En el colmo del abuso, cuando en una entrevista con Bret Baier de FOX News se le preguntó si los palestinos en Gaza tendrían derecho a regresar al territorio, Donald Trump respondió: “No, no lo harían”. Confesó, además, su interés de convertir a Palestina en un polo inmobiliario. “Construiremos comunidades seguras, un poco alejadas de donde están, donde está todo este peligro. Mientras tanto, yo sería el dueño de esto. Piénsenlo como un desarrollo inmobiliario para el futuro. Sería un hermoso terreno. No se gastaría mucho dinero”.
Por su parte, al aprobar un nuevo plan ofensivo contra Hamás, Netanyahu acaba de decir públicamente: “No se trata de incursiones puntuales, sino de apoderarse completamente de territorios y establecer un control sostenido sobre ellos”.
Paralelamente, Israel recrudece sus acciones sobre Cisjordania. El nombre de esta región proviene del latín cis, “de este lado”, y Jordán; o sea, “de este lado del (río) Jordán”. En Israel se le conoce como Yehudah ve-shomrón, es decir, Judea y Samaria, y es, junto con la Franja de Gaza, una de las dos regiones que conforman el Estado de Palestina.
Cisjordania es considerada “territorio ocupado” por la ONU, el Tribunal Internacional de Justicia, la mayor parte de la comunidad internacional, la Autoridad Nacional Palestina, que gobierna Cisjordania, y Hamás, que gobierna la Franja de Gaza. En cambio, Israel lo considera un “territorio disputado”.
Israel está construyendo un muro en Cisjordania no muy diferente al que dividió a Berlín luego de la Segunda Guerra Mundial. Su trazado es criticado por organizaciones internacionales como Amnistía Internacional, Intermón-Oxfam, UNICEF, la Asamblea General de las Naciones Unidas, la Corte Internacional de Justicia de La Haya y la Oficina para la Coordinación de la Ayuda Humanitaria de las Naciones Unidas en los Territorios Ocupados Palestinos (OCHAOPT). Cuando la obra finalice, Israel habrá robado a Cisjordania el 10 % de su territorio, aislando a decenas de miles de palestinos de sus familias y sus lugares de trabajo.
Ahora, a las organizaciones internacionales citadas se suman organizaciones pacifistas israelíes como Peace Now y B'Tselem; lo que nos da pie para el punto principal de esta nota.
Ser judío no es lo mismo que ser sionista
No todos los judíos aprueban lo que hace el Gobierno de Benjamín Netaniahu. En un artículo impresionante, publicado primero en Va de Nuevo y luego resumido en Brecha, Gabriela Balkey, licenciada en Historia del Arte, egresada de la Sorbona, París, establece de manera indiscutible este fenómeno. “Con el mayor de los respetos a las organizaciones de la colectividad israelita del Uruguay, alzo mi voz de judía para decir: por favor, no hablen en mi nombre. No se arroguen el derecho de hablar por «los judíos»: es una falta de respeto hacia todos los judíos que no compartimos las ideas sionistas. Y hago extensivo este pedido a los medios de comunicación que llaman a esos voceros «representantes de la colectividad judía», pues representan solamente a un sector de esa colectividad. Somos muchísimos los judíos que no participamos en esas organizaciones, y no por ello somos menos judíos”.
“Soy judía y soy antisionista. La sola existencia de un Estado judío me parece segregacionista, en la misma medida que un Estado católico, budista o musulmán; en la misma medida que un Estado negro, o rubio o indígena. No niego el derecho a que una nación quiera tener un Estado, pero que esté basado en el hecho de ser judío lo contesto totalmente. Por supuesto, dado que ya existe y que millones de personas lo consideran su patria, no voy a negarlo en tanto país, aunque me gustaría que se desvinculara de la «judeidad» para su definición”.
Balkey denuncia que “la usurpación de la identidad de todo el pueblo judío en manos de los sionistas ya no puede seguir siendo tolerada”. “El sionismo ha causado, desde su aparición, una profunda división entre los judíos. Los judíos más famosos han sido antisionistas. Así, por ejemplo, Freud, en una carta del 26 de febrero de 1930 a Chaim Koffler, miembro de la Fundación para la Reinstalación de los Judíos en Palestina, decía: «Quien quiera influenciar a la mayoría debe tener algo arrollador y entusiasta para decir, y eso, mi opinión reservada sobre el sionismo no lo permite. […] Me hubiera parecido más prudente fundar una patria judía en un suelo no cargado históricamente; en efecto, sé que, para un propósito tan racional, nunca se hubiera podido suscitar la exaltación de las masas ni la cooperación de los ricos. Concedo también, con pesar, que el fanatismo poco realista de nuestros compatriotas tiene su parte de responsabilidad en el despertar del recelo de los árabes. No puedo sentir la menor simpatía por una piedad mal interpretada que hace de un trozo del muro de Herodes una reliquia nacional y, a causa de ella, desafía los sentimientos de los habitantes de la región»”.
Balkey explica que el sionismo original, existente ya desde el último tercio del siglo XIX, reivindicaba un proyecto diferente. Según Arendt, entrañaría «grandes promesas, pero también potenciales perversiones». “Desde el comienzo se expresaron dos tendencias divergentes en el seno del sionismo. La triunfante, representada por Herzl, se entregó inmediatamente a los poderosos, es decir, se apoyó en las élites judías, que deseaban «mantener el control de las masas pobres», y se orientó hacia los salones de las altas relaciones diplomáticas. Ese proyecto persiguió la creación de un Estado nacional judío que exportase a Palestina las relaciones imperialistas, mantenedoras del statu quo impuesto desde Europa”.
“En 1944, la Organización Sionista Mundial declaró públicamente la pretensión de establecer «una comunidad judía» que abarcase «de forma indivisible e íntegra la totalidad de Palestina», y estableció una hoja de ruta en la que los árabes ni siquiera eran mencionados”.
El hecho es que el sionismo no logró eliminar el antisemitismo, sino que lo alimentó, a la vez que fracturó a la propia comunidad judía, dentro y fuera de Israel. Los judíos no sionistas son los que terminan pagando las consecuencias de las fechorías cometidas por la extrema derecha israelí. Dicho de otra manera, el sionismo siembra odio y ese odio pone en peligro a todos los judíos en todas partes del mundo.
¿Y qué papel juega Hamás en todo esto? El de tonto útil y aliado no declarado de sus propios enemigos. Balkey recuerda que en el congreso del Likud de 2019 Netanyahu decía: “Cualquiera que quiera evitar la creación de un Estado palestino debe apoyar nuestra política de fortalecimiento del Hamás y de transferencia de dinero al Hamás. Esto participa en nuestra estrategia: aislar a los palestinos de Gaza de los de Cisjordania”.
Esperando que esta nota ayude a que dejemos de mirar a todos los judíos de reojo por lo que hace una parte de ellos, transcribo otro párrafo de la nota:
“Hay muchísimos judíos que, ante el espectáculo de tanta barbarie y horror, por primera vez están comenzando a alzar la voz. Han nacido cientos de organizaciones de judíos por la paz en el mundo. La campaña «No en nuestro nombre» recogió decenas de miles de adhesiones, cientos de intelectuales y artistas empezaron a hablar. El poder del sionismo en los diferentes países es suficiente como para considerar los riesgos que podría implicar, para un judío de a pie, oponerse a él públicamente; sin embargo, el corsé está empezando a ceder”.
Palestina no solo divide a los judíos
Hay dos formas de ser cómplices del genocidio: por acción o por omisión. Mantenerse neutral y guardar silencio es también una forma de participar que el gobierno sionista de Israel avala y Palestina sufre. Europa no está libre de la división que provoca este incómodo asunto, y en Latinoamérica, ni siquiera el Frente Amplio de Uruguay lo enfoca de manera homogénea.
En abril de este año, la eurodiputada española Irene Montero le dijo cara a cara a la alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Kaja Kallas: “Yo espero que ustedes, esta Comisión Europea, también termine siendo juzgada en un tribunal internacional por complicidad con los genocidas”.
Durante una reunión de la Comisión Europea, en relación con los recientes ataques aéreos israelíes en Gaza, Montero cuestionó si los bombardeos a escuelas, hospitales y ambulancias estaban en línea con los valores europeos. Denunció la reciente reunión de Kallas con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y calificó las acciones tomadas en Gaza como opuestas a los principios defendidos por la Unión Europea.
Mirando a los ojos a Kaja Kallas, y sin que le temblaran ni el pulso ni la voz, la eurodiputada fue tajante: “Alta representante: 6 días y 730 palestinos asesinados después de la ruptura unilateral del alto el fuego, usted viaja a Israel para mostrarles su solidaridad y que son muy buenos socios. Si somos socios de un Estado genocida, ¿dónde quedan los valores europeos? ¿Bombardear escuelas, hospitales, ambulancias en Gaza son valores europeos? ¿Asesinar a 50.000 palestinos; forzar a millones de familias a abandonar sus casas y sus tierras; sitiar a la población, sin energía y sin alimentos; quemar a niños y niñas en campos de refugiados… esos son valores europeos?”.
“Señora Kallas, este genocidio se está llevando a cabo con armas europeas, y nuestros puertos y nuestros aeropuertos están siendo rutas imprescindibles para que lleguen a Israel las armas con las que se comete esta barbarie. Díganos, señora Kallas, con el plan de rearme, ¿seguirá comprando Europa armas probadas en cuerpos de niños y niñas palestinas?”.
“Señora Kallas, el Estado terrorista de Israel es un peligro para Europa y para toda la humanidad, y su comisión es responsable de dar apoyo militar, económico y político a los genocidas. Y yo hoy tengo la oportunidad de decirle, señora Kallas, lo que muchos europeos y europeas quieren decirle, que es: No en nuestro nombre y no con nuestro silencio”.
Nada que agregar.