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Miradas, un libro excepcional

Tres presidentes contaron la historia del Banco Central

Tres presidentes emblemáticos del Banco Central del Uruguay (el Cr. Enrique Iglesias, el Cr. Ricardo Pascale y el Dr. Mario Bergara) fueron convocados para exponer sus “miradas” sobre la trayectoria de la autoridad monetaria; fue tal la riqueza de las mismas que se vio la conveniencia de editarlas en un texto para entregarlas a la posteridad.

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Con motivo de los actos de conmemoración del 50º aniversario de la creación del Banco Central del Uruguay (BCU), uno de los frutos principales de la legendaria Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE), Somos Uruguay convocó a una cena el 5 de abril de 2017. En ella las tres personalidades mencionadas disertaron sobre el tema “50 años construyendo el Banco Central del Uruguay” y compartieran sus “miradas” sobre la historia, a veces pacífica y a veces muy turbulenta (que vivió tantos momentos significativos de nuestra historia nacional) de la autoridad monetaria. El BCU fue creado por el artículo 196 de la Constitución de 1967. Está organizado bajo la forma de ente autónomo y dotado de autonomía técnica, administrativa y financiera. De acuerdo con su carta orgánica, sus finalidades primordiales son: lograr la estabilidad de precios que contribuya con los objetivos de crecimiento y empleo; y la regulación del funcionamiento y la supervisión del sistema de pagos y del sistema financiero, promoviendo su solidez, solvencia, eficiencia y desarrollo. Sus presidentes (cuyos nombres de por sí son una muestra de la historia y peripecia de Uruguay) fueron Enrique Iglesias (1967-1968), Carlos Sanguinetti (1968-1970), Armando Castaindebat (1970-1970), Nilo Márquez (1970-1971), Jorge Echeverría (1971-1972), Juan Pedro Amestoy (1972-1973), Carlos Ricchi (1973-1974), José Gil Díaz (1973-1974), José María Puppo (1982-1984), Juan Carlos Protasi (1984-1985), Ricardo Pascale (1985-1990), Ramón Díaz (1990-1993), Enrique Braga (1993-1995), Ricardo Pascale (1995-1995), Humberto Capote (1995-2000), César Rodríguez Batlle (2000-2002), Julio de Brun (2002-2005), Walter Cancela (2005-2008), Mario Bergara (2008-2013), Alberto Graña (2014-2015) y Mario Bergara (2015-). Actualmente el vicepresidente es Jorge Gamarra (por el oficialismo) y Washington Ribeiro por el larrañaguismo, desempeñándose como secretaria general la contadora Elizabeth Oria. Nadie duda en Uruguay del inmenso poder económico que concentra el BCU, que en algunas ocasiones (como por ejemplo cuando fue presidido por Ramón Díaz, que lo convirtió en la repartición pública más privilegiada, contrariando su conocida “austeridad”) fue más poderoso que el Ministerio de Economía; así como la Oficina de Planeamiento y Presupuesto marcó la línea económica siempre que estuvo al frente el Cr. Ariel Davrieux. En su historia gravitan episodios muy significativos, como la llamada “devaluación de la infidencia” (sobre la que se sigue escribiendo) y las dos “tablitas” que fijaron el precio del dólar sobrevaluando la moneda nacional: la de los militares que terminó en la Crisis de 1982, y la implícita al menos en el segundo gobierno de Julio María Sanguinetti (el llamado sistema de paridad deslizante), que culminó en la Crisis de 2002. Las decisiones importantes de nuestra economía pasan por el Banco Central.   Tres miradas, tres circunstancias El texto, ilustrado por una abundante inconografía que incluye fotos y recortes de prensa que grafican los grandes y difíciles momentos que vivió la institución, se compone de un breve prólogo y cuatro exposiciones: La creación del Banco Central por Enrique V. Iglesias (que a su vez se divide en tres subcapítulos); la de Ricardo Pascale, titulada La fuerza de la esperanza (que se abre en 21 subcapítulos); La historia del Banco Central es la historia de los aprendizajes, por Mario Bergara, que tiene 12 subcapítulos, y La aventura del Banco Central del Uruguay, por Elizabeth Oria.   Hablan los protagonistas: Enrique, el primero El relato más corto es el de Iglesias (que fue el secretario técnico de la CIDE, piloteada por los entonces ministros de Hacienda, Salvador Ferrer Serra, Raúl Ybarra San Martín y Dardo Ortiz; de Ganadería y Agricultura, Wilson Ferreira Aldunate; y de Instrucción Pública y Previsión Social, Juan Pivel Devoto, primer presidente del BCU entre el 16 de mayo de 1967 y el 9 de enero de 1969. Evoca la cantidad de intentos frustrados que hubo de fundar uno desde la década de 1930. Se refiere extensamente a los planes de la CIDE y señala que “junto con la iniciativa [de creación] del Banco Central, se propusieron otras instituciones, como la creación de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto y el Presupuesto por programas, entre otras”. Señala que “la puesta en marcha del banco no fue, por cierto, una tarea fácil” y se extiende en el relato de las numerosas dificultades. Es muy interesante su visión de los hechos económicos y políticos que se produjeron entre las presidencias del Gral. Óscar Gestido y de Jorge Pacheco Areco, en particular la “devaluación de la infidencia”: “La nueva elección y la llegada del presidente Gestido, figura prestigiosa, generaron inicialmente confianza en la opinión pública, pero las dificultades de controlar el gasto público o superar el atraso cambiario agravaron las presiones inflacionarias y, sobre todo, las crisis en el balance de pagos y la peligrosa reducción de las reservas internacionales del país. […] El ministro [César] Charlone resolvió en esa difícil situación, al igual que habían hecho otros países como Argentina, recurrir al FMI. La misión del Fondo, que había apoyado a Argentina en ese mismo año a resolver similares desafíos económicos, trajo un programa de ajuste […]. Esa fórmula consistía en promover una gran devaluación, generar altos ingresos a los exportadores que permitían hacer altas retenciones que generaban los recursos necesarios para cubrir el déficit fiscal. Me tocó conocer en el mes de marzo la gran devaluación de la moneda argentina. Meses más tarde se aplicaría la misma política en nuestro país. En el mes de noviembre, estando la cotización del dólar oficial en los 100 pesos por dólar y en el mercado libre en el entorno de los 160 pesos, se acordó llevar el valor del peso a un tipo de 200 pesos por dólar. La aplicación de fuertes detracciones a los ingresos de los exportadores permitió generar recursos para aliviar el grueso déficit fiscal. La adopción de esta política permitió concluir un acuerdo de cooperación y financiación con el FMI, la aprobación de créditos del Banco Mundial y el BID, y de apoyos con las importaciones de productos primarios de Estados Unidos. La intervención devolvió la confianza de los mercados y de la opinión pública. Pero el programa de estabilización implicaba un ajuste en varias direcciones, especialmente en materia fiscal y laboral, que permitiría reducir las expectativas inflacionarias. […] pero en pocos meses, el espacio fiscal obtenido en la gran devaluación fue absorbido por las presiones inflacionarias. En el mes de abril el plan de ajuste concebido con el FMI requería un nuevo ajuste del valor de la moneda. […] La decisión se tomó un sábado en la mañana, para alejarla de los mercados de cambio que abrían el día lunes. El lunes la noticia fue anunciada en un periódico, lo que provocó un sonado escándalo con profundas repercusiones en la opinión pública y en la credibilidad de las políticas económicas. El ministro Charlone la llamó ‘una gran infidencia’. En mi opinión, este desafortunado incidente difícilmente podía haber amparado irregularidades al adoptarse en un sábado en la mañana con mercados cerrados hasta el lunes. Nada pudo comprobarse, pero sí me quedó claro que la informalidad de la gestión pública en recintos donde circulan libremente los periodistas no es la mejor forma de adoptar decisiones de esta naturaleza. Como consecuencia de estos hechos, el presidente Pacheco Areco pasó la conducción de la política económica al Ministerio de Industria, a cargo del ministro Jorge Peirano Facio y el subsecretario Ramón Díaz. La nueva política basó sus acciones en una congelación de precios, salarios y tipo de cambio, que trajeron una notable estabilidad a los precios y la derrota de la inflación. Generó severas reacciones de la opinión pública por cuanto, al interrumpir a mediados de año los ajustes de salarios, hubo marcadas caídas en el salario real. Pero cambiaron las expectativas y el país inició un nuevo período de estabilidad y crecimiento [la decisión se tomó cuando debían otorgarse aumentos salariales de hasta 50% y tras las elecciones fraudulentas de 1971 la “congelación” se dejó sin efecto, provocando una nueva caída del salario real, N. de R.]. En esas nuevas circunstancias consideré que mi tarea había terminado y presenté la renuncia al presidente Pacheco, quien me reiteró su confianza y demoró meses su aceptación […]”. Allí Iglesias finaliza su relato histórico y elogia la actual gestión. “En este medio siglo de fortalecimiento de la institución, el banco es hoy un gran éxito, con un ganado prestigio tanto dentro como fuera del país. […] A la excelente gestión de su actual presidente, Mario Bergara y su equipo, las felicitaciones de quien vio nacer con entusiasmo y fe lo que es hoy una gran institución”.   Ricardo Pascale: la fuerza de la esperanza y el consenso Sin duda el relato más vívido (ya que toca desde las alegrías de la vida universitaria a los dolores que trajo la dictadura, con una especial mención a Julito D’Elía, desaparecido en Buenos Aires), los vaivenes de la resistencia contra el poder cívico militar, su nombramiento como presidente del BCU en el gobierno de la reinstitucionalización y todos los problemas que vinieron después, es sin duda el del Cr. Ricardo Pascale, una de las pocas personalidades unánimemente respetadas por todo el espectro político.   Los problemas a resolver Junto con estos datos muy preocupantes quedaban en el ámbito económico tres grandes problemas. El primero lo constituía la pesada deuda externa y la necesaria renegociación de sus términos que debía encarar el gobierno. El segundo consistía en un altísimo sobreendeudamiento empresarial que había llegado a límites no igualados, a lo que se había agregado la fuerte depreciación del peso uruguayo a fines de 1982 (al estar las empresas altamente endeudadas en moneda extranjera). Y el tercero lo constituían los bancos quebrantados. Las expectativas de la población eran enormes, pero también los peligros de una monumental corrida bancaria, que se sumaban a los riesgos políticos de una transición tutelada, en la que las alas radicales militares (que respondían a Gregorio Álvarez) aún tenían un gran poder dentro de las Fuerzas Armadas. Al referirse a la eventual corrida bancaria, Pascale formula una lectio magistralis sobre la influencia de la confianza en los fenómenos económicos. El catedrático, experto en finanzas y reconocido artista, insiste en este punto en el valor de los consensos: “Una característica central de ese período fue la permanente búsqueda de consensos. Los distintos actores sociales estaban predispuestos a consensuar, a buscar soluciones. […] El costo de ceder tenía el beneficio de contribuir a preservar algún valor fundamental que era compartido. […] La esperanza y el respeto por los demás fueron, en mi opinión, constantes del momento. […] Así vuelven a la luz la libertad en sus diversas manifestaciones, el respeto por las ideas de los otros, la verdad y la transparencia, por mencionar algunos. Pero el valor que más peso tenía fue, a mi parecer, la consolidación de la democracia […]”. A continuación describe minuciosamente el proceso, las medidas tomadas y los resultados alcanzados. También reseña sus trabajos a la interna: el reforzamiento de los sistemas contables del banco, la creación de la Revista de Economía del Banco Central; la reimplantación del Premio de Economía del Banco Central; la creación de las Jornadas de Economía y el impulso a la investigación interna en el banco, reforzando el otorgamiento de becas de estudio en el exterior a funcionarios del mismo. En el ámbito cultural se concentró en dotar al banco de una gran colección de artes visuales y la creación del Premio Figari a la excelencia en las artes visuales. Concluye Pascale: “Fueron años difíciles, muy difíciles. Haber servido a mi país en esta etapa es el honor de mi vida. Todo lo económico era un desorden colosal. La confianza destruida, desórdenes fiscales, inflación desbocada, redistribución negativa del ingreso, bancos quebrantados, deuda externa agobiante, alto desempleo, violenta caída del nivel de actividad, enorme sobreendeudamiento de las empresas […] todo este desorden colosal se pudo sortear, sobrellevar y ordenar por el espíritu de los uruguayos, por su sereno y empecinado empeño en querer salir adelante. Fue la fuerza de la esperanza la que permitió salir de este enorme y profundo agujero. Más allá de los sacrificios y angustias que vivían, los uruguayos comprendieron las limitaciones del momento. No era tarea sencilla resolver problemas económicos severísimos, con la restricción de no debilitar a la renaciente democracia. Los líderes políticos de la época que apoyaron al equipo económico, más allá de discrepancias, fueron fundamentales. Los más recordados por mí son el presidente Sanguinetti, Wilson Ferreira Aldunate y el general Liber Seregni. Contando con ese apoyo, el equipo aportó la confianza necesaria para que ella permeara en los demás estamentos, políticos, empresariales, sindicales, sociales, de la comunicación, etc. […] Me siento un privilegiado por haber trabajado todos esos años junto a mis colegas del banco buscando las soluciones a los problemas, procurando el bien común”.   Mario Bergara: el rigor técnico La parte más técnica del libro corresponde al actual presidente, Dr. Mario Bergara, quien señala que la historia del BCU es la historia de los aprendizajes y los enumera y desarrolla: Aprendizaje N° 1: La adecuada especificación de funciones; Aprendizaje N° 2: El alcance de la autonomía institucional; Aprendizaje N° 3: La relevancia de la estabilidad de precios; Aprendizaje N° 4: Las bondades de la flexibilidad cambiaria; Aprendizaje N° 5: La integralidad de objetivos de política económica; Aprendizaje N° 6: Los riesgos de no regular con prudencia; Aprendizaje N° 7: Las ventajas de la regulación centralizada; Aprendizaje N° 8: La profundización de la estabilidad sistémica; Aprendizaje N° 9: El sistema de pagos y la inclusión financiera; Aprendizaje N° 10: Fortalecer los vínculos con la sociedad; Aprendizaje N° 11: La visión estratégica y la gestión transparente; y Aprendizaje N° 12: La ética de las tareas bancocentralistas. También relata su peripecia personal en el banco y concluye: “Participamos en la idea de que la ética de una sociedad se mide por la forma en que esa sociedad trata a los más desprotegidos. Los más pobres son quienes realmente pagan los costos de una alta inflación, los costos de las corridas bancarias y de las crisis financieras. Por lo tanto, el cumplimiento cabal de las funciones del Banco Central contribuye sin duda a la estabilidad de precios y a la estabilidad financiera, pero también a la estabilidad social, a la equidad y al combate a la pobreza y promueve el desarrollo económico social. La inestabilidad macroeconómica y financiera aumenta los riesgos para la institucionalidad política, el desmembramiento social y la violencia. El cumplimiento cabal de los roles y las funciones del Banco Central profundiza la ética de la sociedad porque defiende a quienes menos pueden defenderse y fortalece las instituciones, los valores y la democracia”.   Elizabeth Oria: la aventura del BCU Finalmente, la secretaria general del BCU, Elizabeth Oria, resume la trayectoria de la autoridad monetaria a la luz de los fenómenos culturales y políticos que se han sucedido en los últimos 50 años, y concluye: “Este hermoso viaje fue majestuoso y este medio siglo que cumplimos nos encuentra como institución madura que mira al futuro, con orgullo y cabal responsabilidad y con la tranquilidad de que nuevas generaciones están tomando la posta. En los próximos años la aventura de la certificación en calidad para todos los procesos del banco nos embarca en un nuevo hito de mejora continua de la gestión; la implementación del modelo de calidad con equidad y prácticas de responsabilidad social pasarán seguramente a formar parte de la mejor historia a contar en los próximos 50 años”. Miradas es una gran contribución a nuestra literatura económica, a nuestra historiografía y un texto fascinante que se encuentra en la página web del BCU y que nadie debe dejar de leer.  

Lo que la dictadura nos dejó
Pascale recuerda las cifras que dejó la dictadura: “El PIB verificaba un deterioro muy prolongado y profundo. Entre 1982-1984 había caído 15,7%. La tasa de desempleo se ubicaba en más de 13,6%, habiendo alcanzado un máximo de 16% a fines del segundo trimestre de 1983. La inflación se aceleraba a comienzos de 1985, llegando a cifras de 70% anual. El desequilibrio externo era significativo. La cuenta corriente de la balanza de pagos era negativa en 2,5% del PIB. La deuda pública externa total en 1984 llegaba a 60,1% del PIB y equivalía a 2,3 veces el nivel de exportaciones. Y la deuda total pública y privada se situaba en un nivel de US$ 4.664 millones de dólares, cifra muy similar a la del PIB de la época. Los salarios, en términos reales, habían caído 30% en el período 1983-1984. En 1984 el déficit fiscal llegó a 9,5% del PIB. La expansión monetaria había alcanzado un crecimiento entre noviembre de 1984 y abril de 1985 de 90% en términos anualizados.
 

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