El 16 de junio se conmemoraron 36 años del regreso del exilio de Wilson. Tuve el honor de acompañarlo. También de ir preso junto a él, aunque nos llevaron a unidades militares distintas y distantes. Pocas fechas hay cuya recordación me conmuevan al alma como esa. Las decisión, la despedida y el regreso. Lo conmemoré fiel al pedido de Wilson. “No hacer de esto una jornada partidaria, sino de reencuentro y unidad nacional.”
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Yo quería volver con él. También sentía el peso de que ir preso le creara más problemas de los que ya debía enfrentar. Empezando con su propia dirigencia, que no terminaba de entender su proyecto. Hubo que reimprimir la propaganda porque Wilson no quería que fuera un acto partidario. Siguiendo por buscar la forma de conducir su fuerza y conjugar esfuerzos con las demás, especialmente con el Frente Amplio, con el que hacía diez años que luchaba codo a codo.
Redactó una proclama para el regreso. Con gran tranquilidad veo que la escribe en plural: “Volvemos el 16”. Termina de escribirla y me la da para estampar mi firma junto a la suya. Sentí la oportunidad de poner en negro sobre blanco una vida signada por la militancia a su lado. El documento se daría a conocer en la celebración de la fiesta patria argentina (25 de mayo) en Concordia, Entre Ríos. Le invitaban el gobernador Montiel (radical) y el intendente Jorge Busti (peronista). Cruzaron a Argentina salteños, sanduceros y gente de todo Uruguay a pesar de los intentos de la dictadura por prácticamente cerrar la frontera.
El presidente Alfonsín nos despide con una cena en Olivos, ya que no estaría porque viajó a España. Antes dejará firmado el decreto declarando “honores de jefe de Estado.” El viejo, días antes de la partida, me pide que viaje a varios países para despedirme en nombre de ambos, y advertir del regreso. Bolivia, con Siles Suazo y su vice, Jaime Paz, Venezuela, Colombia con Belisario Betancur, Miguel de la Madrid en México.
De regreso de esa gira, estaba todo pronto. La última noche la pasamos con Braulio y Pepe, Los Olimareños, por cábala porque el exilio se inició con un encuentro con ellos que en su último libro narra el Dr. Elías Bluth, que estuvo presente. Nos había llevado China (Zorrilla), estaba Ducho Sfeir y fue en la casa del periodista Carbone.
Ya de tarde, la multitud se había congregado en la puerta del hotel Colón. Flameaban fraternalmente las banderas del partido de Wilson y del Frente Amplio. El vicepresidente Martínez nos va a despedir, pero la muchedumbre en el puerto de Buenos Aires hace imposible el protocolo previsto. Al subir al barco, un periodista le pregunta para qué vuelve si iba a ser apresado. Su respuesta fueron sus últimas palabras pronunciadas en suelo argentino. “No voy para ir preso. Pero eso depende de ellos. Ser un hombre libre depende solo de mí”.
Banderas del Frente y de los blancos. Por mas que hoy se quiera decir que no, la verdad es una sola. Cantaban: “Vamos a volver al Uruguay, para que vean, que este pueblo no cambia de ideas, sigue las banderas de la libertad”. Las voces se apagaron de a poco igual que en el horizonte las luces de la ciudad. Ya saliendo de la última escollera argentina, se despliega un pasacalles que cruza toda la flota de Alíscafos: “Buen viaje Wilson y Juan Raúl”. Una voz corta el silencio: “Dios los bendiga”. Papá me mira fijo y me dice: “Vamos Juancito, empieza una nueva etapa”.
Amanece muy nublado. Una bruma impide ver a la distancia. Poco a poco, entonces, se distingue el despliegue de toda la flota de la Armada nacional, como para recibir un barco con ejército invasor a bordo. El buque en el que viajábamos es abordado por la Marina uruguaya y se nos invita a bajar a una lancha de prefectura. Wilson se niega y dice que solo podrán detenerlo si baja al llegar a puerto.
Allí nos detienen y nos llevan en dos helicópteros. A Wilson a Trinidad y a mí a Paso de los Toros. Desde el aire, apenas vimos la avenida Libertador, donde se había concentrado la multitud que venció la intimidación y el miedo. Banderas blancas y del Frente. En honor a la verdad histórica, el Partido Colorado fue invitado a participar y, en ejercicio de un legítimo derecho, entendió que no era conveniente y no fue. Pero Maneco Flores y su hijo Manolo, líder de la CBI, sí estuvieron, con la bandera de su colectividad. A Wilson recién lo liberan el día después de las elecciones. Entonces dice que siente que realmente regresó al país.
El martes, el Partido Nacional junto a un puñadito de dirigentes conmemoró la fecha. El presidente de su Directorio ha dicho que de todos los homenajes, los que más le gustan son los partidarios. Estaban en todo su derecho. Hoy la presidencia del “honorable” es un premio consuelo. El reparto tenía que contemplar muchas corrientes y no daba para todos. Hoy, para ser parte del gobierno (al que llega el Partido Nacional tras su votación más baja desde que se recuperó la democracia), solamente basta con estar contra el Frente. Para Wilson eran sus aliados naturales. Desde la oposición a Bordaberry, la elección del Toba como presidente de la cámara, a los 12 años de lucha contra la dictadura.
Yo fui más tarde. Por periodistas apostados allí me enteré de que había habido un acto. Al entrar, un marino me reconoció, fue a mi búsqueda y me dijo: “Pase, la historia es como fue, y usted es parte de esa historia”. Se disculpó porque no podía “escoltarme” hasta el lugar. Logró emocionarme. No me sentí solo. Me acompañaba una multitud de blancos y frenteamplistas, que, como yo, no habían sido invitados a un recuerdo elitista.
A aquel evento multitudinario y unitario se le conmemoró con una docena larga de personas. Solo del Partido Nacional. Me pregunto si Wilson, que ofrendó su vida por la colectividad blanca, merecía esto. Veo sus ojos húmedos diciéndome de nuevo: “Vamos, empieza otra etapa”.