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¿Por qué creen que Madonna continúa enamorada de Sean Penn?

Aunque la cantante acaba de decirle «te quiero» en público, lleva meses preparando el terreno para una posible reconciliación.

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Madonna es adicta a los escenarios. Es allí, delante de miles de personas con la vista posada en ella, donde se siente lo suficientemente cómoda para desnudarse sin pensar en las consecuencias. A veces en un sentido literal, que para algo hablamos de quien hablamos. Pero sobre todo, desde un punto de vista puramente emocional. No hay mejor manera de descubrir lo que realmente le pasa por la cabeza que acudir a un concierto suyo. Por eso, que Madonna acabe de dedicar a Sean Penn unas palabras propias de una declaración de amor adolescente no debería pillarnos por sorpresa. Las señales de que algo estaba renaciendo entre estos dos llevaban meses a la vista de todos. Sólo había que saber interpretarlas. Y es que antes de que la cantante lo verbalizara por fin este fin de semana durante la celebración de una gala benéfica en Los Ángeles organizada por el actor para recaudar fondos para Haití –“Sean, te quiero desde el momento en que puse los ojos en ti y todavía te quiero igual”, declaró para sorpresa de los allí presentes–, Madonna ya había dejado claras sus ganas de recuperar el tiempo perdido delante de millones de personas. En concreto, delante de todos los que han acudido a verla en el Rebel Heart Tour, su última, en la que rescató del ostracismo True Blue, su canción maldita. Esta sí que fue una verdadera sorpresa. Este tema, que Madonna compuso a mediados de los 80 en homenaje a su amor por Sean Penn, no había vuelto a sonar en directo desde su divorcio en 1989. Que ahora, ukelele en mano, decidiera rescatarla del olvido, tenía que significar algo. Pero no fue hasta que la gira llegó a Nueva York el pasado 17 de septiembre cuando las especulaciones se convirtieron en verdad: entre las miles de personas que acudieron aquella noche al Madison Square Garden para disfrutar del espectáculo, se encontraba el mismísimo Sean Penn, que no pudo evitar ser grabado con una sonrisa en la cara mientras su exmujer se reconciliaba con su pasado. Hace tres décadas, cuando todavía eran el matrimonio más conflictivo de Hollywood, el actor habría montado en cólera por este uso comercial de su intimidad. Porque era eso, junto a la creciente fama de Madonna, lo que más molestó a Penn durante los cuatro años que estuvieron casados. A él le gustaba pasar el tiempo encerrado en su casa de Malibú acompañado de su mujer y, ocasionalmente, de un Bukovsky pasado de copas. Ella accedía, aunque la actitud de Penn chocara radicalmente con sus plan para convertirse en la cantante más conocida del mundo. Eso sí, fuera de aquella mansión, era ella quien importaba y Sean una simple comparsa obligado a controlar su ira mientras aguantaba la nube de flashes que los rodeaba cada vez que ponía un pie en la calle. No siempre lo conseguía. Más de un paparazzi, especialmente los que estuvieron persiguiéndoles por Hong Kong mientras rodaban su primera película juntos, Shanghai Surprise (1986), acabaron con la cámara destrozada. Curiosamente, nada reflejó mejor la dinámica de su matrimonio que el día de su boda: Madonna quería posar ante la prensa para enseñar su vestido y, de paso, ganarse unas cuantas páginas de publicidad gratuita. Penn, más huraño que nunca, se lo prohibió. El resultado fue una ceremonia en la que los invitados no escucharon los votos de los cónyuges por culpa del estruendo de los helicópteros que sobrevolaban la zona en busca de una instantánea, Penn disparando al cielo para que se fueran y Madonna diciéndole que se calmara pensando en que si había algo peor que una mala foto aérea era una mala foto aérea en la que se viera a su marido empuñando una pistola. Claro que el Penn de entonces no es el de ahora. Madonna, por suerte, tampoco. “Hace treinta años Sean se enfadaba conmigo por llevar vestidos que dejaran ver demasiado. Pero después del concierto de ayer me escribió una carta en la que admitió que finalmente aprecia mi arte”, explicaba la cantante a su público, de nuevo haciendo del escenario su gran confesionario, la noche siguiente de que el actor acudiera a ver su concierto en Nueva York. Aquella carta significaba mucho. Atrás quedaban dos matrimonios fallidos (él con Robin Wright y ella con Guy Ritchie), un puñado de hijos, un puñado todavía más grande de amantes, devoción por las causas benéficas y toda una retahíla de puyas como la que Sean le soltó a Madonna en 2009 cuando, acompañada de su entonces novio brasileño Jesus Luz, se acercó a felicitarle en una fiesta después de que Penn ganara el Oscar al Mejor actor por Milk: “¿Y este quien es, otro hijo?”. Precisamente por comentarios como ese fue por lo que Penn se había ganado la fama de maltratador, dando lugar a toda una serie de leyendas sobre violentas peleas amorosas que le han llevado incluso a tener que defenderse en los juzgados para desmentirlas. Madonna incluso presentó el pasado mes de diciembre una declaración escrita para acabar de una vez por todas con estas especulaciones. “Desde luego tuvimos más de una acalorada discusión durante nuestro matrimonio, pero Sean nunca me ha golpeado, atado o atacado psicológicamente, y cualquier información contraria a eso es completamente indignante, maliciosa, imprudente y falsa”. Todo un mes antes de ese “todavía te quiero” público del pasado sábado. Aten ustedes los cabos. Con info www.revistavanityfair.es

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