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Entre olvidados y distraídos

Un río de lágrimas negras

¿Oportunismo político, venta del patrimonio al bajo precio de la necesidad? ¿La hipocresía transformada en debate político? Todo esto y un poco más podemos encontrar en la postal de Un Solo Uruguay (USU); si ellos son miembros y representantes de la producción en el campo, si ellos son la autenticidad de la producción rural, entonces el río Negro tiene mucho que ver con ellos. Efectivamente tienen motivos para convidar a un brindis de sus aguas.

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Caras y Caretas Diario

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Por Ricardo Pose

Cuando los aborígenes denominaron con ese nombre el actual río Negro, lejos estaban de predecir su destino.

En verdad, hace muchísimos años ningún poblador de las orillas de ríos, lagunas y mares se imaginaban las actuales circunstancias; en ningún lugar del planeta.

Quizás la credencial del Uruguay Natural, durante años abandonado a su propia suerte, se esté venciendo, como en otras partes del globo, producto del impacto de ciertas prácticas humanas y productivas.

La contaminación de nuestros ríos y arroyos, como ya sucedió en Brasil y Argentina por nombrar ejemplos cercanos, pero la lista es más extensa en todo el planeta, se puede asemejar a la conducta de esa persona que ha fumado toda su vida y que cuando el cáncer finalmente florece en sus pulmones hace esfuerzos loables e imprescindibles para revertir la situación o al menos preservar lo que quede de vida. Se podrá cuestionar y desatar la ira contra la medicina que no llega con la solución, pero nada fue casual.

Como bien reivindica la letra de la canción de Anselmo Grau, este río atraviesa desde siempre tierras fértiles (para pasar por tus tierras y dorarse con su trigo).

Años y años de ciertas prácticas agrícolas que, salvo honrosas excepciones, se desarrollaron bajo la lógica de mejor y mayor rendimiento, cosechas transformadas en ganancias, a costo de utilizar y pésimamente descartar productos químicos.

La fuerza de un río

En un país con un importante caudal de recursos hídricos, era sensato apostar a ellos para la generación de energía; represas y represitas venían a dar solución a la generación de electricidad para ciudades en constante crecimiento.

Pero fue a partir de las administraciones progresistas que se decidió acudir a otras fuentes de energía, y no por que se arribara a una etapa de novedad tecnológica o hallazgo intelectual.

En verdad, los molinos de viento eran la postal de los establecimientos agropecuarios, y la madera, las cáscaras de arroz estaban presentes desde siempre.

Faltó visión, hubo exceso de burocratismo, sometimiento a los intereses especulativos.

Lo cierto es que así como ante los períodos de escasez de lluvias se apostó a los cortes de luz programados, a no ampliar territorialmente el acceso a la energía eléctrica, igual conducta se mantuvo pensando los recursos naturales como recursos infinitos.

Un país que puso el motor en su estuario natural para poseer un excelente puerto, que hizo converger la dinámica del país en Montevideo, desarrolló una cultura de espaldas al mar, de equinos y vacunos como luce el escudo patrio, y de alguna manera dejó como actividades menores las relacionadas a la vida sobre ríos y arroyos.

Los clubes privados de remeros ganaron la conducción de una práctica que, más allá de sus implicaciones deportivas, podría haber seguido sosteniendo culturalmente los profundos valores que se resguardaron en la pesca artesanal, por ejemplo.

Un país que además apostó casi todas su fichas a la ganadería y a la agroexportación, dejó a su buen criterio y libre albedrío el uso de tierras y fuentes de agua para la producción agrícola, y dentro de esta priorizó la que generaba mayores divisas.

Es interesante apreciar cómo en el mismo año que se crea por un lado el Mvotma, y por lo tanto aparece institucionalmente la cuestión del medioambiente, se impulsó una política forestal que arrasaba con el mismo, sin mencionar además el intento de privatización de empresas públicas. Definiciones contradictorias avaladas por la lógica de intereses de sectores minoritarios concentradores de riqueza y poder.

Es que el neoliberalismo y, entre otras cosas, el ambiente no son un par dialéctico. La lógica de libertad del mercado que implica la no injerencia de los intereses de una sociedad a través del Estado en las formas productivas, para ponerse al servicio de la mayor renta de capital, no funciona.

Cuando suena el río

Ya por los noventa la situación sanitaria de nuestros ríos tenia niveles de alerta a nivel oficial y desde antes por parte de la pesca artesanal agremiada. La preocupación ambiental en aquellos años parecía sucumbir bajo la lógica de que mientras aseguraran algunos navegabilidad y generación de energía, lo otro eran temas a atender sin mayores urgencias.

El problema de aquellas clases dirigentes eran cómo hacer guiñadas al capital financiero, y cómo reconvertir los escombros del aparato productivo, sin la menor intención además de siquiera repartir las migajas del ingreso.

Las aguas solo servían, a lo Poncio Pilatos, para lavarse las manos de las responsabilidades.

No había plan de uso de suelos, control sobre el uso y el descarte de agroquímicos, y los sectores dirigentes de las gremiales agropecuarias siempre priorizaron “las chapas en el cinto”.

Alce esa copa

Ante la realización de un nuevo Consejo de Ministros en Pueblo Centenario, USU convocó a concentrarse para compartir con las autoridades un traguito de aguas del río Negro.

El grupúsculo embanderado de no más de 50 almas que despedía al grito de asesina a la vicepresidenta de la República, que al quedar detrás de las vallas reclamaba por una honda para arrojar piedras, que hizo gala de la intolerancia que nos separa, reclamó por la contaminación del río Negro, aprovechando la circunstancia de una sociedad que ante la instalación de UPM se encuentra altamente sensibilizada.

La peor de las políticas oportunistas, pero propias de quienes hicieron escuela con aquellos dirigentes que convierten a las desgracias humanas en facturas políticas.

Pero volvemos al copete; si USU representa a la gente del campo, los de las 4X4 que también recorren las rutas del país con maquinaria agrícola, tan distinta hasta en su imagen humana a los productores rurales familiares, si son los cincuenta lustrosos ganaderos y empresarios agropecuarios que ayer se apiñaron en Pueblo Centenario, está perfecto que brinden con aguas del río Negro.

Es más, aconsejaría catar esa agua, como quien analiza el sabor de un vino; no traguen de golpe, no hagan fondo blanco como hacen con el “amarillo con rocas”; beban despacito, hagan buchecitos, paladeen lentamente. Allí encontrarán un sabor a fósforo, algún residual de nitrógeno, el mismo que han utilizado indiscriminadamente; pueden hacer gárgaras con el glifosato en suspensión, producto de los envases arrojados o lavados en el río; también algunas bacterias nacidas de los efluentes de los tambos. Encontrarán, en suma, un sabor más que conocido por ustedes durante décadas.

Son los primeros convocados a su autodegustación.

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