El presidente de Guyana, Irfaan Ali, ha puesto a sus fuerzas armadas en alerta y pretende intimidar a Venezuela al señalar que tiene el apoyo del Comando Sur de EE. UU., por si se le ocurriera intentar recuperar el territorio robado.
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Para comprender esto, retrocedamos en el tiempo.
Cuando en 1811 Venezuela se independizó de España, el Esequibo formó parte de la nueva República. De hecho, ya era parte de la Capitanía General de Venezuela desde 1777. En 1814 el Reino Unido hizo un tratado con Países Bajos y se apropió de la Guyana Británica, la que en ese momento no llegaba a 52.000 kilómetros cuadrados. Desde entonces, la naturaleza ha actuado de modo extraño, ya que el territorio de Guyana se ha expandido misteriosamente tragándose buena parte de la vecina Venezuela, lo que llevó a Estados Unidos en 1895 a promover un arbitraje internacional.
Los problemas comenzaron en 1840, cuando Londres, no contando con una clara determinación de los límites del territorio adquirido, envió al explorador Robert Schomburgk para establecer la línea divisoria. La “Línea Schomburgk” le concedió al imperio, generosamente y de un plumazo (literal), unos 80.000 kilómetros cuadrados de suelo venezolano. Al año siguiente, Venezuela protestó en el ámbito político y diplomático por aquel abuso imperial.
El Reino comenzó entonces a hacer lo que mejor sabe: dar largas al asunto con emisarios que van y vienen con consultas, propuestas y contrapropuestas, haciendo que el tiempo pase hasta que su voluntad e intereses se impongan por la vía de los hechos. Es lo que le han hecho, por ejemplo, a Argentina con las Malvinas.
Lejos de devolver el territorio ocupado, en 1886 Londres estableció una nueva línea divisoria y se quedó con una porción más grande aún.
Así llegamos a la burla de 1899, cuando el Laudo Arbitral de París dictaminó que el Esequibo pertenecía al Reino Unido. ¿Por qué burla? El presidente del tribunal era un ruso y los dos miembros restantes eran británicos. Venezuela no tuvo allí quien defendiera sus intereses, por lo que varias décadas más tarde, con pruebas y documentos del fraude, el Gobierno venezolano declaró que el laudo era “írrito y nulo”.
En 1966, el Acuerdo de Ginebra reconoció el reclamo, se declaró al Esequibo como “territorio en disputa” (lo que implicaba desconocer el Laudo Arbitral de París de 1899) y se dispuso que el Reino Unido y Venezuela buscaran una solución “práctica y satisfactoria” para ambas partes. Sin embargo, tres meses después, Londres le dio la independencia a Guyana y se volvió al juego de dejar pasar el tiempo, hasta que algo obligó a acelerar las cosas.
Entre 2010 y 2013 se descubrieron grandes riquezas en la zona disputada, que no es solo la parte terrestre, sino la parte marina y submarina. Esa zona, que representa las dos terceras partes de Guyana, tiene petróleo, y donde hay petróleo hay gas. Además, hablamos de riqueza ictícola, y algo fundamental para Venezuela, la salida al Atlántico.
Guyana se apuró entonces a otorgar concesiones de explotación petrolera en aguas no delimitadas, o sea, en parte del área en disputa. Por su parte, el 3 de diciembre de 2023, Nicolás Maduro realizó un referendo y el 95 % de los venezolanos consideró que el Esequibo les pertenece y el Gobierno debe proceder a su anexión. Lo interesante de este dato es que se trata del único tema que une a los habitantes del país. Hasta Henrique Capriles votó a favor. Con este mandato popular en la mano, Nicolás Maduro debe proceder a recuperar el territorio sustraído por el imperio.
Como sea, Caracas no tiene interés en tomar lo suyo por la fuerza. ¿Motivos?
- La crisis económica producida por el bloqueo de Estados Unidos y sus aliados.
- La falta de carreteras obligaría a movilizar pertrechos, máquinas y soldados por la selva.
- Atacar a Guyana sería la excusa perfecta que espera Estados Unidos para destruir Miraflores, sacar a Maduro y poner a un presidente títere de la actual oposición.
- Una regla básica para los estrategas de la guerra es que no se pueden abrir más frentes de los que se pueden atender.
- La comunidad internacional aprovecharía para mostrar a Maduro como el malo de la película, algo muy similar a lo hecho con Vladimir Putin.
Caracas insiste en continuar dialogando para cumplir con el acuerdo de 1966. Una solución acordada llevaría, necesariamente, a que ninguna de las partes lograra el 100 % de sus aspiraciones. Guyana no va a ceder la tercera parte de su territorio y Venezuela no puede entregarlo sin resistencia, ni perder la salida al Atlántico y quedar fuera de las ganancias que genere la explotación de los recursos naturales.
Por su parte, ante la falta de resultados concretos del “mecanismo de buenos oficios” para resolver la negociación en forma bilateral, Georgetown llevó el caso ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), algo que no le conviene para nada a Venezuela; no porque carezca de argumentos para lograr un veredicto favorable, sino porque lo político puede ponerse por encima de lo jurídico y a las grandes potencias no les conviene un Nicolás Maduro victorioso, menos cuando las elecciones están previstas para 2024. Estos organismos internacionales han demostrado falta de urgencia para resolver el conflicto y lo más posible es que quieran sacarse el problema de encima declarando el asunto como cosa juzgada, debido a lo que ya señalamos: el paso del tiempo.
Para colmo, la ExxonMobil estaría arrojando combustible al fuego al financiar a políticos de la oposición venezolana. La principal empresa petrolera de Guyana está acusada de conspirar contra Venezuela, motivo por el cual el fiscal general Tarek William Saab ordenó la detención de 14 personas.
Como si fuera poco, Guyana trazó arbitrariamente una nueva línea divisoria que nuevamente cercena derechos venezolanos y, encima, le abrió las puertas al Comando Sur de Estados Unidos y propone establecer bases militares estadounidenses en su territorio. ¿No fue de manera similar que comenzó lo de Ucrania? Irfaan Ali está fumando encima de un polvorín.
Caracas, afortunadamente, no está dispuesta a caer en provocaciones; pero en un comunicado ha expresado su rechazo a las actitudes beligerantes del presidente del país vecino: “Venezuela condena las recientes declaraciones del presidente Irfaan Ali, quien de manera irresponsable ha dado luz verde a la presencia del Comando Sur de los Estados Unidos en el territorio de la Guayana Esequiba, sobre el cual Guyana mantiene una ocupación de facto y una controversia territorial con Venezuela”.
Paralelamente, Maduro anunció la creación de una Alta Comisión por la Defensa de la Guayana Esequiba, coordinada por la vicepresidenta ejecutiva Delcy Rodríguez. El objetivo de este organismo será planificar y ejecutar las acciones necesarias para cumplir con el mandato popular del 3 de diciembre. A la vez, se designó al mayor general Alexis Rodríguez Cabello como autoridad única provisional de la Guayana Esequiba y se estableció la Zona de Defensa Integral de ésta.
La paciencia de Venezuela ha sido infinita. Del robo inicial de los 80.000 km² en 1840 llegamos a la actualidad con una usurpación de 159.542 km².
Esperemos que prime la cordura y lleguen a un acuerdo de creación de una comisión bilateral y explotación conjunta de los recursos naturales y a un acuerdo civilizado que devuelva a Venezuela, por lo menos, una parte de su territorio. Una decisión salomónica (partir el bebé al medio) no parece viable; pero sería una buena solución si ambas partes pusieran buena voluntad.
Ahora, si la mecha no se apaga a tiempo, queda claro que la culpa no será de Venezuela, que en todo momento ha apelado al diálogo para saldar la controversia.