Por Alfredo Percovich
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Vanessa Peirano habló del camino transitado en la interna sindical, de los cambios generacionales, las campañas contra el acoso y la violencia hacia las mujeres. También se refirió al camino hacia el referéndum por la LUC, denunció la campaña de odio contra los sindicatos que pretenden instalar los sectores reaccionarios y cuestionó “la política perversa” del gobierno contra los trabajadores.
¿Cómo llegaste al Puerto y al sindicato portuario?
Cuando estaba por culminar la carrera de auxiliar contable calificada en la UTU de Arroyo Seco, ingresé como becaria en la ANP. Fue ahí en el Supra que comenzó mi verdadera militancia sindical. En 2007 ingresamos una tanda de becarios que la ANP no pretendía dejar como funcionarios estables, así que nos organizarnos en el sindicato que en ese entonces lo presidía Carlos Pocho Hures, un referente ineludible para todos y comenzamos a trabajar. Así fue que a través de nuestra organización, pero con la guía y el apoyo de compañeros como el Pocho, Ricardo Suárez, Oscar López y muchos más, es que logramos que la ANP valorara nuestra experiencia laboral para la contratación a término y luego de tres años de contratados a término, logramos que se incluyera en los presupuestos la valoración de nuestra experiencia laboral, creando un precedente para todos los futuros contratos a término y zafrales de dragado, por ejemplo, que sucedieron después a nosotros. Ese fue un proceso larguísimo que nos llevó poco más de cinco años. A cada uno de nosotros nos agobiada la incertidumbre de no saber hasta último minuto si seguíamos con trabajo o no. Era una situación angustiante no poder ni siquiera planificar si podías pagar o no el alquiler, y eso no saberlo hasta el último momento. Tal vez ahora puedo decir en perspectiva que tuvo su veta de aprendizaje. No puedo olvidar que cuando los funcionarios cobraban la productividad, nuestros compañeros del sindicato hacían colectas para que los que no éramos funcionarios, pero trabajábamos a la par, no sintiéramos tanto la diferencia salarial. Esos gestos suceden cuando se entiende que todos somos trabajadores, pero principalmente somos compañeros.
¿Cómo fue el camino para llegar a ser elegida presidenta del Suanp?
Luego de quedar como funcionaria empecé a trabajar en la sección de Responsabilidad Social de ANP y ahí bajo las políticas de gestión en seguridad y salud ocupacional, y en las de medioambiente, accesibilidad y género. Trabajando con un referente comprometido históricamente con el gremio como Roberto Fontes, es que impulsamos en el sindicato la creación de la Comisión de Género primero y luego la Secretaría de Equidad. Ahí comenzamos a recorrer un camino definido para tratar de que la ANP se interesara por la temática de género y eso lo logramos apoyándonos en el programa de Inmujeres y luego con la obtención de sellos de calidad por parte de la ANP. Posteriormente, la administración asumió un compromiso con el pacto global ONU, fortaleciendo así los vínculos sociales que desarrolla la actividad portuaria en su entorno. Así fue que dentro del sindicato la temática de género y el trabajo de la Secretaría de Equidad dejaron de visualizarse como “una cosa solo de mujeres” y pasamos a trabajar en conjunto en distintos temas como el de la nivelación educativa para terminar los estudios, se abrieron espacios de capacitación para mujeres en el manejo de grúas y en la operativa portuaria. Asimismo, en nuestro sindicato, como en muchos otros, se fue dando naturalmente un recambio generacional, ya que muchos de los veteranos se fueron jubilando y había que tomar la posta y seguir defendiendo el oficio y la historia portuaria. Y así fue que de a poco fuimos teniendo otras responsabilidades; me designaron como representante en el Secretariado Ejecutivo y en la Mesa Representativa del Pit-Cnt hasta que un día mis compañeros de la histórica 1948 entendieron que yo podía ocupar la presidencia y que una compañera que trabaja en el sector operativo de balanzas, y que también milita desde hace unos cuantos años en el gremio, Nanarella Tognola, asumiera como secretaria general. Sabíamos que eso rompía esquemas, pero que solo era posible sostener en un sindicato comprometido con la igualdad de clase.
Tremendo quiebre en la lógica machista de nuestra sociedad en todos los ámbitos, no solamente en lo sindical o en el Puerto.
Totalmente. Representar a un gremio de una actividad históricamente masculina es algo complejo tanto para nuestros compañeros varones como para nosotras. Es un desafío poder salirnos de nuestra tarea concreta y comprender la dinámica laboral de otras realidades sociales que viven nuestros compañeros dentro y fuera del gremio. Es una actividad que tiene tareas y oficios como guincheros, estibadores, apuntadores, dragadores, marineros, jefes de máquinas, gruistas, balanceros, administrativos, contadores, abogados y más. Pero bueno, creo que el compromiso sindical lo llevamos de manera colectiva y gracias al apoyo y confianza de todos los compañeros y compañeras tanto en la ANP, en el Supra y en nuestra central. Es evidente que si llama la atención que una mujer esté al frente de un sindicato portuario, se debe a los prejuicios sociales que tiene nuestra tarea y que sigue siendo estigmatizada. Falta mucho por cambiar en la mirada machista de la sociedad.
Para el Pit-Cnt y para la mirada de algunos analistas, hay una embestida muy virulenta contra los trabajadores, las trabajadoras y los sindicatos en general. ¿Cuál es tu propia lectura?
Creo que es muy evidente que hay instalada una campaña de odio contra los sindicatos, contra el Pit-Cnt, hacia los sectores populares y sociales, contra los derechos conquistados por los trabajadores, las trabajadoras y los sindicatos en general. La campaña tiene distintos costados y es sumamente engañosa, está basada en los prejuicios y estigmas instalados históricamente en la sociedad.
Creo que los avances sociales de los últimos años dejaron al descubierto las grietas culturales existentes, un ejemplo claro fue la instalación del lenguaje inclusivo, cuando rompiendo todo tipo de estigmas sociales se instaló la utilización de la letra «e» para representar una expresión oral y escrita donde «todes» nos sintiéramos aludidos. Como todo nuevo parámetro de medición causó cierto rechazo al principio y sigue costando mucho sentirnos aludidos, pero lo que es indiscutible es que ya sabemos que no refiere ni a una mujer ni a un hombre sino a «todes les persones». Esta forma que deja al descubierto que existen otras personas que tienen derecho a sentirse tan representados como yo fue utilizada para ridiculizar y sacar el foco de lo importante y así seguir justificando un lenguaje patriarcal y machista, pero sobre todo clasista y elitista. En este plano concreto, en el Puerto trabajamos mucho para cambiar esas lógicas de discriminación y estigmas. Desde el Supra apostamos fuerte a que cada 25 de noviembre reflexionemos en conjunto sobre la violencia de género. En 2019 realizamos junto a los compañeros del Sutcra y del Suntma una campaña con las consignas: «No acoses» y «En el Puerto no hay lugar para la violencia».
¿Qué les decían los trabajadores sobre acoso, por ejemplo?
Nos preguntaban si nos molestaba que nos dijeran cosas lindas o si algo que habían hecho siempre cuando nos veían ahora tenían que dejar de decirlo. Nos preguntaban cosas así de cotidianas o simples y les explicamos que aunque no fueran groserías o palabrotas, tampoco tenían por qué decirles a sus compañeras comentarios sobre sus cuerpos.
El movimiento sindical comenzó a transitar el camino de referéndum por la LUC. En términos generales, ¿qué aspectos les preocupan o alertan de los contenidos de la LUC?
Muchos, muchísimos. Al tratarse de una ley que toca casi todos los aspectos fundamentales de la sociedad es mucho lo que incide y específicamente a los trabajadores nos preocupan varios temas. En términos muy generales sostenemos que la LUC tiene tres aspectos graves: el punitivismo, el desmantelamiento de las empresas públicas y el ataque a los derechos conquistados. Un ejemplo claro de esto último es el engañoso formato que plantea del derecho al trabajo en relación a cuando los trabajadores no tienen más remedio que ocupar su lugar de trabajo en reclamo de jornales adeudados y en defensa del sustento de sus familias. Lo que genera esta LUC al respecto es que fomenta el odio. Y apunta a dividir. Todos los trabajadores sabemos que hoy echan a uno y mañana irán por otro y luego nos tocará a nosotros, pero como en esta oportunidad “no soy yo”, o “no me tocó a mí”, si hago la vista gorda y me quedo calladito puedo tirar un poquito más con cierta “tranquilidad” de que mantengo mi trabajo. Nos hacen creer que cuidamos nuestro trabajo cuando en realidad quienes verdaderamente lo están cuidando son quienes reivindican que la plantilla no se achique, los que pelean por nuestros derechos, los que pelean para que la empresa siga adelante y, al mismo tiempo, defienden que se sigan respetando nuestros derechos fundamentales. Porque vale recordar que los elementos de seguridad son parte de nuestro derecho a trabajar seguros y volver a casa. Cuando un sindicato pelea, lo hace por el colectivo, como por ejemplo salir de licencia con un salario extra que nos permita disfrutar a cada uno de nosotros y a nuestras familias del descanso anual. Y nada de eso puede ser considerado nunca como “privilegios”. Por otra parte y en lo específico, hay un capítulo que permite el pasaje de los puertos deportivos a la órbita de ANP, en el marco de un único Sistema Nacional de Puertos. Si bien entendemos que todos los puertos del país deben estar bajo la ANP, Sabemos que pasar a la ANP un negocio que solo se sostiene porque recibe dinero de rentas generales, sin ninguna previsión presupuestal y sin incluir a los puertos rentables actuales como la Corporación Navíos en Nueva Palmira, solo ocasionara un debilitamiento para la ANP como autoridad pública portuaria. Pero por supuesto que además nos preocupan muchísimos otros contenidos de la LUC que sería imposible sintetizar.
¿Y en relación al Presupuesto?
Uno de los puntos de mayor gravedad y que afecta la realidad del país está precisamente en el Presupuesto y es el artículo que pretende desmonopolizar Ancap. La inclusión de ese artículo nos parece un acto antidemocrático y hay que recordar que nuestro país ha ratificado la defensa del monopolio del combustible en el año 1993 y 2004 y eso no se puede desconocer.
¿Te preocupa que el gobierno construya un relato oficial hacia el exterior que habla de las fortalezas de estos años pero hacia la interna sostenga que el país está en ruinas y eso sea la justificación de un Presupuesto de recorte de políticas sociales y programas?
Totalmente, es exactamente lo que está sucediendo. Se construye un relato oficial que habla de un país en ruinas. En nuestro sindicato somos tanto trabajadores públicos como privados y la política del achique a los derechos conquistados que se está imponiendo en el Presupuesto Nacional nos preocupa y mucho. Una estrategia que ha utilizado el gobierno ha sido la de mostrar a los trabajadores públicos como «privilegiados». Eso lo han hecho en distintas oportunidades. Ahora, por ejemplo con el tema de la salud, cuando es inevitable pedir licencia médica y a los públicos no se nos descuentan los primeros días de trabajo. En lugar de equiparar para arriba los derechos de la actividad privada, se decide quitar los derechos consagrados, castigando al trabajador sin la mirada protectora del Estado en materia de salud. Es una política perversa y engañosa que contraviene toda normativa de derecho laboral. En toda relación de trabajo es claro que la parte más desprotegida y que se encuentra en un sometimiento desigual de poder, es la del trabajador, por lo cual toda regularización debe mantener el principio protector y no como en este caso que termina siendo una violación de la norma laboral, opresora para el trabajador y que fomenta el descuido de salud individual. Cada tarea puede ocasionar enfermedades particulares que no se pueden tratar como una gripe más y deben ser tratadas con enfoques específicos. Penalizar las licencias médicas, es decir, el cuidado de la salud del trabajador, no parece ser una forma de entender como prioritario los recursos humanos del Estado, ni su desarrollo laboral, sino más bien una señal de indiferencia a la salud y al cuidado de cada trabajador público. Este es un aspecto entre tantos que nos preocupan y que nos tendrán en frontal actitud militante para revertir con el gremio y todo el movimiento sindical movilizado.
¿Está difícil el futuro?
Siempre lo estuvo. Nunca fue fácil. Me preocupa el país y el mundo que les vamos a dejar a las nuevas generaciones y me gustaría que no fuera una sociedad violenta y sin oportunidades de desarrollo. Con mis hermanos siempre hablamos sobre las diferencias de oportunidades que teníamos en nuestros años de adolescencia y las que tienen ellos hoy, que por suerte son muchas. Creo que la generación del Pepe D’Elía en la organización y la unidad de los trabajadores marcó un camino que firmemente recorremos. Los jóvenes de hoy tienen mayor inclusión social, un espacio algo más libre de estigmas, prejuicios y traumas, pero que muy lejos de desaparecer, son elementos que persiste de forma más solapada en la sociedad. Por lo tanto, creo que para las nuevas generaciones ese es un compromiso con el que deben involucrarse. Todavía falta mucho para equiparar la relación desigual que existe entre el capital y el desarrollo humano de forma amigable y sostenida. La ley de ocho horas tiene más de cien años y aún son muy pocos los sectores que han avanzado en una jornada más reducida, y por tanto, la vida familiar y laboral siguen siendo contradictorias. Las desigualdades siguen siendo predominantes y contra eso nos tendremos que rebelar siempre.
Bailar hasta ser feliz
En la vida de Vanessa los recuerdos de familia se entrelazan en vínculos que parecen amarras que sostienen tantas vidas compartidas. Con tan solo siete años tuvo que llorar la muerte de su mamá, una joven trabajadora de la salud que con 33 años y a siete días de dar a luz, falleció por una mala praxis en la mutualista en la que trabajaba. Vanesa (7) y sus hermanos, Gonzalo (12), Gastón (3) y Gerardo, con apenas siete días de nacido, se abrazaron con el alma a su papá, un laburante de siempre y militar demócrata persistente que aprendió como pudo y con la ayuda de su madre, la abuela Gorda, a criar viudo a tres varones y a una inquietísima niña a la que le habrán faltado algunas cosas, pero nunca jamás cariño y contención. Los recovecos de la infancia de aquella niña deambularon entre prolongadas ausencias de su padre -confinado por días interminables en aquellos cuarteles de la salida de la dictadura- y los abrazos eternos de los domingos cuando él volvía a casa. Después, todo pasó tan rápido como suele suceder en la vida y llegaron otros aires, las maestras de la escuela Experimental de Malvín, los juegos, las amigas y la felicidad construida día a día. Al reencontrarse con su historia, ella se detiene especialmente en aquel día que llegó con miedo y curiosidad, tomada de la mano de su papá, al Centro Social, Cultural y Deportivo de Bolos Valle Miñor, para aprender a bailar y conoció a una bailarina de flamenco que los encandiló a ambos. Para aquella niña, esa profesora y bailarina era todo lo que estaba bien. Casi sin mucho que decir, entre tanta fascinación, su papá se casó con esa mujer que bailaba como Vanessa soñaba que había que bailar para ser feliz. Y a los pocos años, llegó una hermanita para abrazar. El tiempo pasó entre estudios en el liceo 17 y luego en la IEC para ser ayudante de arquitecto, y ahí comenzó la militancia en el gremio de la UTU. Por casualidad no participó de la movilización del Filtro, pero recuerda que varios de sus compañeros -incluidos algunos estudiantes vascos- la pasaron muy mal. A los 16 años tuvo su primer trabajo en una fábrica de billeteras de cuero, luego llegarían empleos en el rubro gastronómico y en plena etapa de rebeldía buscó su lugar en el mundo y se abrió camino ella sola. Por entonces y a través de amigos en común, conoció a Carlos, un trabajador del Mercado Modelo, separado y con una hija de nueve meses. Vanessa con 18 y Carlos con 21, se casaron y al poco tiempo llegaron Nicolás y Romina a sus vidas. Aquella bailarina inquieta, que lloró desconsoladamente la pérdida de su mamá, hoy es madre orgullosa, feminista tenaz, militante sindical de todas las horas y actual presidenta del sindicato portuario.