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Editorial Mides |

El presupuesto menguante

Con lo poco que se sabe

Por Alberto Grille.

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Es poco lo que se puede decir del proyecto de Presupuesto porque de él solo se conoce lo que se dijo antes, lo que el equipo económico ha divulgado y lo que el presidente ha publicitado en la reunión que tuvo con los legisladores de la coalición de gobierno.

De acuerdo a lo que dicen Lacalle Pou, Alfie y Arbeleche, será “un presupuesto, austero, realista y optimista” y su sustento político estará fundado en tres pilares: el “prestigio, la confianza y la unidad de la coalición”

Los legisladores salieron felices de la reunión.

Hasta ahí, un sobresaliente a la agencia de publicidad, pero, en verdad, solo hubo humo.

Diga lo que diga el gobierno, la inversión en mitigar los efectos de la crisis social desatada por la pandemia ha sido escasa y muy inferior a la de otros países de América Latina y ni que hablar de los más ricos. A las encuestas de popularidad hay que creerles poquito, aunque, como dicen aquellos a los que no les convienen sus resultados, son solo un insumo, una fotografía.

En ella curiosamente no salen las 50.000 personas que comen en merenderos sostenidos por la solidaridad.

La Cepal, que fue interpelada por el propio presidente Lacalle, ya ha dicho que no se retractará ni modificará sus conclusiones, que se basan en datos oficiales.

Si la inversión fue poca porque se partía de condiciones sociales, económicas, sanitarias y culturales producidas durante los años de gobierno del Frente Amplio, o si fue como consecuencia del dogmatismo neoliberal, se esclarecerá con el tiempo, cuando se evalúen las consecuencias y los resultados juzguen cuando se vivía mejor o peor. Por ahora, la culpa la tiene el virus.

Parece evidente que los efectos de la pandemia y de las restricciones que se han impuesto a la movilidad y la actividad laboral con mayor o menor intensidad en los diferentes países de la región destruirán el empleo y los ingresos de los hogares, mientras la recesión mundial afectará los ingresos de las exportaciones.

El marcado deterioro fiscal y la agitación social oscurecen la perspectiva.

Uruguay no ha sido la excepción, aunque certeramente solo es posible evaluar los resultados de los dos primeros trimestres en que el producto bruto cayó a niveles muy bajos, los más bajos desde hace 16 años.

Hace un mes, la ministra Azucena Arbeleche, entrevistada por El País, pronosticaba para este año una caída del producto del 3%, más o menos 2.000 millones de dólares. Ayer, menos optimista, estimaba que la caída será en el entorno del 3,5%. Pesos más, pesos menos, una diferencia de 300 millones de dólares. Los analistas, bancos y consultoras, a fines de agosto, pronosticaban una caída aun mayor, fundamentalmente por la caída del consumo, las exportaciones y el deterioro fiscal. Ellos lo ubicaban en el 3,9%, lo que significa unos 250 millones de dólares más. El déficit fiscal continuará creciendo y las autoridades del Ministerio de Economía estiman que será de 6,5% en 2020 pese a las medidas de austeridad adoptadas por el gobierno. Los analistas pronostican algo más de déficit fiscal en 2020, pero coinciden en que la recuperación posiblemente será rápida y el año próximo la economía crecerá un mínimo de 4,1% y un máximo de 5,1%. Desgraciadamente, esto está por verse y dependerá un poco de nosotros y mucho más de los otros países y de la evolución de la pandemia y de la economía mundial.

Lo que es verdad es que el gobierno ahorró en 2020 cuando los demás países de la región gastaron más para mitigar los efectos de la pandemia. Con 100.000 nuevos pobres, con incremento de las tarifas públicas, con un aumento significativo de la desocupación, incremento del dólar y la inflación cerquita de las dos cifras, la actitud obcecada del gobierno, reacio a escuchar razones, habla de un cambio notable de las autoridades en la  sensibilidad social y un menosprecio por las consecuencias que sus políticas tengan en los sectores más humildes y desprotegidos de la población, los que han sufrido más los efectos de la pandemia. Para justificar que gastando menos se vivirá mejor, el gobierno apela a un relato que proclama que las administraciones anteriores despilfarraron, amenaza con auditorías y apela a la consigna de que se acabó el recreo.

Ayer, como casi todos los días, las palabras del presidente fueron para la propaganda y no hay peor cosa de la propaganda que cuando advertimos que solamente se trata de eso.

Lacalle no habló del salario real, que sin lugar a dudas va a caer. Apeló a la inversión privada para generar trabajo y dijo poco, y vagamente, sobre la inversión en obra pública. Las recientes declaraciones del ministro de Obras Públicas, preocupado por los pocos recursos que dispondrá y la necesidad de cumplir con obras de infraestructura imprescindibles para mantener el estado de la red vial, permiten suponer que se recurrirá a la inversión de los operadores privados y a la cooperación de los organismos internacionales de crédito.

En cualquier opción, el ministerio de Luis A. Heber dependerá como nunca de la voluntad de la OPP y del Ministerio de Economía para contar con los créditos presupuestales y para aceptar el endeudamiento externo.

Lacalle no habló de las inversiones en UTE, Antel y OSE. Me parece que no tiene mucho para decir porque se reducirán sensiblemente.

No reveló como se resolvieron las tensiones que hubo entre el Ministerio de Desarrollo Social, el Ministerio de Economía y la OPP. Lo que el Presupuesto incluirá para el Mides aún no se conoce. Sin embargo, un documento interno que difundió hace unos días la diaria advierte que con las cifras que manejaba el Ministerio de Economía, el Mides tendría dificultades para cumplir con “sus cometidos centrales” porque implicaría una reducción del 30% del mismo, afectaría las “líneas estratégicas” y abatiría las transferencias en el orden del 45% y las áreas de dependencia e incapacidad en el entorno del 28%.

De la Universidad ni se habló. “La Udelar tiene un presupuesto bastante grande para generar ahorros en áreas que no sean la ciencia y la tecnología”, dijo la ministra Azucena Arbeleche.

La frase que formulara la ministra de Economía permite imaginar que el presupuesto para la Udelar será muy restrictivo y afectará actividades centrales de la institución.

Más allá de que se procure mantener las asignaciones de áreas focalizadas, la integridad de la producción universitaria en la docencia, la investigación y extensión no permite reducciones salariales, ni en prestaciones a los estudiantes, ni reducir los planes de desarrollo institucional ni las inversiones en tecnología e infraestructura sin afectar los proyectos que se promueven en la ciencia, la educación la cultura y el arte.

Del presupuesto que se propone para la Udelar se sabe poco, aunque lo suficiente para prever que la institución y sus órdenes, particularmente docentes, estudiantes y funcionarios, lo resistirán.

De ASSE se sabe que su presidente declaró que con lo que tiene le alcanza. Eso son pompitas de jabón y dependerá de cómo se comporte la desocupación, cuántos afiliados perderán las instituciones de asistencia médica privadas, cuántas de ellas entrarán en crisis y cuántos usuarios recibirá ASSE, una vez aquietadas las aguas y finalizadas las postergaciones de los seguros de paro. Leonardo Cipriani, su presidente, es la nueva estrella de la pequeña constelación que rodea a Lacalle y ha opacado al ministro de Salud Pública. El presupuesto será austero y le dará a Cipriani lo que pide y tal vez un poco menos, pero el ministro de Salud Pública, pasada la pandemia, presupuestalmente estará en menguante.

De las asignaciones para la primera infancia y de las estrategias para los niños más carenciados no se sabe nada y lo que se sabe no es esperanzador. Tampoco de cómo se han resuelto las tensiones en el Ministerio de Vivienda, Turismo y Medio Ambiente, en los que la coalición tiene sus ministros colorados y cabildantes. Tampoco cómo asegurará la rentabilidad de los productores agropecuarios, cómo aumentará las ganancias de los bancos y la especulación financiera, cómo atraerá inversiones del exterior y cómo generará confianza para que los uruguayos ricos retornen lo que tienen en el exterior.

Habrá que ver qué garantías da esta coalición multicolor, que se sostiene sobre todo por la tenacidad de Julio María Sanguinetti, que no quiere ver nunca más al Frente Amplio en el gobierno aunque sea relegando al Partido Colorado, condenado a la extinción.

Desde hace algunas semanas, desde las páginas editoriales de Búsqueda y El País, se advierte al gobierno que las tensiones que ocurren en las negociaciones previas a la elaboración del Presupuesto, las parlamentarias durante su consideración legislativa y las de la vida real, cuando empiezan a desenvolverse las demandas sociales, desdibujan las intenciones previas e impiden los cambios estructurales que impulsan los sectores más neoliberales de las clases dominantes.

Ahí está lo importante para Ignacio de Posadas y para mí.

Las intenciones del gobierno y de San Ignacio pasan por aplicar la motosierra a troche y moche, pero ahora el presidente tendrá que navegar en la realidad y “hacerse cargo”.
La oposición también, si quiere defender los logros y las realizaciones de sus gobiernos, proponer constructivamente para mejorar la vida de los uruguayos y para el desarrollo sostenible de un país próspero, justo y más igualitario.

Yo creo que hoy el Frente Amplio está en debe. Que se ponga.

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