Por Germán Ávila
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Por el tamaño de las unidades que han sido identificadas y capturadas por la fuerza armada y la guardia venezolana, es fácil suponer que no se trata de acciones contundentes destinadas a dar un golpe final, sino más bien incursiones atomizadas que buscan generar acciones de desestabilización al interior de Venezuela, con el fin de justificar una intervención armada a gran escala por parte de las tropas que se encuentran en el Caribe y que hacen parte del despliegue ordenado por el Comando Sur.
Las primeras acciones se desarrollaron el domingo 3 de mayo cuando un grupo de 10 mercenarios intentó incursionar en lanchas rápidas por el estado de la Guaira, desde Colombia hacia Venezuela, produciéndose un enfrentamiento que dejó como resultado 8 mercenarios muertos y dos capturados en medio de lo que los mercenarios han llamado la Operación Gedeón.
Al día siguiente, otro grupo de 8 mercenarios más, dentro de los que se encontraban dos norteamericanos fue avistado e interceptado por pescadores, produciéndose como resultado su captura. Los dos norteamericanos, identificados como Luke Denman y Airon Barry, fueron reconocidos por Jordan Goudreau, fundador de la contratista Silvercorp, como parte de su equipo. Goudreau aparece en un video del mismo 3 de mayo junto con Javier Nieto Quintero, un capitán venezolano desertado de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, adjudicándose la autoría de los intentos de incursión.
En en video, Goudreau afirma que la operación ha sido lanzada desde la frontera de Colombia hacia Caracas, así como afirma que han sido activados varios frentes de combate al sur, este y oeste del territorio venezolano y vincula también al capitán Antonio José Sequea, quien también fue detenido en el mismo grupo de los dos norteamericanos, junto con Víctor Pimienta, también excapitán. Sequea se había declarado como comandante de la operación Gedeón en un video que fue publicado de manera casi simultánea y en el que, igual que Nieto, hace el llamado a las fuerzas policiales y militares para que se rebelen en contra del presidente Maduro.
Finalmente, el lunes 4 de mayo en horas de la tarde otros dos hombres fueron capturados en Puerto Cruz, estado de la Guaira, llevaban armamento y equipos de comunicación, con lo que, en los hechos ocurridos durante el transcurso de 2 días, el resultado arroja 8 mercenarios muertos y 16 capturados.
Estas acciones se suman a la situación ocurrida durante marzo en Colombia, cuando un cargamento con abundante equipo militar fue interceptado saliendo de la ciudad de Barranquilla, y fue vinculado al exmilitar venezolano Clíver Alcalá Cordones, quien en un video declaró que efectivamente él era el responsable de dicho armamento, y que este hacía parte de un contrato firmado por el diputado opositor Juan Guaidó, el exasesor venezolano de Juan Sartori, J.J. Rendón y Sergio Vergara con la empresa contratista norteamericana Silvercorp con el fin de generar acciones armadas que tenían como objetivo final el asesinato captura del presidente Nicolás Maduro. Es importante recordar que las imágenes que se conocen de dicho contrato han sido divulgadas por los mismos vinculados, como Goudreau, quien en una entrevista con la periodista Patricia Poleo afirmó que hasta ahora no se le había pagado lo correspondiente a dicho contrato.
Finalmente, el plan de incursión por el norte ha sido frustrado y sus principales protagonistas en el terreno fueron neutralizados. Sin embargo, también es importante recordar que las dos grandes deficiencias que han tenido los planes del gobierno estadounidense para derrocar a Nicolás Maduro, están en la nula convocatoria que la intervención genera dentro del pueblo venezolano, por un lado, y la negativa a la traición de las fuerzas armadas, que continúan siendo leales al gobierno.
La Casa Blanca continúa dando palos de ciego en esta situación, debido a que el apoyo del pueblo venezolano a un posible cambio de modelo pierde cada vez más fuerza en la medida que se arrecia el bloqueo y la población es consciente de que la razón central de la crisis no es otra que el desabastecimiento, producto del bloqueo económico y financiero y las consecuencias directas e indirectas que esto ha generado.
La fórmula norteamericana de esperar a que la población se sume a un golpe por desesperación y no por conciencia no ha dado resultado. Por otro lado, la incursión de pequeños comandos armados en territorio venezolano con el fin de llevar a cabo acciones militares muestra que están lejos de tener un apoyo importante al interior de las fuerzas militares y policiales, que en todo caso, serían las encargadas de desarrollar la resistencia armada que tanto clama la Casa Blanca.
Otro de los bandazos del gobierno de Trump fue el ofrecimiento de jugosas recompensas que esperaban que surtieran un efecto “de impacto” en los círculos del gobierno venezolano, lo que lo desestabilizaría a nivel interno producto del sabotaje o la paranoia. Nada de lo anterior ocurrió.
Por eso, en el desarrollo de estos acontecimientos los grandes perdedores han sido tres: el gobierno estadounidense, el gobierno colombiano y el sector de Guaidó.
Esta situación deja fuertemente comprometida la posición de la Casa Blanca, que recurre nuevamente al modelo de tercerización de la guerra por medio de mercenarios que hacen el trabajo sucio, sin vínculos directos, pero con el guiño y la financiación encubierta del gobierno, como se ha demostrado en varias ocasiones. Esta apuesta es el fast track que se desarrolla con el fin de generar incidentes dirigidos u operaciones de falsa bandera para que las fuerzas regulares puedan entrar en acción con una justificación de primera mano.
En ese sentido, la Casa Blanca no ha variado su forma de accionar durante más de medio siglo. Lo mismo hicieron con la Revolución cubana recién lograda la victoria en 1959. Igual ocurrió durante los procesos revolucionarios de Centroamérica en los años 80. Fue este también el modelo utilizado inicialmente durante la invasión a Panamá, que, entre otras cosas, dejó miles de civiles asesinados directamente por el ejército estadounidense.
Donald Trump ha salido apresuradamente a negar cualquier participación en las acciones de los últimos días en costas venezolanas, pero no hace falta hurgar mucho para saber que los contratistas contrarrevolucionarios norteamericanos están vinculados con el gobierno de Trump por medio del bastión cubano americano de Miami.
Entonces, a partir de la actitud injerencista tomada por el gobierno estadounidense con Venezuela durante los últimos años, negar la responsabilidad directa en cualquier cosa que ocurra en con respecto al gobierno venezolano no es cercano a la realidad, hay una responsabilidad política clara de la Casa Blanca por acción o por omisión, cuando mínimo.
Por su parte, el gobierno colombiano se ve en aprietos para, en medio de la situación por la que están atravesando producto de la pandemia, ser capaz de explicarle a su población y al congreso por qué el territorio colombiano está siendo utilizado como plataforma para lanzar acciones armadas en contra de Venezuela y por qué una parte importante del partido de gobierno está vinculada directamente a estas actividades.
En lo que tiene que ver con la oposición venezolana, o por lo menos el sector encabezado por Guaidó, que como se sabe ha sido la ficha del gobierno de Estados Unidos, pero cada vez genera menos cohesión al interior de la oposición, y cuyas acciones y vínculos con actores del paramilitarismo colombiano, así como los profusos hechos de corrupción a los que ha sido vinculado, hacen que cada vez se convierta menos en un factor de unidad de la oposición de ese país caribeño, y por el contrario, la oposición al gobierno de Maduro busca desmarcarse de él. Pero más allá de eso, el hecho de que un funcionario público venezolano, elegido por voto popular, firme en territorio extranjero, junto con otras personas, un contrato con una empresa de mercenarios con el fin de derrocar al gobierno de su país es una situación que reviste mucha gravedad y que en cualquier país es duramente castigada. Sin embargo, Guaidó, quien aún goza de libertad, se ha dedicado a negar lo que ya no son solo acusaciones hechas por el gobierno de Maduro, sino hechos demostrados puestos en conocimiento de la opinión pública por aquellos que han trabajado con él, como Clíver Alcalá o los mercenarios capturados en las últimas horas en Venezuela.
El tiempo se le acaba el gobierno norteamericano, la crisis al interior de sus fronteras es cada vez más difícil de ocultar y el período presidencial de Donald Trump está a pocos meses de terminar. Esto deja entrever que este tipo de acciones se generan desde Estados Unidos debido al poco margen de maniobra que le queda. Por esto está tomando medidas desesperadas por medio de la realización de acciones, que lo único que pueden hacer es tratar de sacarle provecho al caos, ya que no han podido ni consolidar ni comprar una oposición organizada y con poder de convocatoria dentro de Venezuela. Para eso buscan cualquier escenario del cual puedan sacar provecho, incluido, por supuesto, el magnicidio del presidente Maduro, con el fin de generar inestabilidad y crisis para justificar la entrada en acción de la enorme flota que tienen movilizada en el Caribe.
No obstante, otro error de cálculo del gobierno de EEUU es pensar que la situación de Venezuela continúa siendo un problema doméstico o una situación a resolver en el contexto regional. Está claro que la disputa geopolítica que se desarrolla en territorio venezolano, alimentada por la crisis producto de la pandemia, generará un reposicionamiento del orden mundial y un factor fundamental a la hora de definir cómo quedará ese nuevo orden. Esto significa seguramente el fortalecimiento de la visión de un mundo multipolar, donde jugadores mucho más estables en lo interno como China y Rusia van sirviendo de contrapeso a la desmedida ambición expansionista de Estados Unidos, que, por medio de la instrumentalización de naciones con gobiernos débiles, busca el usufructo desmedido de sus recursos naturales según su propia matriz energética, aferrada sin remedio a la apuesta de los combustibles fósiles.