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Centenario de Eric Hobsbawm

Una visión para nuestro tiempo

En todo el mundo se conmemora el centenario del nacimiento del historiador Eric Hobsbawm, uno de los espíritus más lúcidos del siglo XX. Falta en momentos en que gran parte del planeta –Europa, Estados Unidos y amplias zonas sometidas a terrorismos de derecha e izquierda– parece haber perdido la razón. Era judío, marxista, librepensador, escritor y polemista incansable. Dejó una obra inmensa, pero nos falta la irradiación de su pensamiento, la envidiable juventud que duró 95 años.

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En pocos años se nos han ido personalidades como Umberto Eco, Andrzej Wajda, Ettore Scola, Edward Albee, Elie Wiesel, Harper Lee, Dario Fo, Zygmunt Bauman, Aldo Ferrer, Andrés Rivera y nuestro inolvidable Tomás de Mattos, acaso el mayor escritor uruguayo desde Paco Espínola. Estos espíritus unían a sus vocaciones específicas la capacidad de articular una visión del mundo y un discurso que los proyectaba a un estadio superior de convivencia y predicaban con sus ejemplos de vida. Eran las luces de una humanidad que se ha venido hundiendo rápidamente en abismos de abyección, en el envilecimiento de valores, en el auge de un capitalismo salvaje sin cortapisas (que puede terminar consigo mismo, como estuvo a punto de suceder en la Gran Depresión de 1929 gracias a los miserables de siempre), el avance de los totalitarismos y el desprecio de la democracia, que sigue siendo el mejor sistema de gobierno. Se fueron en el momento en que “el sueño de la razón” engendraba monstruos como el individualismo consumista desenfrenado, las burbujas financieras que provocaron la Gran Recesión 2007-2010, la “austeridad” de Angela Merkel, la degradación de las socialdemocracias, desviaciones enormes en gobiernos de derecha e izquierda, el auge global de dictaduras y, para colmo, el triunfo de Donald Trump en la primera superpotencia política, económica, militar y cultural del mundo, un mandatario que actúa en franca oposición a los intereses y valores de los Padres Fundadores de la Unión y de grandes presidentes como Abraham Lincoln, Franklin D. Roosevelt y John F. Kennedy, entre otros. Quedan afortunadamente grandes luchadores del pensamiento (no resistimos mencionar a Paul Krugman y Joseph Stiglitz), pero es inevitable extrañar a personas como Eric Hobsbawm, historiador nacido en Alejandría, Egipto, el 9 de junio de 1917, y fallecido en la misma ciudad el 1º de octubre de 2012.   El pasado como cimiento del presente y del futuro Hobsbawm es evocado como uno de los historiadores más importantes de todos los tiempos. También por su inalterable adhesión al marxismo, que no se alteró ni cuando implotó la URSS en 1991, se produjo la caída del socialismo real y Karl Marx fue arrojado al ostracismo, del que volvería en triunfo con la gran crisis financiera global comenzada formalmente en 2007 y cuyas consecuencias todavía se prolongan en EEUU y Europa. Acaso la parte más importante de su legado, además de su implacable rigor histórico, reside en la libertad y flexibilidad con que interpretó la base del materialismo dialéctico, sin permitir que ninguna consideración menor o “partidaria” influyera en sus obras. Entre las más conocidas se encuentran la llamada “Tetralogía de las eras”, compuesta por La era de la revolución: Europa 1789-1848 (1962); La era del capitalismo: 1848-1875 (1977); La era del imperio (1987); La historia del siglo XX 1914-1991 (1994). También se destacan Rebeldes primitivos (1959); Estudios en la historia del laborismo (1964); Industria e Imperio (1968); Revolucionarios. Ensayos contemporáneos (1973); Los ecos de la Marsellesa (1990); Sobre la historia (1998); La invención de la tradición (2002); su apasionante autobiografía Tiempos interesantes: una vida en el siglo XX (2002); Decadencia y fracaso de las vanguardias del siglo XX (2006); Ensayos sobre globalización, democracia y terrorismo (2007); Guerra y paz en el siglo XXI (2007) y Cómo cambiar el mundo. Marx y el marxismo 1840-2011 (2011). Este último fue comentado por Caras y Caretas en su edición del 26 de agosto de 2011 bajo el título ‘¿Reflexiones desde la victoria?’, en clara referencia a los problemas que el historiador y filósofo planteaba cuando su ideología parecía haberse impuesto ante el fracaso de los paradigmas del pensamiento clásico y neoliberal.   Una trayectoria impar Eric J. Hobsbawm se doctoró en Historia en Cambridge y fue, entre otros desempeños, profesor emérito de Historia Social y Económica del Birkbeck College en la Universidad de Londres. A su erudición histórica unió una fervorosa pasión por la política, sumó su gusto por el jazz y la condición de hablar inglés, alemán, francés, español e italiano con gran fluidez. Perdió a sus padres tempranamente, vivió en Viena, Berlín y, desde 1933 (año del ascenso de Hitler al poder), en Londres. Fue educado en Berlín y en Londres, donde concurrió al King’s College de Cambridge. Allí participó de una sociedad llamada Los Apóstoles de Cambridge, que reunía a la elite intelectual de dicha universidad, a la que también pertenecieron Lytton Strachey, Leonard Woolf, Ludwig Wittgenstein, John Maynard Keynes y Bertrand Russell. Desde los 14 años profesó el marxismo y militó en el Partido Comunista Británico desde 1936 hasta que este se disolviera en 1991. Por su militancia sufrió discretas persecuciones y censura en sus publicaciones. Sostuvo que “cada historiador tiene su vida, una posición desde la que contemplar el mundo. Mi atalaya está construida de una infancia en Viena en los años 20, los años del ascenso de Hitler en Berlín, que determinaron mi posición política y mi interés por la historia, e Inglaterra, especialmente el Cambridge de los 30, que confirmó ambos”. Sirvió durante la Segunda Guerra Mundial en la Armada. Se casó dos veces y fue padre de tres hijos. En 1947 fue designado profesor de Historia del Birkbeck College, de la Universidad de Londres. En 1978 ingresó a la Academia Británica. Se retiró en 1982, pero continuó como profesor visitante en varias universidades. Durante toda su vida escribió artículos para diferentes publicaciones (con el seudónimo de Frankie Newton, el trompetista comunista de Billie Holliday), en particular para The New Statesman. En 1998 recibió de la reina Isabel II el título honorífico de Companion of Honour, una orden a la que no pueden pertenecer más de 65 miembros de países del Commonwealth. Visitó Uruguay en 1999 en ocasión de los 150 años de la Universidad de la República y participó de un agitado debate. Se había referido a nuestro pequeño país en su magnífica autobiografía, elogiando el comportamiento democrático de los uruguayos en el plebiscito constitucional de 1980, demostrando su gran conocimiento de nuestra realidad. Falleció a causa de una neumonía en Londres, a cuadras de su casa de Hampstead Head, donde vivió en un ambiente bohemio e intelectual junto a su segunda esposa, y donde intelectuales europeos y americanos discutían hasta bien entrada la noche en medio de cenas bien regadas. Sus lectores, acostumbrados a la sonrisa desdeñosa con la que pudo ver la “resurrección” de su numen espiritual y la mayor crisis capitalista desde la Gran Depresión, podían comprender su preocupación por el predominio global del capitalismo, sus infinitas formas de supervivencia, su inigualable dinámica productiva, creciente salvajismo y la decadencia del pensamiento mundial.   El futuro impredecible En su último libro, Cómo cambiar el mundo, Hobsbawm hace hincapié en una frase: “Hasta ahora los filósofos sólo han interpretado el mundo: la cuestión es cambiarlo” y señala que las ideas de Marx se convirtieron en doctrinas que inspiraron a los movimientos obreros y socialistas de Europa y que, a través de la Revolución Rusa de 1917, se convirtieron en la doctrina internacional de la revolución social del siglo XX, con figuras centrales como Lenin, Stalin y Mao, y los movimientos de liberación colonial en Asia, África y América Latina. Sin embargo, Hobsbawm tomó distancia de dichas “concreciones”. Criticó las invasiones soviéticas a Hungría en 1956 y Praga en 1968 y fue referente del eurocomunismo. En 2009 afirmó que la apuesta de la izquierda actual pasaba por un sí al mercado regulado y a la economía mixta, pero no por una sociedad de mercado, ya que no todo puede ni debe entrar en la dinámica de este, que por otra parte siempre tiende a ser oligopólico o monopólico. Es divertida su comparación del marxismo con el cristianismo, que también toma hoy distancia de hechos como las cruzadas, la inquisición y otros “errores”. Destaca que Marx previó la globalización capitalista en 1848 y que “resulta obvio que […] el ‘mercado’ no tiene repuestas al principal problema al que se enfrenta el siglo XXI: que el ilimitado crecimiento económico cada vez más altamente tecnológico […] produce riqueza global, pero a costa de un factor cada vez más prescindible, el trabajo humano, y, podríamos añadir, de los recursos naturales del globo”. El predominio universal del capitalismo, su infinita capacidad de renovación y de impulso a las fuerzas productivas, y su inhumanidad (ya que no vacila en inventar guerras o en arrojar decenas de millones de personas a la desocupación, y empujaría sin dudar a todos los que sea necesario), aumenta el interés en la obra de Hobsbawm. Conceptos como el potencial destructivo del capitalismo sin regulaciones (destacado por Schumpeter), la explotación del hombre por el hombre, la extracción de plusvalía, la lucha de clases y la concepción materialista de la historia volvieron a ganar plena vigencia con la reciente crisis financiera global. Hobsbawm puede sonreír porque sabe que su instrumental está intacto, aunque deba enfrentar nuevas realidades y, sobre todo, el poder de resurrección del capitalismo, hoy único modo de producción universal. El historiador puede afirmar: “Hemos descubierto que el capitalismo no es la respuesta”  y que “puede que no esté en el horizonte un sistema alternativo”, para concluir: “No podemos prever las soluciones de los problemas que enfrenta el mundo del siglo XXI, pero para que haya alguna posibilidad de éxito, deben plantearse las preguntas de Marx”. Su obra sigue siendo referente en el pensamiento mundial. Algunas frases “En los últimos 25 años ningún líder de la izquierda europea ha declarado que el capitalismo como tal sea inaceptable. La única figura pública que lo hizo sin vacilar fue Juan Pablo II.”   “Se debe excluir del debate marxista tanto la discusión entre los neoliberales fundamentalistas del mercado y sus críticos, como la equivalente economía dirigida extremista de la URSS planificada al 100%.”   “Lo que nunca perdió importancia es la visión del capitalismo como una modalidad históricamente temporal de la economía humana y su análisis […], siempre en expansión y concentración, generando crisis y transformándose siempre […].”   “China es un país de gran injusticia social.”   “No podemos prever las soluciones de los problemas que enfrenta el mundo del siglo XXI, pero para que haya alguna posibilidad de éxito, deben plantearse las preguntas de Karl Marx.”   “Una de las peores cosas de la política de los últimos 30 años es que los ricos han olvidado tener miedo de los pobres.”

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