hasta ahora mi única experiencia había sido con alguien más al mando de los arreglos y la producción y fue una sorpresa muy agradable encontrarme con eso mío que no conocía.

 

¿Y qué cosas te impactaron en mayor medida de lo que sucedió en este tiempo?

Me sorprende mucho el discurso que tienen algunas personas que consideran que la cuarentena inhabilitaba las clases sociales, que como nadie podía trabajar y nadie podía salir de su casa, entonces éramos todos iguales. Yo creo que nunca había visto con tanta claridad la brecha social. Mientras yo hacía cuarentena con bizcochuelo y estufa a gas, había alguien que no tenía una casa en la que aislarse.

 

¿Fuiste a alguna olla popular o merendero?

No fui a ninguna olla porque conviví con mi suegra que por su edad está dentro de la franja de riesgo, pero siempre que pude -que fue menos veces de lo que hubiera querido- aporté algo. Más adelante con Eli Almic y Lu Mocchi nos unimos al colectivo feminista Minervas; cada une donó un show íntimo para realizar cuando sea seguro y con la venta de los números se recaudó plata que las Minervas usaron para llevar adelante sus meriendas populares. La movida salió tan bien que pudieron derivar donaciones a otros colectivos.

Desde lo personal estoy agradecida con cada persona que puso el cuerpo para cocinar y repartir comida en las ollas y canastas. Sé que si no fuera por estas organizaciones barriales la situación particular de muchas personas sería aún peor. También creo que debemos ser cuidadoses y no romantizar estos actos de solidaridad porque perderíamos de vista que donde hay gente yéndose a dormir con hambre, el que está ausente es el Estado y no la junta vecinal.

 

¿Cómo crees que saldremos de esta coyuntura? ¿Más solidarios, menos egoístas, iguales, apelaremos al «sálvese quien pueda»?

Sabés que me pregunto esto seguido y la verdad es que no sé. No soy muy optimista al respecto pero creo que vamos a tener que esperar un poco para ver esta transición con perspectiva y sacar conclusiones.

 

¿Cuándo comenzaste a leer, escuchar, hablar con amigues sobre feminismo? ¿Cuándo empezaste a entender lo que implica el patriarcado?

Creo que tenía 14 años cuando una amiga me explicó que abortar no era matar bebés. Entonces quizás haya hablado de feminismo con mis amigues porque el feminismo como yo lo entiendo es el movimiento de la libertad de los cuerpos, y aunque no lo llamara de esa forma, sé que apareció algunas veces.

Mi acercamiento más formal es bastante reciente, de hace poco más que un par de años. Creo que tiene que ver con mi entrada en la Falta (y Resto) que me puso en contacto con una perspectiva de género sobre la cultura que hasta entonces no había visto. Recuerdo que hasta ese momento solía decir en notas, ingenua, que el hecho de ser mujer jamás me había perjudicado laboralmente. Fue más o menos entonces cuando empecé a leer ensayos, filosofía y reflexiones feministas que me ayudan a pensar y a formar mis propias opiniones.

 

En base a la teoría que has ido incorporando mediante la lectura y a lo que fuiste elaborando, ¿qué cosas crees que son más difíciles de torcer y modificar del comportamiento machista en nuestra sociedad?

Creo que el machismo está presente en todos los ámbitos y contextos. Lo tenemos en las palabras, en el lenguaje. Las palabras construyen la realidad y aunque no tienen filo o balas habilitan toda la violencia que pega o incluso mata. Habría que eliminar el machismo -y con esto también quiero decir la homo, lesbo, transfobia y el racismo entre otros- del humor, de los insultos, de la literatura nueva. No podemos «prender fuego» el pasado pero ahora cada vez más personas tenemos a la vista la desigualdad y esa claridad trae responsabilidad. Ta, hay que encarar. Es como tener el futuro adentro.

 

¿Y en el ámbito musical? ¿Qué fue lo que pudiste percibir en relación al machismo?

En lo musical en concreto y lo que sucede con las grillas de los festivales, creo que sin dudas hay una responsabilidad enorme por parte de quienes los programan pero también necesitamos que el público nos pida, que nos exijan sonando en la radio y que se indignen con nosotras y las identidades disidentes. Muchas veces el argumento para no programarnos y aún programadas no ponernos en horarios centrales es que no convocamos lo mismo que las bandas de varones, pero claro, cómo vamos a convocar lo mismo si hay todo un mecanismo gigante que parece hacer fuerza para que nos mantengamos invisibles. Siento un cambio chiquito al respecto, creo que se empezó a desarrollar un poco de conciencia al respecto, pero queda muchísimo por andar. Somos un montón de mujeres y disidencias haciendo música de todos los géneros, para todos los gustos, pero desde las personas que consumen necesitamos que nos busquen, que nos compren entradas, porque está todo a mano. Un colectivo que se llama Más Músicas realizó un catálogo de músiques que está disponible en su web (másmusicas.uy). Recomiendo entrar a verlo porque se está armando tremenda base de datos para investigar y escuchar.

 

¿Por qué considerás importante hablar con lenguaje inclusivo?

Me parece importante porque incomoda y mantiene sobre la mesa la cuestión del género. Genera discusión, siempre, incluso entre personas que elegimos usarlo. Además, la razón más importante para mí es que hay personas que no se identifican con lo femenino o lo masculino y el lenguaje no inclusivo es incapaz de respetar estas identidades. Omitir adrede o por falta de voluntad el deseo de una persona de ser llamada con determinado pronombre, es violento y al pedo.

 

¿Te preocupa que en el Parlamento haya voces que sostienen que algunos femicidios son consecuencia del «exceso de amor» o que le hayan apagado el micrófono a una diputada cuando denunciaba la violencia machista y los femicidios? ¿Sos de mirar la realidad política a diario o la dejás correr?

Claro que me preocupa. Esa señora hablando de excesos de amor y yo no estamos para nada de acuerdo. Está cagándose en un discurso y una lucha que es la que le permite tener un cargo político el día de hoy. También pienso que detrás de sus declaraciones hay una soledad y desinformación tremendas. No creo en la maldad por la maldad pero sin dudas esas declaraciones -además de hacer que a muchas personas nos hierva la sangre- avalan un discurso violento que permite los «amores que matan». La televisación de ese tipo de discurso, sumado, por ejemplo, a la reciente aprobación de la LUC, son un llamado de emergencia a mantenernos cerca y despiertes. Serán años de resistencia.

 

¿Crees que en parte de la sociedad hay una mirada discriminadora hacia los y las jóvenes, hacia los y las pobres y las personas trans, entre otras?

Sí. Creo que hay mucha desinformación y muchas veces la que hay es errónea, entonces hay que tener muchas ganas de obtener respuestas y de derribar mitos. Por ejemplo, con mi amiga sexóloga y rockstar Majo Hernández estuvimos haciendo una serie de vivos hablando acerca del VIH. Las personas con diagnóstico positivo sufren mucha discriminación y se asumen muchas cosas sobre sus conductas que no tienen por qué ser ciertas. Es tan grande la estigmatización alrededor del virus que muchas veces nadie se anima ni a preguntar algo y eso es, en realidad, lo que lo vuelve peligroso. En este proceso nos hemos preguntado muchas veces cómo combatir esa ignorancia, ese miedo, y la verdad es que no tenemos la respuesta, pero esto sí es urgente y creo que esta lógica aplica a todos los sectores de la población que son discriminados. Eliminar esa idea absurda de que somos todos iguales. Asumir que somos diferentes y que está bien, pero que nunca una de estas diferencias puede obligar a alguien a vivir una vida marginal.

 

¿Qué sucedió en vos cuando llegaste al Carnaval?

Empecé conociendo el carnaval con una mirada muy ingenua ya que no tuve una vida cercana a la fiesta, nunca fui de ir al tablado ni estuve pendiente de los resultados del concurso. Al principio parecía una especie de cuento fantástico y yo me había ganado este ticket de oro para participar. Era todo divertido y luminoso. Después empecé a sentir con mucha fuerza el enojo de afuera por ser una mujer cantando murga en un conjunto con trayectoria. Hubo gente muy ofendida y muy ordinaria con nuestra presencia. Después también me di cuenta  que el concurso no me gusta porque oscurece todo y una fiesta que se supone que es la fiesta del pueblo al final te pone un montón de «peros» si querés participar. Tenés que tener plata para que tus trajes sean maravillosos, tenés que tener tiempo libre -o sea plata, otra vez- para ensayar muchísimo y que los arreglos suenen perfectos, tenés que ser ingenioso, comprometido, gracioso y además, por supuesto, que es ideal si tenés pene. En su defecto tendrías que tener una voz absolutamente privilegiada, súper potente y súper carnavalera. De hecho cuanto más parezcas un varón mejor. Entonces ta, al final no me parece tan popular así como está planteado, más bien me parece bastante excluyente. Igual agradezco para siempre la puerta que se me abrió y fui feliz hasta el último día. Porque sentí todo esto que te digo y al mismo tiempo viene un recuerdo de un tablado y me sacude toda. Es una experiencia hermosa la de poner la voz y el cuerpo al servicio de la cultura popular, y por eso, sobre todo, desearía que fuera más accesible para toda las personas que deseen transitarla.

 

¿Tu vida es la música y qué más?

Y amigues, entre quienes incluyo a mi compañero, me gusta hablar con elles, contarles mis cosas, que me cuenten. Ser la mejor Papina que puedo y también mostrar la más desagradable, que a veces es mucha para mí sola. Andar en bici. Aprender a cocinar las cosas que me gusta comer. Dormir en cucharita con mi perro Salvaje. No mucho más. Soy bastante mono vocacional.

 

Hablemos de los sueños pendientes para ya mismo y para dentro de unos ratitos en los próximos años… 

Viajar más, quiero ir a México. Quiero ir a ver a mi mamá o que ella venga y se quede a dormir en mi casa porque ahora me mudé a la Ciudad de la Costa y estoy tan contenta con este lugar que quiero todas las visitas. Quiero ir a Buenos Aires y terminar las canciones que empezamos a grabar antes de que quedara todo parado. Quiero hacer música para pelis o series. Trabajar más, con pasión y con ganas, siempre. Tener otro perro capaz, criarlo de guachito. Tocar mucho más en el interior del país, conocer los pueblos más chiquitos, mostrarles las canciones a ver que les parecen. Componer más. Cocinar mejor. Comer mejor. Y voy a parar ahora porque si no es infinito (risas).

 

¿Cómo te imaginás que será el momento en que el 7 de agosto te subirás al escenario de la Sala del Museo y te pararás frente al público?

¿Me pondré a llorar? Es demasiado. Una vez dejé de comer harina 6 meses y cuando probé un pedazo de pan, fua… La piel erizada y todo (risas). Capaz que me pasa así, pero más. O capaz que no, porque me pasa sobre el escenario que hay un momento en el que la emoción es tan fuerte que quedo como anestesiada. Lo mismo me pasa con las cosas muy tristes. Dice mi psicóloga que es mi instinto de supervivencia. Anda a saber qué pasa si no tuviera ese interruptor. A lo mejor se prenden las luces y lloro, me inflo y salgo volando por la puerta lateral de la sala. La gente que va se quedaría sin show y no da. Tengo que estar a la altura de este reencuentro.

 

Las cosas del tintero
Muchas de sus canciones tienen la poética feroz del amor cuando la llama quema por dentro, por fuera y por lugares indescifrables del alma. Ama con locura muchas más cosas que las que indican las prudentes normas de tiempos imprudentes, extraños, de teorías y gravedades distintas, en los que desconfiar es la consigna mejor ubicada en el ranking de raras nuevas buenas costumbres. Explora los mundos anchos y ajenos que nos rodean, sin aparentes temores ni prejuicios visibles, esos que se reconocen en mayor medida con el paso de las arrugas de los almanaques y los moretones de las derrotas. Y así sin peros, le habla al amor de entrecasa y a todo lo que ve, respira, toca y escucha. Y allí surgen las plantas, las bicicletas, los aeropuertos, las valijas, las despedidas, los tablados, las lucecitas amarillas, las pruebas de sonido, las maquetas de canciones, las historias de amor, los susurros, los blindajes, los antídotos, los abuelos, los bizcochuelos, las ollas, los Beatles, Bob Dylan, Mateo, Cabrera, la libertad, el feminismo, les amigues, los sutienes y el sol. Suele hablar de sus afectos como para no dejar cariño pendiente en el tintero de su vida. Y así cuenta que sus viejos son para siempre, que Leandro es pura calidez, las Coralinas son familia, Majo Hernández una referente y Luciana Mocchi, tremendo ejemplo.

 

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