Sobre la presentación del Informe del Estado de la educación uruguaya.
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Agosto empezó con una multitud agolpada en la Sala Acuña de Figueroa del anexo del Palacio Legislativo. Todas/os estábamos allí: autoridades, políticos, técnicos, docentes de a pie. La educación convoca, cualquiera sea el ámbito en el que se realicen los encuentros -académico o político-, la educación convoca. Así que el Ineed, tal como lo establece la ley vigente, presentó su informe correspondiente a los años 2017-2018 y los comentarios, disgustos, ataques y reflexiones -tan necesarias estas últimas- no se hicieron esperar.
Lo primero quizás, es entender que el Ineed es una creación frenteamplista. Un Instituto de evaluación, creado a través de la ley No 18.437, en el año 2008, con la intención de ofrecer a todos los ciudadanos en forma transparente información sobre el estado de la educación uruguaya para generar una opinión informada, lo que particularmente en este tema impresiona como imprescindible. Más allá de la vocación opinóloga que todos/as los y las uruguayos/as tenemos en todas las áreas, en educación existe una recurrencia a emitir juicios de valoración contundentes sin argumentos de sostén. Lo que quiero decir es que como vivimos en un país donde todos/as hemos pasado por el sistema educativo, parecería como que esa condición de usuarios de suyo fuera habilitante para que todos alberguemos la fantasía de que podemos opinar de todos los aspectos de la educación con fortaleza definitiva. También todos somos usuarios del sistema de salud y seguramente podemos opinar sobre la demora en la asignación de una cita médica, el confort de las instalaciones, la calidez de la atención de los funcionarios, pero a nadie se le ocurriría opinar sobre la medicación que nos receta el médico o la decisión de una intervención quirúrgica. Sin embargo, en educación, todos opinamos como si fuéramos expertos, y eso, sin lugar a dudas, es un hábito dañino que muchas veces impone discursos -a veces con intencionalidades non sanctas- que son erróneos.
El informe del Ineed es un buen recurso para tener a mano y conocer con precisión técnica algunos datos significativos de la realidad educativa. Claro que es una selección de la realidad, porque toda la realidad es inabarcable. Pero lo importante es que contamos con una institución de carácter técnico que nos ofrece información sobre nuestro sistema educativo, lo que nos permite acercarnos a la confirmación de los logros -que los hay y muchos aunque algunos se empeñen en hacernos creer que no es así- y también nos enfrenta a lo que aún no funciona y que se constituyen en desafíos que tenemos por delante.
Uruguay era un país silenciado en esta materia hasta el año 2005. No circulaban informaciones y había un blindaje acerca del estado de nuestras aulas y escuelas y liceos. Así que en primer lugar invito a los uruguayos a valorar que la producción de evidencia empírica sobre la realidad educativa, el diagnóstico y la formulación de juicios para la toma de decisiones o acciones con la intención de modificar la realidad evaluada se produce con fuerza en este último período del país. Es cierto también que la vocación principal de toda evaluación es incidir sobre la realidad, pero a la vez, la evaluación por sí misma no produce cambios si no hay actores que tomen decisiones a partir de los resultados y valoraciones resultantes de la evaluación. Es por eso que algunas autoridades se sienten tan expuestas o dañadas y tienen algunas reacciones que podrían leerse como inhabilitantes acerca de un informe técnico.
Los/las invito a pensar sobre el significado de dos palabras que son claves en este tema: responsabilidad y culpa. La responsabilidad es la capacidad existente en un ser activo para reconocer y aceptar los efectos de las acciones realizadas o decisiones tomadas. La culpa, en cambio, es la imputación, el reproche. Las características y peculiaridades de la acción educativa se analizan porque en el marco de un sistema democrático se hace necesaria la rendición de cuentas, con la intención de lograr que a futuro se tomen esos insumos como punto de arranque para el diseño de la política pública, no como búsqueda y señalamiento de culpables de los problemas educativos.
A todo esto, ¿qué podríamos señalar como avances educativos de los últimos catorce años más allá de este informe del Ineed?
En primer lugar, la extensión de la educación inicial. Hoy todos los niños uruguayos cuentan con la posibilidad de acceder desde los tres años a la formación educativa y, léase bien, no estamos hablando de guarderías o espacios de permanencia mientras las madres y padres trabajan, estamos hablando de formación sostenida en un marco curricular para primera infancia que establece cuáles son los aspectos claves del desarrollo para cada uno de los años de atención y acompañamiento.
En segundo lugar, hemos logrado la llegada de prácticamente todos/as los/las niños/as y adolescentes a la educación media, con un sistema de seguimiento informático que hoy nos permite vislumbrar con claridad dónde está cada niño/a o joven asegurándonos que todos estén incluidos en un dispositivo educativo. Es cierto que es aún insuficiente porque el derecho a la educación no se juega solo en la llegada al centro educativo. Esta estrategia operativa en el marco del Sistema de Protección de las Trayectorias Educativas, aunque insuficiente, es un logro interesante. Queda por delante el trabajo que siempre señalamos como impostergable en relación a la formación docente de grado y la formación a lo largo de la vida profesional de los educadores para que existan propuestas educativas y estrategias didácticas que permitan aprendizajes de calidad para todos/as, para que cada joven pueda ser constructor de un destino diferente al que la familia le ofreció.
En tercer lugar, sabemos que hoy un 54% de los estudiantes universitarios son la primera generación de su familia que accede a la Universidad o a estudios terciarios. Eso no es un acto mágico, es el trabajo acumulado en relación a una política pública que ayuda a cambiar destinos. Cualitativamente, el joven que accede por primera vez a la universidad no está solo cambiando su historia, está revirtiendo una historia familiar, sintiendo que es posible acceder a espacios de formación que antes estaban solo reservados a los más acaudalados.
Y el Plan Ceibal, una experiencia democratizadora que es casi única en el mundo y que no solo dota de tecnología a familias a la que nunca hubieran podido acceder de otro modo, sino que además tiene plataformas educativas para todos los gustos y en todas las áreas, y entre otras maravillas una biblioteca país con más de cuatro mil volúmenes, a la que todos/as los/as uruguayos podemos acceder desde cualquier rincón del mundo en forma gratuita.
Ah…, y además tenemos el Ineed, que no recuerda cuáles son los aspectos sobre los que debemos seguir trabajando para seguir la línea del crecimiento con distribución.
Estimado/a lector/a, cuando te digan que la educación uruguaya es un desastre, no te olvides de señalar lo que recién te conté, que es solo una aproximación a los logros. Tampoco te olvides que tenemos que ser críticos, que hay mucho más para hacer y que necesitamos más tiempo para tomar buenas decisiones porque los sistemas excluyentes y selectivos que teníamos hace más de una década en Uruguay no se cambian con un toque de varita mágica, necesitan tiempo, acumulación, algunas decisiones impostergables que deben ser tomadas en forma urgente, trabajo y mucha, mucha paciencia.