Y no por razones económicas o geopolíticas materiales y seculares, sino por mucho más profundas razones ideales y religioso-culturales, que tienen que ver con la esencia de las identidades históricas de los pueblos enfrentados de mil modos a través de los siglos (Israel, recién ahora país-nación); con su proceso histórico de construcción en una lucha política y religiosa constitutivamente narrada por esa autobiografía colectiva -redactada como novela histórica-, que son sus textos sagrados: Torá, Talmud y otros menores. Les propongo asomar la cabeza a esas profundas e ignoradas dimensiones del conflicto, que le dan tanto especificidad como dramatismo.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
Economicismo insuficiente y mejores raíces psicoculturales
Aclaremos, de una vez por todas, que los fatuos ignorantes que creen que lo principal ‘es la economía, estúpido’ prescinden de textos en que Engels los trata de ‘basuras asombrosas’. Al respecto, en la carta a Bloch (21/9/1890): “Según la concepción materialista de la historia, el elemento determinante de la historia es, en última instancia, la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto; por consiguiente, si alguien lo tergiversa transformado en la afirmación de que el elemento económico es el único determinante, lo transforma en una frase sin sentido, abstracta y absurda”.
Lo amplía en la carta a Schmidt (27/10/1890): “Marx y yo tenemos la culpa de que los jóvenes escritores le atribuyan a veces al aspecto económico mayor importancia de la debida. Tuvimos que subrayar este principio fundamental frente a nuestros adversarios, quienes lo negaban; y no siempre tuvimos tiempo, lugar ni oportunidad de hacer justicia a los demás elementos participantes en la interacción (…) Y no puedo librar de este reproche a muchos de los más recientes ‘marxistas’, porque también de este lado han salido las basuras más asombrosas”.
Así que, ignorantes que cómodamente afirman que ‘es la economía, estúpido’, son quizás ‘basuras asombrosas’, y bien harían en estudiar un poco. Y no inducir a creer que todos los conflictos históricos tienen una raíz principal económica; por ejemplo, el de Israel en Medio Oriente, que, aún con componentes económicos de importancia variable a través de 33 siglos, tampoco son suficientes para explicar el dramatismo y la profundidad que laten más allá de lo visible en el conflicto Israel-Hamás de 2023, como ya en otros anteriores, i.e. Rusia-Ucrania.
¿Qué elementos lo explican mejor?
Uno, religioso-cultural: el mandato divino monoteísta de Yavé, a su ‘pueblo elegido’, de ocupar una determinada ‘tierra prometida’ y, si es necesario, destruir sus poblaciones y patrimonio, en especial el religioso pluriteísta. Esa leyenda mítica es creída como material-real, perseguible e imponible al resto de la gente y a sus territorios para siempre; lo que no conviene confesar, en un momento muy secularizado de la historia, sino disfrazar con motivos diversos. Los territorios involucrados han sido parte de unos 10 imperios históricos y asiento territorial de cananeos, palestinos, israelitas, hebreos, judíos e israelíes, a lo largo de al menos 33 siglos (en realidad 40 en el conteo cristiano, 37 en el judío).
Dos, psicohistórico: ese ‘pueblo elegido’ debe buscar su ‘tierra prometida’; pero históricamente fallaron en esa búsqueda, y casi siempre fueron sometidos, y hasta a servidumbre, condenados a diásporas y discriminados; ahora, pueblo re-inmigrado y Estado-nación, se vengan de su pasado, especialmente en aquellos que más los maltrataron; los violados tienen tendencia a violar, dicen los psicólogos.
Por todo esto, que veremos mejor, lo del título.
Raíz religiosa-cultural: pueblo elegido busca su tierra prometida
Todos los libros del Antiguo Testamente cristiano y de la Torá judía narran que el pueblo israelita/hebreo/judío/israelí fue elegido por una máxima divinidad local (El), devenida divinidad monoteísta (Yavé), a partir de la orden salvífica dada a Noé de mantener un mundo antropocéntrico y religiosamente constituido. Tanto el Génesis, como el Deuteronomio, los Reyes, el Éxodo, los Jueces, Josué, Números y algunos profetas, al menos, afirman que esa divinidad ‘eligió’ a un pueblo para salvar al mundo del diluvio, y, a través de alianzas y revelaciones a Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, José y Josué, honrar a su dios conquistando una ‘tierra prometida’, cuyos no totalmente precisos límites especifican de modo concordante Deuteronomio y Josué.
Todo esto en el mundo sagrado, bíblico, semificcional; aunque territorios y pueblos vivientes en el mundo profano, no bíblico y real-material de esos territorios, no solo en aquellos tiempos sino en la actualidad, han tenido que sufrir y aún sufren las consecuencias de esa semántica trascendente intersectada con los significados históricos y políticos. En efecto, el mandato al pueblo elegido de conquistar la tierra prometida supone varios métodos complementarios de adquisición del dominio territorial: uno, por ocupación de lugares vacíos; dos, permiso de paso hacia la tierra prometida; tres, conquista bélica de los lugares ocupados que no cedieran el paso o dejasen afincarse; cuatro, conquista con imposición de tributos y uso de patrimonio y residentes en provecho propio; cinco, conquista con ‘anatema’, que implicaba la destrucción total del lugar, tierra arrasada sin dejar piedra sobre piedra, matanza de todos los habitantes y especial destrucción de las huellas de religiones politeístas o competitivas con la de Yavé.
Un grave problema, ya en esas épocas remotas y que se puede extender hasta hoy, es el de saber qué grado de identificación creen tener los israelíes del actual Estado de Israel con sus antecesores israelíes, judíos, hebreos e israelitas (si no samaritanos y galileos al menos); y qué grado de parentesco creen tener los precursores de los cananeos en Anatolia con los cananeos, con los filisteos, con los palestinos, sea simplemente como designación territorial (explícita en Heródoto, los egipcios, romanos, otomanos, británicos, Sociedad de las Naciones y Naciones Unidas), sea como continuidad de rasgos lingüísticos, étnicos, culturales e históricos.
La continuidad genética crecientemente comprobada desde los pre-cananeos hasta los actuales palestinos, y desde esas comunalidades profundas con los precursores de los actuales israelíes parecen importantes, y justificarían tanto el impulso político sionista como las resistencias de palestinos reales que ya no son solo pueblos diversos solo abarcados por una nomenclatura jurídico-administrativa. Porque, entre otras cosas, los israelitas, hebreos, judíos e israelíes han vivido y viven en territorio canaanita o palestino (explícitamente, según los libros sagrados y según la ONU); y los palestinos, que nunca fueron un pueblo como tal, devienen pueblo histórico corporizando en residentes homogeneizados a meras nomenclaturas jurídico-administrativas históricas, cuando los diversos habitantes de Canaán y Palestina son considerados tales por la comunidad internacional y los británicos al menos.
Entonces, las dramáticas y profundas preguntas que le dan especificidad a estos conflictos serían:
Uno: si hay continuidades entre los actuales palestinos con sus ancestros geográficos precananeos y cananeos, y también continuidad entre israelitas, hebreos, judíos e israelíes -además de comunalidades mutuas-, ¿se sienten aún hoy los israelíes el pueblo elegido que debe obtener la tierra prometida y defenderla en su especificidad tanto por medios pacíficos como hasta por la fuerza si se niegan, hasta el extremo de la destrucción total por ‘anatema’ como mandan los libros sagrados?
Todo el ensañamiento de 80 años con los palestinos de Cisjordania (más o menos el territorio bíblico de Judea), la cuasidestrucción actual (¿anatema?) de Gaza, ¿son parte de la actualización del mandato bíblico a los elegidos? ¿Hasta qué punto los avatares bíblicos sagrados del metaverso trascendente contaminan o resignifican el más simple mundo geopolítico inmanente y secular, profano, desde el que pensamos el conflicto?
¿Podrá solucionarse el conflicto si no se separan o elucidan el metaverso ancestral y el universo geopolítico actual?
Porque a veces hay que elegir o definirse en qué ‘universo finito de sentido’ estamos (diría Alfred Schutz usando a William James); Sancho abdica progresivamente del subuniverso del sentido común, frente al ficcional de la caballería del Quijote, porque se siente presionado a hacerlo, ya que es su escudero y vive de eso en su vida real, no porque crea en él (aunque, de tanto negociar sentido, Sancho se va quijotizando y Quijote sanchificándose durante la peripecia novelada, hasta que el mundo real derrota a Quijote y provoca irrefrenable nostalgia caballeresca en Sancho, metáfora cervantina del fin del mundo tradicional a manos del moderno).
Raíz psicohistórica: su fracaso histórico busca venganza hoy
En la columna anterior (Caras y Caretas, 20/10/2023) decíamos que no nos resultaba clara la racionalidad del conflicto. ¿Qué fines y objetivos, efectos y consecuencias pretendía obtener Hamás con su ataque a Israel? No parecía racional desatar un conflicto que provocaría una legitimada respuesta desmesurada y mayor. Solo podía pensarse, a la Weber, en racionalidades, o bien éticas, de ética de convicción sobre todo, del tipo del castigo ejemplar a algo maligno; o bien de racionalidad emocional, de catarsis de mera respuesta desesperada ante eternas, continuas y mortificantes condiciones de vida originadas en ilegítima ocupación. Como decíamos antes, los violados tienden a ser violadores, según los psicólogos; en parte como revancha por lo sufrido, y no solo ante quienes los dañaron; cualquiera sirve, como con los sacrificios antiguos, aunque sin duda sirve más el culpable castigado en represalia (talión, o peor, desmesurado).
Sin embargo, ha aparecido, explicativamente, una perversa lógica de carambola a dos bandas, de la cual tenemos sobrados ejemplos históricos con Pearl Harbor (sobre todo), con el 11/9/2001, y con otros autoatentados y atentados tolerados (ficcionales como el ataque al navío norteamericano que legitimó la guerra a España, armas químicas en Irak, y un largo etcétera del monstruo USA). El 7/10/2023 se parece más al modus operandi de Pearl Harbor que al del 11/9/2001: no es tanto un auto-ataque organizado sino más bien la tolerancia de un ataque ajeno; no se prepara una acción propia activa sino más bien se actúa pasiva y tardíamente frente a un ataque de otro. Ahora, ¡hay que ser hdp para hacer lo que USA reiteradamente ha hecho matando fríamente a su gente!, y lo que bien podría explicar la pasividad y lentitud defensivas del país que exporta más material de defensa y seguridad del mundo, Israel (probablemente bajará sus ventas ahora).
El ataque de Hamás serviría, con racionalidad instrumental, para transformar a Israel en una víctima de los palestinos y habilitar, así, a una respuesta bélica israelí de una violencia que, como victimario, no le sería aceptada, salvo precedida de esa victimización pasiva proporcionada por Hamás. El constante e insensible victimario de los palestinos se legitima ahora como más grave aún, pero transformado de victimario en víctima; es un victimario con canilla libre de sangre palestina, legitimado y disculpado, aun en su desmesurada respuesta, por su carácter de víctima comunicacionalmente magnificada, que levantará cualquier acusación de exceso, ya que su carácter de víctima ‘pegó antes y pegó dos veces’. Discrepo con la opinión de que ‘el mundo condenará el exceso de la respuesta, inconmensurable, israelí’; la inconmensurabilidad de una respuesta con contenido moral y emocional no es fija; la necesidad de la expiación por una respuesta rápida no se autocritica por su intensidad; cualquier intensidad satisface la urgencia moral y emocional; esa intensidad sentida anestesia cualquier sensación de exceso; y más aún si la prensa hegemónica maximiza la agresión de Hamás y minimiza la israelí, tanto peor esta, sin embargo.
En el siglo XXI, para que un pueblo elegido conquiste una tierra prometida no podrá hacerlo por ‘anatema’ arrasador, tal como narran los libros sagrados en la Antigüedad; deberá legitimar su carácter de victimario enmascarándose y legitimándose como víctima comunicacionalmente significada e iconizada.
La Autoridad Palestina, la OLP, Al-Fatah, no permitían, por su relativa moderación, legitimar como víctimas a los victimarios que quisieran, quizás, actualizar el intento antiguo del pueblo elegido de acceder, sí o sí, sea como fuere, a su tierra prometida. Se necesitaba conseguir a algún victimario que convirtiera a las víctimas en super-victimarios incontinentes; ese fue el origen de Hamás y el de Al Qaeda, el de ISIS y los talibanes; solo que después vinieron aprendices de brujo y cajas de Pandora abiertas. En eso estamos. Y todo esto además de la racionalidad ética, de convicción castigadora; y de la racionalidad emocional de humillado, invadido y ninguneado.
¿Debe la humanidad secularizada contemplar las necesidades, religiosamente ancladas en otro mundo ido, de poblaciones dadas?, ¿e intentar satisfacerlas en un mundo real, bien diverso de los avatares de un metaverso bíblico de intención identitaria? ¿Y qué pasaría en el presente si los territorios y las poblaciones coexisten disyuntivamente en sus interpretaciones y sus pretensiones? El mundo debe resolver a priori esos casos porque pueden ser tan cruentos como perennes.
Dejá tu comentario
Te puede interesar
-
- Un plan de rescate y renovación
-
-