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Editorial

El último libro de Claudio Fantini

Uruguay elogiado por todos, menos por la oligarquía y sus sirvientes

Por Alberto Grille.

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No nos cansaremos de repetir que nuestro país inauguró hace 14 años el mayor ciclo de crecimiento económico con inclusión social que registra en toda su historia, incluso más expansivo que el de la Pax Britannica de principios del siglo XX, cuando el Imperio Británico compraba toda nuestra producción a precio de oro y establecía en Uruguay sus bancos, sus empresas de energía, agua y comunicaciones y con ese soporte construimos “un pequeño país modelo”.

Tenemos los mejores indicadores económicos y sociales de América según la CEPAL, la CAF, el FMI y el Banco Mundial (que no son precisamente instituciones amigas) y la verdad –por encima de todos los números- es que en Uruguay se ha bajado la pobreza y la indigencia, se han ampliado las capas medias, muchísimas personas viven mucho mejor que antes , se han ampliado los derechos humanos y la tolerancia a la diversidad y además ,  somos una “isla” en el continente, donde los dos gigantes que tenemos al lado y por encima caen día a día en la desesperación y se debaten entre formas reaccionarias y autoritarias de gobierno, llámense Macri, Bolsonaro o Donald Trump.

También los estadistas de Uruguay son ejemplo mundial: el presidente doctor Tabaré Vázquez recibe en la Organización Panamericana de la Salud el título de “Héroe de la Salud Mundial” y es reconocido como articulador continental en la ONU; el ex presidente Mujica goza de una popularidad mundial como no ha tenido otro uruguayo en la Historia, guste o no a quien le guste o no; y el ministro de Economía, contador Danilo Astori es premiado como el “Ministro de Finanzas del año de América Latina” por la  revista Global Markets, distinción que le será entregada en la próxima reunión semestral conjunta del FMI y el Banco Mundial.

¿Qué país exhibe estos méritos y logros, todos juntos, que –reitero- los vemos traducido en la vida común de la gente?

Nada de esto reconocen los adversarios políticos que constituyen la llamada oposición, ni mucho menos la oligarquía dueña del poder real y de los medios, que se ha enriquecido como nunca en esto catorce años y medio.

Pretenden todo el día marcar manchas y errores y desean fervientemente que al país le vaya mal , (Javier de Haedo dice que estamos en recesión en Búsqueda de esta semana, a pesar de que todas las cifras y el FMI y el BM dicen que seguimos creciendo) con el propósito de alcanzar el gobierno.

Son feroces y voraces, insaciables, y quieren una victoria “sin prisioneros”.

Repito también que tenemos problemas de muchos campos y que soy de los primeros en vivir caliente con muchas cosas y con muchos “compañeros”,  pero si hay algo que no soporto es que, además de pretender darnos lecciones de cómo conducir el país, los que nos llevaron a la Crisis del 2002, encima quieran darnos lecciones de Democracia, como pretenden el doctor Julio María Sanguinetti, gobernante rechazado por la inmensa mayoría de sus compatriotas y tácito encubridor de los los crímenes de la dictadura; y el actual presidente de la Cámara de Diputados, Jorge Gandini, que ha sacado un spot televisivo a favor de su proyecto de ley garrote – larrañaguista amparándose en su transitoria condición de Presidente de la Cámara de Diputados, circunstancias de la que vamos a ocuparnos oportunamente, entre otras cosas porque no tiene ninguna importancia política.

Quienes sí reconocen la significación de los logros del FA son algunos adversarios nacionales y extranjeros.

 

Hablan los adversarios

El miércoles 3, nada menos que el actual asesor económico de Luis Alberto Lacalle Pou, director de la Escuela de Negocios (IEEM) de la Universidad de Montevideo (UM), economista Ignacio Munyo (posgraduado en la Universidad de Chicago), declaró que “Uruguay es una isla estable en materia financiera y también institucional, en comparación con sus países vecinos, Argentina y Brasil”.

Lo hizo en el desayuno “Perspectivas económicas del Uruguay en un mundo inestable” realizado en la Cámara Oficial Española de Comercio, Industria y Navegación, y destacó que “Uruguay tiene una solidez financiera y un manejo macroeconómico mucho más prolijo”; así como que “la solidez financiera de Uruguay lo deja aislado de esas turbulencias financieras regionales”.

Lo importante es el mensaje y en éste caso también el mensajero, porque hasta un mensajero claramente enfrentado al proyecto político, económico  y social del FA como Munyo dice lo que dice.

Más sorprendente es el caso del Licenciado en Ciencias Políticas Claudio Fantini, politólogo y periodista nacido en Córdoba, docente universitario,  columnista de la revista “Noticias Argentina”, de la Editorial Perfil (Buenos Aires) y de “El País” y radio Sarandí de Uruguay, entre otros medios, autor de varios libros entre los que se destaca “Abadón: la desglobalización y los monstruos incubados en las grietas” (Planeta, 2016), donde analiza esta etapa de la historia en la que se habla de “posverdad”, y que parece haber entrado en trance de “desglobalización”, con los triunfos del Brexit, de los movimientos de extrema derecha, y de Donald Trump. Fantini es también un duro crítico del gobierno de Nicolás Maduro, de Evo Morales y del kirchnerismo, aunque recientemente también es muy severo con Mauricio Macri y su gobierno.

Fantini acaba de publicar el libro “La tenue virtud – Uruguay como excepción al caos en la región” (Planeta, 265 páginas), donde elogia la salud cívica, política, económica y social de la sociedad uruguaya (que ayer nomás vivió la Crisis de 2002 como resultado de 20 años de gobiernos blanqui – colorados) y que indudablemente tiene la impronta y su origen en los gobiernos del Frente Amplio.

El prólogo comienza señalando un mensaje de twitter en que la periodista y politóloga Astrid Pikienly señala que “cuando sea grande quiero ser uruguaya. Además de tener al Maestro Tabárez y el dulce de leche Conaprole, Uruguay es líder en cantidad de donantes en la región”. Fantini comenta que en el pueblo uruguayo, en sus deportistas, en sus artistas y en su clase dirigente encuentran, en términos generales, un nivel de decencia, humildad y sentido común que (muchos observadores extranjeros) no hallan en sus respectivos países”.

El libro contiene entrevistas a los ex presidentes Sanguinetti y Lacalle y al presidente Vázquez (Pepe Mujica se negó, afirmando que no responde reportajes colectivos), y señala que “estas reflexiones completan la mirada sobre sestas décadas (en realidad, Fantini no tiene en cuenta la explosión de la Crisis de 2002, N. de R.), en la que Uruguay junto con Chile fueron la excepción a una regla: la inestabilidad, las pujas salvajes por el poder, la corrupción en gran escala , los grandes colapsos económicos (ver anotación anterior), los estallidos sociales con represión (hubo algún conato, como el Filtro, N. de R.) y masacres, los magnicidios, los liderazgos personalistas y hegemónicos, la crispación política y las grietas que dividen a las sociedades”.  Un elogio que, en realidad, en cuanto tiene de positivo, corresponde por entero a los gobiernos del Frente Amplio.

Escribe Fantini: “las raíces de la excepcionalidad uruguaya son decimonónicas. El republicanismo amaneció en el ideario de Artigas y otros padres fundadores antes de esbozarse en la otra costa del Río de la Plata. A eso agregó una secularidad que preservó la imprescindible distancia entre religión y Estado. La idea de un Estado económicamente activo y socialmente benefactor aparece en el discurso y escritos de José Batlle y Ordóñez (mientras que la idea liberal y la noción del Estado de Derecho toman forma en el pensamiento de Aparicio Saravia y en el accionar político y gubernamental de Manuel Oribe. Dando un salto en el tiempo, el líder blanco Wilson Ferreira Aldunate y el general izquierdista Líber Seregni son ejemplos de los liderazgos con mayúsculas que surgieron desafiando al régimen militar. Hay muchos nombres más para probar la calidad dirigencial que generó todo el arco político uruguayo.”

A lo largo de su libro, Fantini contrapone la “excepcionalidad uruguaya” a la historia reciente de  lo que llama “democracias atribuladas”: Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y lo concluye con los tres reportajes señalados, donde obtiene una respuesta de Tabaré que quiero destacar en estos tiempos turbulentos.

-P: ¿En qué aspecto considera que, en las últimas décadas, pudo haber sufrido un deterioro la calidad de la democracia uruguaya?

– Tabaré Vázquez: ¿Deterioro respectó a qué? ¿A una democracia de ciudadanos que se limitaban a ejercer el derecho al voto cada cuatro o cinco años? ¿A una donde todos lo demás se decidía en tres cuatro paredes por un grupo de hombres adustos?

No es cierto que todo pasado fue mejor. La democracia que hoy tenemos, sin ser perfecta, es bastante mejor que aquellas. Hoy la ciudadanía no se limita al sufragio, hoy las política no es asunto exclusivo de doctores y caudillos, hoy existen varios niveles de gobierno, hoy hay procesos de descentralización política, hoy hay mejores mecanismos de acceso a la información y control de la gestión, hoy hay más trasparencia y eficiencia en fin; el gran encanto de la democracia radica en que nunca será perfecta pero siempre será perfectible. Depende de nosotros y en esa tarea estamos.”

Una democracia, me permito agregar, que con el Frente Amplio agregó el concepto artiguista de que “los más infelices serán los más privilegiados”.

 

Nos vemos en las urnas: trabajemos para ellas

Entonces, con todo lo dicho: ¡Frentistas, a las cosas!

¡Dejémonos de tontear con candidaturas y nomenclaturas que sólo generan líos inexistentes y contraproducentes!

Dediquémonos a pregonar estas verdades estos logros, a contarle al país las cosas que ha hecho milagrosamente el Frente Amplio en tres gobiernos.

Y a contarles que si, Dios no lo permita, perdiera el FA las elecciones de 2019, tendremos en el gobierno a Pompita Lacalle Pou y su “paquete de medidas de urgencia”, al ideólogo de la derecha Julio María Sanguinetti, a los “blancos” que admiran la dictadura como el presidente de la Junta Departamental de Tacuarembó José Felipe Bruno, o el presidente de la Cámara de Diputados Jorge Gandini, a Pedro Bordaberry, a Novick y su Piso 40, a Talvi y sus chicago boys.

Como decía el general Artigas y citaba siempre Seregni : “uníos caros compatriotas y estad seguros de la victoria”.

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