Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Columna destacada | Maggi | pensamiento | conocimiento

Intelectual universal

Carlos Maggi o el tábano socrático

Maggi sabía mucho, pero pensaba más, y tenía la capacidad de convertir en pensamiento puro, fundante, primigenio, cualquier cosa de este mundo.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Lo conocí en Salto. Yo estaba presentando mi novela Amores cimarrones en el salón de actos de la Universidad, allá en la Regional Norte. Acudió a verme, acompañado por la profesora Ofelia Piegas. Cuando terminó la presentación vino a saludarme y me dijo en un solo minuto una multitud de cosas que me quedaron rebotando en la memoria. Lamentaré siempre no haber contado con el tiempo suficiente como para quedarme conversando con él, o más bien escuchándolo. Maggi fue un pensamiento vivo que se bastaba y se resolvía en sí mismo de una manera casi mágica. Su secreto residía en el poder de su reflexión creadora y en el punto siempre original y no menos polémico de sus ideas. En el caso de Maggi queda muy clara la diferencia entre el intelectual crítico y el «experto» de hoy. Me refiero a la diferencia radical entre el saber y el pensar, de acuerdo a la distinción efectuada entre nosotros por Arturo Ardao. Fue en tal sentido un verdadero sujeto de transformación, y no de mera acumulación y trasmisión, porque supo encarnar el reflujo dialéctico de determinación del todo desde los elementos que lo constituyen, según acertada expresión de Yamandú Acosta.

Maggi sabía mucho, pero pensaba más, y tenía la capacidad de convertir en pensamiento puro, fundante, primigenio, cualquier cosa de este mundo. En esto se diferencia del experto. El papel de estos especialistas es esencial, lo digo desde ya. Los expertos nos salvan a diario, gracias a sus conocimientos técnicos y a su investigación. Pero más allá de sus áreas concretas se despliega la vastedad de un mundo en el que campean las incertidumbres. La actitud de la curiosidad perpetua, la duda, la sospecha, el desafío de hacer frente a la urdimbre de los problemas más o menos inasibles que nos acechan segundo a segundo, sigue constituyendo el caudal del que se nutre, en definitiva, toda posibilidad de existir y toda posibilidad de comprender, de modos nuevos e incesantes. Pensar, y pensar a fondo, sin reservas y sin miedos, supone no solamente desafiar a los dogmas, sino ante todo construir alternativas frente a la racionalidad instrumental de la experticia, y por qué no, socavar sus fundamentos en todo aquello susceptible de ser mirado desde diferentes enfoques; pues el conocimiento experto, en algunos sentidos, encierra el peligro de eliminar el pensamiento crítico. Peor aún; si acatamos ciegamente la estadística fría y el dato neutro de las gráficas, las definiciones y los esquemas, podemos llegar a naturalizar determinados órdenes y sistemas, en lugar de problematizarlos. Podemos descifrar teorías y explicaciones técnicas, pero no podemos discutirlas, y ello sucede porque el papel de los especialistas no consiste en cuestionar sino en mostrar resultados, evidencias, paradigmas o consensos momentáneos, avalados por tal o cual comunidad académica. Esto, que no es malo en sí mismo, es sin embargo limitado. De ahí la importancia del pensamiento crítico, libre, que explora, interroga, desmenuza, y en ocasiones se dedica a patear los tableros. Maggi es, en tal sentido, un intelectual universal, y por qué no, disfuncional, en cuanto a su alejamiento de cualquier clasificación o enrolamiento. Maggi huyó siempre de los lenguajes herméticos, técnicos o alineados a tal o cual concepción. Yo diría que se despachó a fondo contra todo andamiaje, contra toda estructura preestablecida, en el campo que fuere, y lo hizo con un regocijo inocultable. Desarrolló una autonomía crítica y una perspectiva universalista que le permitía, junto a un método muy personal de despliegue de las ideas, abordar casi cualquier cuestión de este mundo, y hacerlo con gracia, con carnadura y con sentido. Tal vez conjeturó demasiado, a veces. Tal vez su audacia especulativa lo llevó a caminar al borde de algún abismo lindante con el delirio, la ficción divertida, el juego de la imaginación. Y sin embargo era capaz de realizar análisis de una envidiable lucidez, como lo hizo cuando habló de Onetti (no recuerdo que nadie, en mi modesta opinión, se haya referido a la obra de Onetti de un modo tan brillante). Podía desenvolver un ovillo en apariencia inextricable, y seguía y seguía desenredándolo, hasta profundidades insospechadas. Por eso, también, lo suyo era la polémica, el debate incansable, el diálogo en su más pura raíz socrática. Le encantaba desafiar todas las dimensiones preestablecidas, lo cual le granjeó, por cierto, críticas demoledoras provenientes de diversas tiendas y disciplinas. Es que no se afiliaba a ningún poder, a ninguna institución, a ningún cargo, a ninguna ideología más o menos rígida, funcional a determinados intereses, que a veces explícitos y otras veces son ocultos, y que suelen encerrar contradicciones más o menos miserables.

Me hace mucha gracia, a veces, escuchar a personas que, en el marco del programa de La Tertulia (En Perspectiva, dirigido por Emiliano Cotelo, del que Maggi fue uno de los fundadores) reclaman la opinión de especialistas en tal o cual género. Yo también quiero oírlos; necesito desesperadamente oírlos, pero no precisamente en el marco de una tertulia, que es por su propia y peculiar naturaleza, otra cosa. Se trata de un campo de construcción colectiva de significado y conocimiento mediado por reflexiones culturales, vivencias, miradas, expectativas y experiencias vivas y espontáneas. En ese ámbito se destacó Maggi como pocos, y es de agradecer su pensamiento crítico, que sabía poner patas para arriba el orden dado. Sin eso, por muchos expertos que posea este mundo, nunca habrá posibilidad de cuestionar fenómenos como la guerra, el amor, la traición, la revolución, la democracia o el totalitarismo, por dar sólo algún ejemplo, o develar su naturaleza.

Como señala Pierre Bordieu en referencia al poder simbólico, para cambiar el mundo, es necesario cambiar las maneras de hacer el mundo, lo cual supone desmontar las operaciones prácticas que producen y reproducen a los sujetos, al modo de piezas de relojería o soldaditos de plomo. Esto requiere desarmar esquemas y estructuras en pos de la verdad, que suele ser la gran víctima, inmolada en el altar de los intereses de los discursos hegemónicos, que literalmente nos asfixian y nos someten. Maggi fue en definitiva ese tábano socrático que hace preguntas irritantes, para las que casi nunca tenemos respuestas, o que dice justamente lo que los otros no quieren oír. Pero si tuviera que arriesgar un concepto final, diría que Maggi ha sido el vivo ejemplo de la libertad del pensamiento, no solamente desde la cultura sino, en última instancia, contra la cultura, entendida esta como una estructura convencional condenada a convertirse en dogma. La contribución de Maggi ha sido, en su porfiada vocación de hurgar y retrucar, la de interrogar o despertar interrogantes, allí donde creemos tener todas las respuestas (aunque no las tenemos; más bien las necesitamos, que es distinto, y esa es una necesidad que nunca se termina). Nunca es fácil semejante tarea, y por eso vaya mi reconocimiento a Maggi, que con su vocación de tábano socrático, la emprendió a fondo, o por lo menos lo intentó. No es fácil y no es cómodo. Quien se sale del orden es tachado de loco, ya se sabe. Pero en esto reside nuestro mayor desafío humano. En el fondo, la existencia se compone de continuos tironeos o transacciones entre el horizonte de los dogmas, los mandatos y las terribles y diminutas demandas de la vida. Nada es normal en este mundo (si lo fuera, todo sería más fácil). Como dice W. Gombrowicz, "la normalidad es un equilibrista sobre el abismo de la anormalidad. ¡Cuántas ocultas demencias contiene el orden cotidiano!".

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO