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De Centro

Luis, el tibio

Las cuentas de la nueva derecha en Twitter comenzaron una fuerte ofensiva contra Lacalle y lo responsabilizaron de la derrota de noviembre por “tibio”.

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La iglesia de Laodicea es la última de las siete iglesias mencionadas en Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento y, como tal, de la Biblia. El Señor levantó su dedo acusador y los cuestionó por tibios. Este duro pronunciamiento sugiere que los cristianos de Laodicea, ubicada en la Turquía moderna, vacilaron en sus compromisos con la fe cristiana. En Apocalipsis 3:14-21, el Señor describe la actitud del corazón "tibio" de aquellos en la iglesia de Laodicea, actitud que se manifiesta por sus obras. Los laodicenses ni eran fríos ni calientes en relación a Dios, solo tibios.

“Las obras tibias, sin embargo, aquellas realizadas sin alegría, sin amor y sin el fuego del espíritu, hacen daño al mundo que las ve”, dicen.

Los laodicenses afirman ser cristianos, pero sus corazones no han cambiado y su hipocresía es desagradable para Dios. Tiempo después de los escritos de la Biblia, un tal Maquiavelo, en su célebre libro “El Príncipe”, escribió: “Pero hay que saber disfrazarse y ser hábil en fingir y en disimular bien. Los hombres son tan simples y de tal manera obedecen a las necesidades del momento, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar”.

LAS DERECHAS INSURGENTES

El mundo de las derechas está convulsionado. Según las características e historia de cada país —e incluso sus coyunturas—, las derechas adoptan diversos cuerpos. La corriente más estridente proviene de una derecha vocinglera e irrespetuosa, que jaquea con su relato, conductas y ademanes a las liberales y tolerantes. (Es muy interesante lo que ocurre en el mundo occidental: frente a esa ofensiva radical y disruptiva, las fuerzas progresistas y de izquierda parecen ser el último bastión del liberalismo. Paradoja: los que cuestionaban a la “democracia burguesa y formal” ahora son los escuderos de aquellas libertades, equilibrios y talantes del liberalismo tradicional).

Las derechas tradicionales —de buenos modales siempre y cuando no les toquen los privilegios que defienden pero que se hacen los distraídos cuando se les acusa de ello— ven con cierto estupor e incomodidad este surgimiento de una “nueva derecha” irreverente, radical y gritona que por momentos parece representar a mundos que antes eran bastiones de la izquierda: los asalariados, desplazados y jóvenes. Es una derecha masculina con miedo y rechazo de los avances del feminismo. (Milei es una expresión clara de ese fenómeno).

EL DISCRETO ENCANTO DEL CENTRO

En ese contexto, ¿qué del Uruguay? Apasionante situación. La derecha tradicional se puso un traje en el año 2020 que le resultó cómodo. Luis Lacalle Pou no hizo lo que la izquierda pensaba que haría: radical desmantelamiento de derechos, fuerte caída de salarios y jubilaciones, vigorosa concentración de riqueza y privatizaciones. Funcionó en esos cuatro campos, pero con tibieza. Los tironeos de su base social —el empresariado duro y algunos intelectuales con base en el diario “El País”— reclamaban mayor énfasis neoliberal, desregulaciones, privatizaciones, etc. Pero Luis funcionó de otra manera: leves ademanes neoliberales aunque sin profundidad ni radicalidad y una estatalidad al servicio de los amigos. Y mucha presencia mediática. Tanta, que un día en Buenos Aires defendió al Estado frente al mismísimo Milei, que se autodefine como el “topo que destruirá el Estado”.

Lacalle no se quedó con aquel pronunciamiento hecho en Buenos Aires. Ya luego de las elecciones en donde perdió, el presidente acentuó su “centrismo”.

Frente a los empresarios más pesados del Uruguay —los exportadores que celebran en voz baja que el dólar se despegue en ascenso— Lacalle dijo el 5 de diciembre: “Me parece una buena oportunidad para desmitificar de una vez por todas —y es increíble que sigamos hablando de esto— el enfrentamiento entre lo público y lo privado, el enfrentamiento del Estado y el mercado, que ahora está tan de moda”. “Ahora si opinás lo del medio sos tibio, y hasta me está gustando que me digan tibio, porque yo creo que el coraje hoy está en el medio, está en el centro. No está en los extremos. Es fácil ser extremista, lo difícil es defender las uniones”, señaló de inmediato.

A Lacalle le había entrado la bala de los libertarios uruguayos con apoyo de los españoles y los mileístas. En efecto, enseguida de la derrota de noviembre, el mileísmo charrúa hizo su desembarco en Uruguay con el periodista español Javier Negre, quien logró diversos apoyos en Uruguay.

Las cuentas de la nueva derecha en Twitter comenzaron una fuerte ofensiva contra Lacalle y lo responsabilizaron de la derrota de noviembre por “tibio”.

El analista político Daniel Chasquetti valoró de forma positiva los dichos realizados por Lacalle Pou cuando dijo que “el coraje está en el medio”. La derecha twittera —con algunos periodistas vernáculos como Esteban Queimada y Federico Leicht— redobló su apuesta y, siguiendo el modelo de Negre, no escatima en epítetos y mentiras. Lacalle nuevamente en la mira.

Ante estas afirmaciones del presidente, el profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de la República señaló que Lacalle Pou “la tiene clara”. “El sistema de partidos está en equilibrio y se compite hacia el centro. Con las reglas actuales no hay margen”, señaló el politólogo a través de Twitter.

Lo interesante de todo esto es que la “internacional derechista” —que se reunió recientemente en Buenos Aires— tiene como integrante al nacionalista Pablo Viana. Este fortaleció su discurso en Twitter en línea con la radicalidad mileísta.

AMAMOS TANTO EL CENTRO

Mientras acá intentan que crezca el mileísmo charrúa —Graciela Bianchi y Sebastián Da Silva parecen sintonizar en ese eje, teniendo como invitado de último momento a Luis Lacalle Herrera, el padre del “tibio”—, Lacalle hijo festeja. Cuanto más críticas surjan de la nueva derecha, más de centro parece.

El interesante movimiento fue leído por Julio María Sanguinetti y Pedro Bordaberry, sacando las mismas conclusiones: Luis es tibio.

Sanguinetti dijo que el Gobierno que se despide fue “socialdemócrata” y Bordaberry expresó: El Gobierno de Lacalle “fue liberal en lo económico como me gusta a mí, ¿no? Tendría que haber ido mucho más, tendría que haber desregulado más. Fue, sí, socialdemócrata, y está bien”.

Lo otro interesante de Bordaberry: “En Uruguay se da una situación rara: los gobiernos de centroderecha hacen política de centroizquierda, y los gobiernos de centroizquierda hacen política de centroderecha”.

Queda por descubrir si el sistema partidocrático está dominado por los “tibios” —como aquellos de la iglesia de Laodicea— o estamos frente a un desfile de máscaras para disimular y, de buenas a primeras, establecer que no hay espacio para los tibios y asumir que el centro es un espejismo seductor “sin amor ni el fuego del espíritu”.

Referencia: “El País de la bisectriz”. 2024. Linng Cardozo. Editorial Pescado Rabioso.

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