—¿Por qué elegiste esa imagen final para "Papo"?
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—Creo que tiene que ver con una continuidad natural de lo terrible —dice Tamara Silva Bernaschina, autora de Desastres naturales, un cuentario preciso, incómodo, necesario.
La infancia, la naturaleza en sus múltiples existencias, la soledad y la muerte marcan los catorce relatos de Desastres naturales y los sitúan, con sus particularidades, en un mismo universo: el de la pluma de la autora. Son temas que la obsesionaron (y a veces siguen ahí, a la espera de ser llevados nuevamente al papel) durante más de un año. Las semillas de varios de los cuentos fueron sembradas en un taller literario dictado por Horacio Cavallo, y germinaron durante varias tardecitas de verano en Aiguá, donde Silva Bernaschina creció, a donde siempre vuelve.
Desastres naturales recibió el incentivo a la edición "Felisberto", otorgado por el Instituto Nacional de Letras de la Dirección Nacional de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) y salió a librerías en mayo de 2023.
Caras y Caretas dialogó con Tamara Silva Bernaschina (que es, además, estudiante avanzada de Letras y de la Tecnicatura Universitaria en Corrección de Estilo) sobre el proceso de creación del libro, su vínculo con la escritura, sus referentes y las temáticas que la apasionan.
¿Cómo fue la creación de Desastres naturales?
Empezó en 2020 en el taller de Cavallo, respondía a las consignas con párrafos sueltos, seguía semana a semana escribiendo párrafos distintos y relatos a medias. Algunos no terminaban en nada. Hubo un texto por semana desde marzo, eran un montón a final de año. Hubo que decidir, agrupar, terminar. Algunos los fui retocando durante el año porque me parecía que había un mínimo de potencial y después fue volver, ver qué tenía escrito, qué podía funcionar como cuento, pulir. Hubo un trabajo de que existieran separados de las consignas.
Me divertí durante el verano de 2021 cerrando [los textos] y a mediados de año Desastres naturales existía como libro cerrado. No trabajo todos los días, no leo todos los días, no escribo todos los días. Se me fueron muchos meses en los que retocaba un cuento y lo dejaba descansar. Estuvo bien darles ese tiempo de maduración y separarme de ellos durante ese tiempo.
¿Durante los talleres notaste que había temas que se repetían, cierto clima recurrente?
No me di cuenta mientras los hacía. Había uno que tenía cierto clima y la semana siguiente había que escribir sobre una cosa totalmente distinta, entonces no sé si el clima ya estaba, me parece que se fue gestando después. Al identificar qué cuentos me gustaban más daba la casualidad que los fragmentos tenían cosas en común, entonces no sé si el clima está en los cuentos, pero sí en mi lectura, una sensación muy personal de "esto funciona junto", pero me parece que fue algo muy posterior al taller. Igual Horacio me lo comentó al cerrar el taller, "acá hay algo", y un poco le creí.
¿De dónde brotan estos cuentos, cuál es el impulso inicial?
Casi siempre nacen de una imagen, que a veces incluso no tiene que ver con el argument principal del texto. Son como pasajes muy mínimos que me llevan a que el texto termine siendo lo que es. En el "Gaucho de la Fuerza" fue la imagen del niño mirando por la ventana al vecino y empañando el vidrio. Arrancan de un punto que quizás no tiene nada que ver y se va desarrollando más adelante, cuando el texto va fermentando.
¿Cómo te relacionás con la escritura? ¿Escribís solo cuando sentís deseo de hacerlo?
Si no tengo ganas no me siento a escribir. No me funciona hacerlo como trabajo. Intento hacerlo seguido porque si espero a tener una idea maravillosa y pensar que de ahí va a salir un cuento increíble no lo haría nunca. Trato de equilibrar el deseo con la necesidad. A veces tenés muchas ganas de escribir, pero no tenés tiempo. En esos casos anoto en una libreta un resumen de tres palabras y después lo retomo. No es que si no lo escribo ya me voy a morir. No siento que la musa me baje y me diga "escribime ahora o no vuelvo jamás". Se trata de meter la rutina en el deseo y la necesidad.
Cuando podés elegir, ¿tenés hora predilecta para escribir, un momento más ritual?
Me gusta escribir de tardecita, después de la merienda. Estoy más quieta y no estoy pensando en que tengo una clase en dos horas o que tengo una reunión o que tengo que salir. La noche para mí es el momento ideal.
La naturaleza es protagonista en Desastres, ¿en tu vida también?
Me obsesiona mucho todo lo que pasa en la naturaleza todo el tiempo, a todo nivel, desde niveles muy invisibles hasta gigantescos. Lo bueno, como puede ser que nazcan unos cabritos, y lo terrible, como que las abejas de una colmena entera se mueran porque el vecino decidió fumigar con un tóxico que no está permitido. Me parece increíble cómo funciona, cómo se interrelacionan todas las formas de existencia y estoy recontra interesada en prestarle atención a eso. Cuando estaba escribiendo Desastres estaba en esa búsqueda. Sigo. No sé si alguna vez no estuve en esa búsqueda de entender y de mirar. En mi vida y en la literatura es reimportante, en todo te diría.
¿La presencia de la infancia fue una búsqueda consciente?
La infancia es la posibilidad de ver el mundo desde otro lugar, no es la mirada adulta ni la mirada adulta de la ciudad. Me interesa la sensibilidad infantil, juvenil. Cuando terminé de armar Desastres me di cuenta de que había niños en todos, fue una revelación posterior, estuvo bueno haberme dado cuenta después.
¿Tu escritura es intuitiva?
Sí, es un proceso recontra intuitivo. Estas últimas semanas que el texto camina solo me encontré con preguntas de "¿cómo escribiste esto?" y en realidad no lo sé, no sé cómo llegué a ese final. Arranco a escribir y el texto tiene su propia respiración y no sé cómo me doy cuenta. Me doy cuenta de si no me cierra y voy por otro lado y me cierra y lo sé. Tiene que ver con esta suerte de intuición. No tengo un procedimiento, ni reglas, ni recetas. Las imágenes aparecen y se va desarrollando el texto. Es medio místico, como si hubiese estado ahí de antes y yo lo estuviese repasando. Me divierte encontrar ese camino.
¿Tenés autoras o autores referentes?
Admiro y siento que son luces en el camino Gabriela Cabezón Cámara, Gabriela Escobar, Leonor Courtoisie, Alejandra Gregorio, Inés Bortagaray, Natalia Mardero, Damián González Bertolino, Camila Sosa Villada, Eugenia Ladra. Son autoras increíbles que no sé si me influencian directamente, pero las estoy leyendo y prestando atención a lo que hacen.
Es tu primer libro, ¿cómo te sentís desde la publicación? ¿Qué te gustaría que retengan quienes te leen?
Las primeras semanas fueron difíciles a nivel de nervios porque había estado escribiendo para un número muy reducido de personas y ahora está en librerías. A la vez es una alegría inmensa y una suerte y un sueño. También está la posibilidad de que haya gente a la que no le guste, esa amplitud asusta un poco, porque salgo del anonimato total a no estar tan en las sombras. Hay un abrirse al mundo que da un poco de miedo.
Me gusta el factor sorpresa de que pueda haber interpretaciones y opiniones, no proyectar mis deseos sobre los lectores, pero sí me gustaría que se queden con alguna imagen. Cuando leo algo que me gusta mucho me quedo pensando en fragmentos, marcando páginas y volviéndolas a leer más tarde.
Desastres naturales. Tamara Silva Bernaschina. Estuario editora.2023. 120 páginas. PVP: $ 490.