Ideológicamente, hay perfiles más moderados y, si se quiere, de impronta socialdemócrata, pero también perfiles de izquierda pura —no ortodoxa, como suele denunciar la derecha— y hasta de dilatada militancia sindical, lo cual es representativo del crisol que caracteriza al FA como fuerza política policlasista.
Es, naturalmente, un gabinete de renovación, porque ninguno de los designados encabezó antes un ministerio, aunque algunos de ellos sí desempeñaron cargos ejecutivos relevantes.
También es de renovación en materia de género, porque si bien no plasma plenamente la paridad, como sí sucede en el FA en el caso de los cargos electivos, habrá cinco mujeres que asumirán la responsabilidad de conducir otras tantas secretarías de Estado, al igual que en la segunda presidencia de Tabaré Vázquez.
Por ejemplo, no es un tema menor que al frente del Ministerio de Defensa Nacional se vaya a desempeñar Sandra Lazo, lo cual reedita la estrategia del expresidente Tabaré Vázquez que, en 2005, designó a Azucena Berrutti, quien todavía vive y tiene 95 jóvenes años. Esta comunicadora, militante y exparlamentaria tendrá la responsabilidad de ejercer el máximo rango jerárquico en un ministerio casi siempre encabezado por hombres, que es la cúpula de las Fuerzas Armadas, una institución de fuerte impronta machista y patriarcal, donde prevalece el verticalismo no exento de autoritarismo.
Otra de las mujeres que integrarán el futuro gobierno es Cristina Lustemberg, que será ministra de Salud Pública; una médica con experiencia de gestión y también parlamentaria, cuya mayor virtud, más allá de lo estrictamente técnico, es su intrínseca sensibilidad social.
Edgardo Ortuño, un docente de profesión al igual que otros dos compañeros del gabinete y también que el propio Orsi, liderará el Ministerio de Ambiente, para lo cual ha demostrado sobrados méritos. No es un tema menor que será el primer ministro afrodescendiente de la historia.
El socialista Gonzalo Civila, también de profesión educador, se hará cargo del Ministerio de Desarrollo Social. Tiene un perfil bien de izquierda y acorde con la necesidad de imprimir un sesgo de fuerte compromiso con los más desposeídos.
El liderazgo del económico fue confiado a Gabriel Oddone, quien será un jerarca de perfil eminentemente técnico que, pese a sus actividades en el terreno empresarial, sintoniza con la impronta progresista.
En el ministerio de Educación y Cultura estará José Carlos Mahía, otro docente que conoce bien la educación pública y no se identifica, como Pablo da Silveira, con la educación de los ricos.
Alfredo Fratti, veterinario de profesión y un hombre campo, es una buena noticia para el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, que requiere una mirada bastante más social, luego de ser ocupado por dos representantes del lucrativo agronegocio.
El exfiscal Carlos Negro, una designación, si se quiere, sorpresiva, al frente del Ministerio del Interior, imprime un giro radical a ese organismo por tratarse de una persona que viene del campo del derecho, por su vasta experiencia en la esfera penal y su apego a la legalidad, en un territorio minado y perforado por los virus de la prepotencia y la corrupción.
Fernanda Cardona, otra de las mujeres que tendrá responsabilidad de gobierno, a cargo del Ministerio de Industria, Energía y Minería y con experiencia de gestión, imprimirá un nuevo sesgo a otra secretaría de Estado cruzada por intereses económicos.
Una designación ciertamente sorpresiva es la de Mario Lubetkin, destacado funcionario de la FAO con perfil diplomático más allá de su profesión de periodista. En este caso, se apostó a su prestigio y a sus vínculos internacionales.
El nombramiento de Juan Castillo al frente del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social es una excelente noticia para la clase trabajadora, por su inclaudicable compromiso con los verdaderos generadores de la riqueza, avalado por su extensa militancia sindical y su pasado rol como coordinador del Pit-Cnt.
Otra de las féminas que se sentará en el gabinete es Lucía Etcheverry, en condición de ministra de Transporte y Obras Públicas, otra mujer con mirada social, experiencia de gestión y trabajo comunitario en el territorio.
También es un indudable acierto la designación de Pablo Menoni como ministro de Turismo, un ingeniero también con experiencia de gestión que se ha destacado por su versatilidad.
Finalmente, una secretaría de Estado clave que también será ocupada por alguien del sexo femenino es el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial, que fue confiado a Cecilia Cairo, una mujer inquieta, trabajadora y de dilatada carrera política.
El inefable senador blanco Sebastián Da Silvia criticó las designaciones porque, a su juicio, más de la mitad de los nominados no tienen formación universitaria. Aunque fuera cierto, que no lo es y basta repasar el currículum y los antecedentes de estas personas para corroborar que sí tienen formación terciaria, este espécimen carece de autoridad intelectual para formular dicho comentario, porque es un semianalfabeto con plata que seguramente pagó muy bien su ubicación en la lista, porque sus inexistentes cualidades políticas no justifican su relevancia en un partido político que está estancado en materia de votación hace quince años.
Salvo excepciones, para ser gobernante no se requiere título ni formación universitaria. Se necesitan, sí, conocimientos, mucho estudio, saber liderar equipos de gestión y la sensibilidad social que nunca debe faltar en alguien de izquierda. No en vano, el expresidente colorado Tomás Berreta, que asumió el 1º de marzo de 1947 y falleció el 2 de agosto, apenas seis meses después, no cursó ni siquiera educación primaria y se educó con su madre, que era maestra. Fue campesino y policía antes de lanzarse a la carrera política bajo el padrinazgo del dos veces presidente José Batlle y Ordóñez. Fue, ante todo, un hombre de pueblo. Incluso, eligió como compañero de fórmula a Luis Batlle Berres, el último caudillo colorado, quien desempeñó la más alta magistratura durante casi todo el período que, por entonces, era de cuatro años.
En este elenco ministerial no habrá ningún poderoso empresario ni nadie comprometido con la privilegiada élite de la sociedad uruguaya, porque el futuro gobierno llegará, por mayoritaria voluntad ciudadana, para modificar radicalmente el paradigma dominante durante este período de gestión, para avanzar en las transformaciones indispensables que requiere la coyuntura y para mejorar la calidad de vida de los uruguayos.
No es un gabinete “peso pluma”, como afirmó despectivamente el matutino caganchero en un reciente editorial, sino de peso político y compromiso con la gente —con los que votaron a Orsi y con los que no lo votaron—, a diferencia del continuismo que proponía Delgado, seguramente plagado de retrógrados y operadores del gran capital.