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Editorial LUC | Mides |

Distracción y desguace

Por Leandro Grille.

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La denuncia sobre un esquema delictivo en el Mides, publicada en la edición dominical de El País, es una operación propagandística típica de un gobierno de derecha restaurador, que precisa instalar un relato cinematográfico para desmantelar un Estado social. Como denuncia es débil y es prácticamente imposible que tenga consecuencias judiciales; apenas es una presentación dramática de un hecho menor, no delictivo, insignificante y frecuente en la órbita de la administración, pero como estrategia política es otro tema: la denuncia serial, amplificada y maliciosa de presuntas irregularidades y desvíos no tiene el objetivo de sanar un Estado carcomido por la corrupción, sino de construir un clima de opinión que les permita avanzar en un programa de desguace de políticas públicas con la menor resistencia posible.

Así como empezaron con el Mides, lo harán en todas partes, acompañando con campañas de escarnio el objetivo general de ajustar y privatizar. De achicar el Estado y transferir recursos y competencias a los privados, que no son simples ciudadanos con espíritu emprendedor, sino los dueños del capital. En el caso del Mides, además, lo más probable es que quieran transferir el control y la ejecución de los programas a la política; esto es, a los políticos propios, que convertirán la asistencia social en una práctica clientelar en un santiamén.

Por el momento, la oposición está desorientada. No aparece una estrategia clara y, mucho menos, una estrategia única para resistir el programa conservador. En primer término, porque las condiciones en las que se están desarrollando los primeros meses del gobierno de Lacalle Pou son excepcionales: una emergencia sanitaria de impacto mundial que ha obligado a la restricción de los movimientos humanos y a una extendida cuarentena. Esta circunstancia completamente imprevista alteró toda la dinámica social y económica, pero también produjo una inmensa distracción que el gobierno ha aprovechado para impulsar su proyecto mientras los focos de la atención pública apuntan a otra parte.

Así enviaron en medio de la cuarentena la Ley de Urgente Consideración con más de 500 artículos para producir un verdadero asalto legislativo al Estado y, simultáneamente, una ley de medios a las medidas de los canales privados que serán, junto con los periódicos tradicionales y las radios, los arquitectos del blindaje que necesitan para proceder, ocultar y denostar el legado de sus antecesores.

En condiciones normales, tengo la impresión de que esta ingeniería de manipulación social, que consiste en embellecer a la derecha y criminalizar a la izquierda y a las políticas públicas de los gobiernos del Frente Amplio, tendría un alcance limitado. Porque más allá de cualquier relato, empobrecimiento masivo de la sociedad, la pérdida objetiva de calidad de vida es una verdad que termina por imponerse a cualquier metáfora, cualquier figuración, cualquier largometraje de mentiras. Pero no estamos en condiciones normales; estamos en el medio de una pandemia que ha hecho estragos en la economía mundial, a la que le van a adjudicar todos los males sobrevinientes, los que le correspondan razonablemente, y los que no, los que deben adjudicarse a la políticas del gobierno.

Con todo, es improbable que a menos de tres meses de la asunción del nuevo gobierno haya cambiado significativamente la base social del oficialismo o de la oposición; lo que sí se ha alterado notablemente es el poder de fuego sobre la agenda. Es notable el control que tiene el gobierno, en connivencia con los grandes medios, sobre lo que se dice y lo que se discute en este país. Como ejemplos clamorosos: la supresión concertada de la crónica roja y la implantación de cadenas nacionales de hecho, que se justifican en la epidemia, pero se utilizan para otros fines, claramente políticos.

Mientras tanto, sigue avanzando con su obra de demolición y una curiosa estrategia de reapertura hacia la “nueva normalidad” que ignora, olímpicamente, lo que está pasando, no ya en el mundo, sino a nuestro alrededor, como si Uruguay fuera una isla remota construida de excepcionalidad. Y esto último ya no es solo del gobierno, o de la oposición, o de los medios: es un deporte nacional. Nadie registra que nuestros vecinos inmediatos, Argentina, Chile y Brasil, tienen un epidemia desatada por el nuevo coronavirus que se ha venido acelerando en las últimas semanas de modo alarmante, incluso en los territorios donde se aplica cuarentena estricta.

 

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