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Sociedad Fuentes | niños, niñas y adolescentes |

Un sistema en colapso

Fuentes: "El INAU está hoy unos 2.400 millones de pesos por debajo de lo necesario"

El vicepresidente del INAU, Mauricio Fuentes, cuestionó la sobreinstitucionalización y planteó la necesidad de trabajar en alternativas al sistema de protección.

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Caras y Caretas Diario

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El actual gobierno asumió con la promesa de trabajar en la grave situación de pobreza que enfrentan las infancias y las adolescencias. Lo dijo el presidente Yamandú Orsi en su discurso de asunción. Por su parte, la Plataforma Infancias y Adolescencias (PIAs) solicitó al mandatario que declare la emergencia nacional al poco tiempo de asumir. El movimiento sindical también incluyó esta problemática en la plataforma reivindicativa del 1 de mayo. Además, recientemente, el Sindicato del INAU (SUINAU) presentó un plan de emergencia para la infancia y la adolescencia que diagnostica un conjunto de urgencias y propone medidas para enfrentarlas.

En este contexto, Caras y Caretas entrevistó al vicepresidente del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU), Mauricio Fuentes, quien comparte el liderazgo del organismo junto a la presidenta, Claudia Romero, para conocer la situación actual del organismo y cuál será el rumbo de la nueva gestión.

¿Con qué panorama se encontraron cuando llegaron al INAU?

Nos encontramos con funcionarias y funcionarios muy golpeados. Personas que trabajan todos los días con realidades muy duras, pero que muchas veces no sintieron el respaldo ni el cuidado institucional necesario por parte de la cadena de mando. Hay un desgaste muy notorio, tanto en los equipos de atención directa como en el personal administrativo. Y ese desgaste no es por falta de voluntad, sino porque no se han generado estrategias reales de cuidado institucional para los recursos humanos. Hay muchísima gente valiosa, muy formada, comprometida, pero que llega cansada, agotada. Para nosotros es clave que el equipo humano esté motivado y pueda dar lo mejor de sí. Hoy eso no está pasando.

Además, nos encontramos con una institución que no ha crecido al ritmo de las demandas. Es decir, aumentó significativamente la cantidad de niños, niñas y adolescentes que ingresan al sistema de protección especial, pero no así los recursos institucionales disponibles para atenderlos. Y eso se traduce también en términos presupuestales: según el diagnóstico inicial que manejamos, el INAU está hoy unos 2.400 millones de pesos por debajo de lo necesario para cumplir con los compromisos ya asumidos, formal y legalmente. Para empatar esos compromisos, necesitaríamos ese monto adicional. Creo que el panorama es complicado. No nos desalienta, lo asumimos, y queremos trabajar a partir de esa realidad.

Sin embargo, en el periodo anterior se devolvieron fondos.

El presupuesto del INAU tiene separaciones de rubros. Se han devuelto fondos en lo que es el rubro cero, Recursos Humanos. A veces se permite traspasar de un rubro a otro, en otros casos no. Pero el INAU tiene más presupuesto porque tiene menos funcionarios de los que debería tener. Es decir, tiene un presupuesto —hablándolo en números redondos— para 6.000 funcionarias y funcionarios, y tiene en este momento casi 5.000. Es decir, utiliza un 20 % menos de rubros presupuestales en lo que es Recursos Humanos de lo que debería utilizar. Esto es justamente porque hay una política de recursos humanos que hay que fortalecer.

Los enfoques en la gestión del nuevo INAU

Desde que asumió el nuevo gobierno, se habla de poner a los niños, niñas y adolescentes en el centro. ¿Cuáles son las principales líneas de acción que impulsará el INAU para materializar esa centralidad?

Tenemos cuatro grandes lineamientos. Lo primero es el fortalecimiento institucional. Puede parecer extraño empezar por fortalecer la institución, pero hay aspectos clave que, si se desarrollan bien, van a mejorar la calidad de atención que brindamos.

Uno tiene que ver con los sistemas de información. Necesitamos crecer mucho en el seguimiento de las trayectorias de los gurises. Pensar cómo hacer para que las personas que trabajan con ellos en los barrios puedan acceder a información clave: de dónde viene ese chiquilín o chiquilina, por qué situaciones pasó, en qué instituciones estuvo, etc.

Por otro lado, mejorar las condiciones de funcionarias y funcionarios del INAU. Existe una unidad de salud ocupacional creada nominalmente, pero que no está funcionando. Y hay determinados roles dentro de la institución que son extremadamente desgastantes en el trabajo cotidiano. Por ejemplo, quienes están todos los días en el sistema de protección 24 horas, atendiendo a niños, niñas y adolescentes que han sido víctimas de situaciones muy duras. Esas personas también necesitan ser cuidadas por la institución. Entonces, si generamos herramientas para cuidar a quienes cuidan, va a impactar positivamente en la calidad de la atención.

Otro aspecto es el área de formación. Tenemos la suerte de contar con un instituto propio, el Centro de Formación y Estudios del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (Cenfores), pero es una institución debilitada, y queremos potenciar. Queremos generar programas, por ejemplo, para quienes trabajan en los centros de protección 24 horas.

El segundo lineamiento es el trabajo del INAU en contextos comunitarios. Las modalidades más conocidas son CAIF (Centros de Atención a la Infancia y la Familia), CAPI (Centros de Atención a la Primera Infancia) y otras orientadas a la primera infancia. En lo que refiere a infancia, la modalidad predominante es el Club de Niños; en adolescencia, los Centros Juveniles. Queremos evitar compartimentos estancos porque, si bien son etapas diferentes, hay una trayectoria que continúa. Apostamos a generar mayor flexibilidad en los formatos de atención. Si bien son dispositivos que funcionan bien, corremos el riesgo de que los formatos se vuelvan rígidos y que terminemos poniendo el formato en el centro en lugar de a los niños, niñas y adolescentes. Justamente, queremos hacer lo contrario: que los formatos institucionales se adapten a los requerimientos reales que hay hoy en los territorios.

El tercer eje de trabajo es sobre el sistema de protección especial, niñas, niños y adolescentes que por distintas razones son separados de su contexto familiar. El sistema está colapsado y eso deteriora la calidad de atención, los procesos de cuidado y, en definitiva, las condiciones de vida. En ese sentido, hay tres momentos clave en los que tenemos que trabajar: el antes, el durante y el egreso. En el “antes”, buscando intervenir a tiempo para prevenir la institucionalización. En el “durante”, generando las condiciones adecuadas para garantizar la protección de esas niñas, niños y adolescentes. Y en el egreso generando mecanismos para que quienes están institucionalizados puedan volver a un contexto comunitario. Y cuando eso no sea posible, trabajar generar proyectos de autonomía para que, al llegar a la mayoría de edad puedan tener una vida autónoma y digna. Porque, si no, lo que estamos haciendo es mandarlos a la calle.

El {Ultimo enfoque tiene que ver con la articulación interinstitucional. Hoy el panorama es grave. La pobreza y la violencia son dos alertas. Y frente a eso, el INAU puede hacer algunas cosas, pero hay otras que no. Por eso estamos trabajando en fortalecer los vínculos con otros organismos: Ministerio de Desarrollo Social, Ministerio del Interior, Ministerio de Salud Pública, ANEP, Ministerio de Vivienda, Ministerio de Trabajo, entre otros. La idea es generar diálogos bilaterales que permitan aportar soluciones concretas. Si cada institución actúa por su cuenta, ya sabemos que no se mueve la aguja.

Teniendo en cuenta que están por debajo del presupuesto que INAU requiere para cumplir con todos estos objetivos, ¿está previsto pedir más recursos para la próxima Rendición de Cuentas?

Sí, pero no estamos hablando solo de la próxima Rendición de Cuentas. Para cerrar el año necesitamos recursos adicionales que no tenemos. Si no generamos mecanismos diferentes de trabajo, no vamos a poder mover la aguja en la situación de las infancias y adolescencias. En algunos casos hay recursos que podemos optimizar y redistribuir. O sea, no estamos diciendo que necesitamos más presupuesto sin más, sino que somos razonables: entendemos que, si hacemos bien algunas cosas, hay gastos que van a reducirse. Entonces, si logramos bajar la tasa de institucionalización que tenemos, vamos a reducir gastos. Y para poder hacerlo —y lograr un ahorro, entre comillas, a futuro— necesitamos hacer algunas inversiones iniciales.

¿En qué rubros se deberían realizar reducciones?

Por ejemplo, tenemos que trabajar en lo que tiene que ver con ASSE y la articulación con los sectores privados. Hoy por hoy, nosotros tenemos una división de salud dentro del INAU que está asumiendo situaciones y también una serie de erogaciones económicas, a la espera de una mejora en los mecanismos de articulación. Estamos gastando una cantidad muy importante de dinero en medicación psiquiátrica desde el INAU, cuando esa medicación debería ser provista por los prestadores de salud. Si nosotros queremos aumentar la cobertura del Plan CAIF —por poner un ejemplo—, o la cobertura en tiempo parcial para adolescentes, ahí sí se necesitan más recursos. Hoy tenemos poco más de 60.000 gurisas y gurises con cobertura del Plan CAIF. Si queremos ampliar esa cobertura, eso implica recursos adicionales que no podemos ahorrar. Lo mismo sucede con la cobertura para adolescentes en modalidades como los centros juveniles: necesariamente implica sumar recursos, porque el volumen de dinero que requiere ese tipo de atención es muy difícil de compensar desde otros lados.

¿Hay cifras actuales sobre cuántos niños, niñas y adolescentes están institucionalizados?

Actualmente, en protección especial hay en el entorno de 8000 personas. Es una cifra muy alta para un país con las dimensiones de Uruguay.

¿Qué nos dice esa cifra?

Partimos de una hipótesis que nos lleva a dos conclusiones. La primera es que hoy en día hay niños, niñas y adolescentes en el sistema de protección especial que podrían estar en otras condiciones. Eso nos plantea la necesidad de trabajar en cómo generar modalidades de cuidado familiar y comunitario para muchos gurises que hoy están en centros de 24 horas. Esa es una línea en la que estamos comenzando a trabajar. Creemos que quizás un 10 %, un 15 %, tal vez un 20 % podrían estar en otros entornos. No lo sabemos con certeza todavía porque estamos empezando a abordar ese diagnóstico.

La segunda hipótesis es que si logramos fortalecer el contexto familiar y comunitario, podemos evitar muchos ingresos. Es decir, si no hacemos algo distinto, van a seguir llegando gurises al sistema de protección especial por situaciones que no atendimos a tiempo en sus entornos familiares o comunitarios. Entonces, el trabajo que tenemos por delante es doble: por un lado, desinstitucionalizar a quienes podrían estar en otro tipo de cuidados, y por otro, evitar nuevos ingresos por causas que son prevenibles si intervenimos oportunamente.

¿Cuáles son las otras alternativas a la adopción?

Para que una niña o un niño sea considerado “adoptable”, entre comillas, antes deberían haberse descartado una serie de pasos previos. Y ahí surge una pregunta clave: ¿En qué medida estamos fortaleciendo los vínculos de esos gurises que hoy están institucionalizados, pero que quizás tienen una tía, un tío, una abuela, un abuelo, un primo o una prima que no se está haciendo cargo, no porque no quiera, sino porque no tiene las herramientas, los apoyos o las condiciones materiales necesarias? Tal vez se trata de niñas o niños con alguna dificultad de vinculación, pero si generamos los apoyos adecuados, la situación podría ser diferente. Creo que ahí hay un modelo que tenemos que desarrollar. Si no lo hacemos, estamos siendo omisos. Es cierto que puede haber casos en los que no haya nadie más, pero no creo que sean la mayoría. Me niego a pensar que en Uruguay haya esa cantidad de gurises que no tienen otra alternativa que la adopción.

El último informe del SIPIAV pone especial atención en nuevas formas de violencia, como la violencia vicaria. ¿Se están trabajando o pensando estrategias sobre este tema o sobre otras nuevas formas de violencia que están surgiendo?

Sí. Lo que tiene que ver con violencia abarca toda una cadena de trabajo: desde la prevención, la interrupción de las situaciones de violencia, la atención a la víctima, y también lo que podríamos llamar, entre comillas, la reparación del daño, la restitución de derechos, el acceso a la justicia. Todo eso va de la mano. En la medida en que crece la demanda hacia el INAU, todas estas etapas del proceso de abordaje de la violencia empiezan a flaquear, porque las demandas que recaen sobre la institución exceden sus capacidades. Por eso, necesitamos fortalecer el trabajo del INAU en todas esas dimensiones, aunque algunas no son abordadas por el organismo. ¿Tenemos que trabajar en campañas de prevención sobre las distintas formas de violencia? Sí. En algunos casos las haremos solos, y en otros necesitaremos articular con los ministerios y organismos competentes.

También se observó un aumento de situaciones de violencia hacia niñas, niños y adolescentes en contextos de narcotráfico.

Sería muy triste, como institución, no hacernos cargo de eso. No porque seamos los únicos responsables, pero como Estado tenemos que ser parte de la respuesta. De hecho, ya tuvimos reuniones con el Ministerio del Interior y estamos conformando un grupo de trabajo para abordar distintas situaciones en las que estamos involucrados ambos organismos. Más allá de eso, nosotros —como directorio— estamos comprometidos y liderando algunos de esos procesos. No porque seamos extraordinarios, sino porque es una muestra de la preocupación real que tenemos por asumir líneas de trabajo en esos frentes. No es lo mismo —y no lo digo con ánimo de faltarle el respeto a nadie— que las autoridades estén presentes en determinados espacios, a que no estén.

Uno de los cuestionamientos frecuentes hacia algunas políticas públicas es que, si bien están destinadas a ciertas poblaciones, no siempre se diseñan con su participación activa. ¿Cuál es la postura de ustedes? ¿Hay previstos mecanismos de participación?

El INAU ya cuenta con algunos mecanismos de participación que están instituidos. Está el programa Propia, que es un programa específico de participación, y también el CAC (Consejo Asesor Consultivo), integrado por gurises de todos los departamentos, con el que nos reunimos de forma periódica. Eso no invalida que necesitemos seguir creciendo, y no solo en espacios estructurados sino desde lo espontáneo. Por ejemplo, el otro día tuvimos una reunión con una organización en la que participaron gurisas que son parte del sistema de protección de 24 horas. Es una práctica que tenemos que alentar porque es saludable dentro de la estructura del INAU.

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