Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
coronavirus | pandemia |

La enfermedad de Trump y el COVID 19

El Cuento del pastor mentiroso

Por Julio Gorga.
Desde Nueva York

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Donald Trump, ese insólito personaje que ocupa la Presidencia de Estados Unidos, parece haber contraído una neumonía causada por el COVID 19.

Este corpulento septuagenario, que probablemente padezca las patologías propias de la edad, tal vez esté  enfermo y tal vez esté grave, pero no puede ocultarse que su enfermedad es  un novelón preelectoral que da para especular y por supuesto sospechar. Tal vez esté más sano que usted y que yo y su infección sea sólo una de sus habituales  payasadas.

Trump ha demostrado ser un gran mentiroso, un tremendo manipulador y un fenomenal irresponsable.

Confirmada su infección por el COVID-19, la  duda es si lo buscó o le llegó o ambas cosas a la vez. Ambos escenarios son posibles en semejante anormal. Todo el mundo recuerda que, desde un inicio, minimizó el peligro de la pandemia, aunque en  algún momento repitió lo que habían  previsto los científicos acerca del número de casos fatales posibles en USA (un acierto de los epidemiólogos).

Luego de conceder credibilidad a la ciencia, siempre restaba importancia a lo dicho contradiciéndolos, y para peor, aportando sus propias ridículas conclusiones, así como los folclóricos tratamientos que se le ocurrían luego de leer tal vez alguna prensa amarillista o haber consultado el horóscopo del día, o quizás producto de su ignorancia extrema natural, el atributo clave que lo conecta a sus votantes.

Aunque esté infectado, aun cuando no se sepa con certeza su verdadera gravedad, quedará la sospecha de si todo no se debe a un desesperado intento de distracción para disimular sus delitos relacionados con la evasión de pago de impuestos federales (crimen inexcusable ubicado al tope de la tradición delictiva norteamericana) y además estúpidamente reconocido en forma reiterada ante la opinión pública tanto en los pasados debates presidenciales con Hillary Clinton, como en el actual con Joe Biden.

Curiosamente, en Estados Unidos, el problema que acarrea consecuencias terribles, no es cometer un crimen ni aun confesarlo, sino que el mismo sea probado. Más llamativo aún es que es casi más grave ser un evasor  de impuestos que un asesino serial.
Solamente por esto , fue que se logró condenar a Al Capone y al Reverendo Moon, verdaderos  niños de pecho frente a este farsante.

En el caso del Presidente Donald Trump y sus misteriosos impuestos, aunque media humanidad no dudaba de sus fraudes, faltaban los documentos que lo probaran legalmente, ya que con el insólito argumento de una auditoría ya cercana a la década, eludía con  discutible legalidad, la exigencia de sus críticos para que hiciera público el historial de sus contribuciones impositivas.

Con la denuncia  del New York Times de haber obtenido en forma legal sus declaraciones al servicio de rentas (IRS) de varios de los pasados años, ya las pruebas lapidarias existen, por lo cual, sus respuestas al moderador del debate con Biden, pasan a ser perjurio.
Además, de tales documentos, han surgido elementos que comprometen a su familia y más particularmente a Ivanka, su hija, la que  podría ser pasible de condena con prisión una vez finalizado el mandato Presidencial de su padre.

Pruebas al canto, a las autoridades federales no les quedará otros camino que acusar a la familia Trump, por lo cual, parece ser esencial que Donald sea reelecto, y así tener cuatro años más para imaginar y manipular cómo salirse del brete donde por propio mérito y reiterada rutina delictuosa se metió solito.

Como para declarar una guerra en algún remoto lugar del mundo (caballito de batalla históricamente preferido) los plazos no le dan, entonces, aunque se hagan evidentes todas sus mentiras, falsedades e ignorancias al respecto, quizás (especulando el razonamiento de una mente pervertida), lo único a mano era infectarse con el virus que ha causado tantas muertes y que bien podría infectar a este vampiro y a su bella esposa.

En todo caso el que sean ambos, lejos de ser increíble, habla bien de la pareja.  .
Aunque parezca mentira, sus asesores puede creer – y quién dice que no puedan tener una vez más razón- que la enfermedad global puede colocar por primera vez a este ganador petulante del lado de las víctimas, con las que no habrá es ese extraño país quien no simpatice y les desee lo mejor, lo que hasta puede servir para que multitudes desechen su criminal responsabilidad y  sus tristes y bochornosos esfuerzos para restar importancia a los peligros de tal infección (cuando los expuestos sin opción a la misma eran otros.

En toda sociedad y en la sociedad norteamericana más aun, hay un sector político conservador que aprovecha toda oportunidad para sacar ventaja de cualquier situación que se le ofrezca favorable a su ideología e intereses.

Muy recientemente, la trágica muerte de un miembro liberal de la Suprema Corte de Justicia, justificó que apenas un minuto después de emitido el Certificado de Defunción, diferentes operadores se pusieran a indagar con cual alineado correligionario Juez ultraconservador se podría llenar la vacante creada.

También hay un sector liberal, que se alarma con los exabruptos de Trump pero que no se atreve a hacer públicas sus fundadas sospechas.

Recibe estoicamente los insultos del Presidente pero se apresura a expresarle los buenos deseos de pronta recuperación dándole espacio político para su convalecencia en paz.

Semejante piedad sitúa a la oposición en el reino del ridículo puesto que hay una parte sustancial de la opinión pública norteamericana que no está dispuesto a tener ninguna consideración por un Presidente inepto y corrupto responsable de cientos de miles de muertes, de la miseria de millones de norteamericanos y del resurgimiento del racismo y la supremacía blanca, de la brutalidad policial y la impunidad.
Quienes aflojan, no son caritativos ni corteses.

Escrito lo anterior, vemos el informativo de la noche que aumenta las sospechas sobre la enfermedad y su gravedad.

En el mismo se ven las declaraciones de una doctora del servicio de Sanidad de la Casa Blanca, a la que le preguntan qué pensaba de las contradicciones entre lo declarado por el médico a cargo de la salud del presidente, que quitó todo tipo de importancia a su estado de salud, y lo declarado por una fuente anónima del mismo Servicio, que afirmó que existían complicaciones y por eso se estaban utilizando medicamentos aún en etapa de investigación (obviamente no la lavandina propuesta por Trump!) y que las próximas 48 horas serían cruciales para tener un pronóstico adecuado. Preguntada a continuación acerca de las discrepancias entre una y otra versión, la doctora en cuestión, declaró algo asi: “recuerde que nosotros al ser responsables de la salud del presidente, su familia, y cercanos jerarcas, somos considerados parte del ejército y debemos acatar su disciplina. Estamos obligados a respetar órdenes”. Entonces el periodista preguntó si lo dicho por el responsable de la salud del Presidente era la verdad o lo que le permiten decir. Y la doctora respondió: “declara lo que le ordenan decir”.  Palabras de un funcionario médico que ahora es parte de la sanidad del vicepresidente Mike Pence, dichas ayer en el noticiero vespertino nacional por el Canal Telemundo perteneciente a NBC, sábado, Octubre 3 del 2020.

 ¿Se justifica o no especular?
Cualquier panorama que se presente en las horas que vienen, puede ser cierto o no.
Trump se exhibe en auto en los jardines del Hospital, un médico dice que está grave y otro que está fuera de peligro, otro dice que los que hablaron lo hace al influjo de la obediencia debida. Las horas pasan y la opinión pública de los Estados Unidos pivotea entre la indignación y la compasión. Los días de las elecciones se acercan, curiosamente hay cientos de miles de estadounidenses que ya votaron y el inefable payaso sigue haciendo piruetas.

Las declaraciones de Donald Trump luego de salir del Hospital son muchísimo más imbéciles de lo que se podría prever. En éste rubro solamente Trump se supera a sí mismo. Ya no sabemos si está o estuvo enfermo, si está o no está curado, si está o no de alta o grave o fuera de peligro. Los vericuetos de Trump no los comprende la opinión pública, ni sus adversarios ni quiénes simpatizan con él. Los  médicos se preguntan si la enfermedad le afectó los pulmones o la cabeza, o si siempre fue así.

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO