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Política

El padre de la criatura

Alem García: Si Sartori gana, sería trágico que la Convención no lo reconociera

El dirigente nacionalista Alem García, dice que Sartori es el candidato más atacado en la historia del partido y que el Honorable Directorio se hace el distraído. Cree que va a ganar y que los blancos que dicen que es un desconocido no decían lo mismo cuando le pedían plata para financiar sus campañas.

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Usted tiene mucho que ver con la candidatura de Juan Sartori. ¿Usted lo convenció a él o él lo convenció a usted porque necesitaba una estructura partidaria para impulsar su candidatura?

En primer lugar, tengo una relación con la familia de muchos años, de décadas. Fui compañero de Rosina Piñeiro, la madre de Juan Sartori, cuando el Movimiento por la Patria y el Movimiento Nacional de Rocha prácticamente eran una misma corriente dentro del partido. Juan obviamente no había nacido y Rosina Piñeiro, wilsonista muy militante, trabajaba colaborando en el Senado.

Con Rosina tenemos ese conocimiento personal de décadas. Juan Sartori se recibe de economista -antes se había ido del país con su madre, cuando ella fue trasladada a Europa a trabajar, porque ella era funcionaria de ONU- y lo primero que hace es regresar a su patria, a su país, donde empieza a trabajar. Tenemos una muy vieja relación, pero Juan Sartori nunca antes había querido involucrarse en la política, siendo profundamente blanco. No solamente por su familia. Uno de sus bisabuelos, Santiago Sartori, fue servidor con Saravia en 1904. Hay otros miembros de su familia que estuvieron vinculados al movimiento de Rocha, e incluso en Colonia, uno de ellos fue presidente de la Junta Departamental, cuando Carmelillo Mederos era el intendente. Mi vinculación con él comenzó de una manera natural, aunque no puedo precisar una fecha, porque hay una relación que venía de antes con sus padres. Su relación con la política se decidió de una forma plural, porque no fui yo solo el que lo impulsó a Juan para que tomara esta decisión. Es un grupo que conoce desde hace tiempo las aptitudes y la capacidad que tiene Juan y por eso hemos pensado que él debía involucrarse en la política. Él se tomó su tiempo para decidir. Decidió en función de un intercambio con su familia, especialmente con su esposa -era una decisión difícil-. Se tomó su tiempo porque la decisión implicaba un cambio muy profundo en su vida. No es lo mismo ser un empresario que dedicarse a la tarea política. A mí me hubiese gustado que se involucrara antes, mucho antes, con el partido y con la política, porque la única relación que él había tenido con el partido -aun siendo blanco, porque es un gran lector de la historia partidaria, gran lector de Juan Pivel Devoto- fue la de colaborar financieramente con los precandidatos que ha tenido el partido.

¿Sartori ya había puesto plata en campañas anteriores?

¡Sí, sí, claro! Por eso digo: él nunca había querido involucrarse con la actividad política, nunca había militado en el Partido Nacional; su vinculación primera fue ser un colaborador en las campañas financieras de los candidatos que en elecciones anteriores ha tenido el partido.

Pero él podría haberse involucrado en la política acompañando algunas de las ofertas que presentaba el Partido Nacional para la candidatura a la presidencia. Evidentemente llegó a la conclusión de que esa oferta era insatisfactoria o que él le podía aportar al Partido Nacional algo nuevo.

Es así. Somos varios los que, dentro del Partido, desde hace tiempo sostenemos que hacía falta otra corriente, otro movimiento. El Partido Nacional tradicionalmente ha tenido dos pilares: el herrerismo y otra ala que, en las últimas décadas, se le denomina wilsonismo. Antiguamente, desde el inicio del Partido, ya en la época de Aparicio Saravia había dos corrientes en el partido: por un lado, Aparicio lideraba a las “masas” -no me gusta hablar de “masas”-, a la gente, era un caudillo. Por otro lado, estaba otra corriente del Partido, a la cual Aparicio llamaba los doctores del Directorio, a veces medio despectivamente. Las dos alas conformaron algo muy importante, nada menos que un partido que ha contribuido mucho a la formación de la nacionalidad. Los doctores del Directorio, como los llamaba Aparicio, contribuyeron desde el punto de vista académico, legal, lideraban en Montevideo a la gente vinculada al puerto o en tareas comerciales. Desde aquella época ya había dos corrientes en el partido. Y si venimos a la época reciente, el herrerismo y el wilsonismo. En las últimas elecciones, con ese sistema de dos corrientes, de dos pilares, el partido no ha logrado más que perder las elecciones. Salvo la de 1989, el partido viene perdiendo siempre con el método de los dos pilares. Entonces, somos muchos los que hemos pensado que hacía falta una tercera vía, una tercera corriente para hacer más eficaz la acción partidaria para la tarea de acceder al gobierno. Indudablemente, Juan Sartori, que ha sido el fenómeno de esta elección interna, constituye la prueba del 9, hablando en términos matemáticos, porque es la prueba que acredita que había un vacío entre los dos grandes pilares que alguien tenía que venir a llenar. Por suerte, Sartori resolvió hacer política y lo agarramos en un momento muy especial de su vida: porque el ha tenido grandes logros en el ámbito empresarial, que son consecuencia de su trabajo -es un gran trabajador- y de su inteligencia, porque Juan Sartori no recibió un peso de herencia. No recibió ayuda de nadie ni de nada: todo lo que hizo lo hizo por su esfuerzo personal.

Más allá de sus aspectos históricos, se podría decir que hoy el wilsonismo expresa una corriente más desarrollista, más progresista, y el herrerismo, desde el punto de vista económico, representa una opción aperturista, más cercana al neoliberalismo. ¿Dónde se ubica Juan Sartori en esa dicotomía?

Juan Sartori se ubica en el medio de esas dos posiciones ideológicas y políticas. En algunos aspectos, Juan Sartori es, en parte, wilsonista, y ahí rescato su valoración de nuestro sector agropecuario y concebir al país utilizando los recursos que nos ha dado la naturaleza. El país puede ser una potencia productora de alimentos a través del desarrollo y promoción de agroindustria. Eso le daría al país carácter de país potencia en la producción de alimentos para el mundo. Todo eso está en la concepción wilsonista porque Wilson fue un gran promotor de esto, aunque sin alcanzar los objetivos, porque todos sus grandes planes quedaron sin cumplirse. Desde otro punto de vista, Juan Sartori se puede considerar también herrerista, en lo que tiene que ver con la defensa de cuestiones irrenunciables para todo país, y más para todo pequeño país, que asegura su existencia a través del reclamo de la vigencia estricta del derecho internacional. Los pequeños países si no se aferran al cumplimiento estricto del derecho internacional, quedan a la deriva y en una situación de extrema fragilidad, que igualmente, dada la realidad del mundo, los pequeños países no tiene otra herramienta y algunos organismos internacionales como ONU, pero en definitiva la fuerza real y el poder real en el planeta están en manos de determinadas potencias que hacen lo que quieren en función de decisiones políticas y sin importarles mucho el derecho internacional y las resoluciones de la propia ONU; basta con mirar lo que ocurre en Medio Oriente.

¿Me está diciendo que Sartori es antiimperialista?

Juan Sartori es, desde el punto de vista de la visión de la política internacional, un aferrado a la normativa internacional; proclama el respeto de la norma internacional y naturalmente que es antiimperialista en el sentido de que no podría compartir jamás la injerencia de una potencia en países como los nuestros, como los países de América Latina. Naturalmente que es antiimperialista. Lo que no quiere decir que no esté a favor de una integración económica y el intercambio comercial y la complementación de determinados países con otros en virtud de lo que puedan ofrecer unos y necesiten otros. Estamos en un mundo globalizado. Por más antiimperialista que se sea, no se puede negar la realidad de hoy. Yo soy profundamente antiimperialista, porque soy blanco. El blanco que sea consciente y que sepa lo que es la historia de nuestro partido tiene que ser antiimperialista, pero el antiimperialismo del Partido Nacional debe estar adaptado a las condiciones del mundo de hoy. Si esa posición ideológica clara se lleva a extremos, sería una utopía, no sería nada pragmática y sería una posición principista, utópica, que no serviría de nada.

¿Por qué le parece que cayó tan mal en el resto de la dirigencia del Partido Nacional la candidatura de Sartori?

No porque fuera un desconocido. No hay político que conozca la realidad de este país que no lo conociera. Es como decir que hay un político en este país que no conoce lo que es Saman o Coopar. Hay políticos en el Parlamento que han demostrado mil veces que están en una verdadera burbuja y no conocen la realidad del país. Pero cualquier político de verdad que conozca la realidad de Uruguay no puede decir que desconocía a Juan Sartori. No hay persona que esté involucrada con el país que no sepa lo que ha ocurrido en la agricultura, la ganadería y la forestación. No hay tractorista, no hay camionero, no hay maquinista o alguien que maneje una cosechadora que no sepa quién es Juan Sartori y su empresa. A nivel popular, en el interior del país el que más o el que menos lo conoce porque trabajó directamente o porque tiene un pariente o un amigo que trabajó con él.

Pero hay dirigentes del Partido Nacional que dicen que Sartori llega siendo un empresario con mucho dinero y se quiere comprar el Partido.

Pero los que han dicho eso dentro del Partido Nacional revelan un desconocimiento terrible del país. Pero si alguien quiere tener responsabilidades políticas, lo primero que debe conocer es el aparato productivo del país. Y, además, ahora dicen que no lo conocían, pero sí lo conocían cuando había que ir a tocar el timbre para pedir colaboraciones en las campañas financieras para pagar los gastos electorales.

Usted envió dos cartas a la presidenta del directorio, Beatriz Argimón. En la primera carta se quejaba y pedía que se detuvieran los “insultos” y, en la segunda, a propósito de lo publicado en el diario El País el domingo, nota en la que se afirma que hubo un acuerdo entre los otros precandidatos blancos para no mencionar a Sartori. Estamos hablando de una interna caliente. Larrañaga y Lacalle Pou desmintieron esto.

Yo pienso que estas cartas van a tener sus efectos positivos, especialmente esta última. El motivo de esta carta es que el Honorable Directorio tome cartas en el asunto, que no se hagan los distraídos directorio y su presidente porque en realidad todo el mundo sabe que Juan Sartori ha sido víctima de ataques de todo tipo. No hay cosa que no se haya dicho de Juan Sartori. ¿Cómo la señora presidenta del directorio va a salir a decir que a ella no le consta que hayan existido ataques contra Juan Sartori? Nunca en la historia del país hubo un candidato del Partido Nacional que haya sido objeto de tantos ataques, de tantas mentiras y de tantas noticias falsas. Le han dicho de todo: han dicho que tiene relaciones con la mafia rusa, que quién sabe de qué manera hizo el dinero y dónde lo hizo. Demuestran una ignorancia total porque lo que tiene en su patrimonio es fruto de su trabajo acá en el país, en el sector argrícola y en otros subrubros del sector agropecuario. Han dicho que tiene negocios turbios con su suegro, cuando jamás ha tenido negocios ni grandes ni pequeños con su suegro. Es simplemente el esposo de su hija. Lo han acusado de ser deudor del BROU. Juan Sartori no le debe un peso al BROU ni a ningún banco. Lo que tiene la empresa de Juan Sartori es una línea de crédito con un banco privado y una línea de crédito con el BROU, que el BROU le ofreció, y en ambos bancos se están amortizando los intereses y el capital. Las noticias que se han difundido han sido falsas.

Pero cuando empiezan este tipo de acusaciones en el Partido Nacional, no terminan nunca. A usted lo han acusado de antisemitismo, de relación con Hezbollah, en algún momento lo acusaron de nazi. Le pregunto porque el tono de la campaña después la interna tiene consecuencias.

Sí, esa es la motivación de las dos cartas que hemos presentado en el directorio. Nosotros queremos que el tono de la campaña interna cambie. No rehuímos el debate. Es natural que en una elección interna haya confrontación, intercambios que pueden llegar a ser choque de posiciones. Pero una cosa es el debate y la polémica intensa, la discusión política, y otra cosa son los agravios de orden personal. Agravios e injurias.

Ayer leí un tuit de Ramírez Saravia, hijo de Juan Andrés Ramírez y dirigente de Orejanos, sector que apoya a Larrañaga, diciendo que “acataría el resultado de la interna… o no”, dando a entender que si gana Sartori, no. Hay gente en el Partido Nacional sugiriendo que si Sartori gana, con este tipo no van. ¿Le preocupa un escenario de ese tipo en una Convención sin mayoría absoluta en la que, supongamos, Sartori obtenga el primer lugar?

Las manifestaciones de gente que no tiene criterio, que la gente los mira y ya sabe quiénes son… ese tipo de manifestaciones agraviantes, que incurren en la injuria… ese tipo de manifestaciones de gente intrascendente no me preocupan en absoluto. Sería un desastre para el partido, pero también para el país, que la Convención no reconozca el triunfo a nivel popular de un candidato. Si Juan Sartori resulta triunfador el 30 de junio y en la Convención algún demente pretende impulsar alguna trampa para burlar el veredicto de la gente expresado el 30 de junio, sería…

¿El tiene la posición de que el que gana gana, aunque no llegue a 50%?

El que gana gana, esa es la norma del Partido. Sería un desastre que no se respetara ese criterio. Sería enterrar para siempre la mejor tradición del Partido Nacional, un partido democrático, republicano. Un partido que luchó por la libre expresión del pensamiento. ¿Cómo en una interna va a ganar un dirigente y la convención va a desconocer el triunfo de ese dirigente, cualquiera que sea? Eso se puede dar también respecto a Luis Lacalle. Si Luis Lacalle gana, sería muy malo para el partido y para el país que haya una conspiración, una confabulación, en la que todos los demás se unan para decir “no, aunque Luis Lacalle ganó, no es el candidato único”. El que gana gana. Si Sartori gana la interna, sería trágico que se desconociera su triunfo.

El País publicó esta información, los precandidatos la desmintieron, pero al día siguiente el matutino ratificó su publicación de acuerdo a sus fuentes. ¿Cree que existió ese acuerdo?

A esta altura, en este país, que somos muy pocos, ya se sabe todo: el diario El País tiene razón. Confío en el diario El País.

Usted dice que sí hubo un acuerdo

Sí, sí. Tiene razón el diario El País. Y lo ratificó. Hizo referencia a un dirigente e hizo referencia a un senador.

Dicho por usted es más grave que dicho por un diario.

Es así. Confío en el diario El País, que hace referencia a determinadas fuentes y solo falta ponerle nombre y apellido. Confío en la versión del diario El País como fidedigna y también confío en la postura de Jorge Larrañaga y en la postura de Luis Lacalle Pou.

¿Pero cómo es posible eso si ellos lo desmienten?

Ahí está el quid del asunto. A Larrañaga y a Luis Lacalle Pou los respeto mucho y sé que hacen todo lo que está a su alcance para que el partido obtenga el triunfo en octubre. Ellos tienen una enorme responsabilidad, y de la responsabilidad y el cumplimiento de las obligaciones de todos los dirigentes de primer nivel depende que las cosas en este país cambien o no. Confío en que Larrañaga y Lacalle Pou puedan parar esta acción inconveniente. Lo que yo les pido es que puedan dominar a los mezquinos que están preocupados solo por sus cargos y por sus sueldos.

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