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¿Cómo se elige un ministro? El penúltimo round de Luis Alberto Heber

Reitero que yo no soy adversario de Katoen Natie y, es más, considero que su presencia en Uruguay es beneficiosa para el país y ha sido un buen socio para el Estado.

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Caras y Caretas Diario

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En verdad, lo central de la historia de la nota que escribí la semana pasada era la curiosa manera en que se eligen los ministros y, sobre todo, la peripecia de haber elegido para ministro de Transporte y Obras Públicas y luego ministro del Interior a la misma persona, un político sagaz, con experiencia parlamentaria, hacendado, con destacado linaje familiar, medio pariente del presidente y hombre de confianza del mismo, pero que de seguridad pública, criminología, cárceles, puertos, transporte, carreras, puentes, hidrografía y obra pública no sabe un pomo.

Se dice que cuando un político está mucho tiempo en el Parlamento tiene como un deseo imperioso, casi obsesivo, de demostrarse y demostrar a los demás que es capaz de hacer algo. Es así que se vuelve una necesidad para sentirse realizado, acceder a lo que llaman “tareas ejecutivas”.

Todos dicen tener “vocación ejecutiva” aunque hayan pasado, como Luis Alberto Heber, casi 40 años calentando una poltrona del Parlamento y cobrando en una ventanilla del Palacio Legislativo.

Luis Alberto Heber es un ejemplo de eso y, cuando tuvo su oportunidad, no dudó en reclamar para sí un lugar de “hacedor”, el de ministro de Obras Públicas, lugar privilegiado si los hay, porque desde allí se maneja buena parte de los recursos que el presupuesto destina a la obra pública.

Digamos que una ocupación es más ejecutiva cuando se está más cerca de la caja. Como recordaba Sonsol, money is money”.

Luis Alberto Heber fue ministro un año y poco y no hizo mucha cosa. Por pitos y flautas se pasó hablando, pero, de hacer, casi nada. Se quejó de que el ministro anterior era tan trabajador que le gastó todo el presupuesto. Estuvo tentado de pedir una investigadora porque no se podía creer que hubiera trabajado tanto.

Por eso sorprendió cuando Luis Lacalle Pou anunció hace unos meses que había culminado con el mencionado ministro un agotador proceso de negociación con la empresa Katoen Natie extendiendo la concesión de la terminal de contenedores en el Puerto de Montevideo por 50 años más, hasta 2080.

En sí, el acuerdo parece ser extenso y sus extremos variados, pero sin conocer todos sus detalles, en algunos parece ser muy opinable, en otros medio riesgoso, malo en algún aspecto y en otros bastante bueno.

Katoen Natie es una importante empresa belga, ha sido un buen socio para el Estado uruguayo, el negocio de la terminal ha tenido una buena rentabilidad, ha contribuido a modernizar la actividad portuaria, ha realizado inversiones millonarias en dólares, ha aumentado el tráfico de contenedores y parece comprometerse a una gran inversión de cerca de 500 millones de dólares.

Puntualmente, Lacalle festeja y lo presenta como un contrato que asegura su continuidad en nuestro país, evita un juicio millonario y compromete una millonaria inversión.

Tal vez no sea para festejar tanto la manera en que el gobierno procedió para firmar los contratos y la imprudencia del gobierno al firmar un acuerdo para medio siglo sin los asesoramientos adecuados y sin los entendimientos políticos imprescindibles. Ni siquiera con sus socios.

Ese es un problema político para el gobierno y tal vez un problema jurídico para la Justicia competente y para el Tribunal de lo Contencioso Administrativo.

El procedimiento empleado es lo que parece muy malo y tal vez ilegal y, aunque sé que hay gente que se sintió ofendida por mis palabras, me parece sospechoso semejante secreto entre primos, me refiero a la relación familiar entre el presidente y el ministro, para firmar un documento que se sabía muy controvertido y además que continuaría vigente por más de medio siglo cuando el atlético mandatario, hoy un poco pasadito de peso, esté mirando el repollo del lado de la raíz.

Si alguien me preguntara, no me parece mal que se renueve la concesión de la terminal, ni tengo elementos suficientes para objetar los plazos ni los montos que se compromete a invertir Katoen Natie y que tendrán que ser proporcionales o acordes con los planes de desarrollo del puerto, que no conozco ni sé si existen, las estrategias comerciales y las políticas y alianzas regionales.

En esta semana se agrega que la misma pareja de primos le concedió al selectísimo Yacht Club de Punta del Este un beneficio adicional en el canon y un muelle de atraque, algo así como una marina, y por otra resolución el Ministerio de Industria le pagará a Multiseñal US$ 2.500.000 contra la opinión de la Ursec y sus asesores jurídicos en un acuerdo que además beneficia, como siempre, a los tres canales privados.

Por esas cochinadas y no solo por los policías malos que lo rodean tengo la peor opinión de este gobierno y desconfío de todo lo que hace, porque, como he dicho, tiene más negocios que ideas.

Sobre la ilegalidad e inconstitucionalidad de lo firmado en el puerto, tal vez se me fue la mano, porque aunque he leído informes y consultas jurídicas y seguido la discusión parlamentaria, no tengo elementos suficientes ni autoridad para afirmar su ilegalidad, pero tal vez haya instancias para que el presidente y su ministro defiendan sus actos y quienes los cuestionen lo denuncien.

Reitero que yo no soy adversario de Katoen Natie y, es más, considero que su presencia en Uruguay es beneficiosa para el país y ha sido un buen socio para el Estado, más allá de los diferendos y los choques, las amenazas y las eventuales demandas que han enrarecido ocasionalmente las relaciones entre el gobierno del Frente Amplio y la empresa en cuestión.

Tal vez hubiera sido mejor que el acuerdo entre el gobierno y Katoen Natie se hubiera alcanzado en el período de gobierno anterior, aunque habría sido por un plazo más breve y las inversiones, algo menores.

Hubiera sido, en mi opinión, más cristalino y menos llamativo, pero las cosas fueron como fueron y tal vez se tensó la cuerda más de lo necesario o la empresa optó por negociar su continuidad con la administración siguiente presumiendo un ambiente más amigable a sus intereses y mejores posibilidades de obtener lo que pretendía como se confirmara ulteriormente.

Varias veces lo vi al ministro Víctor Rossi muy alentado con las conversaciones que el Sr. Fernand Hurt y su señora esposa tuvieron con él mismo y con Tabaré Vázquez. Otras veces lo vi contrariado.

Todos sabíamos que la empresa belga estaba descontenta y que hasta había anunciado un proceso para vender su participación en la terminal.

El proceso no culminó como Katoen Natie esperaba, pero trascendió que hubo interesados, particularmente algunas de las empresas navieras más grandes con un alcance verdaderamente global.

El proceso no culminó, pero solo con la intención de vender  había quedado patente su descontento y sus diferencias con la administración portuaria.

Más de una vez escribimos en estas páginas que a Katoen Natie le asistían razones para objetar que mediante breves contratos a término y sin licitación se fuera prolongando año tras años el uso de los muelles públicos a un competidor que, sin grandes inversiones, se fue quedando con la mayor parte de la operación de contenedores del puerto y con tarifas sensiblemente más económicas.

También escuchábamos que esa era una manera de contrarrestar la vocación monopólica de Katoen Natie, de proteger los derechos comerciales de algunos operadores menores y de preservar la autoridad portuaria y la capacidad de la administración de ordenar el puerto según sus criterios y con más de un operador.

Hoy día este acuerdo recién firmado consolida una exclusividad en la operación de contenedores reduce a la competencia y particularmente a Montecon a una gestión poco menos que auxiliar y achica las potestades de la administración portuaria en la regulación de la logística de las cargas y el atraque de los buques.

Probablemente hubiera sido mejor que quedara un margen considerable para la competencia que ha demostrado ser muy eficiente y la ANP hubiera conservado más autoridad y soberanía en la gestión portuaria.

Confío que este acuerdo no tenga consecuencias en la pérdida de fuentes de trabajo, ni en condiciones laborales para los trabajadores ni en las tarifas cuyo componente no son solo consecuencia de los precios que fijan quiénes operan las cargas.

Algunos de los lectores tienen opiniones a favor de uno u otro argumento, pero no conocen lo que es la Terminal de Contenedores Cuenca del Plata.

Si recorremos la rambla portuaria en dirección al este, visualizamos unas gigantescas grúas que señalan el parque de la Terminal de Contenedores Cuenca del Plata, de la cual son socios la empresa de capitales belgas Katoen Natie, el accionista mayoritario, y el minoritario, la Administración Nacional de Puertos.

Es sabido que Katoen Natie es una gigantesca empresa internacional de servicios logísticos y portuarios con presencia en 36 países. En Bélgica administra el puerto de Amberes, una zona franca portuaria de 150 hectáreas.

Katoen Natie está presente en Uruguay  desde 1996, es decir, hace 24 años.

En 2001 se convirtió en socio del Estado uruguayo, al haber realizado la mayor oferta en la subasta pública por 80% del paquete accionario de la Terminal Especializada de Contenedores.

Como dijimos, el núcleo central de las diferencias con los gobiernos anteriores fue la aspiración de Katoen Natie de ser la única terminal especializada -lo cual según algunos parece interpretarse del contrato original-y, por otro lado, la voluntad de los gobiernos de que otras empresas menores compitan con TCP para diversificar la gestión de las actividades logísticas en el Puerto de Montevideo.

En los hechos, también parece claro, estas empresas menores se fueron reduciendo a Montecon, una empresa de capitales chileno- canadienses de un calado sustancialmente menor aunque tan multinacional como Katoen Natie. Ni mejor ni peor.

Katoen Natie objetó siempre aquellas resoluciones de la ANP que consideraba lesivas de su contrato, tales como el uso de las instalaciones públicas por Montecon para depósitos fiscales y operación de contenedores, señalando que carecía de derechos licitados para la utilización de las áreas públicas o legitimación jurídica para su uso.

Ahora el diferendo parece laudado por disposición del gobierno actual con la firma del propio presidente de la República.

TCP podría ejercer todos los beneficios que le otorga este contrato y Montecon reducirá su participación en la operación de contenedores y muy probablemente no podrá firmar contratos con las grandes navieras porque no podrá asegurar su cumplimiento.

Katoen Natie recuperará u obtendrá al final la condición de “única terminal especializada” e invertirá más de 500 millones de dólares.

Como se ha informado, Katoen Natie dejará sin efecto las demandas que podría presentar ante los tribunales internacionales de conflictos reguladas por los tratados de inversiones vigentes.

En el acuerdo hay una cantidad de cláusulas que agregan disposiciones que eran o son objeto de diferendos y que ahora quedarán dirimidas por decreto.

Algunas disputas continuarán sin resolución pero son las mínimas. En la disputa portuaria ganará Katoen Natie y perderá Montecon, que, sin embargo, continuará presumiblemente con sus actividades de carga y descarga, incluyendo marginalmente la operación de contenedores como auxiliar de la Terminal Especializada.

Muy posiblemente el gobierno procurará negociar con Montecon para evitar que se retire de las operaciones o que inicie demandas por considerarse perjudicada.

Hay otros aspectos del contrato que se negociarán a solicitud de los otros partidos integrantes de la coalición. Otros operadores privados también plantean ser escuchados y es probable que se atiendan algunos de sus planteamientos.

El tiempo será el juez supremo que evaluará costos y beneficios, máxime que hasta el final de la concesión se sucederán 12 gobiernos que probablemente serán de partidos distintos y obedecerán a corrientes ideológicas diferentes.

Todos van a cumplir con lo acordado porque así funcionan los Estados democráticos en los que las leyes y las disposiciones están para cumplirse.

No obstante, no se olvidará que este acuerdo debió haber nacido mejor. Se lo merecía la oposición, se lo merecía el país y se lo merecía Katoen Natie.

 

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