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Editorial

LA AUTOCRÍTICA DEL FRENTE AMPLIO

Un poderoso enemigo llamado yo

Por Alberto Grille.

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 o los demás terminarán por creerlo”.

 

Salta a la vista, había que hacer una autocrítica porque la gente lo pedía y porque las cosas estaban mal. Ahora bien, nadie puede esperar mucho del documento de autocrítica, balance y perspectiva del Frente Amplio, porque fue elaborado por los compañeros que incurrieron en los errores, porque resulta de un consenso que atenúa las diferencias y porque está hecho sobre la premisa de que no se debe erosionar la unidad ni darle pasto al enemigo.

La crítica y la autocrítica en el ejercicio de la construcción política es un principio muy ligado al pensamiento de Marx y ulteriormente de Lenin y supone transparencia, honestidad intelectual y valentía.

También Freud hablaba de “que ser absolutamente honrado consigo mismo es un muy buen ejercicio”.

Hacerse la autocrítica en primera persona está muy bien, pero es muy peligroso, porque siempre es difícil escapar a la tentación de no ser muy sincero y de ser muy condescendiente. Es un poco gracioso, pero es más doloroso, más esclarecedor cuando el que “te hace la autocrítica” es otro.

Mirarse con disposición crítica es muy difícil y hay que saber quién lo hace, con qué propósito, con qué sinceridad, en referencia a qué se hace y hasta con qué grado de intensidad se hace.

No hay que tenerle miedo a la autocrítica y debe ser un ejercicio permanente porque constituye una fuerza motriz fundamental para los luchadores sociales y sus organizaciones

Advierto esto para que lo tengamos en cuenta, porque como en todas las cosas, hecha la ley, hecha la trampa.

Tengo en la mano el documento que circula a instancias de la mesa política del Frente Amplio.

Debe suponerse que se trata de una autocrítica de la dirección de la fuerza política y que no tiene más pretensión que eso. Al menos a mí me dijeron que tiene el propósito de disparar el debate y ojalá que cumpla con ese propósito.

El documento está lejos de ser un ejercicio de terapia porque abarca muchos temas y obliga a una lectura y una reflexión muy profunda y a un análisis desde diversos puntos de vista.

Al inicio pone un marco conceptual programático, lo que parece ser una buena idea, y reafirma el carácter anticapitalista, antiimperialista y antioligárquico de la fuerza política. No es poco en estos tiempos de claudicación y disimulo.

El Frente Amplio se pone del lado de la paz, la solidaridad, la integración latinoamericana, la ley, la justicia, la igualdad, el medioambiente y el trabajo y se opone al armamentismo, el autoritarismo, el mercado, la acumulación del capital y el consumo desenfrenado.

Asume, aunque no lo dice, que hay una contradicción fundamental entre el imperialismo y los pueblos que luchan por la independencia, el progreso y la justicia social.

Sugiere -aunque tampoco lo expresa tan claro- que en lo nacional la contradicción fundamental es entre oligarquía y pueblo y destaca la importancia de la unidad y pone énfasis en que el principio fundamental de la táctica es aislar al adversario y destaca que esto se obtiene con la mayor acumulación de fuerzas en la política y en sociedad.

Me hubiera gustado que quedara más claro que somos solidarios con las luchas de los pueblos latinoamericanos por la soberanía, la justicia social, la integración regional y  el progreso social y enemigos del quienes a lo largo de la historia han procurado someternos, particularmente el imperialismo estadounidense. Hubiera deseado que quedara como un principio estratégico el de la autodeterminación de los pueblos y la no injerencia en los asuntos de otros países hermanos, en particular, la solidaridad con el pueblo de Venezuela y Brasil con Lula Da Silva, Evo Morales y Rafael Correa y la solidaridad con Venezuela y Cuba, que están siendo agredidos y acosados por medios diversos, algunos casi terroristas en el plano político, jurídico, económico y militar.

Más adelante, en este documento, se describe a pincelazos la historia de estos últimos 20 años y se señala mucho de lo que hicimos bien y poco de lo que hicimos mal.

Todos los que hacen algo hacen cosas que están bien y cosas que están mal, lo hacen los animales y hasta las máquinas, pero especialmente lo hacen mal los seres humanos. Al menos, son los que tienen y a veces asumen responsabilidad.

La acción política, el ejercicio del gobierno y la articulación entre ellos y la sociedad es una construcción humana y está sujeta a aciertos y errores.

Es sabido que algunos errores se detectan fácilmente y otros hay que buscarlos bien para encontrarlos y eventualmente corregirlos.

Algunos son inevitables, otros son evitables y otros imperdonables.

Estos últimos son los que me parece que deberían entrar en una autocrítica, máxime si esta no se hace todos los días, sino cada 20 años y después de una derrota.

Yo no voy a detenerme a analizar el episodio que provocó la renuncia de Raúl Sendic, ni la gestión de Javier Miranda, ni la elección de la candidatura de Daniel Martínez, ni su campaña publicitaria ni el primer discurso de Graciela Villar.

Tampoco, al menos por hoy, la causa por la que se perdió las elecciones, porque haciendo las cosas bien se podía haber perdido y haciéndolas mal se podía haber ganado.

Yo creo que, con el diario del lunes, debiéramos preguntarnos -yo me lo pregunto todos los días- si el error no estuvo como en el ajedrez, en la partida, y si cuando la izquierda alcanzó el mayor grado de acumulación en marzo de 2005, no debió haberse convocado, inmediatamente, a una Asamblea Nacional Constituyente, de manera de debatir de la manera más amplia y participativa un nuevo contrato político para avanzar la democracia, democratizar las instituciones políticas, la educación, la cultura, la comunicación social, la justicia y las fuerzas armadas.

Probablemente tardará mucho tiempo en que se repitan circunstancias similares o tal vez nunca se repitan. No obstante, si algún día quiera Dios que se reitere tal oportunidad, no debiera olvidarse que por prudencia o temor no aprovechamos la primera vez y no deberíamos darnos el lujo de tropezar dos veces con la misma piedra. Quizás haya compañeros, algunos o muchos, que digan que con esta Constitución se puede hacer mucho o todo lo que nos proponemos en esta etapa del desarrollo de nuestra sociedad. Tal vez sea así, pero me parece que hay que discutirlo porque algunos creemos que no hay que tenerle miedo a la confrontación política porque cuando se pierde la oportunidad y nos quedamos parados en el andén, puede tardar muchos años en que el tren vuelva a pasar.

También pienso que debió puntualizarse que el Frente tiene que ser más democrático en sus decisiones, que el rol de las bases no debió ser menoscabado, que los compañeros independientes debieron tener un rol más destacado, que las finanzas debieron ser más transparentes, que se debiera haber puesto más énfasis en la organización de la fuerza política, en la construcción de una dirección más sólida y representativa de los militantes y adherentes y un aparato de comunicación y propaganda más eficaz. Yo creo que la importancia de la discusión de la ética no está en situaciones puntuales que están en la memoria de todos y que puntualmente se resolvieron mal, sino en el clientelismo, el burocratismo, los cargos de confianza, la falta de los aportes de los funcionarios políticos y otras patologías que luego de dos décadas de permanencia en el Estado nos han contaminado muchísimo.

Yo leo por segunda vez el documento y más bien veo que se elude señalar que la responsabilidad de no haber conducido las líneas estratégicas del gobierno es de la fuerza política. La misma es la que tiene que evaluar sobre la distribución de sus cuadros e impedir que se debilite la estructura organizativa y política del partido. Omitiendo destacar esa responsabilidad, de alguna manera se escamotea la claudicación imperdonable de la fuerza política de haber cedido espacios que no ocupó o si acaso lo hizo el movimiento social y haber dejado debilitar las alianzas con los sindicatos, los trabajadores, los estudiantes, el movimiento ecologista, los universitarios, las capas medias y las organizaciones de pequeños y medianos productores del campo.

Hay que reconocer que a lo largo de estos 15 años de gobierno frenteamplista se produjo una suerte de divorcio con sectores medios de la ciudad y el campo, con pequeños comerciantes, profesionales y pequeños y medianos productores rurales.

Estos sectores que fueron parte del bloque progresista, que llevó al gobierno a las fuerzas de la izquierda, hoy nos han castigado como resultado de políticas que sienten que los han perjudicado.

Lo mismo pasa con sectores sociales que son muy pobres y que están por fuera de las relaciones de producción formales que también abrazaron esperanzas y expectativas insatisfechas y que hoy no se sienten protagonistas de los cambios que proponemos.

Un capítulo aparte merecería la consideración de los problemas que tenemos en lo que se llama mal “el interior”, es decir, todo lo que no es Montevideo y Canelones. Incluyo allí el campo, los productores rurales, los servicios a la producción rural, la problemática agropecuaria, las ciudades y pueblos pequeños, las distintas regiones y las diferencias históricas, culturales, sociales económicas, políticas y demográficas entre los diferentes departamentos. Si no se advierten las contradicciones entre la ciudad y el campo, los distintos niveles de desarrollo y la magnitud del conflicto, es difícil que encontremos la solución a este divorcio que se ha creado y que hoy constituye un obstáculo profundo para los cambios.

Cabe consignar que los dirigentes han ido poco a los pueblos y departamentos del interior del país, que cuando lo han hecho han pasado apurados, que han escuchado poco a los vecinos, que desconocen a sus autoridades municipales y que no se ha trabajado políticamente para forjar alianzas locales. Me parece que el celular nos ha hecho mucho daño y, aunque parezca crudo, hay un aburguesamiento de los cuadros dirigentes. Si queremos volver a ganar, hay que embarrarse los Hush Puppies.

En fin, tal vez algunas cosas las he leído mal y puedo estar equivocado. Hay varios capítulos del documento a los que no me he referido y a veces he hablado más de lo que se omite que de lo que se dice, pero creo que aún hay tiempo para seguir escribiendo y a veces vale la pena, como dijera Seregni, “ser tábano en el anca del caballo”.

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