Este Día de Reyes, en el cual nadie parece acordarse de los niños que no reciben nada o, a lo sumo, algún juguete viejo remozado por alguna institución benéfica que, a su vez, lo recibió donado por un niño al que se le está enseñando “que hay que compartir”, un grupo de trabajadores represaliados luego de su lucha sindical bloqueó la entrada a un supermercado Multi Ahorro. Concretamente, el que está en la calle Jackson casi Canelones y lo están haciendo porque la patronal tomó medidas contra ellos como venganza luego del largo conflicto salarial.
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¡Se dan cuenta! Están bloqueando la entrada e impidiendo pasar a quienes quieran hacer sus compras allí y eso alborotó el gallinero. Ya aparecieron los pulcros defensores de la libertad. Durante la larga lucha de Fuecys esta metodología ha sido aplicada por los trabajadores y es de destacar que en ningún caso de los cientos de bloqueos se produjeron incidentes. Ningún cliente indignado intentó pasar con violencia, ninguno requirió auxilio de la fuerza pública y ningún trabajador resultó violentado. Ni los huelguistas ni los pobres desgraciados (me niego a llamarlos carneros) que se presentaron a trabajar. En esa rama, nueva, numerosa y maltratada, era la primera vez que se intentaba en serio llevar adelante una lucha y es comprensible que muchos dudaran. Que muchos temieran perder ese ingreso miserable, pero necesario para sobrevivir.
Espero, compañeros, que hayan aprendido que la unión hace la fuerza y se animen en la próxima. Porque, sin duda, habrá próxima y próximas, dado que la lucha de los trabajadores es constante. También es constante la presión capitalista por gastar en ellos lo mínimo y obtener de ellos lo máximo. ¡Eso es la lucha de clases! Que se hace visible cuando no aguantamos más y vamos a la huelga o a la manifestación. Los que todos los días les roban plusvalía a sus dependientes se indignan cuando estos reclaman.
“Lo tuyo me dices, ladrón de perdices”, era un dicho que se repetía de una zarzuela cuyo nombre no recuerdo.
El asunto es que durante el conflicto, que nadie se atrevió a cuestionar en cuanto a la justicia del reclamo, surgieron como cloqueos de gallina asustada los análisis jurídico filosóficos respecto de la Libertad.
Así, con mayúscula y voz campanuda: la Libertad. Coartada, violentada, violada, ¡asesinada! por estos bárbaros que impedían el ingreso a los comercios para reclamar… 20.000 pesos de sueldo por ocho horas de trabajo, cosa que consiguieron con excepciones y a partir de mediados de este año.
Seguro, en sus cloqueos no mencionaban ni lo irrisorio del reclamo frente a lo que cuesta sobrevivir, ni las enormes ganancias de las grandes superficies, ni las ventajas que les dio la Ley de Inclusión Financiera ni nada que tuviera que ver con la realidad concreta.
Nadie hace cuestión y parece que a nadie le importa, pero nuestro “banco país”, en lugar de favorecer al chico, favorece al grande. A los comercios de barrio les cobra 5% por administrarles los pagos con tarjeta. En cambio, a los supermercados les cobra únicamente 2%.
Las disquisiciones filosóficas del gallinero procapitalista situaban el problema en una cuestión de principios. En la aridez fría de lo filosófico, ¿es legítimo que para defender un reclamo se vulnere la Libertad?
¡Que horrible! Quizás alguien, tal vez alguien impedido y cuasi moribundo, terminara sus días lleno de desesperación y vacío de alimentos porque un grupo de desaforados habían vulnerado su derecho a entrar a comprar pan o leche.
Tal vez esa horrible y detestable metodología entronizará la violencia en la sociedad y la democracia se pierda. ¡Toda una intolerable violación a principios sagrados!
No les quiero cobrar nada del pasado, pero sí recordarles que la gran mayoría de los ahora celosos defensores de la libertad, la democracia, la convivencia pacífica y todas esas cosas callaron prudentes cuando la dictadura avasalló el Estado de derecho.
Recuerdo una canción: “…es cierto, muchos callaron cuando yo fui detenido/vaya con la diferencia, yo preso y ellos sometidos”. Los que más abstractos, filosóficos y legalistas no estaban precisamente sometidos. Más bien estaban aprovechándose de la situación.
Pero ¡para que recordar cosas viejas! Mejor olvidarlas, dejar morir el pasado mientras ellos preparan un posible futuro a su gusto.
Bueno, señores teóricos de las libertades, la legalidad y las buenas maneras, la huelga es una cuestión de hecho. Está garantizado el derecho porque lo impusimos y lo ampliamos en el orden jurídico y porque lo hacemos. Porque podemos y lo hacemos. Y si no les gusta, intenten quebrar el equilibrio.
Me niego a someterme a los impolutos análisis teóricos que dejan de lado la realidad. Me niego a que se condene un bloqueo y no se condene la acción contra la cual se está reaccionando.
Me dirán: se puede reaccionar contra represalias patronales por el camino legal, no hay por qué violentar la convivencia pacífica. ¡Canta lindo el pajarito! Así que si el patrón me echa, yo puedo recurrir al amparo legal. Sí señor, esa vía no se desprecia. Y el “mientras tanto” y el acoso disimulado y ejemplarizante y la ofensa ¿cómo y cuándo se paran? Ningún trabajador hace huelga por gusto; cuando no trabaja, no cobra. Y si tiene que recurrir a otras formas, dentro de las cuales están las ocupaciones y los piquetes, se recurrirá a las mismas.
Está claro que, en la base, el conflicto social es una situación de hecho y no empieza cuando los trabajadores toman medidas, sino que se origina en situaciones salariales o de condiciones de trabajo. Condiciones de trabajo materiales y mil veces buena la Ley de Responsabilidad Penal Empresarial, y en condiciones inmateriales. Mil veces buenas las leyes contra el acoso y la discriminación. Y mil veces reclamable la Ley de Fondo de Responsabilidad Patrimonial Patronal. ¡Basta de patrones estafadores en la opulencia y trabajadores en la calle sin cobrar!
Estos cloqueantes filósofos de la Libertad ¿alguna vez reclamaron por los derechos vulnerados de los trabajadores de una patronal ladrona que de golpe y porrazo cerró y se piantó dejando un tendal de deudas? ¿Alguna vez lo hicieron? ¿Alguna vez se pusieron en la situación del trabajador al que dejan sin empleo, sin salario y sin despido? ¿Alguna vez alguno de estos abstractos y abstrusos filósofos sentados en sus torres de marfil sufrió alguna de estas cosas?
¡Nada de Turris eburnea, las cosas son aquí y ahora! Y detrás de las cosas hay gente que vive y sufre.
Muy lindo, muy reconfortante cantarle loas al respeto por el derecho de los demás, pero ignoran el primordial derecho de la gente a vivir de su trabajo y ser respetados.
Se los diré en lenguaje bíblico ahora que el cardenal Sturla nos quiere sacar el balde de la cabeza: porque no son ni fríos ni calientes, serán vomitados por el Señor.
¡Y vamo’ arriba, compañeros! Hemos andado un poco a los tumbos en la lucha social. Demasiado personal nuevo que se inflamaba ante cualquier cosa y muchas veces metía la pata. Empezaba por la medida mayor y después se quedaba medio sin aire.
En la lucha se aprende. También nosotros, los viejos, que a veces creemos saberlas todas, aprendimos así. En lo particular, con los años me vine a dar cuenta que en mi primer huelga no estaba luchando por un aumento. En mi ingenuo descubrimiento de que la injusticia existía, de que era algo concreto que nos estaba negando lo que reclamábamos convencidos de que era justo, empecé una huelga por aumento y me negaba a terminarla porque ya no era por salario únicamente. Para mí ya era contra la injusticia.
Uno demora en entender que esa es una lucha mucho más complicada, con alternativas, avances y retrocesos, y que supone un compromiso de vida.
¡Vamo’ arriba! La lucha vale la pena. ¡La vida sólo vale la pena si la luchamos!