El acto contó con la presencia de los precandidatos de la mayoría de los partidos políticos y le dio su perfil oficial la presencia del presidente Luis Lacalle y la vicepresidenta Beatriz Argimón. Un acto emotivo, pero a contrapelo, a menos de un mes de uno de los mayores escándalos políticos en Uruguay.
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Salvo los principales dirigentes de Cabildo Abierto, luego estaban todos, o mejor dicho casi todos. Fue un acto interpartidario en clave de convivencia democrática al que algún detallista “barra brava” podría haber dedicado a Luis Alberto Heber, Francisco Bustillo, Guillermo Maciel y Omar Lafluf, “que lo miran por tv”.
El “río de libertad” fue la expresión en 1983, luego de diez años de dictadura, donde más de 400.000 personas se reunieron bajo la misma idea: la vuelta de la democracia. Así lo inmortalizó hace 38 años la mítica foto de José “Pepe” Plá, y a ella le debe el nombre uno de los actos más importantes de la historia de Uruguay, pero los 40 años iban a llegar ajenos a los avatares políticos de la actualidad, y en esa “postal” cada cuál iba a poner sus propios énfasis, explícitos o no.
Si uno parte de tomar en cuenta los hechos políticos que culminaron en la renuncia de dos ministros, un subsecretario y el principal asesor de comunicaciones del presidente, el acto ofició de distractor, de una civilizada pausa en el medio de una refriega política y previo al lanzamiento de la campaña electoral, donde se volverán a perder las coordenadas saliéndose del cordial debate político.
Si al tema anterior uno le agrega la entrevista a Marset realizada por periodistas de Canal 4 (el mismo canal donde otros periodistas fueron amenazados por el entrevistado), la actividad del 27 de noviembre fue un gesto de necesidad de fortalecimiento de la democracia.
Porque los contextos políticos, huelga decirlo, son radicalmente distintos; la foto de toda la dirigencia de expresidentes y presidente de la República junto a los principales precandidatos y presidentes de los partidos políticos, tiene varias lecturas.
La imagen de Julio María Sanguinetti, uno de los principales protagonistas en aquellos acontecimientos de 1983 rodeado de los actuales dirigentes políticos, es una señal casi que de “patrocinio”.
La biología lo bendijo (si es que algo así existe) como sobreviviente, habiendo asistido al velorio del expresidente Jorge Batlle (el padre de la criatura del acto) y a dos de los redactores de la proclama (leída por el también fallecido actor Alberto Candeau), Enrique Tarigo y Gonzalo Aguirre, vicepresidentes en su momento.
Pero lo que en la actividad (con escasa presencia de gente) se omitió olímpicamente, fue el reconocimiento explícito a la importante movilización que en 1983 empezaron a desarrollar en las calles el movimiento estudiantil, el movimiento sindical, el movimiento cooperativo y el ámbito cultural.
El 27 de noviembre del 2023 fue un acto de la partidocracia uruguaya.
Por eso es importante lo que señala Rico a La diaria con motivo de este homenaje: “Si uno tiene la concepción de que la dictadura cayó por el accionar de los partidos políticos autorizados por el régimen y a causa de la acción que se realizó entre el 82 y el 84, se acota mucho el universo de las personas a homenajear (…) el proceso de caída de la dictadura llevó muchos más años, muchos más sacrificios, mucho más dolor y muchas más víctimas, entonces el arco de homenajeados es mucho más plural y justo con la verdad histórica. Los partidos políticos autorizados por el régimen, es decir, los partidos tradicionales, prácticamente no tuvieron un funcionamiento durante todo el período de manera activa y combativa, aunque dentro de ellos había sectores sancionados por la dictadura”. Varias investigaciones que se han hecho sobre ese período histórico colocan el foco de la resistencia de la dictadura y su debilitamiento en las organizaciones sindicales, estudiantiles y los partidos ilegalizados, afirmó Rico. “Desde la clandestinidad, a través de diferentes tipos de acciones, algunas de mayor alcance y otras más de sobrevivencia política, mantuvieron esa oposición a la dictadura durante 12 años. La prueba contra fáctica de este papel está en la represión. Uno de los objetivos fundamentales de la dictadura era eliminar a la izquierda del escenario político. No lo logró”.
Ecos lejanos
El acto interpartidario e intersocial de 1983 fue un jalón importante en el camino de la reinstalación del Estado de derecho y hubiera ameritado una mayor profundidad en una nueva cultura cívica si, paradojalmente, la actividad de los partidos que buscaban su nueva legitimación ante la sociedad, hubieran contenido las ansias de sus intereses.
“Por eso aquí no hemos venido a corear consignas sectoriales ni a levantar emblemas partidarios, ni divisas tradicionales o no. Hemos entonado el himno patrio, levantado la bandera nacional y hecho flamear sus colores inmortales”, aspiraba tardíamente la proclama leída, porque las consignas sectoriales ya se habían expresado en el plebiscito propuesto por la dictadura en 1980, en las elecciones internas de 1982 (llevada adelante con proscripción de candidatos y partidos políticos) y en las idas y venidas al Pacto del Club Naval, como rememora el historiador Gerardo Caetano.
En el libro de Gerardo Caetano y José Rilla, Breve historia de la dictadura, recuerdan cómo estaban alistados los sectores políticos: “Las opciones más relevantes para la ciudadanía en las elecciones del 28 de noviembre podían ordenarse sobre la base de tres vertientes: las entonces fuertemente opositoras (Movimientos por la Patria y de Rocha, Libertad y Cambio, Unión Batllista Radical –Flores Mora–, Corriente Batllista Independiente y voto en blanco); las moderadamente opositoras (Unidad y Reforma, Consejo Nacional Herrerista y Unión Cívica) y las vinculadas y proclives al oficialismo (Unión Colorada y Batllista –pachequismo– y Libertad y Servicio de Alberto Gallinal)”.
En esa jornada de 1982 se impusieron los sectores más opositores a la dictadura dentro de cada partido, y ese fue otro golpe importante para el régimen, con el condimento del voto en blanco convocado por una parte de la izquierda, específicamente por el general Líber Seregni, líder del Frente Amplio, desde la cárcel. Era la presencia de una fuerza de oposición que no estaba representada en los intentos de negociación entre políticos y militares.
Fue la foto del “río de libertad” y la posibilidad de un encuentro interpartidario detrás de un objetivo común lo que entusiasmó en su momento al dirigente guerrillero Raúl Sendic a imaginar una suerte de “Frente Grande”, pero los avatares políticos de una democracia tutelada y el Cambio en Paz de Julio María Sanguinetti, demostraron, entre otras cosas, la incapacidad de los dirigentes políticos de cumplir con el espíritu de la proclama leída.
Lay ley votada el 22 de diciembre de 1986 de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, fue la respuesta a la casi ingenua pretensión leída en la proclama de que el país volviera a tener: “Unas Fuerzas Armadas, en fin, dignificadas por el fiel cumplimiento de su cometido histórico de defender la soberanía, la Constitución y la integridad del territorio nacional, reintegradas a sus cuarteles y olvidadas de misiones tutelares que nadie nunca les pidió y que el gran pueblo uruguayo jamás necesitó”.
Los obeliscos que faltan
El momento más emotivo del acto del 27 de noviembre del 2023 fue, sin dudas, volver a ver y escuchar la proclama leída por Candeau, pero es imposible abstraerse de los conceptos allí vertidos y de la realidad actual.
Imposible no esbozar una sonrisa sarcástica cuando la proclama prometía “una Patria en la que sólo estarán proscriptas la arbitrariedad y la injusticia, una Patria sin perseguidos y fundamentalmente sin perseguidores”; claro, hace 40 años Alejandro Astesiano era un niño.
De nuevo, el acto del 23 de noviembre fue útil para, en el medio del caos, recordar que quizás no todo esté perdido.
Llamamos “Obelisco” a eso que los dirigentes políticos mencionan “causa nacional”, causas que permiten, como en aquel Obelisco del 83, pensar sin exclusiones y por encima de banderas partidarias.
La voluntad de un esfuerzo por saber el paradero de los detenidos desaparecidos, el combate al crimen organizado, al lavado de activos, al ciberdelito y otras amenazas externas, la transparencia en las finanzas públicas y en la gestión del Estado, bien podrían ser algunos de los puntos de una nueva proclama de un nuevo Obelisco, pero por el momento no se divisa ni el agua de la fuente.
La opacidad en las modificaciones a la Ley de Financiamiento de los Partidos Políticos, las excusas jurídicas para no promover un proyecto que transparente el ingreso de funcionarios a las comunas, la demora en la presentación del proyecto de ley para trasparencia financiera de las empresas privadas, la verdad sobre el destino de los detenidos desaparecidos aún secuestrados, Astesiano, Marset y otros actos de casi corrupción, no allanan el camino.