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Adolfo Garcé: Consejero académico de una base de operaciones anticastrista

Por Leandro Grille.

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Mediante una carta que reproducimos en esta edición, a propósito de mi artículo sobre la visita a Uruguay de Rosa María Payá, el politólogo y candidato a decano de Facultad de Ciencias Sociales Adolfo Garcé expresa que su vinculación con la fundación Cadal (Centro  para la Apertura y el Desarrollo de América Latina, organizadora de la visita) es la de consejero académico y no la de coordinador académico, como erróneamente consignamos. Asimismo, manifiesta que la labor que desempeña para Cadal es honoraria, aunque sobre este punto no se dice nada en el artículo de marras y en ningún caso sugerimos que, además de trabajar para una organización fachada sostenida por los Estados Unidos para la lucha contra Cuba, lo hiciera en violación de la dedicación total que tiene en su cargo docente de la Universidad de la República, y que le prohíbe expresamente cualquier otra relación laboral rentada.

 

Ahora bien, en la extensa misiva, Garcé hace algunas consideraciones que merecen contestación. Dice que él no es un “militante anticastrista” y aunque no desmiente que Cadal sea una base de operaciones y reconoce que Página 12 ya denunció esto hace varios años, sostiene que ese prestigioso diario argentino es capaz de distinguir entre Cadal y él, para lo cual acerca como prueba la referencia a una “líndisima” entrevista que le hiciera una periodista de Página 12 en su carácter de analista político y ensayista.

 

Ahí vamos. Yo no sé ni me consta que Página 12 distinga a Cadal de sus integrantes, pero es necesario que Garcé comprenda que Cadal es una fundación financiada por los Estados Unidos para hacer campaña contra la Revolución Cubana. Eso es notorio y público. Las propias agencias de los Estados Unidos (Usaid, NED) han reconocido los aportes económicos que han destinado a esa organización y a la fecha de las primeras denuncias sobre Cadal, la ONG había publicado 16 libros, de los cuales 9 eran sobre Cuba y contra la Revolución Cubana en títulos como los siguientes: “Las Damas de Blanco. Las mujeres de los prisioneros de la Primavera Negra cubana”; “Escrito sin permiso. Reportaje desde el calabozo”; “Así se vota en Cuba. Un análisis forense sobre el sistema electoral de Cuba”;  “Ensayos progresistas desde Cuba. Los escritos que el régimen consideraba un atentado contra la paz internacional”; “Diplomacia y derechos humanos en Cuba. De la Primavera Negra a la liberación de los presos políticos”; “Antes que amanezca y otros relatos”; “Elementos de teoría constitucional. Una propuesta para Cuba”; Corrupción en Cuba y cómo combatirla. Una propuesta de auditoría social”; “Otra grieta en la pared. Informe y testimonios de la Nueva Prensa Cubana”; “Osvaldo Payá Sardiñas y el Proyecto Varela. La lucha pacífica por la apertura democrática en Cuba”.

 

Semejante obsesión editorial para publicar libros que, por lo demás, no lee nadie ni en Uruguay ni en Argentina, de una ONG financiada por la Usaid y la NED, entre otras agencias estadounidenses y fundaciones patrocinadas por estas, es ilustrativo sobre el carácter de base de operaciones, pero si faltara alguna prueba, basta con reseñar las actividades que han organizado en estos años, tanto en Uruguay como en Argentina: visitas de las Damas de Blanco, charlas de la médica cubana Hilda Molina, que desertó de la dirección del Centro Internacional de restauración neurológica de Cuba para irse a Argentina y abrir una clínica privada allí, charlas con el “disidente” Húber Matos, con el agente de la CIA de nacionalidad cubana Carlos Alberto Montaner, con Rosa María Payá, entre otras tantas actividades del mismo corte. En alguna ocasión el director general de Cadal en Argentina intentó hacer actividades también en Cuba, donde fue declarado “inadmisible”. Cadal ha entregado, además, premios sobre Derechos Humanos en Cuba a organizaciones contrarrevolucionarias, y en ocasiones de su aniversario se acumulan las salutaciones de mercenarios cubanos, quienes le reconocen su prolífica tarea.

 

Como Cadal es una base de operaciones contra Cuba en la región financiada por los Estados Unidos, va de suyo que Garcé es un militante anticastrista, aunque él no se reconozca como tal. De hecho, como es una fundación financiada por agencias estadounidenses para la lucha anticomunista, su condición de consejero académico lo convierte en un agente. Así el agente Garcé puede ser honorario (y debe, de acuerdo a las disposiciones rigurosas que regulan la dedicación total en la Universidad) pero es agente al fin. Y debería entenderlo sin escándalo, porque ser integrante de una base de operaciones anticubana no es una posición académica, es una decisión política que lo transforma en militante. Claramente cualquiera puede distinguir entre una ONG y una persona, entre una entidad institucional y un homo sapiens sapiens. Pero el propósito de esa distinción es ontológica, entre el ser y la cosa, nada más. A partir de ahí, si sos consejero académico de una fachada financiada por la NED y la CIA, tenés que hacerte cargo y no pedir una mirada fina que te preserve de la mierda en la que te metiste. Estás ahí, formás parte de eso. Sos responsable, partícipe, adherente y hasta cómplice de sus acciones.

 

Sobre su pregunta sobre si para mí lo que hay en Cuba es una dictadura, debo responderle desde el alma: para mí lo que hay en Cuba no es una dictadura, es una Revolución. Y no solo eso. Es la Revolución más hermosa que ha existido en el siglo XX. Una certeza inaccesible para los politólogos conversos como él, pero inevitable para los que llevamos en el corazón la silueta de la isla rebelde que nos vio nacer.

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