En casi cinco años de guerra civil, cerca de 400 mil sirios fueron asesinados y otros 70 mil perdieron la vida debido al desabastecimiento de sus necesidades básicas, al no contar con agua potable ni servicios de salud, remedios o lugares donde vivir, según informó el diario británico “The Guardian” citando un nuevo informe del Centro Sirio de Pesquisa La cifra que representa el 11,5 % de la población del país es mucho mayor que la estimada por las Naciones Unidas hace año y medio cuando la organización dejo de hacer estadísticas. Según el documento, la riqueza nacional, determinadas infraestructuras e instituciones del país fueron casi totalmente destruidas ante el impacto catastrófico del conflicto cuyo final no se visualiza. «No usamos métodos muy rigurosos para realizar el informe por eso no tenemos la certeza de este escenario», dijo Rabie Nassr, autor del informe. «Muertes indirectas serán mayores en el futuro aunque la mayoría de las ONGS y la ONU no pongan la debida atención», agregó. El informe apunta a que 1.9 millones de personas han resultado heridas en este periodo y que la expectativa de vida cayó de 70 años en 2010 a 55,4 años en 2015, mientras las pérdidas económicas globales están estimadas en 255 billones de dólares. Los nuevos números del drama humanitario son también una alerta para el agravamiento de la situación en la región de Alepo, al norte del país, dónde una ofensiva del gobierno de Bashar al-Assad apoyada por bombardeos rusos ya mató más de 500 personas en diez días, según el Observatorio Sirio para los Derechos humanos. Entre las víctimas, 23 son niños. Delante del avance de las fuerzas del régimen la ONU informó que 300 mil personas pueden quedar sin ayuda humanitaria en la región si las fuerzas gubernamentales sitiaran la ciudad, táctica ya usada por el régimen contra otros reductos rebeldes. El Servicio de Ayuda Humanitaria de las Naciones Unidas informo que la operación del gobierno cortó rutas de abastecimiento para 120 mil personas en Homs, causando riesgo de hambre y muerte. La acción militar también provocó una nueva onda de migraciones en masa. Decenas de millares de personas huyeron de la región en conflicto, muchas de ellas siguiendo para la frontera con Turquía donde esperan autorización para atravesar al país vecino. Aún existiendo gran presión internacional, el gobierno turco permanece con el cierre de la frontera e insiste en la necesidad de una zona de seguridad el Norte de Siria para proteger los civiles en situación de vulnerabilidad. El presidente turco Tayyip Erdogan, acusó a la ONU de falta de sinceridad al pedirle a Turquía que ayude a más refugiados sirios en vez de actuar para detener el derramamiento de sangre en Siria, pidiendo que la organización haga más para evitar lo que denominó como “limpieza étnica” en la nación vecina. «Existe la posibilidad de que la cantidad de refugiados nuevos llegue a 600 mil si los ataques aéreos continúan. Estamos preparándonos para eso», afirmó Erdogan en un foro de negocios en Ankara. «Tendremos paciencia hasta cierto punto y después haremos lo que consideremos necesario»,dijo.
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