Esta semana la acaparó el recuerdo del Golpe en Chile. Noticias de todas partes del planeta recogen los actos conmemorativos. Acá mismo hubo uno en la plaza Salvador Allende y muchas actividades presenciales o por Zoom, uniendo nuestra voz a la del resto del mundo. Hace poco fueron los 50 años del Golpe en nuestro propio país, lo que, para los que vivimos aquel tiempo, nos evoca cómo vivimos la tragedia chilena con nuestras heridas muy abiertas.
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Hasta el presidente Lacalle viajó a Santiago, antes de volar a París para ver un partido de rugby donde juegan “Los Teros”. Es el arte de las cortinas de humo del Dr. Lacalle (h). Preconiza la austeridad, pero cruza el océano para ver un partido de rugby. Aunque la noticia de primera plana será que recordó a Allende. Recordemos pues, que está todo para ganar, pero será una gran batalla contra un gobierno que practica métodos de “marketing” desconocidos hasta ahora en Uruguay.
Volvamos 50 años atrás.
Yo tenía 20 años. Mis viejos se habían exiliado en junio y les visitaba en Buenos Aires. Ya había sido detenido un par de veces. Durante una de las tantas visitas, estábamos juntos aquel triste día. Zelmar nos contó de una concentración en el Obelisco y allá fuimos. Marchamos ese día y los siguientes del brazo, entre nosotros y con otros y otras que iban impulsados por la necesaria solidaridad con el pueblo hermano.
Después de regresar a Montevideo, ellos siguieron yendo cada día mientras que se mantuvo la vigilia. Argentina se transformaba en la única democracia de la región. Paraguay llevaba dos décadas de dictadura de Stroessner. En Bolivia, Banzer en el poder, Brasil bajo mando militar desde los sesenta y el año anterior había comenzado una nueva dictadura en Ecuador.
La muerte de Salvador Allende, aún no suficientemente recordada, daba inicio al “setiembre negro” chileno. Trágico para Chile, para el mundo, y que iba a tocar nuestras vidas dando origen al Plan Cóndor.
La ruta de aquellos setiembres fue muy cruenta. En el 74, una bomba en Argentina termina con la vida del Gral. Prats, exministro de Defensa. En el 75 otra bomba, esa vez en Roma, atenta contra Bernardo Leighton, dirigente demócrata cristiano de Chile. En el 76, cuando ya habíamos dejado Argentina tras el magnicidio de Zelmar y el Toba, en Washington, una bomba en su auto mata a Orlando Letelier, exembajador de Chile en EE. UU. A pocas cuadras, y con la ayuda del mismo Letelier, yo trataba de armar mi propio refugio.
Documentos, hoy públicos, demuestran que la decisión de conmemorar cada setiembre con una muerte en el exilio fue del propio Pinochet. EE. UU. estaba en conocimiento y apoyó la iniciativa. El asesinato de Letelier, sin autorización, en plenas calles de la Capital Federal, hizo que el coloso del norte pusiera un “estate quieto” al modus operandi.
El Golpe en Chile y su “setiembre negro” se había ampliado a los países de la región. Nacía el Plan Cóndor. Allí quedaron inmortalizados en la memoria popular Zelmar y Toba. Varios uruguayos, sabemos hoy, estaban en la lista del engendro criminal: Erro, Hugo Cores y Wilson en Europa. En EE. UU. se declara persona non grata a Miguel Sofía y se le niega el agreement a Nino Gavazzo para acreditarlo como Agregado Militar. Varios uruguayos desaparecen en Argentina.
Hoy todo está documentado. Cuando ocurrió nos sorprendíamos. A veces pienso: ¿No fuimos demasiado ingenuos? Otras, creo que no teníamos otro camino: mirar para delante y seguir luchando.
También el drama trajo buenas cosas. El exilio uruguayo. Era uno de los más unidos. Todos veíamos en el otro exiliado, profesara las ideas que fuera y viniera de las filas de que viniera, a compañeros y compañeras. El Partido Nacional nunca entendió ese sentir de Wilson, que era lo que le mantenía vivo. Ayer leí un homenaje a Pinochet en las redes en el que mi silencio expresa de mejor modo el asco que me produjo.
Hace ya medio siglo que luchamos por construir una democracia justa, solidaria y equitativa. Recuperamos las instituciones y queremos que cada vez tengan más contenido.
Como dice la canción de Víctor Heredia: “Todavía cantamos, todavía pedimos… soñamos… esperamos… que nos digan a dónde han escondido las flores”. La escribió por “(su) madre, al igual que buscó denodadamente a su hija, mi hermana María Cristina, secuestrada, embarazada de cinco meses y desaparecida junto a su marido…”