Por Fernando Sánchez
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No llegaba a los cuatro años y ya Ricardo Piglia le había sustraído a la biblioteca de su abuelo un libro. Era un libro azul, que había alcanzado tras subirse a una silla y que luego había llevado hasta la vereda. Al borde de la calle se sentó y con el libro abierto comenzó a hacer como si leyera. Un transeúnte, de esos que arribaban en el tren de Buenos Aires, se le acercó y le dijo que el libro estaba al revés. Era Jorge Luis Borges, al menos eso creyó siempre Piglia. “¿A quién, si no a él, se le puede ocurrir hacerle esa maliciosa advertencia a un chico de tres años que no sabe leer?”, escribió en uno de sus cuadernos.
Toda esa escena transcurrió en Adrogué, pequeña ciudad que sólo dista unos 23 kilómetros de la capital, Buenos Aires. Piglia había nacido allí, el 24 de noviembre de 1941, y de allí se iría al comenzar la adolescencia, luego de que su padre fuera preso durante la caída de Juan Domingo Perón. Al mudarse a Mar del Plata comenzó a escribir un diario, escritura que culminaría, 327 cuadernos después, en una de las obras más sugestivas de las letras hispanoamericanas. Esos míticos diarios dieron paso a tres libros, de los cuales todavía falta que el último vea la luz. La publicación, en 2015, del primero de ellos, Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación, estuvo precedida por publicaciones fragmentadas en diferentes periódicos de Buenos Aires, Madrid y México; en 2016 fue el turno de Los diarios de Emilio Renzi. Los años felices.
Si bien la edición de esos diarios constituyó el esfuerzo final de su carrera, en medio de los embates de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) que padecía, también resultó, como no podía ser de otra forma, una biografía doble, en la que Emilio Renzi, su álter ego periodista y aspirante a escritor que lo acompañara desde sus inicios literarios, absorbió toda su vida. Ya en su conocida Tesis sobre el cuento el autor argentino había expresado que un cuento “siempre cuenta dos historias”. “Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario”, afirmó entonces. El relato de su vida devino el mismo que el de su personaje.
Emilio Renzi debutó junto a Ricardo Piglia en 1967 con Jaulario, un volumen de cuentos editado por la Casa de las Américas en Cuba que ese mismo año saldría ampliado en Buenos Aires, pero con el título La invasión y con un relato nuevo. Ese libro daría a conocer el mundo narrativo de este escritor, marcado por un magistral uso del lenguaje y el dominio de las técnicas del género. No obstante, fue con Respiración artificial (1980), una novela sobre la dictadura argentina, con la que Piglia se situó entre los autores más sobresalientes del posboom.
Doce años tardó en volver a publicar otra novela. En La ciudad ausente (1992) mostró un Buenos Aires “trágicamente transformado y desfigurado”, en donde confluían sus maestros: Borges, Roberto Arlt y Macedonio Fernández. Antes había editado Prisión perpetua (1988), volumen que incluyó el relato ‘Notas sobre Macedonio en un Diario’, una anticipación de su trabajo sobre la obra del olvidado escritor argentino en su segunda novela. “Hasta que Witold Gombrowicz no llega a la Argentina se puede decir que Macedonio no tiene a nadie con quien hablar sobre el arte de hacer novelas”, sentenció en ese relato. El polaco también sería otra de las fuentes de donde beber.
La entrada de Piglia al gran público ocurrió con Plata quemada (1997), han recordado diversos medios. Aquella audaz y poderosa novela mereció en su momento el reputado Premio Planeta y, con este, se vio envuelta en una polémica fútil que nada tenía que ver con el incuestionable peso de la obra. Basada en hechos ocurridos en 1965 en Buenos Aires y Montevideo, Plata quemada reconstruyó el asalto de un banco y la posterior persecución policial. Para ello Piglia tuvo acceso a testimonios y materiales confidenciales del caso.
Tras ese retumbante éxito, hubo que esperar, otra vez, más de una década para ver una nueva novela del ya reverenciado escritor. En 2010 se publicó Blanco nocturno, reconocida con premios como el José María Arguedas, de la Casa de las Américas, y el Rómulo Gallegos. Su última novela, El camino de Ida, se publicó en 2013.
Piglia, quien aseguraba que la literatura “permite pensar lo que existe pero también lo que se anuncia y todavía no es”, se adentró, además, en los caminos de la crítica literaria y la edición. De hecho, no pocos lo consideran una de las voces más lúcidas y seductoras de las últimas décadas. A partir de sus obsesiones y autores de cabecera (William Faulkner, Ernest Hemingway, los ya mencionados Borges, Arlt, Gombrowicz y Macedonio Fernández), elaboró un pensamiento crítico de notables lecturas. “La escritura de ficción cambia el modo de leer, y la crítica que escribe un escritor es el espejo secreto de su obra”, aseguró. Sus estudios también incluyeron a teóricos como Walter Benjamin, Erich Auerbach y Mijaíl Bajtin.
Vivió en Estados Unidos y allí impartió clases en Harvard y Princeton. En 2011 regresó a Argentina y estuvo los últimos tiempos de su vida preparando principalmente sus diarios. Aquejado por el ELA, debió revisar y dictarle a una asistente sus más de 300 cuadernos. En uno de ellos había aseverado: “Un tipo que escribe su vida día tras día es algo bastante ridículo. Es imposible tomarse en serio. La memoria sirve para olvidar, como todo el mundo sabe, y un diario es una máquina de dejar huellas. Me gustan mucho los primeros años de mis diarios porque allí lucho con el vacío total: no pasa nada, nunca pasa nada en realidad, pero en ese tiempo me preocupaba, era muy ingenuo, estaba todo el tiempo buscando aventuras extraordinarias. Empecé a robar la experiencia a gente conocida, las historias que yo me imaginaba que vivían cuando estaban conmigo. Escribía muy bien en esa época, dicho sea de paso, mucho mejor que ahora, tenía una convicción absoluta, que es siempre la mejor garantía para construir un estilo”.
En el primero de sus diarios relató la partida de su terruño natal, cuando en marzo de 1957 su padre decidió la mudanza a Mar del Plata: “Me acuerdo del silencio de los últimos días. De los amigos de mi padre que venían a medianoche a despedirnos. La cara esquiva de los que intentan darse ánimo y no encuentran las palabras”. Al adolescente que era en aquel entonces le costaba desprenderse de aquel lugar. La víspera del viaje escribió en su cuaderno: “Jueves 3. Nos vamos pasado mañana. Decidí no despedirme de nadie. Despedirse de la gente me parece ridículo. Se saluda al que llega, al que uno encuentra, no al que se deja de ver”. Ahora que Ricardo Piglia no está, sería oportuno, pues, evitar las despedidas. Parecería mejor acudir a sus textos para reaprender el antiguo arte de la lectura y descubrir lo que anunció y todavía no ha sido.
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La obra
Novelas: Respiración artificial, Editorial Pomaire, Buenos Aires, 1980; La ciudad ausente, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1992; Plata quemada, Planeta, Buenos Aires, 1997; Blanco nocturno, Anagrama, Barcelona, 2010; El camino de Ida, Anagrama, Barcelona, 2013.
Cuentos: Jaulario, Casa de las Américas, La Habana, Cuba, 1967; La invasión, Editorial J. Álvarez, Buenos Aires, 1967; Nombre falso, Siglo XXI Editores, México, 1975; Prisión perpetua, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1988; Cuentos morales, Espasa Calpe, Buenos Aires, 1995; El pianista, Eloísa Cartonera, Buenos Aires, 2003.
Ensayos: Crítica y ficción, Seix Barral, Buenos Aires, 1986; La edición de Anagrama, 2001; Formas breves, Temas Grupo Editorial, Buenos Aires, 1999; Diccionario de la novela de Macedonio Fernández, Fondo de Cultura Económica, Estados Unidos, 2000; El último lector, Anagrama, Barcelona, 2005; Teoría del complot, Mate, Buenos Aires, 2007; La forma inicial, Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2015; Las tres vanguardias, Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2016.
Otras ediciones: Antología personal, Fondo de Cultura Económica, 2014 / Anagrama, Barcelona, 2015; Los diarios de Emilio Renzi, tres volúmenes de los diarios que Piglia escribe desde los 16 años: Los años de formación (1957-1967), Anagrama, Barcelona, 2015; Los años felices (1968-1975), Anagrama, Barcelona, 2016; Un día en la vida, previsto para 2017.