Omiten decir que el ejercicio de la libertad implicaría que toda la sociedad viviera en las mismas condiciones, solo diferenciada por el libre albedrío, y que sin términos medios, la otra cara de la libertad es la prohibición.
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En todas las zonas rurales del país incluida Montevideo sobreviven desde tiempos inmemoriales familias que se dedican a una pequeña producción de animales que cumple con las necesidades de autoabastecimiento y permite un pequeño comercio de cercanía territorial.
Si se mide por los estándares de ingresos económicos, están dentro de la franja de pobreza, aunque para ellos, imbuidos de una cultura paisana, asumiendo muchas actividades como rebusques para sobrevivir, se perciben así mismos como “gauchos o paisanos pobres” que viven con cierto orgullo en la sobriedad.
Obligados por la necesidad de sostener un pequeño “capital de giro”, se mantienen a raya del consumo generalizado sobre bienes de servicios y el confort.
De este modo, antes que pensar en los arreglos de la vivienda, cambiar el televisor por el plasma o adquirir el celular de última generación, un freezer para el congelado de carnes, el veterinario, el cambio de plantel de gallinas, arreglar alambradas y corrales o comprar una mejor lechera, son los presupuestos prioritarios.
Ninguna de estas familias son propietarias; los de mejores ingresos o ligaron buena suerte son medianeros, es decir, alquilan un pedazo de tierra con vivienda, pero en su gran mayoría son “cuidadores” con derecho a usufructo de las instalaciones y permiso para algún emprendimiento.
A pesar de su palpable pobreza, muchas veces quedan en un limbo por las definiciones de las franjas de ingresos y el Mides no ha demostrado mucha flexibilidad en atender algunas situaciones.
El Viejo Perera, por ejemplo, que vivía en una chacra abandona de diez hectáreas en la zona de Rincón de Pando, no tuvo acceso a un ingreso de emergencia porque para el funcionario que lo atendió, vivir en una chacra de ese tamaño lo convertía en un hacendado.
La producción en la zona rural de Montevideo es variada aunque en general monoproductiva. Hay quienes se dedican a criar dos o tres lecheras para ordeñar y vender leche en las cercanas zonas pobladas y cada tanto algún queso casero cuando la oferta supera la demanda y se tienen los conocimientos e implementos mínimos para la elaboración.
Otros crían corderos y lechones para la zafra de las fiestas navideñas y realizan una faena en invierno que permite elaboración de algunos cortes de carnes y fabricación de chorizos caseros.
Otros se dedican a una mínima producción avícola que les permite la venta de huevos caseros y gallinas para pucheros o pollos, y en un nivel productivo un poco más desarrollado, vender las carcasas de pollos como alimentos para perros.
Otros crían perros de raza, desde la nueva ley todos con chip de identificación y vacunados, pero en general por fuera del circuito del registro de pedigrí, lo que los hace económicamente más accesibles.
Los que disponen de mayor espacio, se dedican a lo que definen como “pensionado de caballos”. Cuidan, crían y entrenan equinos propiedad de gente que vive en la ciudad y que necesitan un espacio para el pingo, al que van a visitar para cabalgar durante los fines de semana.
Algunos de esos animales son adquiridos por los hurgadores que forman parte de un peculiar circuito comercial.
Una gran cantidad son monteadores que hacen su zafra durante el invierno en las fiestas navideñas. El monteador cumple con dos requisitos fundamentales: primero que tala en montes a los que tiene autorización de ingreso y corte, y sabe cómo talar para que el monte vuelva a regenerarse, ya que de ello depende su propia fuente de ingresos. Es de las actividades menos rentables y donde, en general, vive en permanente conflicto con taladores furtivos.
Estado esquivo
Los ingresos económicos mensuales en estos sectores, si logran sostenerse, son de unos 20.000 pesos.
A esos 20.000 pesos se les podría agregar como activos el pago de bajos alquileres o la ausencia de los mismos y que parte de la producción forma parte de la dieta alimenticia propia.
A pesar de la escasa distancia del Centro de Montevideo, no hay suministro del servicio de OSE, lo que dificulta el acceso al agua en la calidad que brinda ese organismo, pero es un gasto menos, y el único gasto fijo en cuanto a servicios es el de telefonía móvil y electricidad.
En general son familias monoparentales con hasta cuatro o cinco hijos que a medida que crecen se incorporan a las tareas familiares y aprenden los distintos oficios.
El trueque de animales o elementos necesarios para la producción también se puede incorporar en el estudio de esta economía. Un par de lechones se puede cambiar por un eje para el carro o un caballo viejo, por dos novillos para faenar.
Hay mucho reciclaje de cosas utilizadas, como por ejemplo bañeras que pasan a ser bebederos.
Y también bastante solidaridad. El “vicharse las casas” en ausencia del otro se suma a las medidas de seguridad llevada adelante por una original empresa de alarma formadas por perros, gansos y teros.
El terreno con la veta más caudalosa aporta agua a su usufructuario y los vecinos que no tienen pozo o agua o cuando los que poseen sufren los efectos de la sequía.
Geografía humana
El cableado de UTE y el viejo de Antel es la única presencia del Estado en sus vidas; cada tanto la Policía, más para complicar que para resolver, y nunca ni el Mides ni el Ministerio de Ganadería. La intendencia se expresa en el bacheo cada tanto de los caminos después de las lluvias.
Los políticos pasan en épocas de elecciones y por toda aproximación dejan unos coloridos folletos enganchados en las porteras.
Los Testigos de Jehová son una visita mas recurrente, hasta que no se accede al mangueo de huevos u otros productos.
El Túa es un paisano del siglo pasado atrapado en este; desde la primavera recorre los campos atravesando alambrados con permisos previamente acordados o la costumbre del uso de pata en el suelo.
Sus pies descalzos ya han hecho una coraza contra las espinas de cardos y calagualas chicas que suele pisar.
A pesar de su tosca conversación y rudos ademanes, La Vero su mujer es la que rige su pequeño universo familiar. El Túa siente orgullo de vivir en ese mundo matriarcal, porque “la Vero tiene flor de ojo para los negocios y pa los bichos”.
La pareja, en libre unión desde que eran gurises, viven con un hermano viejo y solterón de Verónica, sus cinco hijos, la novia de uno los mayores y algún entenado.
En base a varias rabietas paternas por causa de la conducta, los niños terminan la escuela y no todos siguen el camino de estudios medios de los cuales desertan al poco tiempo.
Pasa que a las dificultades de sostener el gasto de traslado y el tiempo que deben invertir para los estudios, los gurises desde niños ven en el convertirse en jinetes, domar potros, manejar motosierras y carros un futuro creíble y conocido.
“¿Qué has hecho?”, pregunta como una muletilla a su interlocutor el Túa, que no puede concebir que el otro responda nada o que anduvo descansando. Ellos se levantan antes de que salga el sol para salir a trabajar en las varias tareas diarias que no pueden desatender y se acuestan después de la cena, siempre y cuando no deban recorrer campos en la madrugada ante la escapada o hurto de un animal.
En lo del Tucho, cuatro mediotanques acondicionados como ollas hierven agua. Aprovechando los primeros fríos van a carnear un novillo y un padrillo que ya cumplió su función reproductora dejando varias chanchas embarazadas.
Hay “rituales” transmitidos de generación en generación que se respetan a rajatabla.
El primero de ellos es no provocar sufrimiento en la muerte del animal. Ahí nadie esta probando y si no se sabe, se trae faenador de afuera.
El cerdo debe morir de una única y efectiva puñalada para evitar el sufrimiento del animal y para asegurar el sangrado del mismo que permitirá elaborar facturas.
El novillo recibirá un único y certero disparo.
El otro ritual es sobre las medidas de higiene. Los tanques siempre con agua hirviendo por lo que uno de los participantes de la faena se dedica a mantener el fuego prendido y el agua renovada y caliente.
Manos y herramientas se mantienen en constante limpieza al igual que el freezer que irá recibiendo los diversos cortes previamente lavados.
Regular y prohibir
Los planes destinados a estos sectores que buscan regularlos cumplen con el objetivo, por un lado, de asegurarles un presente de cobertura sanitaria y un futuro de previsión social.
Sin embargo, la herencia de concepciones neoliberales y criterios burocráticos los dejan al margen, porque pensarse así mismos como pequeños empresarios unipersonales les resulta extraño, y económicamente imposible.
La regulación también implicaba brindarles asesoramiento en materia productiva, para mejorar la misma y cubrir la demanda muchas veces sanitarias de los animales, o acceso a insumos agropecuarios o maquinaria.
Estos sectores en general, por lo informal de su economía, son despreciados por pequeños y medianos productores que los ven como pertenecientes al escalón más bajo del subproletariado, que no accede a los beneficios de integrar las comisiones de fomento.
A pesar de que muchos de sus productos (conejos, chorizos caseros, corderos y lechones en las fiestas) han tenido como clientes a carnicerías de barrio y comisarias o seccionales policiales, la aprobada Ley de Urgente Consideración rompió los delgados lazos que unían ese tejido social.
Aunque ellos son víctimas del abigeato, se refuerza más el control sobre la posesión y guías de animales que sobre la seguridad contra el robo de sus animales, las roturas de sus alambrados o los ataques de la jauría de perros, que no son noticia en el Montevideo rural.
Una camioneta de Policía rural, en turno de 12 horas, recorre desde Punta de Espinillo hasta Toledo, lo que se convierte en un monumento a la ineficiencia y explica los cotidianos delitos contra la vivienda sumados a aquellos contra animales.
Como se argumentó, el otro extremo de la libertad en contra de regular es prohibir, por lo cual muchas máquinas usadas en las “carneadas”, animales y herramientas de tala han sido confiscadas, y las actividades prohibidas a riesgo de penas de prisión, empujando a estos sectores al fondo del abismo.
Esto pasa acá, a 20 minutos del Centro de Montevideo, y en forma cotidiana.