La soja, esencial en los mercados de commodities a nivel global, se ha convertido en cuestión de pocos días el centro de la guerra comercial entre Estados Unidos y China.
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En 2024, EEUU exportó un impresionante volumen de más de 27 millones de toneladas de soja a China, valorado en aproximadamente 12.8 mil millones de dólares.
Sin embargo, la implementación de aranceles recientes ha comenzado a cambiar radicalmente este panorama, generando preocupaciones entre los agricultores estadounidenses que dependen de sus exportaciones al gigantesco mercado asiático.
Parece que una vez más las medidas generalistas de la ultraderecha y los proteccionismos extremos muestran que siempre hay diferencias.
Desde que comenzaron los enfrentamientos comerciales, los precios de la soja estadounidense han visto un aumento vertiginoso, lo que plantea serias dudas sobre la capacidad de los agricultores para competir efectivamente. En las últimas horas se han escuchado manifestaciones de diversos productores y referentes de los sectores con preocupaciones relevantes sobre el miedo ante el impacto a largo plazo de las tarifas, señalando que hay una tremenda amenaza sobre sectores muy relevantes de EEUU que se concreta como una amenaza para grandes grupos de población y zonas y atenta ante comunidades y una forma de vida de un tipo estadounidense. Mientras tanto, sus pares en Brasil y Argentina están encontrando oportunidades en medio de esta crisis.
Brasil, que representa el 40% de la producción mundial de soja, ha comenzado a capitalizar la situación. A medida que se cierran las puertas para las importaciones de soja estadounidense, China ha comenzado a fortalecer su relación comercial con los productores brasileños. Esto no es solo una respuesta a la reducción de las importaciones estadounidenses, sino también resultado de la considerable inversión que China ha realizado en infraestructura en Brasil en la última década, incluyendo la construcción de almacenes y puertos destinados a facilitar el comercio.
Concretamente se puede destacar las declaraciones de Andre Nassar, presidente de la Asociación Brasilera de Productores de Aceites Vegetales, que destacan la ventaja que están obteniendo los productores brasileros y evidenciando que aquellos que aún no han vendido su producción están esperando por precios más altos. Con la temporada de cosecha terminando en Sudamérica, los productores que no han vendido aún tienen la oportunidad de capitalizar aun más el aumento en los precios.
Mientras que agricultores estadounidenses se encuentran desafiados por una incertidumbre creciente. A medida que se acerca la temporada de siembra, muchos de ellos, que realizan rotaciones con cultivos de maíz y soja, se ven atrapados entre la necesidad de continuar con sus operaciones agrícolas y la preocupación de que el mercado de soja se mantenga inestable. En EEUU reina la incertidumbre y preocupación por esta nueva realidad que los amenaza.
Con la necesidad de diversificar sus mercados, los agricultores de EE. UU. están mirando hacia en mercados emergentes en países como India, Egipto y México. A pesar de estos esfuerzos, lograr sustituir la creciente demanda de soja de China no será una tarea fácil ni rápida.
Mientras tanto, el mercado de la soja se encuentra en un estado de cambio constante. Muchos agricultores brasileros están optimistas y ven una proyección de crecimiento sólida frente a la incertidumbre de sus colegas estadounidenses. Los datos anteriores muestran que, desde 2017, antes de que comenzara esta guerra comercial, China aumentó sus importaciones anuales de soja brasileña en un 35%, mientras que las importaciones de soja estadounidense cayeron un 14%.
La guerra comercial entre Estados Unidos y China no solo está alterando las dinámicas del comercio mundial, sino que también está reconfigurando el panorama agrícola.
A medida que Brasil y Argentina se posicionan para llenar el vacío dejado por los agricultores estadounidenses, la posibilidad de que los productores de soja de EE. UU. enfrenten un futuro incierto se hace más real cada día. La respuesta a esta crisis dependerá de la capacidad de adaptación de los agricultores y de la evolución de las políticas comerciales en el ámbito internacional.