De las tres cosas hubo. En la concurrencia y en los temas de los discursos. Estaba el presidente Sanguinetti, no estaba su padre. Aunque siga activo, porque el día anterior las selfies se las saco él, cuando fue electo el diputado Andújar como presidente de la Cámara (¿?). También ausentes los convocados a “rodear el Palacio”. A duras penas llegaban a bordear la veredita frente a la escalinata principal de la Casa de las Leyes. Barras a medio llenar y palcos cerrados por falta de demanda. No solo pasó con la gente. Lo mismo ocurrió con el discurso del presidente: muchas cosas que no debió decir y otras tantas de las que debió decir “algo” y guardó silencio, todo en medio de un ritual que se coló porque no es nuestro. Uno lo escuchaba y, si no viviera acá, rebosaría de entusiasmo. Pero si al salir de nuestra casa, vemos cinco personas en situación de calle, parece que el presidente se equivocó de país o de discurso.
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Parecíamos los mejores del mundo en todo, desempleo, crecimiento del PBI, en las exportaciones, baja de tarifas y tributos, la distribución del ingreso, índices de criminalidad. Bueno, crecieron los homicidios, pero bajaron los hurtos (¿bajaron o la gene no los denuncia?). ¡Los cinco mejores años de nuestra vida!
Hubo colados. Por ejemplo, tradiciones ajenas que quisieron copiar. Eso no se hace. El Uruguay fue construyendo su propia identidad ya independiente. Tiene algunas tradiciones a las que se tiene que aferrar. Pero sobre todo, no deben jamás importar tradiciones extranjeras ajenas a nuestra idiosincrasia y costumbres. La mano en el corazón al cantar el Himno patrio es una costumbre yanqui que importó el presidente Lacalle (padre). Desde entonces uno distingue así a los “neoherreristas” de los demás. A veces (pocas) alguno les copia. Recuerdo, durante el primer gobierno de Sanguinetti, hizo lo propio y mereció como respuesta la nota de Wilson en La Democracia, “La Mano en la Pajilla”: Para él era un tema muy importante. “El Uruguaya es una comunidad espiritual”. Con sus símbolos no se juega.
La cosa de copiar pompa foránea se ve que cae cerca del árbol. Al llegar Lacalle hijo (único después de su padre), leyó en la Asamblea General en vez de mandar el mensaje por escrito. Como se le dijo entonces a su padre: no corresponde. La Constitución no lo aclara, la tradición sí. ES propio de los Estados Federales: EEUU, México, Brasil y Argentina. Agreguemos que al llegar, el presidente bajó del auto y gritó con voz aguda (muy aguda): “Regimiento que rinde honores al Sr. presidente de la República (él): buenas tardes”. Sonoros y en forma castrense respondieron en tono grave a coro: “Buenas tardes, señor presidente”. La costumbre no es linda ni fea, buena ni mala, pero ajena. Así saludan varias veces cada días las Fuerzas Armadas argentinas por las que sentimos un profundo respeto, pero no son las nuestras.
Le sobró la visión de Disneylandia, en la gente, no se reconoce. Le faltó, y fue muy evidente, el tema que más ha estado en en el tapete. Acá y en el exterior cuando se habla de nosotros. Pocas veces en la historia pasamos un papelón de las dimensiones del escándalo Astesiano. Lo diga o no el presidente. Una banda criminal funcionaba a metros del despacho del presidente, al frente del cual estaba alguien de su confianza. Nos mintió: un día no sabía nada, “se imaginarán lo sorprendido que estoy”. Al otro día: “No recuerdo bien si fue el ministro Larrañaga que algo me dijo”. Luego el director nacional de Inteligencia aseguró haberle informado. Su hermano asegura que fue chofer del padre, de la madre y de Heber. La red de venta de pasaportes tenía socios importantes, como por ejemplo al cónsul uruguayo en Moscú, la Policía, director, subdirector y secretario general de la misma fueron echados de sus cargos. Según el ministro “para afianzar sus éxitos” (¿?). Algunos voceros de la coalición aseguran que Bustillo mintió al Parlamento. ¿Puede hablarse de un país de maravillas que supera al de Alicia, sin mencionar la crisis de credibilidad con erosiones institucionales que significó el caso Astesiano? Todo marketing. La gente, será por los precios, ya no compra tanta fantasía…