"Hay que dejar que pase la tormenta", expresó una fuente cercana al gobierno en alusión a la crisis política desatada por el caso Astesiano, y agregó: "en Uruguay todo se olvida pronto".
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El diagnóstico marca la estrategia que viene llevando adelante el Ejecutivo, que sabe que cada vez que Lacalle Pou habló del tema fue para peor. Mantenerse en silencio y dejar que la noticia vaya decayendo en la opinión pública es para ellos el mejor camino.
Claro que el que no guarda silencio es el teléfono de Astesiano, que desde que la fiscal Fossati tomó el caso, no para de hablar y de generar informaciones de todo gusto y color.
El impacto del caso se volvió un tsunami informativo que ningún bloqueo mediático pudo frenar. Es más, lo sucedido en el con el tema Lorena Ponce de León puso en advertencia a los dueños de medios que se exponían a hacer el ridículo si pretendían tapar el sol con una mano.
Ante este escenario, al no poder lograr lo que les funcionó tan bien durante la pandemia, no quedó mejor receta que cerrar la boca.
De esta manera, el gobierno acusó el golpe y sus socios de la coalición le hicieron saber al presidente que no estaban de acuerdo con la forma en que se venía manejando el caso. Todavía queda en la memoria la conferencia de prensa del presidente Lacalle Pou hablando compungido de la situación judicial de su "amigo" y custodio personal de su familia.
Los cambios que los colorados vienen pidiendo en la conducción de la coalición, calaron hondo en el Partido Nacional, que sabe que el caso se les fue de las manos y afecta directamente la imagen del presidente y de todo el Ejecutivo.
Se intentó vanamente poner paños fríos hacia adentro. "Esto no afecta al gobierno, sino solamente a mi persona", habría dicho Lacalle Pou Pou para descomprimir, pero el silencio de sus socios fue más elocuente que cualquier crítica. "Mejor no aclares porque oscureces", comentaron en voz baja.