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Daniela

Por Celsa Puente.

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Todavía no puedo creer que estoy escribiendo estas líneas. Di una y mil vueltas antes de hacerlo, para convencerme, para entender lo inesperado, para superar el sobresalto y aceptar la necesidad de despedir y honrar merecidamente a la figura de Daniela Payssé. “Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento”, dijo en ‘Elegía’ Miguel Hernández. A la pérdida de por sí dura y acongojante, se une la impresión de lo inesperado en una figura de fortaleza inusitada, firme y bien plantada. “Temprano madrugó la madrugada” del pasado viernes 21 de diciembre en que nos sorprendió esta triste noticia de cuyo impacto aún estamos intentando salir. “Temprano levantó la muerte el vuelo” y se la llevó de golpe, quizás porque esa misma energía que tenía para vivir se expresó con la misma intensidad en este modo abrupto de dejar la vida.

Tengo dos sensaciones fuertes vigentes; una de ellas es de hace apenas diez días, en la que compartimos un espacio muy próximo en la escalinata del Palacio Legislativo, el día que sacamos la fotografía dentro de la campaña #Candidatas, convocada por ONU Mujeres y Cotidiano Mujer. Ella salió de la sesión para integrarse al grupo, siempre firme y segura en su lucha por hacer del espacio político un espacio posible para las mujeres. La otra sensación es auditiva y remite a hace unos poquitos meses, cuando emocionada, pero con la entereza que la caracterizaba, dedicó en nombre de todos los frenteamplistas un homenaje a Bertha Sanseverino, la “pequeña gigante”, como ella la denominó en ese momento. “Demasiado temprano se están despidiendo las mujeres de Asamblea Uruguay”, me dice completamente consternado Danilo Astori. En un breve lapso despedimos a dos grandes mujeres: Bertha y Daniela. Daniela fue una luchadora. Tuvo la fuerza y la decisión de discrepar con su familia de origen y participar desde el año 1971 en el Frente Amplio, espacio en el que comenzó a militar en el comité de base Trouville, y fue delegada de la coordinadora M. Su tesón, capacidad de trabajo y compromiso la llevaron al Parlamento nacional, primero como diputada y en la última legislatura en el Senado, lugar en el que estuvo desempeñándose con un compromiso activo hasta el día antes de decir adiós. Sin duda, su formación y experiencia como maestra le dieron una capacidad diferencial. Cercana a los jóvenes de su sector -Asamblea Uruguay-, los estimulaba y acompañaba en eventos formativos y de militancia. También los rezongaba para que fueran mejores, responsables y formados, para que estuvieran prontos para tomar la posta. Fue una mujer sumamente disciplinada, estudiosa, pensante, conocedora de los reglamentos y de las normas, convencida de que la democracia se sustenta en los andamios de la solidez y en la erradicación de la improvisación. Frente a cada situación cuya solución se bloqueaba, no claudicaba. Ponía su energía para construir otro camino. “Insustituible, de energía sin límites al servicio del compromiso”, dirá desde la congoja el actual ministro de Economía, líder de su sector, Danilo Astori.

Integró y trabajó con dedicación en las comisiones de Presupuesto, de Derechos Humanos, Género y equidad y presidió la Comisión especial de seguimiento de la situación carcelaria de la Asamblea General. Incansable en la lucha por los derechos, fue una activa participante de la Bancada Bicameral Femenina y de la Red de Mujeres Políticas, así como de la Unidad Temática de las Ciudadanas Frenteamplistas, espacio desde el que valoramos su trabajo hacia la igualdad y la paridad como formas irrenunciables de la transformación de la escena política en Uruguay.

Ninguna de estas fuertes responsabilidades le impidió disfrutar y cumplir con su hermosa y numerosa familia: seis hijos, ocho nietos y Lola, aún hasta estos minutos anidando en el vientre materno de su hija menor, de quien hablaba con expectativa y orgullo. Recibió merecidas honras de ministra de Estado en el Salón de los Pasos

Perdidos y el homenaje de muchas figuras del espectro político, de sus compañeros, del propio presidente de la República, Tabaré Vázquez, y de la vicepresidenta, Lucía Topolansky. Entre todos, conocidos y desconocidos de la escena política, pero todos cercanos a ella, tratamos de encontrar el consuelo para entender lo incomprensible. Pero es infértil tratar de encontrar explicaciones racionales para entender a la muerte que opera así, con “un manotazo duro, un golpe helado / un hachazo invisible y homicida / un empujón brutal [que] te ha derribado”, al decir del poeta. Seguiremos trabajando por los principios de la unidad frenteamplista que Daniela supo enseñarnos. Seguiremos firmes por nuestros principios seregnistas, por la lealtad, por la fuerza del trabajo y el compromiso, por la vida que debe ser vivida, mientras dura, dignamente. Quizás por todo esto es que el sábado, a la hora de la despedida final, del último adiós, las nubes dieron paso a un rayo de sol, mientras sonaba en un instrumento de viento el último homenaje de una canción ejecutada por uno de sus familiares: “¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Así lo haremos, en tu nombre.

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