Cierta vez, recibí en mi trabajo a un periodista inglés, editor de fútbol de la Enciclopedia Británica. Simpatizamos. Lo invité a ir, al siguiente día, a mi casa a seguir charlando. Mi casa era un monoambiente que compartía con mi compañera en Pocitos, Montevideo. A mediodía salimos los tres a almorzar en La Pasiva de la avenida Soca, a un par de cuadras de casa. Estábamos rodeados de lujosos edificios.
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Bueno… Lujosos para mí y para ella.
Mientras comía un chivito, nuestro huésped nos contó que tenía problemas para seguir viviendo en Londres por el costo de los alquileres, que intentaba comprar vivienda, pero una casa modesta salía medio millón de dólares.
“Por esa plata te comprás acá dos apartamentos de esos”, le señalé un majestuoso edificio moderno enfrente a mí, a sus espaldas. Giró la cabeza para mirarlo, luego la volvió hacia mí y me dijo: “Pero yo vivo en Londres”.
“Obvio. Soy un desubicado –pensé–; debí sobreentenderlo” y me quedé callado, sintiéndome el gil del mundo porque lo había dicho entusiasmado, solidario, como avivándolo. Le había dicho en subtexto: “Para qué te vas a comprar una casita en Londres si acá, por la misma plata, podés comprarte dos apartamentazos y mirá qué lindo es esto”.
Después volvimos a casa. Seguimos hablando de política. Él venía de estar en una manifestación en Londres contra la invasión a Irak, o al menos eso dijo, y tratamos de explicarle la crisis económica que estábamos viviendo (era invierno de 2004, de verdad con un cuarto de millón de dólares te comprabas cualquier piso alto en Parque Batlle). Surgió el tema de la deuda, del default de Argentina, la teoría de la dependencia… Entonces fue él quien se “desubicó”. Preguntó para qué nos habíamos endeudado si no teníamos necesidad. Y entonces fui yo el obvio. “Había cañoneras en el puerto”.
El buque británico Narcisus saludó con salvas de cañón la partida ignominiosa del San Román, desde el Puerto de Montevideo, al mando del general León de Pallejas, rumbo al genocidio guaraní, con la “Triple Alianza”, financiada por La City.
El discurso de presentación de los López, Carlos Antonio y Francisco Solano, presidentes de la nación guaraní entre 1944 y 1965 era: “Paraguay es el único país, antes español, que hoy puede emitir moneda como corresponde, porque es el único que tiene capitales existentes, grandes y valiosas propiedades territoriales, garantías sólidas y seguras, y ninguna deuda interior o exterior”.
Paraguay era un Estado mercantil pequeño, donde la casi totalidad de las tierras y los medios de producción eran estatales. Y lo que no era propiedad del Estado, pertenecía a los López; quienes llevaban una vida –especialmente en los mejores tiempos de Solano, hijo y sucesor del asesorado por Artigas, Carlos– muy privilegiada respecto de la de sus paisanos. Pero finalmente, al filo del 900, treinta años después de la invasión al servicio de Londres, coligada brasileño-argentino-uruguaya, no quedaría nada de aquel Estado guaraní. Todas las tierras fiscales paraguayas fueron vendidas a extranjeros, lo mismo que la concesión del ferrocarril y hasta los edificios públicos. Para ese entonces ya debía 7.500.000 libras esterlinas. Paraguay ya estaba civilizado.
Diez millones largos de esterlinas habían financiado la invasión, a Pedro II, al duque de Caxias y a Tamandaré y desde 1862 hasta 1875 más del cincuenta por ciento de las inversiones inglesas negociadas en Londres fueron bonos de la deuda externa argentina, emitidos por la presidencia de Bartolomé Mitre y, entre tanto, al Uruguay del dictador Venancio Flores le tocaron algunas migajas del banquete. Los ingleses concurrieron masivamente a la buena obra de exterminar Paraguay y fueron quienes más se beneficiaron con el resultado, porque controlaron toda la economía de la región, desde la posguerra, con leoninos empréstitos.
A punta de cañoneras, la anglósfera nos impuso el comercio desigual; con el comercio desigual, el comercio de deuda; con el comercio de deuda, los stand by, los condicionamientos políticos, la entrega del patrimonio y la tierra, el “liberalismo” y a punta de destructores y marines, las bases, los golpes de Estado, Plan Cóndor, genocidios para imponer el “neoliberalismo”, invasiones, bombardeos, lawfare, blackout y fondos buitres, más deudas y condicionamientos…
Hoy, el negociado de deuda odiosa sigue condicionando a nuestros pueblos dependientes del imperialismo. Más del 50% de lo recaudado por nuestras exportaciones se destina al pago de intereses de deuda.
Cuando Inna Afinogenova dice, en entrevista de Gustavo Carabajal para Caras y Caretas, que “los Estados de bienestar no se hicieron precisamente privatizando”, miente. Se hicieron privatizando los países más subyugados económicamente y a cañonazos.
Si Paraguay era la mayor potencia de América a mediados del siglo XIX, hasta poco antes China era la mayor potencia comercial y económica del mundo, y lo había sido por ocho siglos con su antigua “ruta de la seda”. En 1839 los británicos iniciaron contra China la primera “guerra del opio” y la segunda finalizó cinco años antes de la invasión a Paraguay. Los chinos, asumiendo su historia sin eufemismos, al siglo largo transcurrido entre 1839 y la revolución de Mao en 1949 le llaman “el siglo de la humillación”.
Los apologistas del “Estado de bienestar” europeo lo son de la guerra, de las guerras coloniales e imperiales, de las más cruentas de la historia. Los europeos masacraron las tres cuartas partes de la población americana durante la llamada “conquista”; y en Asia, solo en la guerra de Manchuria, murieron 30 millones, casi tantos como en la Segunda Guerra Mundial, más que en la Primera, mientras las hambrunas mataban también de a 30 millones en la India o en China, solo porque Inglaterra resolvía otros destinos para los granos en la década del 70 del siglo XIX, mientras controlaba el opio a sangre y fuego.
El Plan Marshall que los parió no fue sino parte de la Doctrina Truman que lo precedió, otra gigantesca trasferencia de riqueza del sur global a allí donde el siglo XX puso frontera con el comunismo para contenerlo.
En 1947 el dólar fue “prontuariado” por un joven intelectual leninista uruguayo, Rodney Arismendi, en Para un prontuario del dólar: más allá del plan Truman (Harry, por entonces presidente de EEUU, propulsor del famoso Plan Marshall). Prontuario es un resumen en que están anotadas varias cosas a fin de tenerlas presentes cuando se necesitan. Ahora que el dólar está para sentencia, cito reseña de Arismendi, en que retoma anotaciones de aquel “prontuario”, de los primeros empréstitos en dólares que recibió Uruguay, de la banca Rockefeller, en 1915, cuando “la Primera Guerra Mundial marcó el avance del imperialismo yanqui en América del Sur y de su puja por desplazar a Inglaterra del lugar principal”, luego, desde “1919, 1,9 millones de dólares; 1924, 15 millones; 1929, 44,6 millones; 1935, 51,2 millones, con Chase, Dillon Read y Hailgarten. Mientras “los empréstitos británicos y franceses seguían siendo la parte fundamental de la deuda externa de Uruguay”, el dólar aumentaba sostenidamente su influencia. Tendencia similar apuntaba para toda América del Sur. En 1949-50 esta deuda externa de Uruguay en dólares ascendió a 76 millones. Es decir, a partir del buen posicionamiento que logra con escaso sacrificio en la “Gran Guerra”, pero especialmente en la “Segunda”, EEUU, con la Doctrina Truman, Plan Marshall para Europa (subsidios gigantescos), comercio no equivalente saqueador para el Caribe y América Latina (solo un ejemplo: “En el quinquenio 1954-59, Argentina perdió por el desmejoramiento en los precios de intercambio, 2.075 millones de dólares”), EEUU respalda su moneda más allá de los acuerdos de Bretton Woods que la aceptan por divisa de reserva mundial con patrón oro.
En 1971, Nixon, presidente de EEUU, inicia el camino de flexibilización cuantitativa con estafa Ponzi internacional, manteniendo el comercio desigual y el negocio de deuda. La confianza de la fuga de capitales en dólares de las oligarquías latinas a paraísos fiscales está en que, cuando Hussein vendió petróleo en euros, EEUU lo invadió, pero ¿qué pasa cuando no puede invadir Venezuela? ¿O cuando la invade con mercenarios y fracasa, o cuando fracasa en Irak después de ocho años de ocupación militar y en Afganistán también fracasa después de diez?
El Plan Marshall fue la privatización del “tercer mundo” para contener al comunismo en Europa con “Estados de bienestar” que hoy son una estafa en cualquier programa de gobierno de “izquierda” europeísta, porque no están ya dadas las condiciones de superexplotación del sur que lo hicieron posible y la tendencia es que ya nunca lo estén.