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Columna destacada | Argentina | Massa | Milei

Final reñido

Argentina: último mes de una campaña de alto voltaje

El 22 de octubre será la primera vuelta presidencial en Argentina, disputada entre Sergio Massa, Javier Milei y Patricia Bullrich.

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Argentina está en un cruce de caminos. Debe elegir el próximo 22 de octubre si prefiere que asuma en la Casa Rosada Sergio Massa, actual ministro de Economía de un gobierno terminal, si opta en su lugar por Patricia Bullrich, que promete el fin del kirchnerismo para siempre, o le da la confianza a Javier Milei, el outsider de la motosierra estatal.

La mayoría de las encuestas indica que la resolución no será ese domingo, sino en una segunda vuelta en noviembre. En caso de ser así, el balotaje sería entre Massa y Milei, los dos candidatos mejor posicionados por el momento, el primero y tercero en la elección de las primarias el pasado 13 de agosto, cuando las urnas marcaron la existencia de tercios políticos separados por corta distancia, y una elevada abstención.

Los pronósticos son, sin embargo, frágiles: un porcentaje creciente de personas no responde encuestas, dentro del cual está una parte significativa de quienes votan a Milei. Se trata de un fenómeno habitual ante estos liderazgos políticos que vuelcan discursivamente la confrontación contra el establishment o “la casta”, como la llama Milei. Pasó con Jair Bolsonaro en Brasil o Donald Trump en Estados Unidos.

Las cuatro semanas restantes ante la apertura de las urnas serán determinantes. ¿Cómo puede Massa despertar expectativa siendo la cara principal de un gobierno que muy pocos defienden hoy? ¿Cómo puede hacer Bullrich para recuperar el terreno que le carcome Milei? ¿Este último puede efectivamente ser presidente de la República? Son algunas de las preguntas con las que amanece la política argentina día tras día.

El ministro candidato

Los últimos números no acompañaron al candidato y ministro de Economía: 12.4 % de inflación en el mes de agosto, con 15.6 % en alimentos y bebidas -más de 30 % en carnes-, y 15.3 % en salud. Los datos negativos eran esperados por una combinación de variables, en particular la devaluación de 22 % aplicada al día siguiente de las primarias, “producto de una imposición del Fondo Monetario Internacional”, como la presenta Massa.

Es sobre esos datos que Massa, quien parece por momentos oficiar de presidente, debe estructurar una campaña que logre generar una expectativa de mejora si llega a ser efectivamente mandatario. “Tenemos con quién, tenemos con qué” es uno de los nuevos slogans que le atribuye como virtud política haberse puesto al frente ante una tormenta, haber “agarrado el fierro caliente”.

Massa, golpeado tras las primarias, logró retomar la iniciativa política en los últimos días con medidas económicas orientadas a la recuperación del poder adquisitivo. Una de las principales decisiones obtuvo la sanción en la Cámara de Diputados el martes en la noche: la eliminación del impuesto a las ganancias que beneficiará a más de 800.000 trabajadores, una promesa de larga data del ahora candidato de Unión por la Patria.

Con esta decisión, así como otras como la devolución del IVA a sectores medios y bajos, el candidato y ministro busca mitigar el impacto por la inflación y mostrar hacia dónde orientaría su gobierno en caso de ser electo. Medidas en la tormenta que se articulan a una clave central de su campaña: apelar a un voto movido por el temor ante lo que podría representar un gobierno de Bullrich o Milei.

Almorzar la cena

Los dirigentes de Juntos por el Cambio hablaron durante más de un año dando por hecho que ganarían las elecciones. Parecía, al escucharlos, una cuestión de tiempo, inexorable, algo que agudizó la virulencia de su primaria, donde se disputaron el cargo que se imaginaba casi asegurado de próximo presidente de la Nación.

La realidad, sin embargo, fue diferente. El enfrentamiento en la primaria entre Bullrich y su contrincante Horacio Rodríguez Larreta resultó de un fuerte desgaste, y el elevado resultado de Milei fue un baldazo de agua helada: el “libertario” logró disputarle, y en parte robarle, la bandera del cambio a la coalición que hizo de esa palabra un pilar de su edificación política.

Bullrich se quedó sin discurso. Al menos así pareció durante varias semanas en que la candidata cometió crónicos errores en materia de explicación económica. Hasta que volvió con un spot recargado de lo mismo: la promesa de “terminar con el kirchnerismo para siempre”. Un mensaje como amenaza contra un adversario político -concebido como enemigo- que paradójicamente tiene un rol poco protagónico en la campaña.

A ese mensaje se sumó el de acusar a Milei de ser un aliado de Massa, de conformar una sociedad política ideada para desplazar a Juntos por el Cambio. El mensaje fue repetido el martes en la noche luego de que el outsider, a diferencia de Juntos, votara favorablemente a favor de eliminar el impuesto a la ganancia, en vista de que, para el libertario, “todo impuesto es un robo”.

El centro de la escena

Milei logró ser el centro de atención casi de manera permanente desde su primer lugar en las primarias. Por su efecto sorpresa, relativa novedad, una estrategia mediática con capacidad de generar hechos de impacto para que la agenda gire alrededor de los mismos. Uno de los últimos fue aparecer con una motosierra arriba de un camión rodeado de seguidores.

El candidato que en la elección presidencial pasada era un relativo desconocido logra conectar con el malestar de la época, la frustración en un país de ascenso social detenido, con bronca y necesidad de un cambio, aunque el mismo pueda ser un precipicio. Se escucha en las conversaciones, en esa necesidad de que algo cambie ya y mucho.

Milei le quita votos ideológicos a Bullrich, en su base social antiperonista con promesa de revancha y mano dura, y le disputa caudal de votos al peronismo en las fronteras entre la pobreza y las capas medias bajas. Tanto Juntos por el Cambio como el peronismo lo subestimaron hasta la noche del 13 de agosto, cuando pasó del histrionismo mediático a la posibilidad de ser presidente. El llamado “círculo rojo” económico, por su parte, aún debate qué hacer ante el libertario promercado sin estructura ni planes sólidos.

Queda un mes de campaña: mucho para spots, activación de militancias y operaciones mediáticas, poco tal vez para revertir una situación de cansancio palpable en muchas personas. Cuatro semanas para saber si habrá o no segunda vuelta, quiénes irían a ese balotaje, e imaginar cómo podría ser la Argentina que comience a partir del próximo 10 de diciembre.

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