Las urnas se abrirán el 30 de abril en Paraguay para elegir nuevo presidente. Dos candidatos encabezan: Peña Nieto del Partido Colorado y Efraín Alegre de la Concertación por un Nuevo Paraguay. Habrá una sola vuelta que definirá los próximos cinco años del país.
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El cambio parece difícil en un país como Paraguay. Gobierna uno de los partidos más viejos del continente: el Partido Colorado, fundado en 1887, a cargo del poder Ejecutivo de manera casi ininterrumpida desde 1954. Casi 70 años al frente de los hilos de país, tanto bajo la dictadura de Alfredo Stroessner como de los gobiernos que siguieron hasta la actualidad, con una excepción: Fernando Lugo, electo en 2008, derrocado por el poder Legislativo en 2012.
Se trata de uno de los países con menos alternancia de partido de gobierno en todo el continente. Sin embargo, la continuidad del Partido Colorado a días de las elecciones presidenciales se presenta amenazada: según algunas encuestadoras el candidato Santiago Peña, colorado, podría perder las elecciones frente a Efraín Alegre, candidato de la Concertación por un Nuevo Paraguay, al frente de una amplia coalición con la consigna del cambio.
Efraín y Peña encabezan las intenciones de votos para llegar al Palacio de los López, en Asunción, en una contienda que reúne a 12 candidatos, que deberán medirse en una sola vuelta: quien saque la mayoría simple asumirá en agosto y gobernará hasta 2028. No habrá segunda vuelta, ni distancia mínima necesaria para una victoria como ocurre en otros países, será un solo día que definirá el signo político del Ejecutivo así como 17 gobernadores, 45 senadores y 18 diputados.
Lo que pase en Paraguay, país del cual suele hablarse poco en la región, será importante, no solo para el país, sino para Sudamérica y Estados Unidos (EEUU). El país mediterráneo tiene una significativa importancia no solo como productor de soja y detentor de grandes reservas de agua dulce, sino por las acusaciones de casos de contrabando y narcotráfico que se multiplicaron en años recientes.
La división colorada
El Partido Colorado viene de un proceso de primarias que le permitió dirimir sus diferencias por las urnas. Ocurrió en diciembre, cuando Peña le ganó a Arnoldo Wienz: el primero iba junto al expresidente Horacio Cartes, de quien fue ministro de Hacienda, y el segundo con el actual mandatario colorado Mario Abdo Benítez.
Peña se puso en campaña con la dificultad propia de toda fuerza política que lleva años o décadas de gobierno, y debe intentar presentarse como cambio siendo continuidad. Su concepto de campaña pasó a ser el de un Paraguay “mejor”, y uno de sus ejes centrales el del trabajo: “La revolución del empleo, la gente nos pide empleo, entienden que el empleo les da libertad, les va a dar dinero en el bolsillo, lo que tenemos que ver es que está impidiendo que se genere empleo en Paraguay: la burocracia, los trámites, necesitamos un Estado descentralizado”, afirmó en días recientes.
Ese desafío de crear expectativa por el carácter oficialista se vio contrabalanceado por dos elementos a favor del candidato colorado. Por un lado, la maquinaria electoral del partido, que cuenta con presencia en todo el país y una larga experiencia de fiscalización, control, así como de denuncias de fraude. El mismo Alegre denunció la existencia de un fraude en abril de 2018 luego de perder ante Benítez 46,42% a 43,04%, una estrecha distancia.
Existe otro punto favorable a Peña: lo que muchos señalan como una identidad política colorada arraigada en varios sectores sociales. Maquinaria, identidad, la promesa de crear 500.000 puestos de trabajo en cinco años, son algunos de los elementos sobre los cuales aspira llegar a la presidencia quien reivindicó recientemente a Stroessner y es parte de la fracción colorada conducida por Cartes, presidente del partido y acusado de corrupción por EEUU.
La coalición del cambio
La Concertación para un Nuevo Paraguay reúne a 14 partidos, como el Partido Liberal Radical, de donde proviene Alegre, una parte mayoritaria del Frente Guazú, o el Partido Patria Querida. Alegre, quien ya se presentó dos veces antes, llega ahora con posibilidades de ganar: según la encuestadora Atlas, podría imponerse 38% contra 36% de Peña.
Alegre enarbola las banderas del cambio, de la lucha contra la corrupción, de “la patria contra las mafias”, como afirma. El candidato ya anunció algunas de sus primeras medidas, como “recuperar y devolver al pueblo lo robado, con ese dinero vamos a hacer las reformas que Paraguay necesita”; la reducción de 90% de tarifa para los usuarios que utilizan hasta 100 kw por hora por mes y 75% para los que usan 200 kw; o el acceso gratuito a medicamentos esenciales.
También dio a conocer parte de su gabinete en el marco de una coalición amplia, como lo graficó Soledad Núñez, candidata a vicepresidenta: “Un equipo diverso, plural, donde van a estar colorados, liberales, encuentristas, patriaqueridistas -del Partido Patria Querida-, del Frente Guazú, de todos los sectores de la sociedad, nunca más discriminación por afiliación político partidaria, venimos a cambiar las maneras de hacer política, cambiar el modelo que nos tiene en atraso”.
Esa heterogeneidad se expresa, por ejemplo, en que el ministro de Defensa que asumiría sería Edmundo Rolón, del Partido Colorado. La amplitud se expresa a su vez en los mismos mensajes de la campaña de Alegre, quien busca llegar a las bases sociales coloradas en vista del arraigo de esa identidad política y la necesidad de buscar esos votos. El candidato de la Concertación, que cuenta con el apoyo de Lugo o de figuras del progresismo regional como Pepe Mujica, busca abrir políticamente para reunir la fuerza para derrotar al candidato de Cartes.
Washington y Asunción
La presencia de EEUU en la campaña ha sido explícita desde el año pasado, en particular cuando acusó al entonces candidato colorado Hugo Velázquez de ser “significativamente corrupto” y le prohibió la entrada al país. Lo mismo sucedió con el propio Cartes, acusado de “corrupción desmedida que socava las instituciones democráticas”, de tener vínculos con la organización libanesa Hezbolá, y fue sancionado, con sus empresas, por la Oficina de Control de Activos Extranjeros estadounidense.
Cartes, al frente de un grupo empresario que según el propio Peña representaba “el 2% del PIB”, pasó así a ser blanco de Washington en plena campaña. El gobierno estadounidense reforzó en simultáneo sus vínculos con el gobierno de Asunción, avanzando en zonas estratégicas como, por ejemplo, un acuerdo para permitir que militares estadounidenses operen en el control de la llamada Hidrovía en los ríos Paraná y Uruguay, es decir, las aguas a través de las cuales salen los barcos cargados de granos y que son utilizadas por el narcotráfico con destino a Europa.
La atención de EEUU a la contienda sudamericana, así como su intervención abierta en la misma, es entonces grande. Paraguay es además uno de los pocos países que aún mantienen el reconocimiento diplomático a Taiwán en lugar de Beijing, algo de suma importancia en tiempos en que ese es uno de los principales conflictos entre ambas potencias globales, y el reconocimiento a la isla disminuye en el mundo como ocurrió recientemente por parte del gobierno hondureño.
El 30 de abril dará el resultado sobre qué sucederá en Paraguay: si ganará Alegre, Nieto, o habrá una sorpresa de quienes aparecen en tercer y cuarto lugar, como son Euclides Acevedo o Paraguayo Payo Cubas, este último, representante de la corriente antipolítica de derecha que crece en varios países. ¿Iniciará una etapa de intentos de cambios al mando de una coalición amplia o seguirá la hegemonía colorada?