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Con Verónica Alonso: “A algunos les gusta entrar en el barro; a mí no”

Es mujer y joven (44), lo que la convierte en un extraño caso en la política uruguaya; más raro aun si se tiene en cuenta que fue electa en 2009 como diputada, en 2014 como senadora y es factible que sea precandidata a la presidencia dentro de un partido como el Nacional, en el que siempre primaron los punteros del interior y los abogados engominados de la capital.

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Verónica Alonso tiene en vilo a una colectividad en la cual, en primera instancia, se suponía que en la interna las cartas estaban echadas. Pero todo indica que será la tercera en discordia.   Por Pablo Tosquellas   ¿En qué estás pensando ahora? En que hay muchas cosas para cambiar, en que hay un gobierno que ha sido sordo y necio a los planteos serios que se les han hecho. Hay muchas cosas que me preocupan. Me preocupa la fragmentación social, caminar por la calle y a 15 minutos de acá [Palacio Legislativo] ver barrios dominados por bandas de narcos, y no me lo contó nadie: basta ir a una escuela que está en el barrio Marconi y ver a niños que salen de la escuela y ven a narcos amenazando a sus familias, corriéndolos de sus casas. El tema de la droga es uno de los temas más importantes que tenemos en el país; está asociado a la violencia, a la delincuencia y que no se le ha puesto el foco que se le debería haber puesto, sobre todo en lo que tiene que ver con la rehabilitación, en la mayoría de los casos, de gente cada vez más joven.   ¿Y como mujer qué pensás hoy? Me duelen y me generan mucha impotencia los casos de femicidio, que no podamos frenarlos. No somos capaces de entender la dimensión de lo que le está pasando a la sociedad uruguaya. El problema pasa, primero, por tomar conciencia de lo que nos está sucediendo en una sociedad cada vez más violenta y que no estamos encontrando las respuestas de cuáles son las causas de eso. Y después, uno ve al gobierno que dice : “Hay que hacer determinadas cosas”. Pero el problema es que después no le da los recursos a lo que hay que poner. No le da los recursos a las pulseras electrónicas, a los juzgados especializados en violencia. Tampoco establece casas de contención para muchísimas mujeres que hacen la denuncia [de violencia doméstica], pero que dependen económicamente del agresor. Entonces, no hay respuestas ni los resguardos por parte del Estado para que esa mujer pueda completar ese proceso de reconstruir su vida. Después, como mamá [es madre de Camila, 15, Delfina, 12, y Violeta, 5], me preocupan muchas cosas. Me preocupa el tema de la educación, y no pensando específicamente en mi hijas, sino en esa imposibilidad de igualdad que hoy se da en el país, que, dependiendo del lugar en el que nacés estás condenado a tener una educación que no te prepara para la vida. Entonces, estamos generando dos tipos de uruguayos. A pesar de que se habló mucho de la justicia social o de la igualdad, el crecimiento económico que el país ha tenido no vino acompañado del mismo desarrollo humano y social.   ¿A que le tenés miedo como política? A dejar de escuchar a la gente. Los políticos comienzan a creerse personajes y a generarse un muro alrededor de ellos y se olvidan para qué están realmente; van perdiendo la sensibilidad en entender que somos servidores de la gente y no para servirnos a nosotros mismos. A veces tengo miedo de entrar en esa lógica en la que muchos están y ser una más de lo que lamentablemente se ha transformado el sistema político y por algo la gente está descreída. Los políticos van perdiendo la conexión con la ciudadanía. El ponerme en los zapatos del otro, el tratar de interpretar. El día que sienta que eso no me pasa, seguramente no haga más esto, porque para mi hacer política es entender al otro y tratar de ayudar en la medida de mis posibilidades para que las cosas funcionen un poco mejor. Pero cuando eso se transforma en el beneficio personal de cada uno, yo veo que muchos políticos -y aquí no hay palo a ningún color- entran en esa lógica de defender lo que sea para mantenerse en su lugar.   Incluís a tu partido. A todos, no tengo duda. La ética y la moral no tienen un color político, forma parte de la esencia humana y de los valores. Eso es parte del desafío y de la responsabilidad que tenemos quienes ocupamos estos lugares, que es volver a recuperar la confianza de la gente. Pero no hay que buscarlo afuera eso, hay que buscarlo en nosotros mismos. Mi miedo es dejar de tener esa sensibilidad y a transformarme en uno más de estos tipos que le han hecho mucho daño a la política. Uruguay es un país que tiene problemas solucionables. Para mí, la raíz de los problemas que tenemos es producto de malos políticos que han tomado malas decisiones. Pero la solución a que Uruguay pueda encontrar respuestas a los problemas que tiene no viene de afuera, no viene un extraterrestre, no viene un outsider a salvar el país. La solución está en nosotros.   ¿Y cómo haces? Te pongo un ejemplo. Muchas veces, antes, venían dirigentes que te decían: “Yo tengo 1.000 votos”. Y vos quedabas atado por esos 1.000 votos a devolvérselos con un cargo. Y no estaban ni los 1.000 votos ni el referente estaba apto para ocupar ese lugar. Entonces, ponemos gente a ocupar lugares para devolver favores. Eso está mal. Ahí es donde empezamos a deformar la tarea de servicio o a hacer las cosas bien. Nosotros tenemos que poner a la gente por profesionalismo, por idoneidad… por supuesto que tiene que existir confianza política, pero no a cambio de favores. Las redes sociales te permiten saltearte esa cuestión de esos mercenarios que después ocupan lugares para los que no están preparados ni capacitados. Es una tarea que tenemos compartida la ciudadanía y los que tenemos lugares de responsabilidad.   ¿Sos feminista? Si feminismo es buscar la igualdad de derechos y oportunidades para todas las mujeres, sí. No soy radical. No me identifico con el feminismo intolerante que parece que hay que poner a los hombres en un paredón. Uno escucha expresiones de determinadas mujeres que no me identifican porque, para mí, la vida es estar en una misma vereda, luchando por la igualdad y para eso los necesitamos a los hombres.   Vos sos uno de los casos en que creciste en política sin necesidad de cuotas, sino con los votos de la ciudadanía. ¿No te da bronca que venga otra mujer y ocupe un lugar similar al tuyo sólo por cuota política? Es verdad, yo no necesité las cuotas. Pero veo que en la vida política, muchas veces, para las mujeres se hace empinado ese trayecto en un mundo históricamente manejado y dirigido por hombres. Entonces, es romper atavismos culturales que implican una cuestión de mucho tiempo, desde cómo educamos a nuestras hijos. Mientras tanto, en ese proceso fui entendiendo que son necesarias determinadas herramientas que ayuden a transitar esa colina empinada, ya que no todas llegan a los lugares donde se toman decisiones. De mujeres están llenos todos los partidos, el tema es que en los lugares en que tomamos decisiones somos muy poquitas. Esto tiene que ver con lo cultural y también con quién detenta el poder.   Pero eso ocurre fundamentalmente en el Partido Nacional porque, si uno mira el gabinete del presidente Tabaré Vázquez, casi la mitad son mujeres. En el Partido Nacional ha habido un avance, una señal positiva, que es que una mujer [Beatriz Argimón] sea presidenta del Directorio. Pero lo cierto es que estamos en el siglo XXI y vemos el aporte que las mujeres hacemos a la vida social. Cuando dicen “bueno, una mujer va a conformar la fórmula”, parecería que es como un florero, como si fuera una foto para que quede linda. Lo bueno es preguntar por qué hay mujeres en la fórmula y en los espacios de decisiones. Las mujeres tenemos formas distintas a la hora de negociar, dialogar y dirigir. Hay dos temas que son centrales: nosotras creemos mucho más en el consenso que en la supremacía del ego que tienen los hombres y en el diálogo. Y hoy el país más que nunca necesita diálogo.   ¿Te envidian? No me detengo a pensar. Te juro. En Uruguay muchas veces se castiga al éxito, al que le va bien. Siempre está el que señala con el dedo y dice: “Algo habrá hecho”. Y siempre está el que dice: “Llega porque…”. Sinceramente, no me detengo en eso, la verdad. Aunque no me creas, no me pongo a pensar y hago mi camino. Tengo claro que hay gente que me quiere y gente que no.   ¿Quién no te quiere? Soy muy crítica del sistema político. Me ha pasado que no todos entendemos la misma forma de hacer política. Nada se construye desde lo negativo. Es decir, no me puedo quedar en si menganito me hace o no me hace daño. Prefiero ir hacia lo positivo   Pero te pueden hacer zancadillas Cuando uno ocupa un espacio de poder, está sacando a otro. No todos tienen los mismos códigos ni las mismas reglas. Ni todos tienen los mismos valores. Entonces, hay quienes utilizan estos lugares y vale todo.   Hace poco, el diputado de tu partido Jorge Gandini cuestionó que vos tenés muchos espacios en la prensa. Yo no puedo manejar las cabecitas y los problemas de algunos, cada uno tendrá que manejarse.   Pero ¿cómo hacés para moverte en ese mundillo? Hago mi trabajo. Trato de construir relaciones confiables y creíbles. Yo no vengo a destruir. Cuando algunos dicen “ella viene a matar a algunos”, no es así. Mi trabajo es para sumar, no para destruir. Está bárbaro que haya distintos referentes y gente muy importante, y yo quiero ser parte de lo que el país necesita. A algunos les gusta entrar en el barro. A mí no.   ¿A qué te referís? Al barro de las discusiones internas que le hacen mucho daño al partido y al sistema político en general. Yo no entro en eso. No me van a encontrar.

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